En tales casos, el individuo cree entrar
en contacto con una realidad diferente de la cotidiana, e interactuar
con fuerzas o seres espirituales. Entre los estados alterados
más comunes están la meditación (conocida
a través del yoga, el budismo zen o sus símiles
new age); el trance shamánico (propio de los nativos
americanos) y el trance de posesión, típico
de culturas africanas y sus derivados afro-americanos. La distinción
entre estos ultimos estados radica en que en el primero, el espíritu
del shamán (usualmente por medio del uso de técnicas
de hiperventilación o la ingesta de alucinógenos)
viaja hacia el mundo espiritual, mientras que en el segundo
un ser espiritual se introduce en el cuerpo de los miembros
del culto.
Esta clasificación permite establecer un primer orden dentro
de la amplia gama de prácticas, creencias y experiencias
religiosas, pero ignora las sutiles variaciones que los practicantes
de todas estas religiones distinguen dentro de las mismas.
En Buenos Aires, donde las religiones afrobrasileñas se
han difundido rápidamente, se pueden apreciar las gradaciones
que los practicantes distinguen dentro de comportamientos que
para un observador externo resultan idénticos, así
como la habitualmente conflictiva evaluación que realizan
de éstos.
Los umbandistas porteños reconocen tres niveles: Irradiación,
encostamiento e incorporación. Para ellos,
Irradiación significa que la energía de la
entidad está llegando al médium, pero que
aún no dirige su cuerpo. El médium puede experimentar
sensaciones extrañas en ciertas áreas corporales
o puede tener intuiciones especiales, pero está plenamente
conciente y tiene control de su cuerpo. Usan la palabra encostamiento
para denotar que el espíritu está al lado
del médium, tocándolo, y con un control parcial
sobre su cuerpo. Esta proximidad puede afectar la conciencia del
médium, borrando parte de sus recuerdos. Ambos vocablos
denotan una forma de posesión parcial. Por otro
lado, los umbandistas locales usan la palabra incorporación
para referirse a una posesión completa, en la que
-siempre según sus creencias- la entidad ha penetrado
el cuerpo del médium y controla todos sus movimientos .
Los practicantes distinguen, además, tres grados diferentes
de conciencia durante el trance. El médium puede estar
conciente de lo que sucede durante el trance; puede estar
semi-conciente o puede estar inconciente. En
el primer caso, recuerda todo lo que sucedió mientras estaba
en trance, en el segundo recuerda sólo ciertas cosas,
y en el tercero no recuerda nada.
Además de distinguir entre niveles de trance y de conciencia
durante el mismo, no todos los umbandistas evalúan un
determinado trance de la misma manera. Dado que para ellos
quien incorpora un ser espiritual puede ayudar
a quienes lo consultan a resolver problemas personales de toda
índole, resulta imperativo que el grupo religioso valide
el trance de posesión de cada médium.
Se produce así una construcción social del trance,
ya que además de lo que el individuo sienta o experimente
-y de los mecanismos biológicos que intervienen en esta
experiencia- es el grupo religioso el que debe validar que
la suya es una posesión total y no parcial y que en
ella interviene el espíritu correcto -y no otro
de menor jerarquía espiritual-. Estudios realizados en
varios países de América y de Africa muestran que
estas distinciones y desvelos son comunes a quienes practican
religiones mediúmnicas.
Primera publicación: En revista “Descubrir”,
Año 8 N° 86, Buenos Aires, Argentina, Setiembre de
1998. Fuente original en la web: www.dios.com.ar. © Alejandro
Frigerio (1998).
NOTAS RELACIONADAS
SPECT:
El espíritu en el escáner
Religión
y cerebro: una cuestión de fe
Entrevista al
doctor Andrew Newberg: en busca del “módulo de Dios”
Santas Neuronas: ¿en contacto con la mente de Dios?
|