“Sombras grises incansables y hambrientas, volando en discos
brillantes, preparadas y dispuestas a alimentarse de las almas
de la Humanidad... consumiendo la mente colectiva de la Humanidad,
atacando silenciosamente el lugar más importante tocado
por Dios... los vientres de nuestras mujeres. Allí
ellos se entretienen, vientre tras vientre, desvalijando el
sitio más precioso de todo el Universo con su simiente
muerta”. Esto escribe Nigel Klemer
en su “Song of the Greys” (“Canción de los Grises”, 1997),
refiriéndose a la manifiesta obsesión alienígena
por la sexualidad humana y la procreación. Casi desde
sus inicios, el sexo y los OVNIs se convirtieron en inseparables
compañeros de cama. La aventura del joven brasileño
de 23 años Antônio Vilas
Boas el 16 de octubre de 1957 probablemente acabó
convirtiéndose en el caso más famoso de sexo interestelar.
Antonio se encontraba arando un campo en la granja familiar
cuando el motor de su tractor se detuvo, al mismo tiempo que
un objeto con luces púrpuras descendía del cielo.
Varios humanoides enfundados en sus trajes espaciales salieron
del aparato, lo capturaron y lo llevaron a su interior, donde
lo sometieron a lo que parecía ser un examen médico.
Lo desnudaron, le extendieron un líquido extraño
por todo el cuerpo y le tomaron una muestra de sangre. Lo dejaron
solo en una habitación durante un buen rato hasta que
apareció una bella mujer de pelo claro.
Estaba también desnuda y Antônio se sintió
rápidamente atraído hacia ella. Sin hablar ni
besarse, hicieron el amor, mientras ella gruñía
como un perro. Pese a las extrañas circunstancias (o
quizá porque el líquido tenía unas propiedades
similares a la Viagra) Antonio incluso tuvo ocasión de
una segunda vuelta. Entrevistado más tarde, declaró:
“Antes de dejarme, ella se volvió hacia mí, señaló
a su vientre y sonriendo... apuntó al cielo.” Antes
de dejarlo ir, sus captores invitaron a Antonio a dar una vuelta
por toda la nave. Antônio llegaría a convertirse
en abogado y, 30 años después, seguía manteniendo
sus declaraciones.
Los famosos contactados de los años 50 hicieron relatos
semejantes sobre sensacionales relaciones sexuales con los ocupantes
de los OVNIs. Howard Menger, por
ejemplo, mantuvo encuentros regulares con Marla, una bella mujer
rubia procedente del espacio exterior que aseguraba tener
500 años de edad. Ella proyectaba tal “calor, amor
y atracción física” que él la encontraba
irresistible. Merger se divorció de su mujer para casarse
con Marla (conocida en la Tierra como Connie
Weber). Truman
Bethurum, a partir de Julio de 1952, también afirmó
haber mantenido distintos encuentros con Aura Rhanes, la capitana
de un platillo volante, que él describía como
“lo máximo en belleza y formas bien proporcionadas”.
La mujer de Bethurum no quedó tan impresionada por aquella
“reina de las mujeres” y acusó a Rhanes en su petición
de divorcio.
Desde finales de los 40 hasta principios de los 60, las mujeres
contactadas (en contraste con las actuales mujeres abducidas)
fueron pocas y muy distanciadas. Pero ello queda compensado
con la asombrosa historia de Elisabeth
Klarer, quien en 1956 se enamoró de Akon, un científico
que se la llevó a su planeta natal, Meton. Allí
la sedujo diciéndole: “Sólo unas pocas mujeres
de más allá de este sistema solar son escogidas
con el propósito reproductivos para infundir sangre nueva
en nuestra antigua raza.”
Esa
declaración funcionó; “me rendí en éxtasis
a la magia de su forma de hacer el amor”, escribiría
más tarde. Klarer aseguraba que su “magnética
unión” produjo un hijo perfecto y muy inteligente al
que llamaron Ayling. Ella fue devuelta sola a su hogar en Sudáfrica
y allí moriría en 1994; por todo lo que sabemos,
el hombre de las estrellas y su hijo siguen con vida en algún
lugar más allá de Alfa Centauri.
De esta forma, unos relatos de “contacto” bastante ordinarios
acaban transformándose en fantasías heroicas
de virilidad juvenil. Antonio Vilas Boas aseguraba haber
hecho lo mismo que cualquier otro joven saludable en la misma
situación; él y Elizabeth Klarer cumplieron con
su misión, ayudando a salvar de la extinción
a una raza alienígena.
La ufología más ortodoxa encuentra difícil
tratar con esta corriente de fondo de tipo sexual que recorre
muchos de los casos más destacados. Al principio,
la mayoría de los relatos de relaciones sexuales o violaciones
por parte de lujuriosos hombres del espacio eran meros rumores
o chismes. Reflejaban las películas de ciencia-ficción
de la época con sus carteles mostrando robots y otros
monstruos llevándose frágiles damiselas semidesnudas
e inconscientes. En los 80, tales encuentros se volvieron
más explícitos sexualmente .
Los ufólogos científicos, más interesados
por las pruebas sólidas (como señales de radar,
fotografías y muestras forenses) condenaban todo este
“húmedo” material como demasiado subjetivo, relegando
las denuncias sobre asaltos sexuales y abducciones a los campos
de la psicología y el folklore (de los que igualmente
desconfiaban). La literatura contactista primigenia aportaba
una rica variedad de este tipo de historias, y fuese cual fuese
su validez, es una pena que haya sido tan ridiculizada y olvidada.
Quizá debido a la galopante paranoia de la Guerra Fría,
o a cualquier otra cosa, la atmósfera de estas historias
cambio durante los años sesenta y lo que parecía
como un inocente divertimento adolescente (algo excéntrico,
eso sí) fue tomando un giro más siniestro.
Cuando el ufólogo John
Keel visitó distintos campus universitarios en el
nordeste de los Estados Unidos a mediados de esta década,
distintas jovencitas le contaron como habían sido violadas
por alienígenas y algunos muchachos, por su parte, confesaron
que los extraterrestres les habían extraído su
semen. Comentando los efectos posteriores al famoso caso de
Pascagoula en Florida (que tuvo lugar durante la oleada OVNI
de 1973 en los EE. UU.) en el número 119 de Fortean
Times, Steve Sessions menciona rumores según
los cuales “los Hombres de las Pinzas están violando
y asesinando a personas en la zona.”
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