[CARTA I: De Víctor Sueiro a Dios!]
"NO SOY UN AGENTE DEL VATICANO NI UN AGITADOR BANCADO POR
EL CATOLICISMO"
En su primera comunicación, Víctor
Sueiro duda seriamente sobre las intenciones del
creador (de este sitio) y se formula inquietantes preguntas
sobre sí mismo. El diálogo resultante prueba cómo las
diferencias, incluso cuando son o parecen grandes, enriquecen.
(Dios! aún espera su parte).
From: Víctor Sueiro
To: dios@dios.com.ar
Sent: Sunday, July 13, 2003 9:50 PM
Subject: Hola, soy Sueiro
Querido Dios:
Fue magnífico descubrir
que tenés una dirección de correo electrónico. Al principio
dudé del origen de la página web que lleva tu nombre, pero enseguida
advertí que eras vos porque nadie más puede juzgar a otro de
la manera en que allí lo hacés conmigo.
Sos Dios, en efecto.
Debo decirte que cuando
usás el seudónimo Alejandro Agostinelli escribís muy bien, con algo bastante parecido a la
inteligencia humana y con un marcado acento de soberbia inapelable
que allí sí te identifica de manera absoluta con buena parte
de los hombres.
Yo conocí a un Alejandro
Agostinelli, mirá que curioso. Y sentí cierto respeto por él.
Por eso me llamó la atención en todos estos años que nunca se
hubiera puesto en contacto conmigo ya que creí que teníamos
el mismo enemigo -los chantas, los
falsos profetas, los gurúes de la nada- y pensé que podría interesarse
en mis motivos y mis fines. Luego leí aquí y allá que
me aporreaba cada vez que podía sin que hubiéramos cruzado una
sola palabra. Fue entonces cuando empecé a perderle ese cierto respeto
y casi un sentido de camaradería que mantuve cuando creí que
estábamos en la misma trinchera.
Con el paso del tiempo a menudo me
pregunté si yo no creo sólo por creer y si Agostinelli no niega
sólo por negar. Si debiera optar, sigo en la mía.
Como sea, está muy
bien escrito lo que plantaste en esa página con el seudónimo
de mi colega, pero ignoro cuales son tus intenciones al contar
cosas que vos, que todo lo ves, sabés muy bien que no son ciertas.
Lo que más me sorprende, Dios, es que son injustas. Pero imagino
que alguna razón tendrás.
Ya sabés, muchas cosas.
El planteo desde el vamos, por ejemplo.
¿Soy un buscador de popularidad? Vos sabés mejor que nadie que rehuyo a las notas y
que accedo a algunas de ellas por dos simples razones: cuando
saco un libro ya que eso me sirve para promocionarlo (no creo
que eso represente nada malo) y porque, con algunos, no quiero
que piensen que digo que no por agrande. En otros casos digo
que no por cinco razones: primero porque se me da la gana; las
otras cuatro sobran. Después de la vida, fue la libertad el
mejor regalo que nos diste y aquí no hago otra cosa que ejercerla.
¿Soy un chanta, un inventor
de historias?
No sé por qué habría de hacer algo así. Cuando arranqué con
esto, luego de mi experiencia en 1990, creí que era el final
de mi carrera como periodista, ya que imaginaba que me enterraría
con mis propias palabras. Sin embargo, sucedió lo que ni yo
ni nadie -incluyendo a la editorial- habíamos soñado. Si escribí
aquello a pesar de que pensé que era casi mi testamento fue
porque creí en aquello a pesar de lo que yo mismo me planteaba
como algo loco. A propósito, Dios, sé que lo pusiste allí para
despistar y hacer que todos creyeran que era Agostinelli el
que se equivocaba, pero vos sabés que yo no inventé los términos
"muerte clínica" sino que aprendí esas dos palabras
de boca de cientos de médicos. A propósito dos: no es sólo el
neurólogo y siquiatra Hugo Skare quien
me explicó lo que pasa con el cerebro de alguien al entrar en
muerte clínica (esto es paro cardiorespiratorio); ya que quien
lo hizo por vez primera y la persona que me empujó a investigar
estos temas fue el doctor Raúl Matera. A propósito tres: el mismo Matera, junto al eminente
cardiocirujano Domingo Liotta y el inobjetable Ernesto Sabato, fueron quienes presidieron un seminario a sala llena
durante varios días sobre el tema Vida después de la vida. Esto
ocurrió en la Universidad de Belgrano, en 1984, seis años antes
de mi experiencia y sin que yo tuviera ni la más remota idea
de cosa semejante, habiéndome enterado luego cuando me lo cuenta
el doctor Matera. A propósito cuatro: me estoy cansando de dar
explicaciones en estas líneas, así que iré a dos o tres granos
más y listo.
