De los supuestos poderes milagrosos, quizás
ninguno esté más notoriamente asociado con la santidad
como los estigmas, las heridas de la crucifixión de Cristo
presuntamente reproducidas de forma espontánea en el cuerpo
de un cristiano. De hecho, un sondeo histórico mostró
que cerca de una quinta parte de los estigmatizados terminan siendo
beatificados o canonizados (Biot,1962,23).El año
1999 trajo un renovado interés en el supuesto fenómeno.
Entre las ofertas estuvieron la película "Stigmata"
(que hasta incluía una fugaz imagen de mi libro "Looking
for a Miracle" ("Buscando un milagro" [Radford,1999]
); un pseudo-documental televisivo de la Fox, "Signs from
God" ("Señales de Dios"), que presentó
un importante segmento sobre los estigmas; y la beatificación
vaticana del Padre Pío
de Pietralcina, estigmatizado italiano (CNN y Time,1999).
Para un documental que se está haciendo para la televisión,
volví a considerar el tema.
UN FENÓMENO EN EVOLUCIÓN Después
de la muerte de Jesús, alrededor
del año 29 ó 30 D.C., los estigmas tardarían
casi doce siglos en aparecer, a menos que se tenga en cuenta una
críptica referencia bíblica de San
Pablo. En Galateos 6:17, escribió: "Llevo en
mi cuerpo las marcas del Señor Jesús". Muchos
estudiosos creen que San Pablo hablaba en forma figurada, pero
en cualquier caso la declaración puede haber sido suficiente
para provocar la imitación.
Se considera a San Francisco
de Asís (1182-1226) como el primer estigmatizado;
o, al menos, el primer "verdadero" estigmatizado. Su
tormento ocurrió sólo dos años después
de que un hombre de Oxford exhibiera las cinco heridas de la crucifixión,
en 1222. Ese hombre decía ser el hijo de Dios y el
redentor de la humanidad, pero fue detenido por impostor, ya que
se concluyó que las heridas habían sido auto-inflingidas.
En 1224, San Francisco, con algunos de sus "discípulos",
subió al monte Alverno en los Apeninos. Al cabo de 40 días
de oración y ayuno, tuvo una visión de Cristo en
la cruz, luego de la cual recibió las cuatro heridas de
los clavos y la perforación del costado. San Francisco
parece haber desatado un fenómeno de imitación,
ya que la publicación de su supuesto milagro fue seguida
de varias apariciones de estigmatizados "aun entre personas
de mucho menos importancia religiosa que San Francisco, y el fenómeno
continúa ocurriendo sin interrupción desde entonces",
según el estudioso católico Herbert Thurston (1952,122-123).
Continúa:
"Lo que yo infiero es que el ejemplo de San
Francisco creó lo que he dado en llamar el "complejo
de la crucifixión". Una vez que los contemplativos
vieron que era posible adaptarse físicamente a los sufrimientos
de Cristo llevando las marcas de Sus heridas en las manos, los
pies y el costado, se consolidó en muchos de ellos la idea
de esta forma de unión con el Divino Maestro. De hecho,
se convirtió en una obsesión piadosa; tanto
que, en unos pocos individuos excepcionalmente sensibles, la idea
concebida en la mente se plasmó en la carne".
Thurston creía que la estigmatización
se debía a los efectos de la sugestión, pero
los intentos experimentales para reproducir el fenómeno,
por ejemplo, utilizando la hipnosis, fueron infructuosos, excepto
por un caso relacionado que parece haber sido un engaño.
(El psiquiatra informó que brotaban lágrimas de
sangre por debajo de los párpados del sujeto, pero una
fotografía muestra que emergen de la parte exterior de
los ojos [ver Wilson, 1988]).
