Con este título se presenta la edición española
de la obra "Des hommes, des dieux et des extraterrestres"
del etnólogo Wiktor Stoczkowski.
Su intención declarada es someter a estudio desde la perspectiva
etnológica una creencia contemporánea, la teoría
de que la civilización humana surgió como consecuencia
de la labor colonizadora de visitantes extraterrestres.
Como fruto de esa perspectiva, el autor realiza
afirmaciones polémicas. Si alguien espera una refutación
de las obras de Erich Von Däniken,
Robert Charroux y compañía
este ensayo les defraudará porque no es ése su propósito.
Su intención es comprender los porqués, porqué
aparece esa teoría, porqué tuvo éxito.
Comienza el autor por poner en duda el tan traído
y llevado retorno de lo irracional. Si bien algunas creencias
están en expansión, otras se han reducido hasta
límites insospechados hace unos años. Hablando de
la creencia en visitas extraterrestres, da las cifras de que en
1.982 el 33% de los franceses creía en su existencia, porcentaje
que en 1.993 se había reducido a un 18%. Así el
autor declara: "En cambio, la irracionalidad siempre existirá,
sean cuales fueren sus avatares y caricaturas periodísticas.
Porque está ahí, latente, aun cuando la letra impresa
no fije en ella su atención: la irracionalidad es parte
permanente de nuestra vida cotidiana y del entorno cultural de
nuestras sociedades." (Pág. 21)
Por ello, desecha la posibilidad de que la teoría
de los "astronautas en la antigüedad se deba a un clima
de irracionalidad fomentado por el cambio de milenio. La irracionalidad
está siempre presente, se limita a adoptar unas formas
cambiantes según los tiempos. Así, la cuestión
es dilucidar qué elementos son los que se combinaron
para crear una teoría tan extraña en apariencia.
"Cegados por esta convicción, nos creemos que la racionalidad
es nuestro modo habitual de ser y que la irracionalidad, agazapada
en las lindes siniestras del orbis exterior, solo perturba de
manera ocasional el muy razonable funcionamiento de nuestras sociedades."
(Pág. 24) "Estudiar la racionalidad en sí misma
significa reconocer que el análisis del pensamiento considerado
irracional o paracientífico nos da indicaciones sobre la
racionalidad tan preciosas como las que aporta el análisis
del pensamiento científico, sin que haya que confundir
uno con otro." (Pág. 31)
Comienza el autor por una breve descripción
del éxito popular de la obra de Von Däniken, pero
señala que nada de ello explica el porqué de tal
aceptación ni nada dice de su inicio. Por ello, inicia
la búsqueda del origen de tal teoría. Un primer
nombre es el de Robert Charroux, un cartero y periodista francés
que se había adelantado al suizo en 5 años.
"Cuando estalló el asunto del plagio,
Robert Laffont ya tenía en sus manos la traducción
acabada del libro de Von Däniken, y se disponía a
publicarlo. Editor sagaz, Laffont sabía que sería
más lucrativo publicar la obra de Von Däniken, aunque
fuese un plagio, que llevarlo a los tribunales." (Pág.
41)
Por ello, hay que replantear la pregunta que ya
no es porqué Von Däniken creó esta teoría
sino porqué lo hizo Charroux. Éste consideraba
como sus precursores a Louis Pauwels
y Jacques Bergier, autores de "El
retorno de los brujos" obra publicada por Gallimard en 1.960
y cuyo éxito dio inicio a una larga serie de secuelas en
forma de las publicaciones de la Encyclopédie Planète.