Grano uno: Dinero. No ganaba
mal haciendo tele o radio y aún gráfica. No necesitaba "inventarme"
un negocio. Y, de haberlo hecho, no soy ni tan genial ni tan
hijo de puta como para usar un tema tan sensible.
Grano dos: Volver a la TV. Muchos saben que desde hace casi ocho años me llamaban
para que produjera y condujera lo que finalmente hice. "Tuve
muchas ofertas", como se dice en estos casos. La diferencia
es que doy nombres concretos de quienes me llamaron: el primero
fue Gustavo Yankelevich, luego Raúl Naya, Alfredo Odorissio,
Carlos Gaunstein, el gerente general de América en 1998, Daniel
Simonutti, otros que no recuerdo, una docena de agencia productoras
e incluso Alejandro Piccinini, de la gerencia de programación
de Canal 13 en la gestión anterior a esta. A todos les agradecí,
como hago cuando me ofrecen un trabajo pero les dije que no.
Mi única explicación fue: no es el momento. No lo sentí, no
voy a andar explicándote a vos, Dios, las cosas esas de la intuición
o lo emocional. Pude volver hace ocho años, pero sólo hago lo
que siento. Y esta vez sentí que debía ser.
Grano tres: Fe más dinero. No voy a explicar la fe, Dios, ya sabés. Yo creo. Y así
son las cosas. San Agustín dejó en claro que la fe comienza
donde termina la razón. Lo que voy a explicar (y ni siquiera
sé por qué) es que deseché muchas cosas, mucho dinero en serio,
porque no quise mezclarlo con lo que siento y lo que sienten
los que sí creen que soy sincero. Otra vez datos: en 1994 (o
por ahí) hubo una exposición que se llamó algo así como Esotérica
94 o el año que fuera. Se dio en la Rural. El grupo que la organizó
estaba formado por argentinos y brasileños. Se ponen en contacto
conmigo y me ofrecen una fortuna para autorizar una foto gigante
de mi cara en el frente de la Rural y la leyenda "Víctor
Sueiro presenta" antes del nombre de esa exposición. No
dudé ni un centésimo de segundo. Dije que no sin siquiera enojarme
porque no estaba de acuerdo con eso pero yo trato de juzgar
a los demás lo menos posible, Dios, como vos me enseñaste. Por
1996 me llamó un argentino que aun vive en San Pablo, Brasil,
que se llama Domingo Alzugaray y que es dueño de una editorial
en aquel país. Me propuso prologar unos fascículos sobre ángeles
y usar mi imagen y nombre para la publicidad y la presentación
de cada uno de ellos. A cambio yo ganaría una simpática cifra
más royalties por la venta de los fascículos. Le pedí que me
enviara algunos ejemplares de lo que él ya había editado sobre
ese tema en Brasil. Lo hizo. Era obvio que se trataba
de un ángel New Age (a propósito: detesto ese movimiento de
bosta y lo dije públicamente muchas veces, Dios) con tonterías
tales como arcángeles que no figuran en ningún libro sagrado,
fórmulas mágicas para convocar al ángel de la guarda y sahumerios
que a los angelitos les gustan mucho. Le dije que gracias pero no. Insistió. No hubo caso.
