[ESTUDIO]

ESTIGMAS: A SEMEJANZA DE CRISTO
Por Joe Nickell
Recibir en el cuerpo las improntas del martirio de Jesús es -sin duda- la bendición más elevada que podría recibir un cristiano que aspira a la santidad. El fenómeno de los estigmas tiene enorme gravitación en la Iglesia: muchos prestuntos estigmatizados son beatificados o canonizados. ¿A qué conclusiones fueron llegando los investigadores que se interesaron en el asunto?


De los supuestos poderes milagrosos, quizás ninguno esté más notoriamente asociado con la santidad como los estigmas, las heridas de la crucifixión de Cristo presuntamente reproducidas de forma espontánea en el cuerpo de un cristiano. De hecho, un sondeo histórico mostró que cerca de una quinta parte de los estigmatizados terminan siendo beatificados o canonizados (Biot,1962,23).El año 1999 trajo un renovado interés en el supuesto fenómeno. Entre las ofertas estuvieron la película "Stigmata" (que hasta incluía una fugaz imagen de mi libro "Looking for a Miracle" ("Buscando un milagro" [Radford,1999] ); un pseudo-documental televisivo de la Fox, "Signs from God" ("Señales de Dios"), que presentó un importante segmento sobre los estigmas; y la beatificación vaticana del Padre Pío de Pietralcina, estigmatizado italiano (CNN y Time,1999). Para un documental que se está haciendo para la televisión, volví a considerar el tema.

UN FENÓMENO EN EVOLUCIÓN
Después de la muerte de Jesús, alrededor del año 29 ó 30 D.C., los estigmas tardarían casi doce siglos en aparecer, a menos que se tenga en cuenta una críptica referencia bíblica de San Pablo. En Galateos 6:17, escribió: "Llevo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús". Muchos estudiosos creen que San Pablo hablaba en forma figurada, pero en cualquier caso la declaración puede haber sido suficiente para provocar la imitación.

Se considera a San Francisco de Asís (1182-1226) como el primer estigmatizado; o, al menos, el primer "verdadero" estigmatizado. Su tormento ocurrió sólo dos años después de que un hombre de Oxford exhibiera las cinco heridas de la crucifixión, en 1222. Ese hombre decía ser el hijo de Dios y el redentor de la humanidad, pero fue detenido por impostor, ya que se concluyó que las heridas habían sido auto-inflingidas.

En 1224, San Francisco, con algunos de sus "discípulos", subió al monte Alverno en los Apeninos. Al cabo de 40 días de oración y ayuno, tuvo una visión de Cristo en la cruz, luego de la cual recibió las cuatro heridas de los clavos y la perforación del costado. San Francisco parece haber desatado un fenómeno de imitación, ya que la publicación de su supuesto milagro fue seguida de varias apariciones de estigmatizados "aun entre personas de mucho menos importancia religiosa que San Francisco, y el fenómeno continúa ocurriendo sin interrupción desde entonces", según el estudioso católico Herbert Thurston (1952,122-123). Continúa:

"Lo que yo infiero es que el ejemplo de San Francisco creó lo que he dado en llamar el "complejo de la crucifixión". Una vez que los contemplativos vieron que era posible adaptarse físicamente a los sufrimientos de Cristo llevando las marcas de Sus heridas en las manos, los pies y el costado, se consolidó en muchos de ellos la idea de esta forma de unión con el Divino Maestro. De hecho, se convirtió en una obsesión piadosa; tanto que, en unos pocos individuos excepcionalmente sensibles, la idea concebida en la mente se plasmó en la carne".

Thurston creía que la estigmatización se debía a los efectos de la sugestión, pero los intentos experimentales para reproducir el fenómeno, por ejemplo, utilizando la hipnosis, fueron infructuosos, excepto por un caso relacionado que parece haber sido un engaño. (El psiquiatra informó que brotaban lágrimas de sangre por debajo de los párpados del sujeto, pero una fotografía muestra que emergen de la parte exterior de los ojos [ver Wilson, 1988]).

