El jueves 22 de abril de 1993, un cronista del diario Clarín
se puso en contacto telefónico con el CAIRP (Centro Argentino
para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia)
en tiempos en que yo era su director. El periodista me pidió
una opinión sobre una extraña serie de sucesos ocurridos
en General Madariaga (provincia de Buenos Aires, Argentina). “Allí
hemos comprobado -me dijo- que vuelan objetos, se caen los muebles,
hay un par de zapatos que caminan solos”, etcétera, etcétera.
Como no poseía ninguna información sobre el caso,
le respondí que me reservaba la opinión. Sin embargo,
ante su insistencia, pasé a describirle sucintamente lo
que suele ocurrir en los llamados casos de poltergeist. Ni lerdo
ni perezoso, mi interlocutor comenzó a tomar apuntes, que
al otro día fueron reflejados en el artículo que
tituló: “Según
la opinión de un experto puede ser un fraude psicopatológico”
.
Después le pregunté quién había sido
el periodista de Clarín que había comprobado los
fenómenos, a lo que respondió que fue un corresponsal
de Mar del Plata. Insistí y reformulé la pregunta:
“¿Qué fenómenos vio o pudo comprobar?”. Respuesta:
“En realidad él no vio nada, pero registró todo
lo que le dijeron los testigos”, a lo que contesté con
el clásico “¡¡¡Aaahhh... hubiéramos
empezado por ahí!!!”. Al día siguiente tenían
previsto viajar a General Madariaga. Sugerí la posibilidad
de acompañarlos y aceptaron; la única recomendación
que les hice fue que yo pudiera “hacerme pasar” por un periodista
del diario, para evitar el consabido argumento de que “la presencia
de escépticos inhibe la producción de los fenómenos”.
VISITA A GENERAL MADARIAGA
Llegamos junto al periodista Luis Pazos (LP) cuando eran las
14.45 del día siguiente. Las referencias que disponíamos
hasta ese momento eran éstas:
- En la calle Urrutia 563 de dicha localidad, en una casa muy
humilde, habita una familia compuesta por María Ferreyra
(68), sus dos hijos Ramón Horacio (35) y Julia
Ramona (36), y Julio Nazareno Nahuel (10), hijo de
Julia.
- Los presuntos disturbios se inician el sábado 17/4
y culminan el miércoles 21/4.
- La casa no tiene luz eléctrica, posee dos habitaciones,
una cocina-comedor y un baño en el fondo.
- El asunto ya había tomado trascendencia pública
y había opiniones divididas.
- Hubo intervención policial a cargo del comisario Claudio
Mejías, y se dio parte a José Luis Macchi, juez
de Dolores.
- María y Julia Ferreyra visitaron al sacerdote Carlos
Silvestre, párroco de la Iglesia Sagrado Corazón
de Jesús, quien les entregó un rosario y agua
bendita. Si bien aquéllas se autodefinen como católicas,
anteriormente había frecuentado una iglesia evangélica
que finalmente abandonaron.
- Los principales testimonios provenían de María
y Julia Ferreyra, del comisario Mejías, de una enfermera
llamada Ana María Torney -quien trabaja en una clínica
que linda con la casa de los Ferreyra-, y de algunos vecinos
que se mantuvieron en el anonimato.
Los fenómenos relatados eran los siguientes:
a) Elementos pequeños (vasos, tarros) que se caían
desde su lugar.
b) Velas que se cortaban y se apagaban.
c) Cajones de un mueble de cocina que se abrían y se
cerraban; los cubiertos que había en su interior salían
volando.
d) Broches para la ropa que salían volando de una palangana.
e) Volaban sábanas, frazadas, almohadas, paneras, trapos
de piso, vasos y un toallón.
f) Desplazamiento de una mesita de luz.
g) La puertas de un ropero se abrían y dejaban salir
la ropa, que chocaba contra la pared.
h) Zapatos y zapatillas que caminaban solas y luego salían
volando.
i) Ruidos extraños.
j) Elementos (piedras, palos de escoba, tarros) que volaron
y golpearon a personas.
Con este informe tan impresionante, variado y rotulado como
“inexplicable”, fuimos a visitar la ya famosa “casa embrujada”
de General Madariaga.