Al cabo de dos días de insistencia y, al ver que no había oferta
posible, me confesó: "yo leí tus libros; si hubieras aceptado
me hubieras decepcionado". Gran tipo. Tampoco acepté cuatro
ofertas distintas para realizar publicidades televisivas porque
los guiones estaban basados en mis temas pero sin la seriedad
necesaria, al menos a mi juicio. Guiones respetuosos pero chabacanos.
Bue, me cansé, Dios.
Y supongo que vos también. Sabés que podría seguir pero
en rigor de verdad me siento muy tonto al estar justificándome
de esta manera. En primer lugar porque no tengo nada que justificar
y en segundo porque no sé si aquellos a los que les contarás
de estas líneas lo merecen o lo entienden. La tentación de borrar todo este texto es grande,
pero también lo es mi pena ya que dediqué un rato muy largo
a él. Por eso lo dejo.
Granitos: tampoco
soy un agente del Vaticano ni un agitador religioso bancado
por el catolicismo e incluso hubo curas y obispos que me miraban con
bronca o desconfianza, aunque ahora menos; ni elijo específicamente
los milagros católicos. Soy católico y estoy muy orgulloso
de eso, pero los que me conocen saben que respeto profundamente
a todas las religiones serias. En mi primer libro (Más allá de la vida) aparece un
testimonio de un señor Abraham Manhajmer, de religión judía.
En el resto asoma de cuando en cuando un protestante incluyendo
a un pastor que aparece en El Angel ya que era de una iglesia
evangélica respetable. Amaría tener más casos de otras religiones
que no sean la católica, pero quienes se acercan con sus testimonios
y aceptan ser investigados son católicos en su mayoría. Se me
ocurre que si estuviéramos en Irán, por ejemplo, se daría más
con los musulmanes, ¿no, Alá?.
Igualmente, los casos
se investigan. En el ciclo Misterios
y Milagros ya teníamos hecha y producida por completo
una nota a una señora que aseguraba tener los estigmas y los mostraba a cámara, incluso. La productora y
la periodista que envié a entrevistarla fueron cinco veces y
la filmaron incluso cuando le sangraban las palmas de las manos.
Pero a pesar de todo, a mí no me cerraba el caso. Mi gente insistía en que era una buena mina y etcétera, pero yo insistía
en que no lo sentía. Le pedí a las
chicas que averiguaran si atendía gente y cobraba. Así era,
nomás. Lo que quisieran dejarle, el viejo truco.
Enseguida decidí que la nota fuera abortada, aunque nos había
llevado tres semanas y estaba lista para salir al aire.
La presunta estigmatizada
hizo llamar a otros canales y apareció en dos de ellos mostrando
lo que nosotros nos negamos a mostrar. Salía a diario. Tiempo
después todo el mundo miraba para otro lado porque se demostró
que la señora era miembro de la Asociación Argentina de Actores
y bueno, el resto es historia.
Las chicas de mi equipo
me preguntaron cómo no acepté una "prueba" tan rotunda
como la grabación de sus palmas sangrantes. Les conté
que existe una pomada incolora que se frota en cualquier parte,
las palmas de la mano, por ejemplo, y que al tomar temperatura
por el calor del cuerpo se transforman en gotas. Gotas rojas. Los que hacen negocio con estas cosas
usan el mismo truco con imágenes. Un poco de crema en los ojos
de una virgencita y, al no haber calor corporal, unas oportunas
velas que se le ponen como ofrenda. Un minuto después llorará
sangre y será suficiente que algún testigo corra gritando "milagro,
milagro" para que ahí arranque un tema.
Para ser tipo de fe y creyente en verdaderos milagros
hay que empezar por ser escéptico al mango. De lo contrario, el garrón me hubiera comido ya hace
rato aun estaría digiriéndolo. Siendo escéptico pero
respetuoso es que pueda admirarme cuando aparece en el mundo
una imagen de la Virgen que realmente llora sangre, porque eso
ocurre, Dios, eso ocurre.