Conforme avanzaba el siglo XIII, empezaron a proliferar las exhibiciones de estigmas, lo que una autoridad en la materia calificó como una "especie de explosión" (Biot,1962,18). En los cien años que siguieron a la muerte de San Francisco, hubo más de veinte casos. La tendencia continuó en los siglos subsiguientes; para el año 1908, se registraban al menos 321 estigmatizados. No sólo eran invariablemente católicos, sino que más de un tercio provenía de Italia y el resto mayormente de Francia, España y Portugal, lo que demuestra que "los países católicos apostólicos romanos -en su mayoría con influencia latina y mediterránea- han predominado en la historia de los estigmas" (Harrison, 1994, 9; Wilson, 1988,10).

Sin embargo, el registro de estigmatizados del siglo XX "muestra un cambio en el patrón". Italia predominó un poco menos y se informaron casos en Gran Bretaña, Australia y los Estados Unidos" (Harrison, 1994,9). Allí (en 1972), hubo una niña afroamericana de diez años llamada Cloretta Robinson, bautista y por ende uno de los muy pocos casos de cristianos no católicos que exhibieron estigmas (incluidos al menos tres anglicanos; Harrison,1994, 9, 87).

Otra prueba de que los estigmas representan un fenómeno en evolución proviene de la forma de las heridas. Curiosamente, las heridas de San Francisco (excepto la herida del costado) "no eran heridas sangrantes sino impresiones redondas y negras de las cabezas de los clavos como grabadas en la carne" (Harrison 1994, 25). Desde entonces, aunque las heridas sangrantes han sido típicas, ha habido enormes variaciones, lo que demuestra "falta de semejanzas que sugirieran, siquiera remotamente, réplicas de un único patrón original") (Wilson, 1988,63). Por ejemplo, algunas heridas han sido cortes diminutos o en líneas rectas; otras, simples cruces, marcas de cuchilladas múltiples, o sangrados (incluso en el caso de Teresa Neumann, con el tiempo las heridas fueron cambiando de redondas a rectangulares, probablemente cuando supo cuál era la verdadera forma de los clavos romanos. En algunos casos, no había lesiones visibles debajo de los sangrados (o posiblemente ¡falsas aplicaciones!" de sangre).(Wilson,1988,64; Harrison 1994,70; Nickell, 1999).

De igual modo, la herida en el costado (que representa el lanzazo del soldado romano- Juan 19:34- ) ha aparecido en diferentes lugares, ya sea a la derecha o a la izquierda, o bien con formas distintas (como abertura lateral, semicircular, en forma de cruz, etc.) o no ha aparecido en absoluto. Algunos estigmatizados han exhibido heridas en la frente (como si hubieran sido causadas por una corona de espinas) ( Juan 19:2); otros, marcas en la espalda (representando azotes, Juan 19:1) o raspaduras en el hombro (como de cargar una cruz) y así sucesivamente, mientras que otros no las han exhibido. Incluso hay señales simbólicas, como, por ejemplo, una "vívida cruz" que apareció dos veces en la frente de la estigmatizada Heather Woods (un fenómeno ya experimentado en el siglo XVII por la estigmatizada Jeanne des Anges). Y estigmas como "letreros en la piel" (incluidos los nombres de José, María y Jesús) aparecieron y reaparecieron en la mano izquierda de Des Anges (1602-1665) (Wilson 1988, 64,131-148; Harrison 1994, 2, 52).

Otra tendencia en la evolución del fenómeno (representada, por ejemplo, por James Bruse, sacerdote de Virginia) es la ubicación de las heridas de los clavos en las muñecas. Otros las han tenido mayormente en las palmas de las manos, por lo que las marcas de Bruse en las muñecas parecen ser instructivas. Como observa Harrison (1994,40), los estigmas en las muñecas sólo aparecieron a partir de que la fotografía "reveló las heridas allí ubicadas en el sudario de Turín". En realidad, mientras que las manos en la figura del sudario están dobladas, de modo que se puede ver una sola herida de salida, pareciera verse en la palma, aunque el flujo de "sangre" se extiende hasta la muñeca, por lo que en apariencia la herida estaría localizada allí" ( Nickell,1983). Los que creen en la autenticidad del sudario (a pesar de la contundente prueba científica en su contra, Nickell, 1998) tienen interés en dar a conocer el sitio de la muñeca. Ellos apuntan a los experimentos con cadáveres que supuestamente demuestran que los clavos en las manos no pueden soportar el peso de un cuerpo y, por consiguiente, lo desgarrarían (Barbet, 1950). (Se han encontrado restos de sólo una víctima de crucifixión del siglo I, de un hombre llamado Jehohanan. Un raspón en el extremo inferior del radio derecho indica que un clavo había penetrado entre el radio y el cúbito. Es interesante notar que se había introducido un clavo a través de los huesos del talón de un costado, lo que indica que a Jehohanan lo habían forzado a adoptar "algo así como una posición de sentado", bastante diferente a la imagen familiar de Jesús en el arte cristiano (Wilson, 1979,50,illus.fol.p.128).