ENCUENTRO CON LA FAMILIA FERREYRA
Mientras esperábamos que nos atendieran -parados en la
puerta principal que da acceso al terreno donde se sitúa
la casa- comenzaron a acercarse algunos curiosos. Ni bien llegaron
doña María y Julia, LP trató de persuadirlas
de que nos permitieran pasar. Tras una breve resistencia, y
en parte ayudados por el clima de burla y escepticismo que campeaba
-en un momento se produjeron comentarios enojosos entre los
curiosos y Ferreyra-, finalmente pudimos ingresar.
Antes de entrar nos recordaron que “ya no pasaba nada”. Según
ellas, los fenómenos cesaron a partir de la visita de
una tal Susy López (SL) quien hizo “algunas cosas”. También
nos confesaron lo cansadas que estaban con todo este asunto
y que, afortunadamente, ya todo había terminado.
Por un lado, manifestaban no saber explicar qué había
ocurrido, pero a la vez ya jugaban en forma un tanto confusa
con algunas hipótesis que les habían transmitido
“los entendidos” (a saber, parapsicólogos y videntes).
Entre espíritus burlones, energías psíquicas,
fenómenos parapsicológicos y la infaltable alma
en pena de algún difunto querido, parecían más
proclives a aceptar esta última, ya que hacía
un año había fallecido el abuelo, a quien no habían
podido velar, hecho al que se sumó el maltrato que había
recibido de una enfermera, quien -según ellas-, le pegaba
mientras estuvo internado.
En todo momento trataron de mantener a Nazareno -hijo de Julia-
al margen de los hechos alegando que era un chico normal y que
no tenía nada que ver con el tema. Por lo pronto, hacía
una semana que Nazareno no iba al colegio. Con mucha naturalidad
y poder de síntesis nos relataron algunos de los sucesos,
afirmando incluso que se habían acostumbrado a convivir
con ellos. No agregaron más datos a los que ya conocíamos,
pero sí algunos detalles que para mí eran de suma
importancia. Por ejemplo:
1-
Cuando interrogué a doña María acerca de
cómo habían ocurrido los hechos cuando las visitó
el comisario Mejías, me respondió que en la noche
en que éste concurrió, al intentar ingresar
en la casa, se dio cuenta de que no había luz (sólo
una o dos velas encendidas) y de inmediato fue a buscar
algo para alumbrar, ya que no traía nada consigo. Un
vecino le facilitó una linterna o lámpara (no
precisó) y, justo en el momento en que estaba en el umbral
de la puerta de la cocina-comedor, se cayó un jarro que
se encontraba sobre un aparador a la izquierda de la entrada,
ante lo cual el comisario retrocedió. “No, yo aquí
no entro”, dijo, y se quedó afuera (?).
2-
Cuando le pedí a Julia si yo podía ver dos faroles
que se habían roto por los golpes de una “escoba voladora”,
ella dudó un instante y me respondió que ya
los había tirado y que no sabía dónde
estaban (?).
3-
Julia nos reveló que padecía de un reumatismo
infeccioso que incluso a veces le impedía sujetar
las cosas porque “se le caían de las manos” (!!!).
4-
Cuando indagamos sobre su acercamiento a una iglesia evangelista
se pusieron de muy mal humor. Al principio dijeron que preferían
no tocar el tema y luego, ante la insistencia de LP, accedieron
y, muy agresivamente, se despacharon sobre la persona de un
tal pastor Pedro Istillarte. Según ellas, el principal
motivo de su alejamiento fue que el pastor les había
propuesto que se bautizaran en una ceremonia muy especial, en
la cual deberían permanecer “desnudas sobre un techo”
(?).
5-
Nos comentaron que durante los días de los sucesos eran
continuamente asediadas, no sólo por el periodismo sino
también por un sinnúmero de personas que entraban
y salían como “panchos por su casa”. Algunas
se burlaban y hacían bromas “tirando cosas por el
aire”. Según Julia, hasta llegaron a robarle
el monedero. Un día, incluso, llegaron dos micros de
tours con personas que venían a visitar la “casa embrujada”...
Con el pretexto de pasar al baño del fondo me encontré
con Nazareno, con quien mantuve un breve diálogo. En
ningún momento intenté preguntarle sobre lo sucedido
puesto que -a mi modo de ver- este niño ya era víctima
de las circunstancias y le iba a resultar difícil revertir
el proceso. Solamente hablamos de cosas intrascendentes, no
relacionadas con el caso, y se mostró muy tranquilo,
sin temor alguno sobre lo que estaba sucediendo. Tomamos algunas
fotos y nos retiramos.