Conforme avanzaba el siglo XIII, empezaron a proliferar
las exhibiciones de estigmas, lo que una autoridad en la materia
calificó como una "especie de explosión"
(Biot,1962,18). En los cien años que siguieron a la muerte
de San Francisco, hubo más de veinte casos. La tendencia
continuó en los siglos subsiguientes; para el año
1908, se registraban al menos 321 estigmatizados. No sólo
eran invariablemente católicos, sino que más de
un tercio provenía de Italia y el resto mayormente de Francia,
España y Portugal, lo que demuestra que "los países
católicos apostólicos romanos -en su mayoría
con influencia latina y mediterránea- han predominado en
la historia de los estigmas" (Harrison, 1994, 9; Wilson,
1988,10).
Sin embargo, el registro de estigmatizados del siglo
XX "muestra un cambio en el patrón". Italia predominó
un poco menos y se informaron casos en Gran Bretaña, Australia
y los Estados Unidos" (Harrison, 1994,9). Allí (en
1972), hubo una niña afroamericana de diez años
llamada Cloretta Robinson, bautista y por ende uno de los muy
pocos casos de cristianos no católicos que exhibieron estigmas
(incluidos al menos tres anglicanos; Harrison,1994, 9, 87).
Otra prueba de que los estigmas representan un fenómeno
en evolución proviene de la forma de las heridas.
Curiosamente, las heridas de San Francisco (excepto la herida
del costado) "no eran heridas sangrantes sino impresiones
redondas y negras de las cabezas de los clavos como grabadas
en la carne" (Harrison 1994, 25). Desde entonces, aunque
las heridas sangrantes han sido típicas, ha habido enormes
variaciones, lo que demuestra "falta de semejanzas que sugirieran,
siquiera remotamente, réplicas de un único patrón
original") (Wilson, 1988,63). Por ejemplo, algunas heridas
han sido cortes diminutos o en líneas rectas; otras, simples
cruces, marcas de cuchilladas múltiples, o sangrados (incluso
en el caso de Teresa Neumann, con
el tiempo las heridas fueron cambiando de redondas a rectangulares,
probablemente cuando supo cuál era la verdadera forma
de los clavos romanos. En algunos casos, no había lesiones
visibles debajo de los sangrados (o posiblemente ¡falsas aplicaciones!"
de sangre).(Wilson,1988,64; Harrison 1994,70; Nickell, 1999).
De igual modo, la herida en el costado (que representa
el lanzazo del soldado romano- Juan 19:34- ) ha aparecido en
diferentes lugares, ya sea a la derecha o a la izquierda,
o bien con formas distintas (como abertura lateral, semicircular,
en forma de cruz, etc.) o no ha aparecido en absoluto. Algunos
estigmatizados han exhibido heridas en la frente (como si hubieran
sido causadas por una corona de espinas) ( Juan 19:2); otros,
marcas en la espalda (representando azotes, Juan 19:1) o raspaduras
en el hombro (como de cargar una cruz) y así sucesivamente,
mientras que otros no las han exhibido. Incluso hay señales
simbólicas, como, por ejemplo, una "vívida
cruz" que apareció dos veces en la frente de la estigmatizada
Heather Woods (un fenómeno
ya experimentado en el siglo XVII por la estigmatizada Jeanne
des Anges). Y estigmas como "letreros en la piel"
(incluidos los nombres de José, María y Jesús)
aparecieron y reaparecieron en la mano izquierda de Des Anges
(1602-1665) (Wilson 1988, 64,131-148; Harrison 1994, 2, 52).
Otra tendencia en la evolución del fenómeno
(representada, por ejemplo, por James Bruse, sacerdote de Virginia)
es la ubicación de las heridas de los clavos en las
muñecas. Otros las han tenido mayormente en las palmas
de las manos, por lo que las marcas de Bruse en las muñecas
parecen ser instructivas. Como observa Harrison (1994,40),
los estigmas en las muñecas sólo aparecieron
a partir de que la fotografía "reveló las heridas
allí ubicadas en el sudario de Turín". En
realidad, mientras que las manos en la figura del sudario están
dobladas, de modo que se puede ver una sola herida de salida,
pareciera verse en la palma, aunque el flujo de "sangre"
se extiende hasta la muñeca, por lo que en apariencia la
herida estaría localizada allí" ( Nickell,1983).