En cualquier caso, si es verdad que la ubicación de la mano es anatómicamente insostenible (a pesar de los evangelios, Juan 20:25-27 y Lucas 24:40) se podría argumentar que todos los estigmas en las manos son, por consiguiente, falsos (un juicio que excluiría a la mayoría de los casos reportados). Ciertamente, el cambio de ubicación hacia las muñecas (para mantener una mirada moderna) no es sorprendente. Asimismo, los estigmatizados de la Edad Media, "se provocaban heridas que se correspondían con las pinturas de Cristo sufriente que tenían a su alcance" (Harrison, 1994, 128). Del mismo modo, la visión de la crucifixión de 1974 de Ethel Chapman, durante la cual se aduce que aparecieron sus estigmas, "se basó en las ilustraciones de una Biblia que le habían dado" ( Harrison, 1994,128; Wilson,1988,147). Tan sólida conexión entre imágenes populares y la naturaleza de los estigmas es una evidencia poderosa de que el fenómeno es imitativo.

PERFIL DEL ESTIGMATIZADO
Una mirada a los estigmas como un fenómeno en evolución también echa luz sobre las personas involucradas. El censo previamente mencionado de 321 estigmatizados revela "una interesante proporción de siete mujeres por hombre." No sólo eran casi todos Católicos Apostólicos Romanos, sino que "una proporción muy alta eran sacerdotes enclaustrados o monjas", como lo fue, claro, el primer estigmatizado, San Francisco, y estigmatizados del siglo XIII como la beata Helena de Veszprim (1237); Santa Cristina de Stommeln (1268); y otros (Harrison 1994, 10, 27-28; Wilson 1988, 131-133). De hecho, de los 321 estigmatizados, 109 provenían de la orden de los dominicos y 102 de los franciscanos: un porcentaje global de 66 por ciento proveniente de órdenes religiosas contra 34 por ciento de laicos (Biot 1962, 20).

Muchos estigmatizados (como San Francisco) parecen haber tenido una juventud que podría definirse como notablemente "mundana", antes de llegar a creer que habían sido llamados para servir a Dios. De joven, San Francisco, hijo de un adinerado comerciante, era "alegre, aventurero, generoso y popular" (Coulson 1958) y pasaba su tiempo libre en "extravagancias hedonistas" (Jones 1994), y sus amigos hasta lo coronaron "rey de los rebeldes" ("Francis" 1960). Él más tarde declaró haber oído la voz de Cristo pidiéndole que reconstruyera una iglesia, después de lo cual se dedicó de lleno al servicio religioso: adoptó la vida de un ermitaño y creó luego la orden de frailes que lleva su nombre (los franciscanos; Coulson 1958).

Entre otros que pasaron de mundanos a austeros puede incluirse a la beata Angela de Foligno (1250-1309), quien se casó y tuvo varios hijos pero los perdió a todos después de la muerte de su marido. Después de vender todas sus posesiones, donó el dinero recaudado a los pobres y pasó a integrar la Tercera Orden de San Francisco (Wilson 1988, 132). Otro ejemplo es el de Santa Catalina de Génova (1447-1510), quien se casó a los dieciséis años, pasó "diez años de su existencia en una búsqueda de placer hedonista", y luego, con su marido, consagró su vida a la atención de enfermos en un hospital local (Wilson 1988, 133).

Un ejemplo más reciente es el del Padre James Bruse (el sacerdote de Virginia con las heridas en las muñecas ya mencionado). Antes de su ordenación, Bruse fue incluido en el Libro Guiness de Récords Mundiales en 1978 por andar en montaña rusa durante cinco días seguidos. Se ordenó como sacerdote católico al año siguiente pero, más tarde, advirtió que había caído en la rutina. Entonces vinieron los sucesos "dramáticos" de 1991-1992 en los cuales no sólo experimentó los estigmas sino que descubrió estatuas que lloraban en su presencia (Harrison 1994, 80-87).

