Producida por Steven
Spielberg para el canal Sci-Fi,
Taken es la gran novela por entregas de secuestrados
por extraterrestres que “el mago de Hollywood” prometía
desde 1995 (cuando su nombre apareció gratuitamente asociado
a la muñecopsia
de Roswell) y que ya ganó el premio Emmy 2003
a la “Mejor Miniserie de Televisión”, con un costo de producción
de 40 millones de dólares y que en América Latina
comenzó a emitiir la HBO todos los jueves a las 22:00 hs
desde el 6/11/03.
Son tres historias familiares que se van desvelando como una muñeca
china y cuyas biografías -a lo largo de varias generaciones-
muestran cómo viven sucesivas revelaciones, para enfrentarse
-por fin- con las consecuencias de un pavoroso plan. La
miniserie llevó al Sci Fi Channel a la cumbre, convirtiéndolo
en el canal de televisión por cable más visto en
el país durante diez noches en diciembre 2002, llegando
a superar los diez millones de televidentes en todos los Estados
Unidos.
Taken rebosa en detalles que un puñado de notables directores
consiguieron hacer calzar en 20 horas de aire, distribuidos
en 10 capitulos de 2 horas cada uno. El argumento de
la saga juega al límite con la posibilidad de que “todo
lo que siempre se dijo sobre las abducciones, como se les llama
a los casos de secuestros de humanos por extraterrestres, puede
ser verdad”. La serie, en efecto, se mueve hacia adelante anclada
en la presunción de que la trama es la punta del iceberg
de una realidad atroz, mucho más de lo que cabría
esperar de las noticias que suelen publicar las revistas y reflejan
películas o libros sensacionalistas. Y en este contexto
sus protagonistas descubren haber sido manipulados por una raza
extraterrestre (similar a los Grises de la cultura alienígena
post-Strieber)
capaces de adaptarse a la formas más convenientes
y con la facultad de manipular las fantasías humanas
e introducir a sus víctimas creencias útiles para
lograr sus fines, a saber: concebir, tras múltiples fracasos
a lo largo de la historia de la Humanidad, una nueva criatura:
un híbrido que dé como resultado un mestizaje perfecto
entre ambas civilizaciones. En fin: si el lector era seguidor
de X-Files (Chris
Carter, 1993-2001), comprenderá de qué
estamos hablando.
A diferencia de la ciencia ficción que busca empaparse
de conocimientos científicos para tornar a su argumento
verosímil, Taken se decanta por el realismo fantástico,
abrevando de la mitología extraterrestre y de criaturas
folklóricas que les precedieron, como las hadas y los elfos.
Esa falsa “aura de autenticidad” (esa aura que le niega el carácter
fantasioso del argumento) lo obtiene gracias al formato documental.
Después de todo, si hay 100 millones de norteamericanos
que afirman creer que naves ET visitan o han visitado a la Tierra,
o un 2 por ciento -según la controvertida Encuesta de la
Organización Roper- que asegura haber sido abducido, Taken
no ha sido realizada pensando en ellos sino en el resto del mundo,
ese que aún no está convencido y que la mini serie
espera convencer.
Tal vez por descansar más en la pseudociencia popular que
en hallazgos disponibles en el mundo real (ese que investiga para
captar la auténtica dimensión de un fenómeno),
la emisión fue presentada como una “miniserie épica”
antes que como “ciencia-ficción” a secas: los
alienígenas de Taken (aquellos que bosquejaron en sus libros
ufólogos que aceptan a pie juntillas el relato de los abducidos,
como John
Mack, David
Jacobs o Budd
Hopkins), están manipulando genéticamente
a la Humanidad, violan las leyes físicas presumiendo moverse
en una dimensión ajena a las conocida y sus intenciones
parecerían girar alrededor de la creación de un
superhombre estelar, a semejanza de los esfuerzos del último
gurú cibermístico heredado del siglo XX, Claude
“Raël” Vorilhon, Clonaid y su movimiento raëliano.
La trama, más bien, parece basarse en especulaciones que
-según observó la investigadora ecuatoriana Mónica
Williams de Girard- “delinearon en sus libros los ufólogos
Jacques
Vallée y John
Keel”. Williams, al ver el últmo capítulo
de la serie, se hizo las mismas preguntas que quizá se
plantearon muchos otros de espectadores: “¿Para qué
lo hacen? ¿Con qué fin? Ellos dicen que éste
es ‘simplemente cientifico’, pero... ¿cuál es su
agenda?”.