Los que creen en la autenticidad del sudario (a pesar de la contundente
prueba científica en su contra, Nickell, 1998) tienen
interés en dar a conocer el sitio de la muñeca.
Ellos apuntan a los experimentos con cadáveres que
supuestamente demuestran que los clavos en las manos no pueden
soportar el peso de un cuerpo y, por consiguiente, lo desgarrarían
(Barbet, 1950). (Se han encontrado restos de sólo una víctima
de crucifixión del siglo I, de un hombre llamado Jehohanan.
Un raspón en el extremo inferior del radio derecho indica
que un clavo había penetrado entre el radio y el cúbito.
Es interesante notar que se había introducido un clavo
a través de los huesos del talón de un costado,
lo que indica que a Jehohanan lo habían forzado a adoptar
"algo así como una posición de sentado",
bastante diferente a la imagen familiar de Jesús en el
arte cristiano (Wilson, 1979,50,illus.fol.p.128).
En cualquier caso, si es verdad que la ubicación
de la mano es anatómicamente insostenible (a pesar de los
evangelios, Juan 20:25-27 y Lucas 24:40) se podría argumentar
que todos los estigmas en las manos son, por consiguiente,
falsos (un juicio que excluiría a la mayoría
de los casos reportados). Ciertamente, el cambio de ubicación
hacia las muñecas (para mantener una mirada moderna) no
es sorprendente. Asimismo, los estigmatizados de la Edad Media,
"se provocaban heridas que se correspondían con las
pinturas de Cristo sufriente que tenían a su alcance"
(Harrison, 1994, 128). Del mismo modo, la visión de la
crucifixión de 1974 de Ethel Chapman, durante la cual se
aduce que aparecieron sus estigmas, "se basó en las
ilustraciones de una Biblia que le habían dado" (
Harrison, 1994,128; Wilson,1988,147). Tan sólida conexión
entre imágenes populares y la naturaleza de los estigmas
es una evidencia poderosa de que el fenómeno es imitativo.
PERFIL DEL ESTIGMATIZADO Una mirada a los
estigmas como un fenómeno en evolución también
echa luz sobre las personas involucradas. El censo previamente
mencionado de 321 estigmatizados revela "una interesante proporción
de siete mujeres por hombre." No sólo eran casi todos Católicos
Apostólicos Romanos, sino que "una proporción muy
alta eran sacerdotes enclaustrados o monjas", como lo fue, claro,
el primer estigmatizado, San Francisco, y estigmatizados del siglo
XIII como la beata Helena de Veszprim (1237); Santa Cristina de
Stommeln (1268); y otros (Harrison 1994, 10, 27-28; Wilson 1988,
131-133). De hecho, de los 321 estigmatizados, 109 provenían
de la orden de los dominicos y 102 de los franciscanos: un porcentaje
global de 66 por ciento proveniente de órdenes religiosas
contra 34 por ciento de laicos (Biot 1962, 20).
Muchos estigmatizados (como San Francisco) parecen
haber tenido una juventud que podría definirse como notablemente
"mundana", antes de llegar a creer que habían
sido llamados para servir a Dios. De joven, San Francisco, hijo
de un adinerado comerciante, era "alegre, aventurero, generoso
y popular" (Coulson 1958) y pasaba su tiempo libre en "extravagancias
hedonistas" (Jones 1994), y sus amigos hasta lo coronaron
"rey de los rebeldes" ("Francis" 1960). Él
más tarde declaró haber oído la voz de Cristo
pidiéndole que reconstruyera una iglesia, después
de lo cual se dedicó de lleno al servicio religioso: adoptó
la vida de un ermitaño y creó luego la orden de
frailes que lleva su nombre (los franciscanos; Coulson 1958).
Entre otros que pasaron de mundanos a austeros puede
incluirse a la beata Angela de Foligno (1250-1309), quien se casó
y tuvo varios hijos pero los perdió a todos después
de la muerte de su marido. Después de vender todas sus
posesiones, donó el dinero recaudado a los pobres y pasó
a integrar la Tercera Orden de San Francisco (Wilson 1988, 132).