Las "pruebas" arqueológicas que supuestamente
demostraban las teorías de Von Däniken aparecían
en la obra de Charroux y éstas, a su vez, en la de Pauwels
y Bergier. Stoczkowski aprovecha esta circunstancia tanto para
recordar que dichas "pruebas" han sido refutadas por
especialistas competentes como para reflexionar sobre la inutilidad
de tal proceder: "Por consiguiente, todo invita a pensar
que las pruebas no eran la piedra angular de las ideas dänikenianas,
del mismo modo que, antaño, las reliquias cristianas -innumerables
clavos de la cruz de Cristo o varios
cráneos de san Juan Bautista-
no fueron indispensables para la solidez de la fe, pues precisamente
era ese fe la que originaba una prodigiosa multiplicación
de reliquias." (Pág. 49)
Por ello propone que se considere que las teorías
paracientíficas no surgen de una mala interpretación
de la evidencia existente sino que la creencia precede a las pruebas
de forma que aun cuando se consiguiera demostrar lo errado de
la evidencia aportada por estos autores, la fe permanece incólume.
Si nos limitáramos a demostrar la vacuidad de esas evidencias
no llegaríamos nunca a comprender la causa de la creencia
en sí. A continuación denuncia el error que
cometen algunos escépticos al hablar de las pseudociencias
y tildar a sus creyentes de imbéciles, locos o ignorantes
cuando las cifras estadísticas demuestran que nada de ello
es así por sistema. La creencia en los astronautas de la
antigüedad estaba más extendida entre las personas
con una formación media que entre los que sólo habían
cursado estudios básicos. Se impone así el buscar
una explicación más amplia que no apunte tanto a
cada individuo como a la sociedad en su conjunto. Surge entonces
la explicación del mito como forma de eludir las obligaciones
que la sociedad no estaba dispuesta a asumir, los extraterrestres
vendrían a ser una especie de dioses laicos responsables
de la buena marcha de nuestro planeta. Sin embargo, esa explicación
tampoco es correcta en este caso. Ni Charroux ni Von Däniken
eran ateos ni sus obras eran, precisamente, tranquilizadoras.
Charroux consideraba inevitable una guerra nuclear, Pauwels y
Bergier consideraban que ese conflicto sería beneficioso
al propiciar mutaciones en los supervivientes, Von Däniken
hacía responsables a los supuestos visitantes de destrucciones
masivas como Sodoma, Gomorra...
Por tanto debemos buscar nuevas explicaciones puesto
que las ya propuestas son, como hemos visto, cuando menos parciales.
Para ello es fundamental la comprensión del cómo
se originó esa teoría, investigar sus causas materiales,
formales, eficientes y formales. La causa material hay que buscarla
entre las ideas existentes en la época, la formal en las
distintas formas de intentar explicar el mundo que rigen en cada
época (pensamiento mítico, filosófico, científico...),
la causa eficiente reside en el individuo que crea una teoría
tanto si acepta las teorías ya existentes como si se aparta
de lo que denominamos cultura, la causa final es la determinación
de qué pretende su autor con la formulación de tal
teoría. Para Stoczkowski sólo esta cuádruple
explicación podrá dar respuesta a la pregunta planteada.
La causa material es la ciencia-ficción
puesto que cumple con las dos condiciones necesarias para ser
considerada como tal. La precede temporalmente y presenta elementos
comunes con la teoría de los astronautas en la antigüedad.
La ciencia-ficción como género literario popular
se data en los finales de la década de los 20 y comienzos
de la de los 30 con el auge de las revistas "pulp" como
Amazing Stories, Weird Tales... por tanto cumple
el primer requisito. Un estudio de los cuentos de aquellas publicaciones
permite encontrar los mismos elementos presentes en la teoría
de Von Däniken. Visitas extraterrestres en la Prehistoria
aparecen en narraciones de autores como Barshofsky (1936), Clarke
(1950)... Las civilizaciones desaparecidas pese a su gran desarrollo
tecnológico fueron otro tema común en las obras
de Merritt (1918), Lovecraft (1931)...
