Para él, esos hechos misteriosos estaban
siendo excluidos por la ciencia. Y esa actitud era otro hecho.
La suspicacia forteana, claro, también era un hecho.
A aquellos cofres de cosas extrañas les llamaba el sanatorio
de las coincidencias exageradas. Pero un buen día, creyó
que aquellas historias no lo llevaban a ninguna parte y, frustrado, quemó
todo, dedicándose desde entonces a estudiar todas las artes
y todas las ciencias. Se carteó con bibliotecas de todo el
mundo, husmeó en libros hasta quedarse de ciego y luego volvió
sobre sus archivos malditos, esta vez para tratar de comprobarlos. En
esta nueva etapa, mejoró la calidad de sus fuentes: sus recopilaciones
ya no eran recortes periodísticos sino revistas como Nature,
Scientific American, Annals of Scientific Discovery y American
Journal of Science. Louis Pawels y Jacques
Bergier, los polémicos fundadores de Planeta, la
revista-libro que inició el esoterismo intelectualizado
de los 60, dijeron que Fort fue a la ciencia lo que Tzara, Bretón
y sus discípulos iban a introducir en las artes y en la literatura:
la llameante negativa a jugar un juego en el que todo el mundo hace
trampa, la furiosa afirmación de que hay otra cosa.
Un enorme esfuerzo no quizá para pensar lo real en su totalidad,
sino para impedir que lo real sea pensado de manera falsamente coherente.
Una ruptura esencial.
El surrealista de la ciencia -como le llamó el dúo
francés- fue quien pensó por primera vez que aquellos objetos
aéreos insólitos que algunos veían en el cielo podían
ser naves mundo venidas del espacio extraterrestre.
EPISTEMÓLOGO DE LA HEREJÍA
"Charles H. Fort es
el apóstol de la excepción y el sacerdote engañador
de lo improbable, escribió Ben Hecht. Desde su
quimérico delirio, Fort fue un hombre que señaló
como pocos hombres de ciencia -sin serlo- la elefantiasis del sistema
científico en un momento en que este adquiere dimensiones leviatánicas,
arriesgó el matemático Alexander Ruiz Euler a propósito
de su clásico The Book of the Damned (1919) (El Libro
de los Condenados [Rumeu Editor, Barcelona; 1969; CS Ediciones, Buenos
Aires, 1992]).
Su labor luego fue continuada por la Fortean Society (1931) a través
de la revista Doubt (Duda). Desde entonces, los ingleses denominan
a estas anomalías fenómenos forteanos. Hoy,
en Inglaterra, la revista más popular dedicada a lo extraño
se llama -precisamente- Fortean Times.
Legendario recopilador de hechos malditos, sólo The
Book of the Damned fue traducido al español. Para algunos
autores, Fort hizo una contribución clave en la construcción
literaria de la mitología OVNI. Sin embargo, tanto en ese como
en otros libros, Fort no menciona casos que se pudieran atribuir a los
ahora llamados OVNIs. Más que en naves extraterrestres,
Fort creía en superconstrucciones o planetas
errantes de dónde podían estar cayendo seres y objetos
que aquellos journals tan serios citaban al pasar, o despreciaban sin
más.
Fort fue un escéptico de la llamada "ciencia ortodoxa",
si fuera posible considerar "ortodoxo" un modo de pensar forzosamente
"heterodoxo" si a lo que aspira es a la contínua revisión
de sus premisas. Sin embargo, para analizar el escepticismo forteano,
hay que situarse en su época. Su inconformismo sigue intacto
entre sus herederos. No así, en cambio, su filosofía contra
el establishment científico, más cerca del activismo que
de la Academia: el escepticismo constructivo que ejercen sus continuadores
-especialmente entre aquellos nucleados en las páginas de la magnífica
Fortean Times- prueba que sus alumnos no rompieron lanzas con
el razonamiento científico deductivo. Hoy, las cosas en las
que creía Fort, así como su epistemología conspiranoica,
dejaron de ser minoritarias: ahora la herejía parece ser tomar
en serio y con espíritu crítico las anomalías
para las cuales había más claves para su comprensión
que lo que se creía hace 80 años. Se internó
en el Mar de los Sargazos cósmico en 1932. De Fort,
sólo queda el recuerdo de su malhumorado cinismo, su fama de iconoclasta
incombustible y el bizarro catálogo de fenómenos extravagantes
que pocos escépticos modernos tienen la paciencia de tratar de
explicar.
Charles Fort ve a la ciencia como a un coche muy civilizado lanzado
por una autopista. Pero a cada lado de esta maravillosa pista de asfalto
y neón se extiende un país salvaje, lleno de prodigios y
de misterios. ¡Alto!, haced también una prospección
del país en anchura, ¡Desviaos! ¡Zigzaguead!,
escriben Pauwels y Bergier. Concibo todas las cosas como
ocupando gradaciones, etapas seriales entre la realidad y la irrealidad...
No soy un realista, no soy un idealista. Soy un intermediarista
-se definió Fort-. Todo lo que nos rodea es parte de alguna
cosa, la cual es parte a su vez de otra: en este mundo, nada hay bello,
solo las apariencias son intermediarias entre la belleza y la fealdad.
Solo es completa la Universalidad, solo es bello lo completo.
BIOGRAFÍAS RELACIONADAS
Louis Pawels
Jacques Bergier
ENLACES RELACIONADOS
Fortean Times
The Charles Fort Institute
[Por Alejandro Agostinelli. Este texto es parte del Proyecto
Enciclopedia
Multimedia de Cultos, Mitos y Misterios. Exclusivo para Dios! ©
2002 Todos los derechos reservados.]
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