Otro ejemplo es el de Santa Catalina de Génova (1447-1510),
quien se casó a los dieciséis años, pasó
"diez años de su existencia en una búsqueda de placer
hedonista", y luego, con su marido, consagró su vida a
la atención de enfermos en un hospital local (Wilson 1988,
133).
Un ejemplo más reciente es el del Padre James
Bruse (el sacerdote de Virginia con las heridas en las muñecas
ya mencionado). Antes de su ordenación, Bruse fue incluido
en el Libro Guiness de Récords Mundiales en 1978
por andar en montaña rusa durante cinco días seguidos.
Se ordenó como sacerdote católico al año
siguiente pero, más tarde, advirtió que había
caído en la rutina. Entonces vinieron los sucesos "dramáticos"
de 1991-1992 en los cuales no sólo experimentó los
estigmas sino que descubrió estatuas que lloraban en su
presencia (Harrison 1994, 80-87).
Además, es característico de muchos
(sino de la mayoría) de los estigmatizados el padecimiento
de una variedad de síntomas que "van desde lo que se ha
descrito como 'místico' a lo 'histérico" ' (Harrison
1994, 31). Tomemos lo histérico primero: Margarita del
Bendito Sacramento (Marguerite Parigot, 1619-1648) fue presa de
"devastadores ataques claramente diabólicos",
mientras que Anna Maria Castreca (1670-1736) "se lanzaba
violentamente por el cuarto" y "su lenguaje y comportamiento"
volvían a ser "los de una niña", y en
sus primeros años el Padre Pío (1887-1968) fue "perturbado
emocionalmente". Unos pocos estigmatizados recibieron, supuestamente,
la compañía de "apariciones fantasmales"
(poltergeist phenomena) (desórdenes atribuidos a "espíritus
ruidosos" pero que a menudo se trata de travesuras de adolescentes);
entre ellos estaba Johann Jetzer (c. 1483-c. 1515) y Teresa Helena
Higginson (1844-1905) (Wilson 1988, 131-148).
La enfermedad es otra característica frecuente.
Rene Biot, en su "El enigma de los estigmas" (1962,
57), exclama con asombro: "¡Cuántos estigmatizados
han estado postrados!". Señala que Santa Lidwina (d.1433)
tenía tantas supuestas enfermedades que era "una especie
de museo patológico"; de hecho, "un museo de
horrores". De forma similar, Teresa Neumann experimentó
períodos de convulsiones, ceguera, sordera, mutismo, parálisis,
etcétera; efectos que parecen haberse debido a hipocondría
histérica, o (lo que es más probable), directamente
a falsedades, ya que los supuestos malestares evadían el
diagnóstico (Rogo 1982, 65-66; Nickell 1993, 227-228).
Dadas así las cosas, un investigador notó los
paralelos entre los estigmas y el síndrome de Munchaussen
(un trastorno emocional en que se finge o provoca enfermedad)
(Schnabel 1993).
Aun así, otros estigmatizados (Santa Verónica
Giuliani (c. 1640-1727), Victoire Claire (c. 1808-1883), junto
con muchos otros) a menudo caían en estados de éxtasis
(aparente trance que surge del fervor religioso). Después
de San Francisco, quien supuestamente recibió los estigmas
a partir de una visión de la crucifixión de Jesús,
vinieron varios emuladores, incluso Passitea Crogi quien, en el
Domingo de Ramos de 1589, cayó en un éxtasis y después
describió una visión de Cristo golpeado y sangrante.
Otros que afirmaron haber recibido sus estigmas como consecuencia
de visiones fueron Johann Jetzer,Therese Neumann (1898-1962) y
James Bruse.