y de numerosos escritores europeos como Moselli (1925) y Augilard
(1923 y 1.931). Incluso las "coincidencias" son aún
más evidentes en la obra de Hamilton (1923) en la que se
atribuye a los marcianos la erección de los moais de la
isla de Pascua o de Carsac (pseudónimo literario del conocido
prehistoriador Bordes) que en 1956 imaginó a un extraterrestre
aterrizando en la Tierra por un accidente en su astronave y consiguiendo,
gracias a sus conocimientos tecnológicos, provocar una
evolución cultural acelerada en los Neandertales con lo
que debe convivir. Sin embargo, en ningún autor son más
evidentes los paralelismos con la teoría de los astronautas
en la antigüedad que en la obra del italiano Rapuzzi que
en dos novelas "Érase una vez un planeta" (1954) y
"Cuando yo era aborigen" (1955) imaginó dos civilizaciones
extraterrestres en el sistema solar, la irresponsabilidad de una
de ellas provoca la destrucción de su propio planeta (creando
lo que hoy se denomina Cinturón de Asteroides) y causando
graves daños en Marte cuyos pobladores deben emigrar a
la Tierra y Venus. En nuestro planeta se unen con los aborígenes
creando una raza nueva muy evolucionada. Sin embargo, con el paso
del tiempo surgirán enfrentamientos entre las dos colonias
creadas (Mu y la Atlántida) que se destruirán mutuamente
por lo que sólo quedará de ellas el recuerdo en
forma de mitos. Sin embargo, hace falta un tercer elemento, una
conexión entre la ciencia-ficción y los formuladores
de la teoría de los astronautas en la antigüedad.
Ese nexo es Bergier, lector de los pulp norteamericanos,
redactor y asesor en varias revistas francesas de esta temática
antes de co-escribir "El retorno de los brujos" obra
en la que cita expresamente a varios de los escritores antes citados.
Con ello, podríamos dar por concluido el
asunto y considerar que la teoría de los astronautas de
la antigüedad es, tan sólo, una derivación
corrupta de la ciencia-ficción. Sin embargo, no sólo
debemos observar los parecidos sino también las diferencias.
La más clara es que además de estos aspectos formales,
en las obras de Charroux, Däniken... aparecen elementos
propios de las religiones como puede ser una cosmogonía
y una soteriología. Esto nos conduce a la causa formal.
Nuevamente, la propia ilógica de tal teoría
puede hacernos pensar en una formulación original, sin
embargo no es así. Podemos ir observando las teorías
teológicas de Däniken y buscar sus antecedentes. Su
idea de una evolución humana cuyo fin último es
reintegrarse al seno de la divinidad está tomada de Teilhard
de Chardin, su panteísmo y su negación
de la divinidad del Dios de la Biblia se relacionan con el Gnosticismo
de raíz platónica. También aparecen elementos
tomados de las religiones orientales.
Sin embargo, esas influencias no se producen de
forma directa, es decir, Charroux, Däniken no estudiaron
la filosofía Gnóstica ni las religiones orientales
en sus fuentes originarias sino que aceptaron las lecturas que
de ambas realizó un movimiento ocultista a caballo de los
siglos XIX y XX, la Teosofía de madame Helena
P. Blavatsky, que, a su vez es deudor de otras creencias
pseudocientíficas anteriores como el espiritismo en especial
de la lectura que de él hizo Allan
Kardec para el que suponía, ni más ni menos,
que una teología práctica que ya no debía
basarse en la aceptación de una creencia sino que estaba
sujeta a experimentación, es decir, que se trataba de una
teología científica.
Todo ello fue mezclado por la Blavatsky con otras
ideas ocultistas como la existencia de una sabiduría ancestral
que se había ido perdiendo con el paso del tiempo para
formar su propia religión que intentó sustentar
en una serie de pruebas obtenidas de antiguos relatos literarios
y de los descubrimientos arqueológicos que se estaban produciendo
en esos momentos. Todo ello volverá a presentarse en la
teoría de los astronautas de la antigüedad. Así,
los libros de Charroux o Däniken no son fruto de su imaginación
sino que resultan los últimos exponentes de la tradición
esotérica que ha acompañado a la humanidad desde
siempre.