"¿Y SI TODO FUERA VERDAD?"
Mmmm... dirá Ud. Pues bien: no seamos tan regañones
y démosle una oportunidad a la ficción. Basada en
el libro homónimo de Thomas H. Cook,
la saga comienza con la historia de un militar, el piloto estadounidense
de la Segunda Guerra Mundial Russel Keys, quien resulta herido
de muerte cuando su avión es derribado mientras sobrevuela
territorio enemigo. Pero, a manera de “Freejack” (Geoff
Murphy, 1992), Keys y los pilotos de su escuadrón
son interceptados por una flotilla de luces que los transportan
sanos y salvos a tierra firme, despojados de todo recuerdo sobre
cómo llegaron hasta allí. Sólo será
Rusell, y su obsesiva búsqueda de respuestas, quien logrará
descorrer el velo de sombras que oculta su propia abducción
y la de su hijo. La segunda familia es la de Owen Crawford, un
perverso militar a quien encomiendan estudiar el caso de la famosa
nave accidentada en Roswell, accediendo a conocimientos que sabrá
usar en su beneficio. En ese periplo, los Crawford -que atesora
sus hallazgos para asegurar su espacio de poder político-
son los antihéroes de la historia. La experiencia con los
alienígenas que tendrá la tercera familia será
aún más compleja. Sally Clarke, una mujer solitaria,
se enamora de un tal John y queda embarazada de él. Lo
que Sally no sabe es que John no es de este mundo y que su bebé
-Jacob- será un híbrido que posee extraños
poderes. A lo largo de la odisea, las familias Keys,
Crawford y Clarke cruzan su camino en el curso de una investigación
donde se presentan desapariciones, muertes y toda clase de sucesos
extraños a lo largo de décadas. Y los protagonistas,
claro, tomarán decisiones destinadas a cambiar el curso
de la Humanidad.
La mitología ufológica irrumpe una
y otra vez en Taken, y era impensable que la fascinación
popular que despierta entre el público -no sólo
el norteamericano- la conspiración Roswell pudiera librarse
del impulso de los autores del libro: ciertamente, casi
no existe obra de ficción ufológica -en Hollywood
o aledaños- que no haya cedido a la tentación de
mencionar aunque sea de un modo rasante el “mito Roswell”.
En este caso, el alegado estrellamiento de un OVNI en Nueva México
-en la realidad, un caso resuelto en 1994- destraba la incógnita
que rodea a los Keys y a las otras dos familias que protagonizan
la saga. El aprovechamiento que hace la ficción de estos
aspectos del fenómeno OVNI conducen a una reflexión
interesante: las frustraciones de la ufología real
se transfieren como debilidades en la ficción que "compra"
al mito literalmente. Porque uno de los atributos que
comparte Roswell con las abducciones extraterrestres es la
falta de credibilidad, es decir: el fracaso de la ufología,
o al menos el de aquella ufología que pretende poseer pruebas
tangibles de visitas extraterrestres. Tarde o temprano, el sentido
común se enfrenta a las siguientes preguntas:
1) ¿Hasta cuándo los ufonautas van
a seguir recolectando muestras o deambulando alrededor del platillo?
2) ¿Cuál es aquel tremendo secreto del cual todo
el mundo habla -incluso a los gritos- pero del cual nadie posee
pruebas definitivas y al que -irónicamente- se le llama
"conspiración del silencio"? y,
3) ¿Son creíbles los testimonios de quienes juran
haber sido arrebatados del mundo e indefectiblemente “regresan”
con las manos vacías?
Desde el inicio de la era
de los OVNIs en 1947, los abducidos son los primeros experiencers
que se sustraen radicalmente de proporcionar cualquier clase de
evidencia. Así nos lo recuerda el crítico
Timothy Ferris en el cometario que hizo sobre la película
en Skeptical
Inquirer: “Basta con que los protagonistas de
estas historias afirmasen sentir que algo les
había pasado (como si hubiesen tenido un mal sueño)
y que este algo pareciese estar relacionado con alienígenas”
para que, a partir de ahí, los especialistas del fenómeno
entrasen en acción, “como oráculos leyendo hojas
de té”. Entre ellos, claro, está Mack, el citado
psicólogo de Harvard, quien hace años se
retiró de las reglas del juego que impone el método
científico al afirmar que el fenómeno abducción
“quedaría exento de cumplir con las reglas de verificación”,
pues “procede de una fuente que por su propia naturaleza no puede
aportar el tipo de pruebas materiales necesarias para satisfacer
a esos escépticos cuya realidad se limita a lo material’”.