Un gran número de estigmatizados fue bendecido,
supuestamente, con otros fenómenos sobrenaturales, incluidos
los poderes de profecía y sanación, levitación,
bilocación (estar presumiblemente en dos lugares al mismo
tiempo), e inedia (supuesta habilidad de abandonar la ingesta
de alimento). Como ejemplo de esto último, Angela de Foligno
(1250-1309), según se informó, estuvo doce años
sin comer. Después de muertos, se descubrió que
los cuerpos de algunos estigmatizados eran "incorruptibles"
(no se descompusieron). Además, la sangre de las heridas
estigmáticas de Passitea Crogi
preservada en frascos supuestamente vuelve a licuarse en ocasiones.
(Wilson 1988, 131-148). Quizás sea innecesario decir que
todo esto no ha sido probado y puede atribuirse al folklore, a
errores perceptivos y malentendidos nacidos de la superstición
y fraudes píos (Nickell 1993).
FRAUDES PROBADOS Está bien establecido
que muchos casos de estigmatizados fueron falsos. Por ejemplo,
Magdalena de la Cruz, en 1543, enferma
y temerosa de morir en el pecado, confesó que sus estigmas,
inedia y otros fenómenos eran engaños deliberados.
Otra, María de la Visitación,
conocida como "la monja santa de Lisboa", fue acusada
por una hermana religiosa que la vio pintándose una
herida falsa en la mano. Aunque inicialmente fue defendida
por médicos en 1587, fue llevada ante la Inquisición,
donde le lavaron las heridas y la coloración desapareció;
así, se pudo ver "la carne inmaculada" (Wilson
1988, 26).
Otro fraude fue el de Paula María Matarelli,
quien no sólo exhibió los estigmas sino que además
"milagrosamente" hizo aparecer hostias en su lengua.
El Papa Pío IX la acusó
de fraude en forma privada; declaró que tenía la
prueba en el cajón de su escritorio y agregó: "Ha
engañado a toda una multitud de almas pías y crédulas"
(citado en Wilson 1988, 42). Una condenación más
pública le aguardaba a Gigliola Giorgini
(nacida en1933): desacreditada por las autoridades de la Iglesia,
en 1984 una corte italiana la condenó por fraude (Wilson
1988, 42, 147).
La autenticidad de algunos estigmas puede cuestionarse
a la luz del carácter del místico. Por ejemplo,
Teresa Helena Higginson (1844-1905),
una estigmatizada inglesa, fue despedida como maestra por acusaciones
de robo, embriaguez y conducta impropia. Y Berthe Mrazek,
una artista de circo nacida en Bruselas que se convirtió
en estigmatizada, fue primero considerada con seriedad, pero las
dudas llegaron en 1924 cuando fue arrestada por fraude y e
internada en un hospital psiquiátrico (Nickell 1993,
223). Se debe considerar a otros estigmatizados a la luz de su
propensión al autocastigo y a la automutilación.
Aquí se incluye a la masoquista del siglo XIII Lukardis
de Oberweimar, quien, antes de exhibir los estigmas, "tenía
el hábito de clavarse las uñas en la palma
de las manos" (Wilson 1988, 132)!.
Las circunstancias que rodean a los dos estigmatizados
más conocidos del siglo XX, Teresa Neumann y el Padre Pío
(ambos mencionados arriba), hacen dudar aún más
sobre la autenticidad del fenómeno. Por ejemplo, un profesor
de apellido Martini dirigió una supervisión de Teresa
Neumann y observó que la sangre fluía de las
heridas sólo en las ocasiones en que éste era convencido
a abandonar el cuarto "como si ella tuviera que esconder
algo para evadir la observación". Martini agregó:
"Fue por la misma razón que yo detestaba sus frecuentes
manipulaciones por detrás de las mantas (de la cama) levantadas"
(hubo sospechas similares sobre sus supuestas demostraciones de
poderes de médium) (Wilson 1998, 53, 114-115).