Sin embargo, tampoco ello es suficiente para explicar
esta teoría. Como causa eficiente debemos hablar de la
fiebre platillista que vivió el mundo desde que en 1.947
Kenneth Arnold observara unos objetos
volantes encima del monte Rainier. Su relato fue recogido en primera
plana de varios periódicos y apoyada incondicionalmente
por gente como el editor de ciencia-ficción Raymond
Palmer en su revista Amazing Stories. Tanto fue
su éxito que en 1.948 Palmer creó una nueva publicación,
Fate, en la que el "contactado" George
Adamski publicó varios trabajos. Su colaboración
con el teósofo inglés Desmond
Leslie fue fructífera. Más que fijarnos en
los aspectos grotescos de los "contactos" debemos prestar
atención a los mensajes en sí. Su carácter
es idéntico a las doctrinas teosóficas. Sólo
cambia, en principio, el medio. Si los contactados reciben los
mensajes vía extraterrestre, los teósofos empleaban
la escritura automática, el espiritismo, el mesmerismo
o la simple revelación. Esta diferencia no tardaría
en diluirse por obra de George H. Williamson,
un discípulo de Adamski que comenzó a recibir mensajes
telepáticos. No se detuvo allí, sino que comenzó
a buscar pruebas arqueológicas de la existencia de
visitas extraterrestres en un pasado lejano. Los mismos edificios
que para los teósofos habían sido pruebas de la
existencia de civilizaciones perdidas poseedoras de conocimientos
muy avanzados (pirámides egipcias y mayas, los trilitos
de Baalbek, la Puerta del Sol en Tiahuanaco, Stonehenge, la isla
de Pascua, la llanura de Nazca...) pasaron a ser el fruto de los
contactos con una inteligencia no terrestre.
En Europa, y con diferencia de unos pocos meses,
vieron la luz dos teorías similares creadas por personas
tan diferentes entre sí como un lord británico,
Brinsley Clancarty, y un científico
soviético, Modest Agrest.
Este muestrario de personajes impide la existencia
de una única causa final. Las motivaciones de cada
uno de ellos fue, probablemente, tan diversa como sus propias
creencias. Si el conde de Clancarty era un ocultista convencido,
Agrest explotó la teoría de que los dioses de las
diversas religiones no eran, a fin de cuentas, más que
extraterrestres. Lo que sí parece claro es que la motivación
en un principio no fue claramente económica. Si bien Palmer
sí se lucró con sus revistas, la publicación
de los primeros libros fue muy dificultosa puesto que las
editoriales no veían futuro comercial a estos escritos.
Por ejemplo, las obras de Charroux sólo se vendieron bien
a raíz del éxito de Däniken.
Hasta aquí, Stoczkowski ha realizado el análisis
de las causas para la aparición de la teoría de
los astronautas de la antigüedad. A partir del capítulo
10 intenta explicar la razón de su éxito popular.
Comienza por una declaración que puede parecer sorprendente.
La refutación de las "pruebas" arqueológicas,
míticas... aducidas por estos escritores es casi inútil.
La razón para ello es que obedecen a una construcción
intelectual completamente distinta a la construcción científica.
Si para nosotros las teorías se forman a partir de las
pruebas, para ellos la teoría antecede a las pruebas
de forma que aunque éstas se demuestren equivocadas eso
no supone que la teoría sea incorrecta. Sólo
así se explica que Pauwels y Bergier pudieran afirmar que
en "El retorno de los brujos" decían muchas tonterías
o que Däniken pudiera escribir un libro reconociendo alguno
de sus errores pero asegurando simultáneamente que eso
no suponía que sus teorías fueran erróneas.
La explicación de la realidad en Occidente
tiene tres tradiciones, la religiosa de raíz judeo-cristiana,
la científica y la esoterista u ocultista. A ésta
es a la que se adscribe la obra de los autores citados. El ocultismo
occidental intenta ser una unión de ambas y, a la vez,
supone su crítica. Si para los ocultistas la religión
no es creíble por cuanto sobre una base real se han
acumulado dogmas sin sentido, la ciencia no es más que
el camino al ateísmo y al materialismo estéril.