Además, es característico de muchos (sino de la mayoría) de los estigmatizados el padecimiento de una variedad de síntomas que "van desde lo que se ha descrito como 'místico' a lo 'histérico" ' (Harrison 1994, 31). Tomemos lo histérico primero: Margarita del Bendito Sacramento (Marguerite Parigot, 1619-1648) fue presa de "devastadores ataques claramente diabólicos", mientras que Anna Maria Castreca (1670-1736) "se lanzaba violentamente por el cuarto" y "su lenguaje y comportamiento" volvían a ser "los de una niña", y en sus primeros años el Padre Pío (1887-1968) fue "perturbado emocionalmente". Unos pocos estigmatizados recibieron, supuestamente, la compañía de "apariciones fantasmales" (poltergeist phenomena) (desórdenes atribuidos a "espíritus ruidosos" pero que a menudo se trata de travesuras de adolescentes); entre ellos estaba Johann Jetzer (c. 1483-c. 1515) y Teresa Helena Higginson (1844-1905) (Wilson 1988, 131-148).

La enfermedad es otra característica frecuente. Rene Biot, en su "El enigma de los estigmas" (1962, 57), exclama con asombro: "¡Cuántos estigmatizados han estado postrados!". Señala que Santa Lidwina (d.1433) tenía tantas supuestas enfermedades que era "una especie de museo patológico"; de hecho, "un museo de horrores". De forma similar, Teresa Neumann experimentó períodos de convulsiones, ceguera, sordera, mutismo, parálisis, etcétera; efectos que parecen haberse debido a hipocondría histérica, o (lo que es más probable), directamente a falsedades, ya que los supuestos malestares evadían el diagnóstico (Rogo 1982, 65-66; Nickell 1993, 227-228). Dadas así las cosas, un investigador notó los paralelos entre los estigmas y el síndrome de Munchaussen (un trastorno emocional en que se finge o provoca enfermedad) (Schnabel 1993).

Aun así, otros estigmatizados (Santa Verónica Giuliani (c. 1640-1727), Victoire Claire (c. 1808-1883), junto con muchos otros) a menudo caían en estados de éxtasis (aparente trance que surge del fervor religioso). Después de San Francisco, quien supuestamente recibió los estigmas a partir de una visión de la crucifixión de Jesús, vinieron varios emuladores, incluso Passitea Crogi quien, en el Domingo de Ramos de 1589, cayó en un éxtasis y después describió una visión de Cristo golpeado y sangrante. Otros que afirmaron haber recibido sus estigmas como consecuencia de visiones fueron Johann Jetzer,Therese Neumann (1898-1962) y James Bruse.

Un gran número de estigmatizados fue bendecido, supuestamente, con otros fenómenos sobrenaturales, incluidos los poderes de profecía y sanación, levitación, bilocación (estar presumiblemente en dos lugares al mismo tiempo), e inedia (supuesta habilidad de abandonar la ingesta de alimento). Como ejemplo de esto último, Angela de Foligno (1250-1309), según se informó, estuvo doce años sin comer. Después de muertos, se descubrió que los cuerpos de algunos estigmatizados eran "incorruptibles" (no se descompusieron). Además, la sangre de las heridas estigmáticas de Passitea Crogi preservada en frascos supuestamente vuelve a licuarse en ocasiones. (Wilson 1988, 131-148). Quizás sea innecesario decir que todo esto no ha sido probado y puede atribuirse al folklore, a errores perceptivos y malentendidos nacidos de la superstición y fraudes píos (Nickell 1993).

FRAUDES PROBADOS
Está bien establecido que muchos casos de estigmatizados fueron falsos. Por ejemplo, Magdalena de la Cruz, en 1543, enferma y temerosa de morir en el pecado, confesó que sus estigmas, inedia y otros fenómenos eran engaños deliberados. Otra, María de la Visitación, conocida como "la monja santa de Lisboa", fue acusada por una hermana religiosa que la vio pintándose una herida falsa en la mano. Aunque inicialmente fue defendida por médicos en 1587, fue llevada ante la Inquisición, donde le lavaron las heridas y la coloración desapareció; así, se pudo ver "la carne inmaculada" (Wilson 1988, 26).