En cuanto al Padre Pío, el clero Católico
Apostólico Romano local acusó a su monasterio de
exhibirlo por dinero. Ciertamente, alrededor de él
se generó un culto y los mercachifles del pueblo les vendían
a sus crédulos discípulos supuestas reliquias que
en realidad eran telas embadurnadas de sangre de pollo. Algunos
médicos creyeron que sus heridas eran superficiales pero
su comprobación era difícil debido a sus
supuestos dolores y por estar cubiertas de "espesas costras"
de lo que se pensaba que era sangre. Un distinguido patólogo
enviado por la Santa Sede notó que más allá
de las costras faltaba "todo signo de edema, penetración
o enrojecimiento, aun cuando se las examinaba con una buena
lupa". De hecho, concluyó que la "herida"
del costado no había penetrado la piel en absoluto.
Y mientras que en vida Pío siempre mantuvo ocultas sus
"heridas" (llevaba puestos unos mitones), a su muerte
sólo había piel inmaculada (Ruffin 1982, 146-154,
305).
Muchos estudiosos católicos han expresado
escepticismo acerca de la autenticidad de los estigmas. Uno fue
un neuropsiquiatra que había observado personalmente treinta
casos de estigmatización y en ninguno de ellos "pude
eliminar, de manera absoluta y definitiva, algún tipo de
acción artificial" (citado en Biot 1962, 102-103).
Aunque atribuyó la mayoría de los casos más
a la sugestión que al fraude, Herbert Thurston (1952, 100)
no encontró "ningún caso satisfactorio de estigmatización
desde San Francisco de Asís".
Thurston y otros defienden a San Francisco por su
piedad y carácter; sin embargo, su decidido afán
de imitar a Jesús, su "inmensa capacidad para el sacrificio"
y el hecho de que fuera "hijo de la Iglesia hasta la médula"
(Coulson 1958, 188) pueden haberlo llevado a adoptar una pía
impostura (algo que a muchos les ha sido claramente imposible
resistir).
UN CASO RECIENTE "Señales de Dios",
de la cadena Fox, difundió los supuestos milagros de la
boliviana Katya Rivas, en cuyo repertorio
no sólo hubo estigmas sino también la producción
de un inusual "estado delta" en un EEG, escritura automática
en idiomas que ella aducía no conocer y un "centelleo
de luz" multicolor en una imagen de la Virgen de Guadalupe
que había en su hogar. (Para una reseña ver Nickell
1999). El show fue conducido por el periodista australiano Michael
Willesee, quien, durante un accidente aéreo en 1998, "volvió
a abrazar la fe católica" en una conversión
instantánea (Randi 1999).
Rivas sostuvo que había recibido un mensaje
de Jesús en que le decía que aunque ella no fuera
a producir estigmas como se esperaba para el Viernes Santo (el
día en que los cristianos conmemoran la crucifixión
de Cristo), la paciencia sería recompensada. Un mensaje
posterior anunció que la estigmatización completa
tendría lugar al día siguiente de Corpus Christi
(una fiesta católica que conmemora la Eucaristía
o la Cena del Señor). La noche anterior al día en
que debían aparecer los estigmas, Rivas dio una muestra
de su sangre como control, porque se especulaba que la sangre
de los estigmas podía no ser sólo de ella.
Llegado el momento señalado, se invitó
a los incautos espectadores a un evento que tenía toda
la apariencia de haber sido organizado. Rivas fue acostada, de
una manera que recordaba a Teresa Neumann, y las sábanas
proporcionaban un amplio escondite si es que había trampa.
Ningún médico estaba presente. Michael Willesee
hizo un examen superficial de las manos y los pies de Rivas y
se refirió a las cicatrices de los estigmas anteriores.
Estas se veían en sus pies pero no estaba muy claro si
también había marcas anteriores en las manos. (Esto
es significativo a la luz del desarrollo de los acontecimientos,
como veremos).
Durante el sufrimiento, real o fingido, Rivas exhibió,
primero, marcas similares a pinchazos y sangrado en la frente
(como causados por una corona de espinas), aunque al parecer no
en los costados o en la parte posterior de la cabeza, lo que sugería
que las marcas eran sólo para el espectáculo. Luego
se vio (posiblemente) una marca rosada en la palma izquierda seguida
por una cruz diminuta en el dorso de la mano que inicialmente
no tenía sangre. Luego surgieron "heridas" sangrientas
en ambos lados de las manos y los pies. Willesee usó algodones
para obtener muestras de sangre para el análisis. Nunca
apareció ninguna herida lateral ni tampoco hubo otras marcas
de la crucifixión. Al final de la experiencia (o demostración),
Rivas exhibió los paroxismos de una agonía mortal
imitativa de la crucifixión de Jesús.