Al salir de la casa nos encontramos con un gran tumulto, cámaras
de tevé y algunas acaloradas polémicas entre los
vecinos. Observé que había cuatro señoras
muy molestas con este asunto y consideré oportuno indagar
al respecto. Su mayor indignación era con el periodismo,
especialmente el de la Capital, que “nunca se acuerda de
General Madariaga y ahora viene para hablar de ‘casas embrujadas’
y otros disparates”. Consideraban que todo esto era un invento
y que el periodismo era en gran parte responsable de tanto revuelo.
Tres de ellas eran docentes y dos eran madres de los compañeritos
de Nazareno. Afirmaban que esta familia siempre fue “muy
especial”, que la madre nunca se despegaba del chico, que
no lo llevaba a las fiestas de cumpleaños de otros compañeros,
que lo tenía aislado y que ella también era muy
“extraña”. Nos recomendaron que habláramos
con la psicopedagoga del colegio.
Totalmente escéptica, una de ellas dijo que hasta ahora
lo único coherente era el recuadro que se había
publicado el viernes en Clarín, en donde un señor
hablaba de fraude psicopatológico. Obviamente, estas
señoras no sabían que estaban frente a ese señor.
Entonces, LP se acercó, revelándoles mi identidad,
motivo por el cual se alegraron y se sintieron más confiadas
para hablar -aunque ya habían dicho lo sustancial. Les
preguntamos sobre el pastor Istillarte y nos dijeron que era
una persona magnífica y que todo el mundo lo quería,
circunstancia significativa, máxime si tenemos en cuenta
que ellas decían ser católicas.
LA PITONISA DEL PUEBLO
Nuestro próximo objetivo fue entrevistar a la famosa
Susy López, profesional de las “artes adivinatorias”
(tarot, videncia, quiromancia, etc.) cuyo papel, a juzgar por
los comentarios, había sido protagónico. Susy
nos recibió en su hogar con mucha cordialidad y simpatía,
respondiendo a todas las preguntas. La habilidad de LP permitió
que obtuviéramos más información de la
que podíamos imaginar. Por ejemplo, que el comisario
Mejías la consultaba para “curarse el mal de ojo”,
o que le “leía las manos” al padre Silvestre.
SL estaba convencida de que todos los incidentes fueron provocados
por un “espíritu burlón”. Mediante sus
conjuros mágicos y algunas velas encendidas, el espíritu
travieso habría abandonado la casa, pero no había
garantías de que no regresara.
Nuestro interés principal era investigar los fenómenos
“inexplicables” de los que SL fue testigo. Básicamente
eran cuatro: una vela que se apagó, un poco de tierra
que cayó del techo, un trapo de piso que voló,
y una mesita de luz que se cayó. Dado que yo conocía
la precaria estructura de la vivienda, no consideré que
los dos primeros tuvieran gran relevancia, por lo cual me centré
en los últimos. Sobre el caso del “vuelo de un trapo
de piso” sólo basta recordar que SL nunca vio de dónde
provino el trapo y, por lo tanto, no estaba en condiciones de
afirmar o negar si alguien lo arrojó. Cabe destacar que
la “observación” coincide con los días de mayor
alboroto.
Lo más interesante e ilustrativo fue lo que ocurrió
con la mesita de luz. Me estremeció escuchar, en palabras
de SL, que lo de ella fue tan “serio” que incluso tomó
algunas medidas de control. Para evitar la posibilidad de
que alguien volcara intencionalmente la mesita -que estaba entre
dos camas-, ató un hilo a los dos bordes de las respectivas
camas, y, a pesar de que nadie tocó el hilo, la mesa
se cayó. Y ahora viene lo mejor. Ingenuamente, yo supuse
que su intención había sido comprobar si algún
miembro de la familia violaba su “hilo de seguridad”. No, en
absoluto. Su intención era controlar el ingreso de algún
extraño en la casa.
Desde ya, huelgan los comentarios sobre esta medida de control.
Pero lo más sorprendente -o quizá no tanto- se
produjo cuando pregunté qué pasó después
de que ató el hilo. SL respondió: “Me fui a
casa y cuando volví al otro día, la mesa se había
caído y el hilo estaba igual”. Contuve mis gestos
y proseguí: “¿O sea que no viste cuando se
cayó la mesita?” SL contestó: “No”.