Destaco dos errores
imperdonables de la página web:
1) aparece como dicho
con cierto cinismo esa calificación que se me dió de "gerente
de marketing de Dios" cuando quien la contón en público
fui yo mismo y quien la generó fue uno de mis más íntimos, entrañables
y queridos amigos, Jorge Fernández Díaz, notable colega (de Agostinelli y mío, Dios, no tuyo,
claro).
Él sí me conoce muy
bien y a pesar de ser agnóstico un día escribió algo que me
honra y por eso repito: "tu fe me da envidia y me incomoda".
También, a pesar de ser agnóstico, es uno de los tipos a los
que más quiero en mi vida. No es cierto eso de que yo
puteo a los que no piensan como yo y no solo no es cierto sino
que es injusto.
Yo puteo cuando huelo que la leche está cortada y es
mala. Admito que el texto de la página web me desconcertó
tanto como para no saber distinguir si es leche cortada o no.
Ante ese desconcierto, ante esa duda, una vez más elijo
creer lo bueno y por eso escribo este largo texto donde, como
ves, Dios, no puteo sino que intento razonar. Sé que
soy una mosca blanca en un ambiente donde parece ser una medalla
ser ateo o positivista. Y bué, paciencia, que es lo que menos tengo, como
buen cabrón. Sin embargo llegué hasta aquí sin insultos. Salvo
el que reservé para el final:
2) Dios, algún boludo
me quiere mal porque me agregó dos años. Nací en el 43 y no
el 41.
No existen las casualidades,
como aseguramos Jung, yo y otras personas. Entré a la página
atraído por la notita de Clarín revista y el tema, pensando
en que tal vez se transformaría en mi favorita. Gran
sorpresa al verme allí. Y no de las gratas.
Decí que hoy es domingo, Dios, y que pude tomarme este tiempo
aunque aún no sé para qué.
Gracias por todo,
Dios.
Este texto es personal,
no para publicar, ya que no lo hago como descargo de nada sino
como tributo al pasado en el cual creí también en Agostinelli
y al presente en el cual aun lo respeto un poco. Hacele
llegar mis saludos e iluminalo para que en esta página web no
tome el camino fácil de la web ada sino el de abrir la cabeza
y el corazón, el de la razón y la fe, que juntas pueden hacer
maravillas siempre que ambas sean sinceras y no fanáticas.
Con este envío te
queda mi email ya que siempre estoy a tus órdenes.
Hasta mañana, si Tú
quieres.
Víctor Sueiro
[CARTA
II: De Dios! a Víctor Sueiro]
"...HAY VALORES CRISTIANOS ENTRE AGNÓSTICOS, NEWAGERS Y
ATEOS"
A continuación, la réplica de Dios!
a Sueiro a propósito de su simpática reacción al dossier dedicado
a su ciclo Misterios y Milagros. Dios!
le explica por qué nunca se comunicó con él. Y le reprocha:
"Después de varios
años de haberte devuelto a casa, vos recién AHORA decidís enviarme
un email. ¿Y cuánto llevás escrito sobre Mí?"
To: victorsueiro@...
Sent: Wednesday, July 16, 2003 1:41 AM
Subject: Hola, Victor.
Soy Dios...
Querido Víctor,
¡Enhorabuena! Quiero
decir: era hora de que -al cabo de tantos años- decidieras comunicarte
conmigo.
En mi infinita indulgencia,
haré una excepción y restaré un rato a asuntos más acuciantes
para responder a tu mail. No es por nada malo, no me malinterpretes:
cuesta seguir el hilo de algún que otro párrafo (por ejemplo,
cuando hablás de "enemigos", "trincheras"
y algunas otras beligerancias que noto algo extrañas por venir
de alguien que se siente tan cerca de Mí). Pero vamos a ver
tu carta, estimado Víctor... y no, no que use seudónimos. Alejandro
Agostinelli, editor de Dios!,
no se pretende mi testaferro. El sitio se llama así no porque
use en vano Mi nombre. El signo de admiración al final lo aclara:
éste representa una exclamación común -común porque es compartida
por todos, creyentes o no- ante lo extraordinario, "más
allá de cuáles sean los resultados de la búsqueda", dice.