Digamos ya mismo que -si las abducciones alienígenas
son inverificables y el asunto se le escapa a la ciencia y sus
historias se alejan del periodismo serio- apasionados como Mack
no deberían poner el grito en el cielo al ver cómo
el asunto queda en manos de la religión y de la industria
del entretenimiento. De la candidez de los encuentros
cercanos con alienígenas pasamos, así, al terror
de las víctimas de criaturas que abusan dentro de sus naves
a inermes cobayos humanos. Pero la base del boom de Taken no es
que las abducciones sean "un asunto serio" sino preguntas
como la de Williams: “¿Y si todo aquello fuese verdad?”.
LA RAZÓN ¿INTERFIERE EN EL
DRAMA?
“Siempre me he sentido fascinado con todas las preguntas que despiertan
esas historias (de abducciones OVNI). ¿Qué quieren
de nosotros? ¿Qué pueden descubrir de nosotros secuestrándonos
que no pudieran descubrir analizando simplemente un trozo de piel
o un folículo de pelo? ¿Por qué secuestrarnos
por entero? ¿Y por qué hacerlo de la forma en que
lo hacen, con tanto secretismo? ¿Por qué no presentarse
ante nosotros con una probeta, pidiendo por favor un poco de ADN?”,
declaró Spielberg al New York
Times. Sus alienígenas, flacuchos y de grandes
ojazos, se parecen a los de la mitología, así como
su absoluta amoralidad y ese aire de inteligencia fría
y despiadada. “Lo que me atrae de la ciencia ficción -redondeó
el director- es que libera la imaginación para viajar a
cualquier lugar imaginable; es el género más liberador
para mí”. Nada ajeno a la lógica del mito
-especialmente el escepticismo- interfiere al funcionamiento del
drama. Es decir: Spielberg no invirtió los 40
millones de dólares de presupuesto para hacer de su miniserie
una experiencia educativa sino para utilizar los códigos
compartidos del platillismo para consolidar la mitología
abduccionista. Ni siquiera la recrea desde un nuevo enfoque sino
que, apenas, la presenta en un nuevo formato que tampoco queda
al resguardo de desaciertos dramáticos: “La secuencia de
un abducido enloquecido secuestrando a sus compañeros del
grupo de autoayuda a punta de pistola -señala Ferris- resulta
tan involuntariamente graciosa que me recuerda al joven
Harrison Ford quejándose
a George Lucas durante
el rodaje de La guerra de las Galaxias: ‘George, quizá
puedas escribir semejante basura en el guión, pero nadie
podrá repetirla’”. Sin embargo, se destacan momentos
de sorprendente originalidad que -pese a su extensión-
mantiene la coherencia dramática de la obra.
DE NIÑOS, HÍBRIDOS E INFILTRADOS
“En Taken -dijo Spielberg- ves a los personajes evolucionar y
envejecer ante tus ojos y dar a luz niños especiales con
un propósito en nuestro relato. Es primero y por sobre
todo un relato de personajes”. Los niños, la encarnación
de la bondad en el mundo de Spielberg, ocupan el horizonte estelar
de Taken. Toda la serie es un relato en off
de Allie Keys, una niña de diez años interpretada
por Dakota Fanning, y el único
adolescente audaz será un estudiante de periodismo que
caerá fulminado al dar con los huesos de un alienígena.
Taken abarca cincuenta años en la vida de tres familias
íntimamente ligadas a los alienígenas. Unos
serán cobayos puros, otros serán híbridos
monitoreados por los alienígenas en un entorno conspirativo
(es aquí donde irrumpirá un alienígena disfrazado
de humano, Eric Close, el actor que
interpretó al agente federal en la serie Dark
Skies, cuya esposa ¡también fue abducida
por extraterrestres!), y, por último, el ingrediente
militar, donde emergerá el lado más cruel y oscuro
de la especie humana. Esa recargada presencia de la perfidia
humana llevó a que el gurú de los abducidos, el
escritor Whitley Strieber, se declarase “deprimido” por el tratamiento
que recibe en la mini serie el tema de sus desvelos: “Estos alienígenas
angelicales y enormemente avanzados nos rechazan (porque) ‘somos
demasiado violentos’. Y por ello tenemos que quedarnos
aquí sentados, abandonados mientras todo el universo se
abre a otros... sólo porque no somos muy despabilados”.