Otro fraude fue el de Paula María Matarelli, quien no sólo exhibió los estigmas sino que además "milagrosamente" hizo aparecer hostias en su lengua. El Papa Pío IX la acusó de fraude en forma privada; declaró que tenía la prueba en el cajón de su escritorio y agregó: "Ha engañado a toda una multitud de almas pías y crédulas" (citado en Wilson 1988, 42). Una condenación más pública le aguardaba a Gigliola Giorgini (nacida en1933): desacreditada por las autoridades de la Iglesia, en 1984 una corte italiana la condenó por fraude (Wilson 1988, 42, 147).

La autenticidad de algunos estigmas puede cuestionarse a la luz del carácter del místico. Por ejemplo, Teresa Helena Higginson (1844-1905), una estigmatizada inglesa, fue despedida como maestra por acusaciones de robo, embriaguez y conducta impropia. Y Berthe Mrazek, una artista de circo nacida en Bruselas que se convirtió en estigmatizada, fue primero considerada con seriedad, pero las dudas llegaron en 1924 cuando fue arrestada por fraude y e internada en un hospital psiquiátrico (Nickell 1993, 223). Se debe considerar a otros estigmatizados a la luz de su propensión al autocastigo y a la automutilación. Aquí se incluye a la masoquista del siglo XIII Lukardis de Oberweimar, quien, antes de exhibir los estigmas, "tenía el hábito de clavarse las uñas en la palma de las manos" (Wilson 1988, 132)!.

Las circunstancias que rodean a los dos estigmatizados más conocidos del siglo XX, Teresa Neumann y el Padre Pío (ambos mencionados arriba), hacen dudar aún más sobre la autenticidad del fenómeno. Por ejemplo, un profesor de apellido Martini dirigió una supervisión de Teresa Neumann y observó que la sangre fluía de las heridas sólo en las ocasiones en que éste era convencido a abandonar el cuarto "como si ella tuviera que esconder algo para evadir la observación". Martini agregó: "Fue por la misma razón que yo detestaba sus frecuentes manipulaciones por detrás de las mantas (de la cama) levantadas" (hubo sospechas similares sobre sus supuestas demostraciones de poderes de médium) (Wilson 1998, 53, 114-115).

En cuanto al Padre Pío, el clero Católico Apostólico Romano local acusó a su monasterio de exhibirlo por dinero. Ciertamente, alrededor de él se generó un culto y los mercachifles del pueblo les vendían a sus crédulos discípulos supuestas reliquias que en realidad eran telas embadurnadas de sangre de pollo. Algunos médicos creyeron que sus heridas eran superficiales pero su comprobación era difícil debido a sus supuestos dolores y por estar cubiertas de "espesas costras" de lo que se pensaba que era sangre. Un distinguido patólogo enviado por la Santa Sede notó que más allá de las costras faltaba "todo signo de edema, penetración o enrojecimiento, aun cuando se las examinaba con una buena lupa". De hecho, concluyó que la "herida" del costado no había penetrado la piel en absoluto. Y mientras que en vida Pío siempre mantuvo ocultas sus "heridas" (llevaba puestos unos mitones), a su muerte sólo había piel inmaculada (Ruffin 1982, 146-154, 305).

Muchos estudiosos católicos han expresado escepticismo acerca de la autenticidad de los estigmas. Uno fue un neuropsiquiatra que había observado personalmente treinta casos de estigmatización y en ninguno de ellos "pude eliminar, de manera absoluta y definitiva, algún tipo de acción artificial" (citado en Biot 1962, 102-103). Aunque atribuyó la mayoría de los casos más a la sugestión que al fraude, Herbert Thurston (1952, 100) no encontró "ningún caso satisfactorio de estigmatización desde San Francisco de Asís".

Thurston y otros defienden a San Francisco por su piedad y carácter; sin embargo, su decidido afán de imitar a Jesús, su "inmensa capacidad para el sacrificio" y el hecho de que fuera "hijo de la Iglesia hasta la médula" (Coulson 1958, 188) pueden haberlo llevado a adoptar una pía impostura (algo que a muchos les ha sido claramente imposible resistir).

UN CASO RECIENTE
"Señales de Dios", de la cadena Fox, difundió los supuestos milagros de la boliviana Katya Rivas, en cuyo repertorio no sólo hubo estigmas sino también la producción de un inusual "estado delta" en un EEG, escritura automática en idiomas que ella aducía no conocer y un "centelleo de luz" multicolor en una imagen de la Virgen de Guadalupe que había en su hogar. (Para una reseña ver Nickell 1999). El show fue conducido por el periodista australiano Michael Willesee, quien, durante un accidente aéreo en 1998, "volvió a abrazar la fe católica" en una conversión instantánea (Randi 1999).