Agostinelli, además,
no escribe con "algo bastante parecido a la inteligencia humana".
Usa el teclado de una computadora, nomás. Tampoco tengo noticias
de que "te aporreara", ni siquiera metafóricamente. Sí sé que
-antes de ponerse a escribir- trata de documentarse, y que nunca
ha ocultado sus diferencias respecto de tu forma de abordar
ciertos temas.
Aún así, no considero
que -para expresarse sobre el trabajo de otros- sea menester
"cruzar palabras". Hay vías indirectas de conocer lo que piensan
o hacen las personas, especialmente cuando -por su oficio-...
producen palabras. Bueno, no hay que ir muy lejos para encontrar
ejemplos: después de varios años de haberte devuelto
a casa, vos recién AHORA decidís enviarme un email. ¿Y cuánto
llevás escrito sobre Mí?
En fin, Víctor, en este sentido (y en muchos otros, claro :)
tuviste más suerte que Agostinelli: nunca se trataron personalmente
y él nunca te perdió, ni te lo faltó, el respeto. No suele "cagarse"
en aquellos que sostienen ideas diferentes de las suyas. Tampoco
se metió, creo yo, con tus intenciones. No le obsesiona buscar
leche cortada hasta en la sopa, esa que a vos tanto te preocupa
descubrir en él o en quienes te cuestionan. Es más: en uno de
sus textos -para desazón de las hordas de etiquetadores profesionales-
deja expresa constancia de que pontificar sobre intenciones
ajenas es algo posible en tanto adivinanza, pero de valor relativo
porque -convengamos- es de dificultosa verificación.
Y que las intenciones, después de todo, importan poco. Por el
contrario, aquel periodista suele hacer algún esfuerzo por ponerse
en el lugar de aquellos con quienes discrepa. Al punto de que
-horror- en esa faena parece haberse vuelto menos rígido, menos
dogmático, menos soberbio (aquí sólo un pelín) que lo acostumbrado.
Por lo demás, me parece
innecesario que apeles a autoridades diversas, como Ernesto Sabato (¡recórcholis! ¿qué hace
entre tan distinguidos galenos?), para reafirmar tus tesis.
¿Qué sentido tiene hacerlo, después de San Agustín?
¿No habíamos quedado en que "la fe comienza donde termina la
razón"? Vamos, seamos coherentes: si el nuestro es un acto de
fe, no deberíamos necesitar de la ciencia, ni del escepticismo
ni de la razón. No sería fe. Aunque sacar mano de la
razón a veces es conveniente, claro, como lo hiciste al alejar
de tu audiencia a gente de prontuario dudoso. (Me refiero al que ostentaba aquella mendaz
visionaria. Aunque ¡cuánto fastidio nos hubiésemos ahorrado
si en su momento ventilabas sus pecados!)
Según tu atenta epístola,
"no sabés si aquellos a los que les contaré de estas líneas
lo merecen o lo entienden". Qué lástima, Víctor querido, que
dudes de los méritos de mi círculo de amigos cercanos (San Pedro
y los apóstoles están que trinan). Dormí sin frazada: si es
tu voluntad, nadie más se enterará, y este intercambio quedará
entre vos y yo. Y si hiciera alguna excepción, no será por faltar
a mi palabra: mis amigos, creo, merecen y entienden y confío
en su discreción.
Créeme (¡mirá lo que
te estoy pidiendo!): a veces vale la pena dar una oportunidad
a la comprensión ajena. No sé, aquí también pensamos distinto.
No suelo ahogar la libre circulación de mis dichos, y eso quizás
se deba a que en privado pienso lo mismo que en público. Y es
una pena que no pienses igual: tu carta es valiosa, interesante
e, intuyo, sincera. Por eso te la agradezco, Víctor. En serio:
hace milenios que la estaba esperando. Y aprovecho la oportunidad
para confesarte que nunca dudé de tu honestidad intelectual
ni de tu calidad humana.
