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[ARCHIVO] | |||
CIENTÍFICOS, ESOS "BICHOS RAROS" |
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Por Carl Sagan | ||||
Hay científicos que van vestidos con elegancia, que son de lo
más enrollados, con los que muchas personas qusieran salir, que
no llevan oculta una calculadora en los actos sociales. Hay algunos que,
si nos invitaran a su casa, nos sería imposible adivinar que son
científicos. Pero hay otros que, más o menos, se adaptan
al estereotipo. Son bastante ineptos socialmente. Puede haber, en
proporción, muchos más inadaptados entre los científicos
que entre los diseñadores de moda o los policías de tráfico
(...) ¿Por qué tiene que ser así? A lo mejor, las
personas sin talento para congeniar con otras encuentran un refugio en
ocupaciones impersonales, especialmente las matemáticas y las
ciencias físicas. A lo mejor, el estudio serio de temas difíciles
requiere de tanto tiempo y dedicación que impide aprender más
que las mínimas sutilezas sociales. Quizá sea una combinación
de ambos factores. Igual que la imagen del científico loco
con la que está |
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científico, es menos probable que apoye a la ciencia. ¿Para qué subvencionar a sus pequeños proyectos absurdos e incomprensibles? Bien, conocemos la respuesta a eso: se subvenciona a la ciencia porque proporciona beneficios espectaculares a todos los niveles de la sociedad (...) Así, pues, los que encuentran desagradables a los bichos raros científicos, pero al mismo tiempo desean los productos de la ciencia, se enfrentan a una especie de dilema. Una solución tentadora es dirigir las actividades de los científicos. Que no se les dé dinero para que se vayan por las ramas; les diremos lo que necesitamos: tal invento o tal proceso. No subvencionemos la curiosidad de los cientíticos, sino algo que beneficie a la sociedad. Parece bastante sencillo. El problema es que ordenar a alguien que vaya y haga un invento esepcífico, aunque el coso no sea ningún problema, no garantiza que se consiga (...) Pedir con urgencia grandes inventos prácticos desalentando al mismo tiempo la investigación guiada por la curiosidad sería espectacularmente contraproducente". Carl Sagan, en El mundo y sus demonios, (Planeta, 1997, pp. 413-414) |
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