Insistí: “¿En qué posición quedó
la mesita?”. SL: “Bueno, en realidad yo no la vi porque
cuando llegué ya la habían puesto en su lugar”.
Con esto me bastó para terminar de formarme una idea
de la calidad de su testimonio.
Como último dato a destacar, y después de algunos
“forcejeos psicológicos”, SL nos confesó sus sospechas
y temores sobre Ramón -hijo de doña María-,
quien tendría alguna vinculación con la magia
negra a través de un umbandista.
LOS DEMONIOS DE DON PEDRO
Nos quedaba el testimonio del pastor Pedro Istillarte, sobre
quien la familia Ferreyra había formulado graves acusaciones
-que no se correlacionaban con la opinión de los demás
vecinos ni con la de SL. La gran intriga era saber qué
podía haber motivado semejante reacción por parte
de las Ferreyra.
Al enterarme de que Julia y María estuvieron vinculadas
a un culto evangelista, mi mayor sospecha era que éste
fuera un grupo pentecostal, en donde se sobrestima la acción
del demonio, lo que quizá podría haber alentado
alguna creencia en la posesión diabólica.
Mis presunciones fueron confirmadas “parcialmente”, ya que don
Pedro es pentecostal y nos demostró su ferviente creencia
en las “actividades demoníacas”. Durante la entrevista
recurrió -en más de seis oportunidades- a versículos
bíblicos en los que se involucraba al demonio, en páginas
que ya traía marcadas. Por otra parte -y según
mi interpretación- había un antecedente clave
que podía relacionarse con ésto. Más arriba
digo “parcialmente” porque cuando entrevistamos a la familia
Ferreyra, su permeabilidad y confusión acerca de teorías
espiritistas y parapsicológicas preponderaban sobre la
interpretación demoníaca. Tampoco nos consta que
ésta haya sido la interpretación original, pero
no la podemos descartar. De todos modos, estos datos sólo
son un aporte para confirmar el clásico encuadre psicosocial
que caracteriza a estos casos: el ámbito mágico-religioso.
Si bien don Pedro -quien ya no era pastor- no tuvo ninguna participación
en los incidentes, estaba al corriente de todo y nos facilitó,
con muy buena voluntad, una importante información, que
sumaría eslabones para concatenar una serie de conjeturas.
Frente a las imputaciones de las Ferreyra, la primera actitud
de don Pedro fue de piedad y resignación, considerando
que “a esta gente le hace falta paz”. Atribuyó
el relato de la ceremonia bautismal a una invención y
manifestó no entender los motivos, ya que el modo en
que se realizan tales celebraciones en las iglesias evangélicas
se conoce públicamente. Don Pedro recordó un incidente
ocurrido años atrás, cuando las Ferreyra lo habían
visitado debido a la aparición de “algo extraño”
en una rama del árbol de la casa. Según la descripción,
se asemejaba a un pájaro o búho al que en una
oportunidad le creció una larga cola similar a la de
una comadreja. Él las acompañó con cierto
escepticismo pero, una vez allí -y a pesar de que no
vio nada- no dudó sobre la posibilidad de una visita
demoníaca. También comentó los problemas
que Ramón -que es alcohólico- ocasionaba a la
familia. Definió a Julia como una mujer “muy particular”,
quien en varias oportunidades le manifestó que en el
culto la gente la miraba en forma extraña o no la saludaba,
cuando en realidad él no encontraba ningún motivo
que justificara ese tipo de sospechas. Evidentemente, “todo
pasaba por su imaginación”.
Esto es apenas un resumen de la información que recogimos
en General Madariaga junto con LP, quien hizo un excelente y
detallado informe incluyendo mi opinión en un recuadro
destacado publicado en Clarín del domingo 25 de abril
titulado “No
hay pruebas” . Aquí sólo he volcado algunos
detalles que en ese artículo no fueron consignados y
que -a mi modo de ver- revisten importancia.
MUCHO RUIDO; ¿Y LAS NUECES?
Esta es mi conclusión a la hora de analizar los datos
disponibles. Por un lado vemos que el 97 por ciento de los “fenómenos
extraordinarios” fueron relatados por Julia y María Ferreyra;
sin testigos. El 3 por ciento restante proviene de un comisario
temeroso y dubitativo, cuyas expectativas y creencias mágicas
lo hacen muy poco confiable. Demostró su mayor irresponsabilidad
cuando, en condiciones pésimas de iluminación,
se atrevió a calificar como “inexplicables” sucesos a
los que no se le ocurrió buscar explicaciones alternativas.
