Desde 1914 a 1923 fue coeditor de la revista The Smart Set (“Juego
Inteligente”) acompañando a George
Jean Nathan, con quien luego lanzó el American Mercury (1923-1933),
aunque entre 1925 y 1933 Mencken quedó solo a cargo de la edición.
En 1916, por ejemplo, se publicó “A Mencken Chrestomathy”
(Knoft Ed.), cuyo éxito de ventas -pese a las dudas editoriales-
exigió reediciones prácticamente anuales hasta 1949. Ésta,
curiosamente, es una de las pocas obras de Mencken disponibles en español:
la traducción, a cargo del mismo Goligorsky, se tituló “Prontuario
de la estupidez y los prejuicios humanos" (Granica Editor, 1971).
El estilo crítico, picante e iconoclasta de sus trabajos
fue su signo distintivo. No dudaba, por ejemplo, en agraviar
a las mayorías (“porque las masas, libradas a sí mismas,
reincidían en la elección de gobernantes ineptos”,
como recuerda Goligorsky), como de atreverse a tratar de “charlatán
sin dignidad” a un ex candidato a la presidencia de los Estados
Unidos en una nota necrológica. Al menos eso fue lo que hizo con
William Jennings Bryan, el fiscal en el proceso contra John
Scopes, el maestro que transgredió las “leyes antibíblicas”
del estado de de Daytona cuando decidió enseñar la teoría
de la evolución de Darwin. La “incorrección política”
como operación dialéctica, su absoluto desprecio a todo
lugar común, entusiasmó a los intelectuales de la época
y, acaso a su pesar, se convirtió en una figura respetada e influyente.
CARCAJADAS VS. SILOGISMOS
“Suelo preguntar y preguntarme: ¿sería concebible
en este país (N. del E.: la Argentina) un H. L. Mencken, un aclamado
especialista en el arte de calumniar y de vituperar al país?
Me parece que no. El patriotismo, el seudopatriotismo
argentino es una pobre cosa que está a merced de un epigrama causal,
de un puntapié montevideano o del puño izquiero de Dempsey.
Una sonrisa, un inocente olvido, nos duelen. La popularidad de Mencken
es obra de su denigración pertinaz de los Estados Unidos; un
Mencken argentino -con éxito- es inimaginable”,
escribió Jorge Luis Borges en 1937.
Denostó toda complacencia y se dirigió principalmente a
lectores de la clase media que por entonces eran la viva encarnación
del "sueño americano".
El pesimismo crónico de sus reflexiones no le impedían luchar
por sus convicciones. “Opino que los mayores problemas humanos -le
escribió a Burton Roscoe- son insolubles
y que la vida está totalmente desprovista de significado. Es
un espectáculo sin intención ni moraleja. Detesto
todos los esfuerzos por atribuirle una moraleja”. Si se la pone
en contexto a su frase más citada (“Una carcajada vale por
diez mil silogismos”, popularizada por uno de sus más indiscutidos
sucesores, el periodista científico Martin
Gardner), se advierte que utilizaba su sentido del humor -ácido,
cínico y punzante- para sembrar luz sobre falacias lógicas,
desafiando convenciones sociales y creencias populares. “Quienes
más hicieron por la liberación del intelecto humano -escribió-
fueron aquellos pícaros que arrojaron gatos muertos en los santuarios
y luego salieron a trajinar por los caminos, demostrando a todos los hombres
que el escepticismo, al fin y al cabo, no entraña riesgos:
que el dios montado sobre el altar es un fraude. Una carcajada
vale por diez mil silogismos”.
HUÉRFANOS DE UN GUERRERO CONTRA EL PREJUICIO
Sus ensayos fueron reunidos en seis volúmenes titulados Prejudices
(“Prejuicios”, 1919–27). En el campo de la filología
compiló una obra monumental: The American Language (“El
idioma norteamericano” (1 ed. 1919; 4 ed. 1936; con reediciones
ampliadas en 1946, 1948). Entre otros trabajos figuran George
Bernard Shaw: sus obras (1905), En Defensa de las Mujeres
(1917), Tratado de los Dioses (1930), la obra autobiográfica
Días Felices, 1880–1892 (1940), Días del
Diario, 1899–1906 (1941), y Días Irreligiosos, 1890–1936
(1943), reunidos en un volumen publicado en 1947. "Hasta donde me
alcanza el entendimiento, y llevo años estudiando este hecho con
profundidad y empleando a gente para que me ayude en la investigación,
jamás nadie en este mundo ha perdido dinero al subestimar la inteligencia
de las grandes masas. Tampoco nadie ha perdido por eso su cargo público",
escribió Mencken en 1926. Recientemente llegó a las librerías
'En defensa de las mujeres' (La Fábrica Editorial, 2003), prologado
por Gore Vidal, y Alcor publicó en
1992 el imprescindible 'Prontuario de la estupidez humana', una selección
de sus mejores textos presentada por el filósofo Fernando
Savater.
Dice Savater en el prólogo del 'Prontuario' que, a pesar de los
defectos propios de "su condición autodidacta", Mencken
destaca por "su enorme 'coraje' intelectual y su contundencia expresiva".
Vivió en una época que consideramos más pacata que
la nuestra, aunque tal juicio resulte cuestionable en los tiempos de lo
'políticamente correcto', cuando casi nadie se atreve a llamar
a las cosas por su nombre con la claridad con que lo hizo el periodista
de Baltimore. Mencken era un escritor inteligente para lectores inteligentes;
ahora, lo que impera en las listas de más vendidos es todo lo contrario,
tanto a un lado como a otro del libro.
Henry Louis Mencken murió en 1956, convencido de que su
cuerpo se disolvería en la nada. “Si después
de que abandone este valle os acordáis alguna vez de mí
y deseáis complacer mi espíritu -hizo acuñar en su
epitafio-, perdonad a un pecador y hacedle un guiño a una joven
feucha”.
Referencias:
Gámez, Luis Alfonso; "Huerfanos de H.L. Mencken" en Magonia
- Una ventana critica al mundo del misterio
ENLACES EXTERNOS
H. L. Mencken Página Oficial
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