Entre marzo y abril de 1954, en Seattle, Estados
Unidos, se disparó una de las epidemias más extrañas
jamás registradas. La prensa comenzó a informar
que algunos vecinos habían descubierto que los parabrisas
de sus vehículos estaban marcados por pequeñas picaduras,
semejantes a dentelladas. Sólo entre el 14 y el 15
de abril, la policía recibió 242 llamadas. Se sospechó
de vándalos, pero a medida que el número de casos
aumentaba, la hipótesis se descartó. La sensibilidad
atómica, que por aquellos años estaba a flor de
piel, hizo que alguien planteara una hipótesis inquietante:
que las marcas podían estar siendo provocadas por las
lluvias radioactivas de ensayos nucleares que se acababan de realizar
en el Pacífico. Algunos automovilistas comenzaron a
proteger sus parabrisas con diarios; otros, a guardarlos en garages.
OJOS QUE NO VEN, CORAZÓN QUE NO SIENTE En
la noche del 15 de abril, el alcalde de Seattle le pidió
ayuda al mismo presidente de los Estados Unidos, Dwight
Eisenhower. Más tarde, un estudio del Environmental
Research Laboratory de la Universidad de Washington presentó
sus conclusiones. Las marcas "siempre habían estado
ahí": habían sido el resultado de la proyección
natural y reiterada de las partículas de asfalto de la
ruta. El número de marcas era directamente proporcional
a la edad del vehículo: cuanto más antiguo era,
más marcas tenía. ¿Qué había sucedido
en Seattle? "Pues -apunta el experto en rumores, Jean
Noël Kapferer- no había habido una epidemia
de parabrisas sino de parabrisas examinados".
El desconcierto oficial había alimentado
la ansiedad popular y, en poco tiempo, toda la ciudad puso atención
en un detalle en el que nunca antes había reparado.
Así se explicaría la súbita profusión
de casos sin explicación y sus parámetros estándard:
pocos afectados habrían informado una ‘mutilación
de parabrisas’ que no se hubiera ajustado al estereotipo. Y si
alguien lo hacía, enseguida sería desestimado por
los ‘expertos’ de ocasión. En 1980, un trabajo del sociólogo
J. R. Stewart, titulado Collective
Delusion: A Comparison of Believers and Skeptics, se interesó
en el impacto de medios, autoridades y ufólogos en la génesis
de estas epidemias. En su estudio demostró una correlación
positiva entre el número de incidentes en ciertas
zonas y el volumen de noticias dedicadas a mutilaciones
de ganado en los medios de difusión. Stewart, además,
agregó que la Policía, con mínima o nula
experiencia en determinar las causas de la muerte del ganado,
era proclive a aceptar las explicaciones de los granjeros o veterinarios
locales, por otra parte más habituados a tratar con
animales vivos.
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Dwight Eisenhower
Jean Noël Kapferer J.
R. Stewart
ENLACES RELACIONADOS Bartholomew, Robert;
"The Seattle Windshield Pitting Epidemic: A Famous Mass Delusion
of the Twentieth Century," (http://www.eskimo.com/~pierres/windshield.html).
Windshield pitting incidents in Washington reach
fever pitch on April 15, 1954.
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