Rivas sostuvo que había recibido un mensaje de Jesús en que le decía que aunque ella no fuera a producir estigmas como se esperaba para el Viernes Santo (el día en que los cristianos conmemoran la crucifixión de Cristo), la paciencia sería recompensada. Un mensaje posterior anunció que la estigmatización completa tendría lugar al día siguiente de Corpus Christi (una fiesta católica que conmemora la Eucaristía o la Cena del Señor). La noche anterior al día en que debían aparecer los estigmas, Rivas dio una muestra de su sangre como control, porque se especulaba que la sangre de los estigmas podía no ser sólo de ella.

Llegado el momento señalado, se invitó a los incautos espectadores a un evento que tenía toda la apariencia de haber sido organizado. Rivas fue acostada, de una manera que recordaba a Teresa Neumann, y las sábanas proporcionaban un amplio escondite si es que había trampa. Ningún médico estaba presente. Michael Willesee hizo un examen superficial de las manos y los pies de Rivas y se refirió a las cicatrices de los estigmas anteriores. Estas se veían en sus pies pero no estaba muy claro si también había marcas anteriores en las manos. (Esto es significativo a la luz del desarrollo de los acontecimientos, como veremos).

Durante el sufrimiento, real o fingido, Rivas exhibió, primero, marcas similares a pinchazos y sangrado en la frente (como causados por una corona de espinas), aunque al parecer no en los costados o en la parte posterior de la cabeza, lo que sugería que las marcas eran sólo para el espectáculo. Luego se vio (posiblemente) una marca rosada en la palma izquierda seguida por una cruz diminuta en el dorso de la mano que inicialmente no tenía sangre. Luego surgieron "heridas" sangrientas en ambos lados de las manos y los pies. Willesee usó algodones para obtener muestras de sangre para el análisis. Nunca apareció ninguna herida lateral ni tampoco hubo otras marcas de la crucifixión. Al final de la experiencia (o demostración), Rivas exhibió los paroxismos de una agonía mortal imitativa de la crucifixión de Jesús.

Las heridas de Rivas nunca se vieron en el momento de su surgimiento espontáneo; en cambio, se fueron mostrando en imágenes sucesivas después de cada aparición, como ocurriría en caso de ser autoinfligidas durante momentos de ocultamiento. Entre otros elementos sospechosos estaba la discrepancia entre heridas de "entrada" y "salida" (las del pie izquierdo no estaban alineadas). Además, las de las palmas y plantas de los pies eran, hasta donde podía verse, sólo manchas de sangre.

Más aún, se podía distinguir que tales heridas no parecían puntazos sino más bien cortes múltiples, incluida la cruz en el dorso de la mano izquierda (figura 1) y una serie de cuchilladas encima de cada pie. Los últimos estaban curiosamente en pares (ver figura 2) como si hubieran sido causados por un instrumento de doble filo, como el anillo de bordes filosos con forma de cáliz que Katia Rivas tenía puesto durante el evento.

Supuestamente, sólo 24 horas más tarde, la cámara grabó a Willesee inspeccionando las heridas de Rivas. Al parecer, las de las palmas y plantas del pie habían desaparecido completamente (pero no se las mostró específicamente) y las marcas que permanecían parecían estar en un avanzado estado de cicatrización. Willesee destacó el hecho como algo notable, aunque otra interpretación es que la desaparición de algunas "heridas" indicaba que nunca habían ocurrido en primer lugar, y que la mayoría de las marcas (sino todas) eran viejos cortes de los estigmas previamente falsificados.

Un elemento genuino del asunto fue la sangre misma, que, según se probó con un análisis de ADN, provenía de Katya Rivas. Desgraciadamente para Willesee, el periodista vendedor de milagros (quien insistió en que la sangre podría ser de Cristo en forma parcial o total), se probó que la sangre sólo era de Rivas.