Certeza que -hasta donde sé, que es mucho- Agostinelli comparte.
Cerca del fin, gracias
por aquello de "estás a mis órdenes", pero atención: acordate
del libre albedrío. A propósito, se me ocurre una antepenúltima,
amigable idea de despedida: que la Consciencia Universal
te ilumine para que -la próxima vez que ejerzas el bendito acto
de abrir la cabeza y el corazón de las personas- contemples,
e incluso contengas, la posibilidad de que otros puedan discrepar
sin que por ello reciban gruesos epítetos.
Las puteadas se nos
puede escapar -claro que sí, hombre-, pero dejame recordarte
que ese espíritu colérico no es el que enseñan los libros
sagrados y, si nos salteamos la letra, es de buena educación
disculparse cuando se nos pianta un "me cago en ti". (*)
Por último, agrego:
la sensibilidad y la inteligencia, como la benevolencia
hacia nuestros semejantes, son valores que se pueden hallar
entre agnósticos, newagers y -vade retro- ateos.
En cuanto a los agnósticos, posición minoritaria de la humanidad
si las hay, entiendo que corresponde concederles el beneficio de la duda: fijate que,
pese a no tener buenos motivos para creer o dejar de
hacerlo, muchos de ellos tienen la testarudez de seguir buscando.
Con honestidad y amor por alcanzar, sino a la Verdad,
al menos sí verdadecitas.
Por esas pequeñas
verdades, las que facilitan las bendiciones de la vida diaria,
creo -sí: creo- vale la pena luchar, juntos o no. Esa clase
de verdades son las que todos (creyentes y no, sinceros y confundidos,
unidos y dominados...) podemos disfrutar.
Este encuentro fue
un gustazo, amigo.
Éxitos, paz y bien.
Hasta siempre, Víctor.
Bienvenido a Dios!
Dios
!
(*) Dicho sea de paso,
Agostinelli me encargó que te hiciera llegar sus disculpas por
las erratas que aparecen en tu biografía, a las cuales prometió
corregir a la brevedad.
[CARTA
III De Víctor Sueiro a Dios!]
"LA
BIBLIA ES UN GRAN LIBRO, DIOS, NO TE LO PIERDAS"
Dios!
le había reprochado a Sueiro cierto espíritu colérico. Aquí
el escritor -asombrado de la desememoria divina- le responde:
"Dejame recordar que hiciste borrar del mapa a Sodoma y
Gomorra por algunos problemitas sexuales que tenían sus habitantes".
También se preocupa por presuntas desviaciones 'newagers' que
adolecería el amo de llaves de Dios!:
"Que al menos que no termine adorando un tubo de dentífrico
o una tostada, como Graciela Alfano", escribe un Sueiro
más bien poco risueño.
From: Víctor Sueiro
To: dios@dios.com.ar
Sent: Wednesday,
July 16, 2003 9:45
PM
Subject: Hola, Dios. Soy Víctor.
Querido Dios:
Fue un placer sentir
que te apartaste de tus ocupaciones para escribirme. Dejar a
un lado cosas como Irak sabiendo que es un mini-Vietnam, los
chicos desnutridos de varias provincias argentinas, los atentados
salvajes de Medio Oriente o calderas hirvientes como Colombia,
Venezuela, Corea del Norte, etcétera, ha sido un gran gesto.
De todas formas ya sabemos que en esos lugares y hechos el que
maneja los hilos es aquel ángel traidor al que hoy llamamos
Satanás que, como bien sabés, en hebreo significa "enemigo".