Numerosas personas aceptan ambas premisas lo que
supone una primera explicación para el éxito
de las obras de los autores citados. La segunda causa hay
que buscarla en el ambiente de la época impregnado de la
llamada contracultura. Si el ocultismo del S XIX se difundió
en ambientes en los que se extendieron simultáneamente
ideas como el naturismo, el vegetarianismo y la medicina homeopática,
los años 60 fueron los de desconfianza ante la ciencia,
la apertura a nuevas formas de espiritualidad, la experimentación
con drogas, las comunas...
Un tercer factor fue la mercadotecnia. Los
libros se veían "confirmados" por documentales
para la televisión, revistas de temática paranormal,
colecciones de libros, conferencias e incluso por los medios de
comunicación serios que se hacían eco de las mismas
historias que éstos narraban.
El libro de Stoczkowski podría concluir en
este punto y ya resultaría una lectura obligada
por cuanto supone el estudio más completo y riguroso del
origen y desarrollo de una teoría pseudocientífica
publicado hasta la fecha. Su análisis del dänikenismo
y su relación con la ciencia-ficción y la teosofía
es ejemplar, está repleto de noticias interesantes,
de detalles muy poco conocidos o inéditos de los escritores
que la formularon y de reflexiones importantísimas sobre
el ocultismo y la pseudociencia. Sin embargo, el autor no se detiene
aquí.
Los capítulos 11 y 12 suponen un motivo para
la reflexión e incluso la polémica para los escépticos.
El autor comienza marcando distancias con el relativismo cultural.
Para él es innegable que la ciencia funciona, que es el
"racionalismo productivo" y que, por tanto, no puede
ser equiparada a la pseudociencia que no ofrece resultados prácticos,
pero también advierte que el proceder de muchos científicos
incurre en los mismos errores que denuncian, que no quieren ver
más que los hechos que confirman sus teorías, lo
que, por supuesto, no supone una descalificación de la
ciencia en sí.
Tampoco silencia la peligrosidad de creencias que
se difunden al amparo del ocultismo como algunas sectas o el racismo
antisemita de autores como Charroux. Esto puede hacernos pensar
que el autor apuesta por el escepticismo, sin embargo Stoczkowski
también señala sus errores: "En realidad, partiendo
de la tenaz convicción de que las ‘sectas’ son peligrosas,
sus enemigos acérrimos se fijan exclusivamente en las
malas acciones de estas, sin prestar mucha atención
a los movimientos y miembros que no han cometido irregularidad
alguna. La lógica que inspira los ataque contra las
‘sectas’ es idéntica a la empleada por estas mismas ‘sectas’
cuando intentas aportar ‘pruebas’ de sus doctrinas, ocupándose
únicamente por las posibles confirmaciones, pero excluyendo
de antemano cualquier dato que vaya en su contra." (Pag.
328) "Los enemigos acérrimos de las paraciencias y
las ‘sectas’ se consideran a sí mismos el último
baluarte que todavía resiste al azote apocalíptico
de la ‘irracionalidad’. Pero, en lo esencial, siguen la misma
senda que sus adversarios..." (Pág. 330).
Independientemente de que aceptemos o no dicho análisis
(y un error es claro, que Stoczkowski cae en la misma equivocación
que denuncia, a saber, meter a todos los escépticos
en el mismo saco y citar sólo las obras que sostienen
sus afirmaciones) sí hay en esta obra razones de sobra
para la autocrítica, la más importante de las cuales
es la aceptación de teorías parciales para explicar
el éxito del dänikenismo por un excesivo reduccionismo,
seguida de cerca por la confusión que sufren algunos escépticos
entre la refutación de una teoría errónea
y la argumentación ad hominem. Todo ello debiera
ser motivo de reflexión para nosotros. Ojalá que
así sea.
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de Chardin
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Raymond Palmer
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Desmond Leslie
George H. Williamson
Brinsley Clancarty
Modest Agrest
Primera publicación: El Escéptico
Digital / Edición 2002 - Número 02 - 17 de Marzo
de 2002 / Boletín electrónico de Ciencia, Escepticismo
y Crítica a la Pseudociencia © 2000 ARP - Sociedad
para el Avance del Pensamiento Crítico / ARP-SAPC http://www.arp-sapc.org/lecturas/extraterrestres.html
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