Hacia el final veremos un testimonio aún más revelador
sobre esta actitud tan poco profesional.
También queda a la vista que las pruebas de paranormalidad
que intentó aportar SL son tan frágiles como su
“hilo de control”. Sin duda es un modelo perfecto de cómo
se distorsiona una declaración. Por otra parte, la imprudencia
del comisario fue un buen motivo para que ella pasara a ser
la vedette del caso.
No faltó alguna anécdota ocasional en que participara
un testigo poco confiable una señora a la que, estando
en la puerta, le pegó una piedra en el brazo; alguna
jovencita que se desmayó porque sentía que
“algo la tocaba”; y otros que vieron volar cosas desde la
casa. Luego se comprenderá mejor el peso de estos testimonios,
de hecho no más confiables que los anteriores.
MARCO PARA UNA INTERPRETACIÓN
Simplemente tomando la información recabada sobre el
caso (el cual no es para nada aislado puesto que refleja la
clásica sintomatología o prototipo de muchísimos
otros referentes), y sin pretender hacer un psicodiagnóstico,
podemos indicar que nos hallamos frente a una familia con serios
problemas de relaciones interpersonales y con conflictos internos,
acaso agravados por la presencia de un alcohólico. Esta
circunstancia los llevaría a una necesidad de afirmación
a través de un vehículo externo de orden mágico-religioso.
En principio, éste aplacaría la ansiedad y sería
el agente que considerarían adecuado para desplazar su
frustración; una frustración relacionada con factores
socio-económicos, en una situación marginal de
acuerdo al entorno más próximo, que les permitiría
-mediante el móvil elegido- salir del anonimato y satisfacer
un afán de notoriedad.
Más asociado a un encuadre psicopatológico, hay
indicios de antecedentes alucinatorios y delirios persecutorios.
A este respecto, se sumaron evidencias -que LP pudo confirmar
en su nueva visita- cuando la producción del programa
televisivo Hola Susana ofreció a Julia Ferreyra
500 dólares para que se presentara en el ciclo. Si bien
al principio aceptó, al enviarle un coche especialmente
para ella, cambió de opinión y exigió custodia
policial. Una vez que se accedió a su pedido, rechazó
definitivamente la oferta porque -dijo-: “A lo mejor, durante
el viaje, me ponen una bomba. Y además mi mamá
me dijo que si me iba, se suicidaba”.
Encuadrando las cosas de esta forma, no se puede descartar
que aquello que tal vez comenzó como un “accidente” o
“travesura”, rápidamente se transformara en el gran fenómeno.
Y el infaltable soporte ideológico desde lo religioso,
lo animista y lo parapsicológico, tan común en
estos casos, es finalmente el condimento óptimo para
dejar listo el menú para cierta prensa hambrienta de
sensacionalismo.
En definitiva, nadie ha podido demostrar que los relatos
no sean el mero producto de la expectativa, la sugestión,
anomalías perceptivas, la fabulación, o la mentira.
Es más, todo indica que cualquiera de estas alternativas
es más plausible, a menos que alguien pueda demostrar
lo contrario.
Veamos un ejemplo más de la calidad de los testimonios:
“El sábado a eso de las ocho de la noche estábamos
en la cocina y de repente se cayó un vaso de plástico
con una bombilla. Pensé en el viento, aunque mucho
no había, pero enseguida se apagaron las velas y
empezamos a ver en la oscuridad esas cosas”. (María
Ferreyra, Clarín, 23/4/93).
Nadie señaló que para aceptar afirmaciones extraordinarias
necesitamos pruebas extraordinarias. Ni siquiera se han aportado
las ordinarias: ni una filmación, ni una simple fotografía,
a pesar de que tantas cámaras de tevé y fotógrafos
profesionales hayan transitado la casa.
Lo que también consta en los relatos es que más
de uno se hizo el plato a costa de los acontecimientos. Y no
es precisamente ésto lo que hay que dejar en un segundo
plano. Por el contrario, ¿cuántos testimonios
habrán sido el resultado de tales bromas? Ante esta total
falta de evidencia, al menos en lo que se refiere a lo paranormal,
¿estaba justificado semejante alboroto?