Para Strieber, el punto de vista de la serie es “demasiado simplista”.
Y ve a sus respuestas al misterio más extrañas de
lo que son en realidad. “(En la serie) los bienintencionados
abducidos tratan de entender lo que pasa y, en cierta forma, de
domesticar a los alienígenas. Todo ese montaje no se parece
en nada a lo que está ocurriendo en realidad.”
Streiber cree que las abducciones “son mucho más extrañas,
en muchas más formas y mucho más maravillosas que
en Taken.” Por eso llama la atención sobre aspectos del
fenómeno que los especialistas eliminan porque no encajan
con su marco interpretativo. “De forma habitual, amigos
y familiares ya fallecidos aparecen en el contexto de experiencias
de abducción y encuentros cercanos. Pero tales detalles
son eliminados por la comunidad ufológica. Ellos prefieren
que creamos en su fe. Si alguien comenta: 'Bueno, mi
abuelo estaba allí con los alienígenas', los expertos
eliminan dicha referencia porque no encaja con sus teorías.
Se supone que no es eso lo que debemos hacer si realmente queremos
analizar lo desconocido con claridad. Si estamos estudiando las
experiencias de los testigos, se supone que debemos de constatar
lo que ocurre, lo que ellos aseguran haber visto, ¿verdad?
En caso contrario, estaremos suponiendo que ya sabemos lo que
realmente sucede, y eso es claramente falso.”
NO HAY PEOR ADULTO QUE UN ADULTO ASUSTADO
Los alienígenas de Taken no son más “angelicales”
que los humanos. Y el “infantil” punto de vista de la narradora
no implica que la serie sea apta para menores. Por eso Ferris,
el comentarista de Skeptical Inquirer, se pregunta si
sería conveniente que nuestros hijos vieran una episodio
donde un niño pequeño es arrancado de su
cama por un alienígena disfrazado de su personaje favorito
de dibujos animados sólo para ser abducido y violado impiadosamente.
Que la narración sea de una niña, continúa
Ferris, tiene sentido “porque esa es la única perspectiva
desde la que pueden mantenerse toda esa sarta de elementos absurdos
sin que lleguemos a formularnos preguntas críticas. ¿Cómo
puede ser que esos enormes platillos volantes, deslizándose
a poca altura, sólo sean vistos por unas pocas personas?
Imagínenselo. ¿Y por qué
no hay más testigos que se animen a contar lo que han visto?
Porque los tipos malos y los militares los matan o los secuestran.
(..) ¿Por qué los militares silencian todo el asunto,
cuando hacerlo público cuadruplicaría sus presupuestos
en un abrir y cerrar de ojos?”. Otra vez: cuando el mito es considerado
"fenómeno real" a la hora de escribir ficción,
el resultado es tornar inverosimil y superflua
a la trama.
La respuesta en el off de la última pregunta
de Ferris no se hace esperar: “(Los militares) lo silencian
todo porque están asustados y son malvados”. Tanta
ingenuidad no hace sino confirmar que la imaginación de
Steven Spielberg aún no superó la pueril
cosmovisión de la ufología tradicional,
aunque el contexto sea una historia bellamente producida, entretenida
y -por momentos- atrapante.
Lo que la ciencia ficción reflexiona sobre
las preocupaciones de una época se traduce en un producto
cultural de difusión masiva que alimenta o contribuye a
mantener la vigencia de un fenómeno. Pero, en un punto,
el camino se bifurca. Hay películas, series y producciones
que sólo promueven mitologías y otras que ofrecen
material que ayudan a comprenderlas. Taken está
claramente instalada en el primer desvío.
Referencias:
Hourcade; Milton “Taken: la nueva aproximación de Spielberg
a los ET”, en La Nave de los Locos,
2002.
Ferris, Timothy; Taken Off Skeptical Inquirer, Marzo/Abril
2003. Título Original: ‘Despegados’ [Juego de palabras
intraducible entre el título de la serie ‘Taken’ (Capturados)
y ‘Taken Off’, participio del verbo despegar (como en un avión),
que es lo que se supone que esta serie conseguirá hacer
con el interés por el fenómeno de las abducciones
alienígenas. Consultada la traducción de Luis
R. González Manso.
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