Ayahuasca es un preparado vegetal que sus apólogos definen como
"planta psicointegradora". Algunos autores, como el difunto
psicochamán Terence McKenna,
la llaman "planta maestra" porque, entre otras cosas, aseguran
que habría formado parte de la dieta de los primeros homínidos,
disparando la consciencia y el lenguaje humanos y dando
lugar a la metáfora que según la cual de ella se hablaba cuando
se hablaba de "El Árbol del Conocimiento". En la actualidad,
estas plantas siguen rodeadas por un aura de "fruto prohibido".
Por un lado, las legislaciones -acostumbradas a ignorar tradiciones
y hábitos culturales de las minorías- las consideran drogas
alucinógenas. Sin embargo, existe un consenso de que no
son sustancias que propicien la adicción y cuyo consumo se encontraría
más relacionado con la búsqueda de la salud o de "la verdad"
(así o con mayúsculas) que con la evasión o el entretenimiento.
El ayahuasca ya no es considerada una "droga alucinógena" sino
un psicotrópico: su ingesta se propone como un viaje interior,
un puente al autoconocimiento y el despertar de la conciencia.
Estos apuntes están centrados en experiencias como las del antropólogo
Luis Eduardo Luna, quien -a diferencia
de quienes la adoran- utiliza a la planta como herramienta de
curación.
QUÉ ENSEÑA LA PLANTA
Durante
miles de años, los pueblos indígenas usaron pócimas elaboradas
a base de preparados vegetales a fin de tender un puente
mágico con realidades difíciles -sino imposibles- de abordar
utilizando técnicas convencionales. Así, las llamadas "plantas
maestras" fueron empleadas por curanderos y chamanes para comunicarse
con los espíritus de la naturaleza y recibir sus consejos para
tomar decisiones, sea como sistema de adivinación o medio de
curación. En todo caso, fueron vehículos capaces de conducir
a realidades alternativas pobladas por criaturas -luminosas,
oscuras, poderosas o incorpóreas- que revelarían la existencia
de mundos prohibidos o inaccesibles para el común
de los mortales.
Las más antiguas religiones incluyeron en sus
rituales una forma de "ebriedad sagrada". En el propio rito
de la Iglesia Católica -que hoy parece despojado de misticismo-
sobrevive el consumo simbólico de un embriagante, el vino.
En la antiguedad, como documentan sus textos sagrados, los cristianos
primitivos bebían licores mucho más fuertes que el vino que
se usa en el centro de su máxima expresión litúrgica, la Misa.
La misma necesidad surgió en las expresiones de
religiosidad de los pueblos indígenas americanos: el Cactus
del Peyote, el San Pedro y el Tabaco Silvestre también fueron
consideradas "plantas sagradas" o "plantas de poder". Probablemente,
la más antigua e importante de todas es el ayahuasca.
En otros tiempos se las denominaba "alucinógenos".
Pero el uso milenario de estas sustancias, ligado a los orígenes
de su sentido primordial, que es el de posibilitar un contacto
directo con la divinidad, llevó a reformular su denominación.
Por eso ahora los estudiosos abogan por llamar a estos psicoactivos
"enteógenos", término que significa "vivir a Dios dentro
nuestro", conjugando así el carácter sagrado y visionario de
la misma búsqueda.
Su uso ritual es historia antigua. El cactus
peyote o híkuri, por ejemplo, fue consumido por huicholes,
chichimecas y otras étnias nativas del norte de México.
Más tarde, fue adoptada por los apaches mescaleros del
sudeste de los Estados Unidos, los comanches kiowa y
las tribus de las praderas, hasta difundirse al oeste
del Canadá. A principios de siglo, su uso sacramental continuó
en grupos religiosos indígenas y, más tarde, en movimientos
culturales de cuño occidental como el de la Nueva Era,
sobre todo gracias al influyente libro Las enseñanzas de
Don Juan, de Carlos Castaneda.
El ayahuasca surge hace 10.000 años y recibe más
de 40 nombres distintos, lo que da una idea de la profundidad
histórica de su uso: se le llama yajé en Colombia, kamarampi
entre los Ashaninca, natema entre los shuar y
achuara, ayahuasca, daime, etc. Su uso
se extiende entre la población mestiza del Alto Amazonas, los
llanos del Orinoco y la costa pacífica de Colombia y Ecuador,
donde juega un papel central en la vida religiosa de las poblaciones
indígenas. Hasta hoy se han documentado más de 72 grupos culturales
amazónicos que consumen esta mixtura vegetal siguiendo sus tradiciones
ancestrales, la mayor parte de ellos situados en la parte occidental
de la selva amazónica.