Cuando me pidieron aparecer en un documental para televisión sobre estigmas y discutir sobre el caso de Rivas, decidí experimentar de antemano infligiéndome las heridas. Usé una afilada hoja de afeitar para cortar una cruz en el dorso de mi mano izquierda. Esta herida superficial sangró lo suficiente como para producir el efecto de una herida mayor (figura 3) e incluso (por transferencia) para causar una "herida" en la palma (figura 4). Al día siguiente, esta última, por supuesto, había desaparecido, y la cruz había empezado a cicatrizar. Hay ciertas preparaciones medicinales que pueden aplicarse para promover la cicatrización y, como pude comprobar, cremas cosméticas que por su poder de ocultamiento pueden en apariencia adelantar la cicatrización o directamente eliminar la herida. [1]

Mi análisis del video que muestra la supuesta estigmatización de Katya Rivas y los experimentos simples que realicé me persuadieron no sólo de que sus estigmas no pudieron ser autenticados, sino que, de hecho (como otros casos de supuestos fenómenos a lo largo de la historia), no pueden ser diferenciados de fraudes píos.

Nota:
1) También descubrí que se puede producir el efecto contrario, al renovar el sangrado de un corte realizado muchas horas antes, pasándose agua oxigenada. Esto tiene implicaciones en los casos de estigmas en donde se informó que hubo sangrado por un período extenso, aunque hay muchas maneras de lograr tal efecto.

Referencias:

Barber, Pierre. 1950. A Doctor at Calvary, edición francesa.; traducción al inglés. Garden City, N.Y.: Image Books, 1963, 103-120.

Biot, Rene. 1962. The Enigma of the Stigmata. New York: Hawthorn Books.

Coulson, John, ed. 1958. The Saints: A Concise Biographical Dictionary. New York: Hawthorn Books, 187-188.

"Francis of Assisi, St." 1960. Enciclopedia Británica.

Harrison, Ted. 1994. Stigmata: A Medieval Phenomenon in a Modern Age. New York: St. Martin's Press.

Jones, Alison. 1994. The Wordsworth Dictionary of Saints. Ware, England: Wordsworth Editions, 116-118.

Nickell, Joe. 1993. Looking for a Miracle. Amherst, N.Y.: Prometheus Books.

_____. 1998. Inquest on the Shroud of Thrin. Buffalo, N.Y.: Prometheus Books, 61-63.

_____. 1999. Thumbs down en "Signs from God", de Fox. Skeptical Inquirer 23.6 (noviembre/ diciembre): 61.

Radford, Ben. 1999. Reseña de la película "Stigmata", comentario de Corrales. (Corrales, N.M.), septiembre 25.

Randi, James. 1999. Randi's Archive, sitio web de James Randi Educational Foundation, julio 30.

Rogo, D. Scott. 1982. Miracles. A Parascientific Inquiry into Wondrous Phenomena. New York: Dial Press.

Ruffin, C. Bernard. 1982. Padre Pio: The Tine Story. Huntington, Indiana: Our Sunday Visitor.

Thurston, Herbert. 1952. The Physical Phenomena of Mysticism. Chicago: H. Regnery Co.

Schnabel, Jim. 1993. The Munch bunch. Fortean Times 70 (agosto/septiembre), 23-29.

Willesee, Michael (productor ejecutivo). 1999. Signs from God, Fox TV, julio 28.

Wilson, Ian. 1979. The Shroud of Turin, edición corregida de Garden City, N.Y.: Image Books.

_____. 1988. The Bleeding Mind London: Weidenfeld and Nicolson.

Publicación original: Skeptical Inquirer; Julio, 2000.

Traducido al castellano por Carlos Domínguez, Alejandro Borgo y Viviana Giménez

© 2000 Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal in association (CSICOP) con The Gale Group & LookSmart. © 2000 Gale Group

BIOGRAFÍAS RELACIONADAS
Joe Nickell
Pío de Pietralcina

JesúsSan Pablo
San Francisco de Asís
Teresa Neumann
Heather Woods
Jeanne des Anges
Passitea Crogi
Magdalena de la Cruz
María de la Visitación
Papa Pío IX
Gigliola Giorgini
Teresa Helena Higginson
Paula
María Matarelli
Katya Rivas
Carlos Domínguez

Alejandro Borgo
Viviana Giménez

NOTAS RELACIONADAS:
La posesión: ¿Intervención diabólica o contagio cultural?

Stigmata: El Exorcista de los ’90, un thriller anticlerical que quiere creer

 

www.dios.com.ar - Todos los derechos reservados. ©2002 - Alejandro Agostinelli

 

NOTAS RELACIONADAS
Stigmata: Un thriller anticlerical que quiere creer