CADA CUAL ATIENDE SU JUEGO
A los pocos días se desató una feroz competencia
entre parapsicólogos, religiosos y videntes, que se disputaron
el trono de las explicaciones. Al periodismo no le faltaron
voceros oficiales, ya que había para todos los gustos.
Sí hubo un común denominador, éste es que
ninguno vio que se moviera ni un solo cabello, pero, con la
omnipotencia que los caracteriza, todos tenían resuelto
el caso.
Mientras el conocido parapsicólogo jesuita Oscar
González Quevedo decía que no había
espíritus ni demonios -aunque sí una energía
somática llamada “telergia” que puede mover objetos a
distancia dentro de un radio que no supere los 50 metros-, el
evangelista Istillarte estaba preocupado porque el espíritu
maligno retornase siete veces más fuerte. Otros parapsicólogos,
provistos de una tecnología superior a la cinta métrica,
gustaron posar para los periodistas gráficos. Tal es
el caso de Alonso Beroiz, quien
portando un par de alambrecitos cromados con el ostentoso nombre
de aurameter y dual rot, pretendía detectar
presencias sobrenaturales o quizás alguna energía
psicotrónica.
No menos audaces fueron las declaraciones y participación
del “mentalista” y “metapsicólogo” Ricardo
Schiariti quien, sin vacilar, afirmó que las
almas de los bebés que fueron abortados ilegalmente en
la clínica vecina a la casa de la familia Ferreyra eran
las causantes de todo. Tampoco se descartó la influencia
de algún brazo amputado. Tal vez, después de estas
declaraciones, el comisario Mejías le pida rendición
de cuentas al honorable director de la clínica. ¿Quién
nos dice que si alude en su defensa que todo fue a más
de 50 metros de la casa no quede sobreseído? De todo
y para todos.
¿POSEÍDO POR EL ESPÍRITU
DE SHAKESPEARE?
El caso también estuvo apadrinado por uno de los máximos
exponentes del periodismo televisivo. En la noche del jueves
29 de abril, uno de los programas con mayor rating de la tevé
argentina, también dedicaría su espacio al caso
de General Madariaga. fueron seis los convocados para participar
del programa Hora clave, conducido por Mariano Grondona,
en cuyo último bloque vertirían sus respectivas
opiniones los parapsicólogos marplatenses José
M. Ochambella y Estrella Rodríguez, la vidente Susy López,
el ex pastor Istillarte, el Pde.
González Quevedo, y la única voz en discordia:
la del CAIRP, por mi intermedio.
Las cartas estaban echadas. Pero nadie imaginaba que el propio
conductor del programa se reservase una sota en la manga. Después
de agradecer el poder de síntesis de los invitados, Mariano
Grondona pasó -con el tiempo justo- a una de sus famosas
encuestas. “¿Cuál es su opinión sobre los
acontecimientos de Madariaga?”, fue la pregunta. Para responder
había sólo dos opciones posibles planteadas en
los siguientes términos: 1) “Son supercherías
o supersticiones” (31 por ciento de respuestas afirmativas)
2) “A veces pasan cosas que la ciencia no puede explicar pero
igualmente son reales” (69 por ciento de respuestas afirmativas)
(1).
Tras esta divertida y “paranormal” forma de plantear una encuesta,
Grondona se permitió colegir la siguiente conclusión:
“¿Se acuerdan de lo que le dijo Hamlet a su amigo
Horacio?: pasan más cosas en el cielo y en la tierra
que las que sueña tu filosofía. La gente está
diciendo dos a uno que acá pasan cosas que no podemos
explicar. El que pudiéramos explicar todo sería
una muestra de soberbia tan terrible... y a veces la ciencia
cometió esa soberbia: lo que yo no puedo explicar, no
existe. ¿Se acuerdan ustedes? Pasó también
con todos estos remedios para el cáncer y demás:
lo que yo no puedo explicar, no existe. Lo que tú no
puedes explicar y lo que yo no puedo explicar, existe”.