Las heridas de Rivas nunca se vieron en el momento
de su surgimiento espontáneo; en cambio, se fueron
mostrando en imágenes sucesivas después de cada
aparición, como ocurriría en caso de ser autoinfligidas
durante momentos de ocultamiento. Entre otros elementos sospechosos
estaba la discrepancia entre heridas de "entrada" y
"salida" (las del pie izquierdo no estaban alineadas).
Además, las de las palmas y plantas de los pies eran, hasta
donde podía verse, sólo manchas de sangre.
Más aún, se podía distinguir
que tales heridas no parecían puntazos sino más
bien cortes múltiples, incluida la cruz en el dorso
de la mano izquierda (figura 1) y una serie de cuchilladas encima
de cada pie. Los últimos estaban curiosamente en pares
(ver figura 2) como si hubieran sido causados por un instrumento
de doble filo, como el anillo de bordes filosos con forma
de cáliz que Katia Rivas tenía puesto durante el
evento.
Supuestamente, sólo 24 horas más tarde,
la cámara grabó a Willesee inspeccionando las heridas
de Rivas. Al parecer, las de las palmas y plantas del pie habían
desaparecido completamente (pero no se las mostró específicamente)
y las marcas que permanecían parecían estar en un
avanzado estado de cicatrización. Willesee destacó
el hecho como algo notable, aunque otra interpretación
es que la desaparición de algunas "heridas" indicaba
que nunca habían ocurrido en primer lugar, y que la
mayoría de las marcas (sino todas) eran viejos cortes de
los estigmas previamente falsificados.
Un elemento genuino del asunto fue la sangre misma,
que, según se probó con un análisis de ADN,
provenía de Katya Rivas. Desgraciadamente para Willesee,
el periodista vendedor de milagros (quien insistió en que
la sangre podría ser de Cristo en forma parcial o total),
se probó que la sangre sólo era de Rivas.
Cuando me pidieron aparecer en un documental para
televisión sobre estigmas y discutir sobre el caso de Rivas,
decidí experimentar de antemano infligiéndome
las heridas. Usé una afilada hoja de afeitar para cortar
una cruz en el dorso de mi mano izquierda. Esta herida superficial
sangró lo suficiente como para producir el efecto de una
herida mayor (figura 3) e incluso (por transferencia) para causar
una "herida" en la palma (figura 4). Al día siguiente,
esta última, por supuesto, había desaparecido, y
la cruz había empezado a cicatrizar. Hay ciertas preparaciones
medicinales que pueden aplicarse para promover la cicatrización
y, como pude comprobar, cremas cosméticas que por
su poder de ocultamiento pueden en apariencia adelantar la
cicatrización o directamente eliminar la herida. [1]
Mi análisis del video que muestra la supuesta
estigmatización de Katya Rivas y los experimentos simples
que realicé me persuadieron no sólo de que sus estigmas
no pudieron ser autenticados, sino que, de hecho (como otros casos
de supuestos fenómenos a lo largo de la historia), no pueden
ser diferenciados de fraudes píos.
Nota: 1) También descubrí que
se puede producir el efecto contrario, al renovar el sangrado
de un corte realizado muchas horas antes, pasándose agua
oxigenada. Esto tiene implicaciones en los casos de estigmas en
donde se informó que hubo sangrado por un período
extenso, aunque hay muchas maneras de lograr tal efecto.
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Publicación original: Skeptical
Inquirer; Julio, 2000.
Traducido al castellano por Carlos
Domínguez, Alejandro
Borgo y Viviana
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© 2000 Committee for the Scientific
Investigation of Claims of the Paranormal in association (CSICOP)
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