A propósito: teniendo en cuenta lo que acabo de escribir, me
llamó la atención que me retaras un poco o fingieras no comprender
que yo usara el término que no sólo identifica como nombre al
ángel caído sino que, además, se repite muchísimo a lo largo
de las Sagradas Escrituras. Un gran libro, Dios, no te lo pierdas. Es ese que sacan a relucir todos
los tipos que van presos, en especial los políticos (con perdón
de la palabra). El mismo gran libro donde Vos hecho hombre y
con el nombre bienamado de Jesús sonreís con simpatía
ante el espíritu cabrón indiscutible de dos de tus apóstoles,
hermanos ellos, Juan y Santiago. Se enojaban fácil y casi siempre
querían pelear hasta físicamente para defenderte a vos y a tus
enseñanzas. En serio que eran bravos, casi jodidos diría yo.
Si hasta en el Nuevo Testamento figura el nombre que vos les
dabas como una muestra de comprensión, simpatía y cariño: Hijos
del Trueno.
Por eso también me llamó la atención que en tu bienvenida carta
me retaras (otra vez) por lo que llamas "espíritu colérico",
agregando que no es lo que enseñan los libros sagrados. No me
digas eso, Dios, Padre, Luz Divina: descarto que tengas problemas
de memoria y supongo que sólo se trata de trampitas que me ponés
para ver mi reacción, pero dejame recordar que hiciste
borrar del mapa a Sodoma y Gomorra por algunos problemitas sexuales
que tenían sus habitantes;
que dejaste a Job no sólo sin su fortuna sino también sin su
familia, sólo para que aprendiera; que nada más que para
probar su lealtad hiciste que Abraham levantara un puñal para
clavarlo en el pecho de su hijo aunque le mandaste un oportuno ángel que detuvo la
mano en el momento justo ya que para eso están los ángeles,
entre otras cosas. Podría enumerar muchos otros ejemplos, Dios,
pero no quiero ser irrespetuoso y por otro lado admito que los
que conté son del Antiguo Testamento, libro sagrado más del
judaísmo que del cristianismo, aunque esto servirá para dejar
en claro a nuestro común amigo y colega Alejandro Agostinelli
(la temible doble A) que también me encantan los hechos
y milagros que vengan de orígenes no sólo católicos sino de
cualquier creencia seria.
Hablando de Agostinelli:
lejos está de mí reprenderte, Dios, ni meterme con tus amigos,
pero me sorprendió que en tu carta mencionaras esa Consciencia
Universal (así con mayúsculas) como algo que debería iluminarme.
Así te llaman los new age, esos que pretenden creer en todo
y por eso terminan no creyendo en nada. Agostinelli, qué duda
cabe, es demasiado inteligente como para ser uno de esos que
mezclan en el mismo changuito del supermercado de la fe a Vos,
a Vos Hijo como profeta, a Buda, a la ecología, al grupo Caos
contrario al superagente 86, al plomero de la otra cuadra, al
yoga y a un primo que tienen en Bélgica.
No creo que el bueno
de Alejandro frecuente esas cosas, pero si así fuera te ruego
que no te dejes influenciar por él (es muy astuto y hábil) y
que trates de sacarlo de eso. Ya sé que hacerlo creyente tuyo
o de la Mamita no es tarea fácil, pero al menos que no
termine adorando un tubo de dentífrico o una tostada, como Graciela
Alfano.
Bueno, me encanta
escribirte, Dios, pero ya estoy llegando tarde a una cena fuera
de casa. Contesto muy pocos mails, pero vos sos algo especial.
Con esos poderes de elegido que me has dado y que me permiten
leer la mente, viajar en el tiempo, cocinar un caldo Knorr Suiza
y comer spaghettis sin salpicarme de tuco, vislumbro que estás
siendo una suerte de dulce intermediario y que, como quien no
quiere la cosa, vas provocando algo parecido a un por ahora
tímido acercamiento entre el doble A y yo. No sería raro, después
de todo eso forma parte de tu trabajo, aunque cosas así las
dejás para los ángeles, pero mejor no nos metamos con el tema
porque supongo (ojalá que mal) que Alejandro no cree en esos
enviados especiales tuyos aún cuando -ellos sí- aparecen en
todas las sagradas escrituras no sólo de las tres religiones
monoteístas claves sino de otras de hoy y de hace milenios.