Hasta aquí, sólo un parapsicólogo podría
pensar que “ese palo no era para mi gallinero”. Y así
fue. Lo más divertido fue el motivo por el cual se vio
turbada la intención del conductor, cuando en lugar de
ser el escéptico quien recogiera el guante, lo interrumpió
González Quevedo para decirle: “Estos fenómenos
la parapsicología los explica muy bien”. Y como para
que el ingenuo Grondona se confunda un poco más, la parapsicóloga
Rodríguez agregó: “Yo considero que esto es
poltergeist, pero no niego la existencia del espíritu;
eso es innegable, eh, aparte...”.
En mi respetuoso silencio, mientras escuchaba, me preguntaba:
ante estas muestras de humildad ¿cómo revertiría
el problema el sabio Mariano? Con una lánguida sonrisa,
esbozó: “Desgraciadamente, ésto no termina...
Yo hablo mucho de la humildad de la ciencia porque creo que
la ciencia es una maravillosa expresión humana, pero
no puede tener la soberbia de decir: lo que yo no puedo explicar,
¿verdad?... o disminuir a la parapsicología o
cualquier otra explicación que haya” (y se le terminó
el programa).
El único acierto del señor Grondona fue decir:
“Desgraciadamente esto no termina”. Desgraciado para él,
por cierto, puesto que la Hora clave del caso empezaría
tres días después, cuando se hizo público
un nuevo testimonio, del cual hasta el día del programa
yo sólo tenía una breve referencia anónima.
Pero el lunes 3 de mayo, en Clarín, el periodista
Luis Pazos, al mejor estilo detectivesco, daría el “toque
de gracia”, en un trabajo encomiable que reveló, con
nombre y apellido, las declaraciones de quien habría
sido testigo y coautor de un gran fraude en el caso Madariaga.
Se trata de Marcelo Carolio, un rotisero que tiene su negocio
en la esquina de la famosa “casa embrujada”, quien afirmó
haber visto a Nazareno arrojar cosas por el aire, colaborando
incluso él mismo con el fraude tirando papas a fin de
demostrar que los espíritus no existen.
Veamos textualmente el informe de LP: “Hace catorce años
que Mario Carolio vive en Madariaga. El domingo en que la familia
Ferreyra hizo la denuncia, entró en la casa junto a la
policía. Estuvo tres horas. ‘Era de noche -recuerda-
llovía y, como los Ferreyra no tienen luz eléctrica,
la única luz era la de una vela. Todos estábamos
asustados. Yo llevé, por las dudas, un crucifijo en el
bolsillo. Como en el interior de la casa no pasaba nada, la
familia aseguró que se debía a nuestra presencia.
Así que salimos. De pronto, empezaron a caer cosas. No
salí corriendo porque la policía se la aguantó
y eso me dio ánimo. Si no, todavía me están
buscando’. “A pesar del susto, Carolio se repuso y decidió
investigar. Lo primero que hizo fue esconderse detrás
de uno de los árboles que hay en el terreno que rodea
la casa. Desde allí vio a Julio Nazareno, de 10 años,
que ‘estaba en el fondo y arrojaba cosas sobre el techo para
que cayeran en el frente de la casa, justo donde estaba la familia
y la Policía. Lo primero que hice fue decírselo
a los oficiales’. Frente a la casa de los Ferreyra vive la familia
Ochoa, compuesta por la madre y sus once hijos. ‘Los pibes estaban
asustados -contó Carolio a Clarín- porque creían
que estaba el diablo. Así que decidí demostrarles
que era todo mentira. Una noche nos escondimos detrás
de un Citröen que estaba estacionado enfrente, y comencé
a tirar papas al terreno de la casa embrujada. La gente enseguida
empezó a decir que un espíritu hacía volar
las cosas’.
La versión del comerciante fue confirmada por la familia
Ochoa, por dos vecinos (un ex maestro rural y un ex funcionario
de educación) y por la propia Julia Ferreyra, quien aseguró
a Clarín que ‘encontré en el terreno papas que
nunca compramos’.”
Después de este testimonio, el mutis por el foro del
periodismo pasó a ser el protagonista. Al final de cuentas,
Hamlet tenía razón: “Tiran al cielo más
cosas desde la tierra, Mariano, que las que sueña tu
filosofía”.
(1) Total de encuestados: 576 Personas. Fecha:
28/04/93. Encuesta realizada por Javier Otaegui & Asociados.
Primera publicación: Márquez, L.
Enrique, “Caso General Madariaga: El embrujo de una ilusión”,
en El Ojo Escéptico N° 7-8, Año 3 /
julio de 1993. Pp. 6-16.
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