También tiene muchos adeptos en el Brasil: la
"planta maestra" es el leit motive de comunidades espirituales
como la Iglesia del Santo Daime y la Unión del Vegetal,
cuyos miembros, sumados, elevan a unos 70.000 el número de consumidores
de la planta, en la que encuentran un instrumento para
acelerar la evolución espiritual.
En la tradición chamánica mestiza del Perú, el ayahuasca
enseña a explorar tanto el mundo natural como humano. Los chamanes
también la usan para deducir las propiedades medicinales de
otras plantas: toman un trozo de la planta que desean estudiar,
lo agregan al ayahuasca y estudian como varían sus propias visiones.
Sin embargo, ellos aseguran que su uso principal es, ante todo,
averiguar los planes o la ubicación del enemigo: toman ayahuasca,
se disocian del cuerpo y vuelan con sus mentes para explorar
la selva y localizar a su presa.
Hoy el ayahuasca está difundida en los cinco continentes.
Las aplicaciones terapéuticas que le dan Luis Luna y su grupo
son un ejemplo de la adaptación occidental de su uso. En el
Centro de Rehabilitación de Toxicomanías de Takiwasi, en Perú,
se utiliza a la planta para curar adicciones como el cigarrillo,
el alcohol, la cocaína y la heroína.
En los últimos tiempos, la "cultura ayahuasquera"
emergió como género literario. "El manjar de los dioses", de
Terence McKenna, "Plantas de los dioses", de Richard Evans Schultes y "Ayahuasca Visions", del propio
Luis Eduardo Luna y Pablo Amaringo,
son algunos de los títulos más recientes.
Josep
Mª Fericgla:
"las tribus shuar y achuaras se enrolan en el ejército ecuatoriano
como estrategia para salir de la vida selvática e integrarse
al mundo occidental. Pese a que esto supone un radical cambio
de vida, estas étnias guerreras pierden todas sus tradiciones
menos una: el consumo de ayahuasca o de otras sustancias enteógenas."
Además del consumo indígena, lo utilizan por muchos
curanderos mestizos sudamericanos del Amazonas y los Andes.
Se los llama ayahuasqueros y son los especialistas en
usar esta planta mágica en sus prácticas religiosas. Los shuar,
a la hora de interpretar los pasajes oníricos y la imaginería
del ayahuasca, recurren a los ancianos, depositarios de su sabiduría
oral tradicional: la consumen para resolver problemas, reafirmar
su cosmovisión y contactarse con su mundo mítico.
Los chamanes aseguran que la ingesta de la planta
les ayuda a ver, elaborar e interpretar situaciones presentes
o futuras. Para favorecer esas premoniciones, beben la pócima
para vomitar ritualmente: aseguran que les basta hervir solamente
la liana Banisteriopsis caapi, sin el componente que aporta
la DMT4.
El interés que despierta el preparado entre los
etnobotánicos occidentales no es casual: se ha establecido que
el cuerpo humano segrega componentes (triptaminas metiladas
y betacarbolinas) cuya regulación tiene que ver con algunas
patologías mentales y con estados de elevación espiritual.
Y, curiosamente, éstos contienen las mismas substancias que
la mayoría de los enteógenos. Por eso se destaca entre sus cualidades
su enorme potencial como medicina.
Bibliografía
consultada
-Fericgla, Josep Mª; "A trasluz
de la ayahuasca", Libros de la Liebre de Marzo, Barcelona: 1997.
-McKenna, Tercence; "El manjar de los dioses", Paidós, Barcelona:
1992.
-Schultes, Richard E., Hofmann, Albert; Plantas de los Dioses:
orígenes del uso de los alucinógenos. Fondo de Cultura Económica,
México: 1982.
-Luna, Luis E. & Pablo Amaringo; Ayahuasca Visions: the
religious iconography of a peruvian shaman", North Atlantic
Books, Berkeley, California: 1991.
- Ott,
Jonhathan; "Ayahuasca
y sus análogos. Los Enteógenos Pangéicos del Nuevo Milenio".
BIOGRAFÍAS RELACIONADAS
Terence McKenna
Luis Eduardo Luna
Carlos Castaneda
Richard Evans Schultes
Pablo Amaringo
Josep Mª Fericgla