Alejandro.
Ya lo estoy llamando por el nombre a secas. Mejor ni releo y
envío. Además, llego definitivamente tarde a la cena.
Hasta siempre, Dios.
Y bienvenido a mí.
Como siempre, a Vos
rogando y con el mazo dando,
Víctor Sueiro
PD: Te dejo mi teléfono,
Señor. No tengo el tuyo, aunque algunos amigos en problemas
me han dicho mil veces "pedile por mí, vos que tenés línea
directa". 4791-...
[CARTA IV De Dios!
a Víctor Sueiro]
"NO ME ENSEÑES A DIFERENCIAR CREENCIAS 'SERIAS' DE LAS
QUE NO LO SON"
Víctor Sueiro le había tendido la mano y Dios!
se la estrecha gustoso, aunque no sin antes aprovecharse de
su condición de anfitrión para quedarse con la
última palabra. No sólo le cuestiona a Sueiro "aceptar
casi al pie de la letra los contenidos metafóricos de imperfectos
textos humanos" sino que se muestra ofuscado por prohibirle
difundir sus cartas. Sueiro, en un imprevisto impulso de generosidad
franciscana, lo llamó amigablemente y le autorizó publicar
sus textos, intercambio que finaliza con este mail.
From: dios@dios.com.ar
To: victor sueiro
Sent: Saturday,
July 19, 2003 12:58
AM
Subject: Hola, Víctor. Soy
Yo otra vez
Querido Víctor:
Te agradezco tu generosidad así como lo hacés con la Mía, pero
no quiero que vuelvas a perderte ninguna cena más por Mí, y
menos que sigamos enfrascados en esta polémica desquiciada:
estoy seguro de que ambos tenemos cosas apasionantes por hacer,
al menos mucho más que discutir interminablemente sobre las
partes anatómicas de los ángeles. De antemano te anticipo
que no nos pondremos de acuerdo en muchas, quizá demasiadas
cosas, entre ellas cuando parecés aceptar casi al pie
de la letra los contenidos metafóricos de imperfectos textos
humanos o cuando, al borde de la herejía, pretendés enseñarme
a diferenciar -por momentos parecés olvidar quién Soy- aquellas
creencias "serias" de las que no lo son. (¡Vaya, cosa rara
los caprichos culturales de la especie que he creado!).
Es en cualquier caso una verdadera picardía que tus amables
epístolas permanezcan ocultas ante los ojos de los mortales
conectados a la Matriz -y a Mi sitio, tan amplio y pluralista
como no lo puede pretender nadie más sobre la faz de la Tierra
y aledaños-, y sólo se lean las campanadas de quienes cuestionaron
tu trabajo mientras hacían zapping. A ellos se los ve tan dispuestos
a despertar, a abrir su corazón, y sin embargo vos insistís
en negar al mundo esa posibilidad [N. del E.: como se advierte,
Sueiro luego revisaría esa posición.]
En cuanto al, como decís, "bueno de Alejandro", da
la impresión de que te preocupa tanto que su alma esté
poseída por creencias heterodoxas como si estuviera huérfana
de ellas. No te preocupes tanto por él: no sé si es tan
inteligente como le gusta hacer creer, pero parece que, como
el mono, se las arregla bien solo. (Si bien la otra tarde me
confesó que le pasaste raspando: al parecer adora a un sospechoso
dios que se cepilla los dientes con Colgate y que alguna vez
cometió el sacrílego ritual de desayunar con la Alfano.)
No tenés Mi teléfono por la sencilla razón de que Telecom me
cortó la línea (con los franceses, desde Lacan y Baudrillard,
estoy en rebeldía), aunque, quién sabe, a lo mejor en breve
tenés noticias mías: estoy negociando con Telefónica.
Pero sería el colmo de la descortesía no darte el teléfono
de Agostinelli: 4827-...
Paz, amor y tecnología.
Dios
!