Claudio
María Domínguez había vuelto de las
islas Filipinas con un frenesí desbordante. A las operaciones
psíquicas del reverendo
Alex Orbito -líder de la Unión Espiritista
Cristiana- ya las conocía. Y, tras una exitosa gestión
con la gente de la Fundación Argentino-Brasileña
(FAB), consiguió que le permitieran filmarlas y le pidió
una cámara a Alejandro Romay para que emita las imágenes
por Nuevediario. “Orbito nunca había autorizado
algo así. Pero Stella Maris Marusso
(directiva de la FAB) confió en mí: ‘Algo me dice
que vas a ser objetivo, espiritual o respetuoso’. ‘Así
será’, le prometí. Pero también le anticipé
que, si veía alguna porquería, lo iba a tener
que decir”.
Sin el apoyo de la FAB, insiste, jamás hubiera podido
filmarlo. ¿Por qué tanta resistencia? “Porque
Orbito fue bastardeado siempre”, dice. Le averguenza admitir
que necesitaba ver para creer. “¿Por qué? Porque
podría haber sido de espíritu más abierto...”.
Canal 9 presentó sus informes como una investigación
periodística. “En la filmación de la primera operación
me puse a llorar. En la segunda no podía hablar y largué
el micrófono. Recién en la tercera me puse a ver.
Y en la cuarta -cuando ví lo que ví- me fuí
acostumbrando”, cuenta.
No sin malicia, el cronista le inquiere si se postula a ocupar
el puesto que dejó vacante José
De Zer en el noticiero. “De Zer es gracioso. Pero
yo no tengo horarios. La idea es hacer un informe mensual”.
Sueña con buscar a los herederos de Zé
Arigó en Brasil y la magia de Sai
Baba en la India. “Pero ojo: también me gustaría
cubrir el Festival de Cannes”, aclara.
EL CORAZÓN BLINDADO
El fervor con que Dominguez transmitió su experiencia
con los cirujanos filipinos se tradujo en un torrente incontenible
de palabras. Todas de elogio. “Realmente creés que no
es tan importante cómo lo hacen sino los resultados que
obtienen? ¿Tampoco te importa si es un engaño?”,
preguntó el cronista. “Lo importante -responde- es que
han logrado resultados maravillosos en miles de personas. De
última, a mí me encantó verlas y me sirvió
para que Romay tenga 3 o 5 puntos de raiting más según
la agencia IBOPE. Pero el resultado es más piola que
el efecto”.
Frente a la pregunta de por qué -en vez de descalificarlos-
no equilibró su informe con la opinión de ilusionistas
o de asociaciones médicas filipinas, se ataja: “No lo
hice porque yo no soy un periodista riguroso”, y se nota que
empieza a sentirse molesto. En un capítulo de Noche eterna
(una miniserie que iba a estrenar Canal 9) aparecen personajes
que abrazan caminos espirituales, y buscar inspiración
para esa historia era otro de los motivos de su viaje: “Fuí
a buscar un testimonio para mí. Mentiría si dijera
que fuí a desmitificar. Fuí objetivamente a utilizarlo.
A que sirviera para lo mío”, se sincera.
Atestiguar la reacción de Claudio ante los cuadros del
video que suscitan más firmes sospechas de fraude, era
una tentación difícil de resistir. “Si vieras
evidencias de cómo está hecho el truco en lo que
vos filmaste, ¿revisarías tu opinión?”.
La respuesta fue demoledora: “No, porque creo que, frente al
hecho terminal, todo recurso que maneje la magia de la autocuración
es bienvenido”.
-¿Aunque sea un fraude?
-Si los resultados son memorables, bienvenido el fraude.
LA MARCA DEL DESEO
La fe del verdadero creyente, como se sabe, suele ser invulnerable.
Pero poner a prueba sus límites es un ejercicio interesante:
“¿Nunca sospechaste que si no deja marcas o cicatriz
es porque nunca hubo operación?”. Dominguez, inflexible,
arguye: “No, porque no operan el cuerpo físico sino el
energético del paciente”.
-Y entonces para qué meten la mano en el cuerpo físico?
¿Por qué la supuesta sangre? “Porque el nivel
energético del cuerpo bioplásmico se funde con
la energía que ellos manejan”. O al menos eso es lo que
le dijeron.
Dominguez reafirma que sólo él sabe lo que vio
y que llevó al camarógrafo para que le crean.
El cronista amagó mostrarle las imágenes que justifican
su escepticismo. “¿Y qué pudiste ver que no hayamos
visto nosotros?”, presumió. “Esto: lo que se ve ahí
bien podría ser un menudo de pollo o una ampolla inyectada
en sangre”.
Claudio, en vez de acercarse, alejó la vista de la foto.
Parecía negarse a ver algo que iba contra sus deseos.
Aunque tal vez quiso hacer foco. O quizá no se inmutó:
este cronista -después de todo- no se jacta de ser un
testigo infalible. De hecho, antes de cerrar este informe, consultó
a dos ilusionistas para que confirmen o desmientan sus observaciones.
Valió la pena: Enrique
Márquez y Marcelo Merpin
Slullitel -magos expertos en fiascos paranormales- todavía
tenían mejores argumentos para engordar la hipótesis
de fraude.
“Mirá acá. Esto, ¿ves? Para descubrir el
truco hubo que ver el video cuadro por cuadro...”. Fue un comentario
piadoso: en verdad, el bulto que Orbito esconde en su mano y
lleva hacia la nuca del paciente que luego aparecerá
bañada en sangre se puede ver a simple vista, sin necesidad
de congelar la imagen.
“Andá a cantarle a Gardel, Alejandro”, bromeó.
Pero enseguida se puso serio. “¿Qué es esto, entonces?”,
contraatacó el nombrado. “Cualquier cosa menos la prueba
de un truco”. Su tozudez era comprensible. Tanto como la del
cronista. Que subrayó: “Y sin embargo, ahí está...”.
Claudio defendió su posición con un desafío:
“¡Andá a demostrarlo..!”. Pero, ¿a quién
le corresponde demostrar la buena o mala fe de Orbito? ¿A
quien ofrece argumentos para dudar? ¿O al perplejo promotor
del sanador extraordinario?
A esa altura, seguir hurgando en la herida parecía imprudente,
o por lo menos innecesario.
- “Bueno, podrías mirar el video de nuevo”, invitó
el cronista.
- ¡No! ¡Si lo vimos cien veces! ¡Si viste
algo que nosotros no vimos, sos genial!.
- Gracias. Pero entonces, ¿qué es lo que se ve
ahí?”, fue la pregunta final.
Dominguez pensó un instante y dijo: “No sé, habría
que ver la filmación de nuevo...”.
Claudio Dominguez se maravilla por el hecho de que exista gente
capaz de lograr que otra gente tenga algo en qué creer.
El cronista también. Pero no a cualquier precio. Por
eso le preguntó una vez más:
- ¿Aunque sea un fraude?
- Aunque sea un fraude. Nuestra diferencia es dialéctica.
Porque si los resultados son notables, súblimes de por
sí, ya no son un fraude. En este sentido, para mí
el fin justifica los medios.
Alejandro Agostinelli © 1995 Todos los derechos
reservados. Primera publicación: Sección “En trance”,
La Prensa, Buenos Aires, 8 de mayo de 1995.
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