Amanece en Capilla del Monte. Es 1985: el sol barre el cerro Uritorco
y refleja lágrimas plateadas en el rocío. La sombra de los
árboles se yergue como una garra enorme y descubre una zona brillante
donde el sol no entra, un círculo perfecto del tamaño de
una cancha de tenis. En el área, el pasto está apisonado,
como si Dios hubiese apoyado un pocillo de café o alguien hubiese
cifrado en su superficie un mensaje de otro mundo.
En un hotel en Carlos Paz, un cronista y su camarógrafo beben café
italiano mientras leen el periódico. El cronista, que cubre la
temporada en Córdoba para el noticiero "Nuevediario",
clava los ojos en el anuncio breve del hallazgo: "Acá hay
algo importante", el cronista arroja el diario doblado en la mesa.
"Un círculo. El aterrizaje de un ovni. Chango, agarrá
la cámara. Nos vamos para el Uritorco." "Pero, ¿y
si es un bolazo?". José de Zer se pone pie y vuelve a recoger
el diario: "Eso, Chango, dejámelo a mí".
Entre idas y vueltas, De Zer y Carlos "Chango"
Torres (56) permanecieron seis meses merodeando los cerros, introduciéndose
en cuevas, subiendo con mulas y filmando las estrellas. Por la noche,
Torres capturaba los coches que fluían de Cruz del Eje a la sierra,
un cordón de luciérnagas enredándose en la montaña
que aparentaba naves espaciales emergiendo y desviándose a la nada.
Las notas en el Uritorco levantaron un eco histórico -45
puntos de rating- y provocaron tal conmoción, que el área
empezó a atraer turistas y a teñir el mito alien en sus
lomas.
"Al principio no nos querían en el pueblo, después
vieron el negocio y nos trataban como reyes." El "Chango"
se entusiasma: el hombre hoy tiene una agencia de remises y es el famoso
más desconocido de la tele. Todo el mundo lo recuerda por su apodo
-compartió las notas más recordadas de De Zer- pero nadie
le ha visto la cara.
OVNIS, GNOMOS Y FAMA
De Zer había trabajado en revista "Gente", había
conducido programas en tevé y en radio, y había entrevistado
a los personajes más célebres de la Argentina. Sin embargo,
nunca una nota le había dado tanta popularidad.
Horacio Larrosa (58), ex director de "Nuevediario", fue el gran
responsable: "Cuando llegué, José hacía notas
de interés general. Yo lo supe ubicar en la cancha para
ocupar la función que tenía que ocupar. Era un periodista
y una persona de primera. Y ‘Nuevediario’ era pura
sorpresa."
Desde sus crónicas en el Uritorco, De Zer firmaba treinta autógrafos
por día y empezaron a llegarle doscientas cartas semanales.
Gente que decía que había visto aliens, que había
sido secuestrada por aliens, que había tenido
sexo con aliens y la había pasado muy bien.
En los restaurantes, la gente se acercaba a saludarlo, y De Zer agradecía
en silencio -tenía dentadura postiza y se la sacaba para comer-.
Un día llegó un sobre de un vidente de La Plata
que enviaba dos fotografías. En una imagen, un gnomo se introducía
en un pozo. En la segunda, un gnomo asomaba su barba
entre unos pastizales. El vidente afirmaba que los había
encontrado gracias a su péndulo mientras daba una caminata por
una casa abandonada en barrio Aeropuerto. En un momento, su cámara
pocket se disparó dos veces. Los gnomos, decía, amaban los
flashes.
"Nuevediario", el primer noticiero que se ocupaba desde los
problemas en los barrios hasta los gnomos, envió a Chango y a De
Zer. Grabaron durante cinco noches. En la primera, el vidente
se cayó al pozo mientras gritaba que una fuerza maligna lo devoraba.
"El tipo estaba loco", Chango sacude la cabeza, "y nosotros
le seguimos la corriente. Sólo nos faltaba el libreto". Para
completar la historia, el compaginador insertaba voces en off: gnomos
jurando que iban a atraparlos (*).
Cada vez más vecinos se acercaban a ver la filmación. A
la quinta noche, no había aparecido ni siquiera un zapato de gnomo.
De Zer y Torres debieron escapar en patrullero para que no los
lincharan. Su mejor amigo Yayo Toledo (56), cronista de Canal
11, vivía en La Plata y lo refugió en su casa. "Llegó
pálido. Decía que había sufrido más
cubriendo a los enanitos verdes, que cuando registró el copamiento
de La Tablada. Pobre: él sabía que iba a morir recordado
por sus notas paranormales. Eso le reventaba."
UN CREADOR De chico, José Keizer fue boletero
de teatro y lo echaron por ladrón. Su papá era iluminador
de teatro. Y una tía actriz, que terminó radicada en los
Estados Unidos, lo había criado. Keizer no concluyó el bachillerato.
Era judío, tenía su gorra y su Biblia, pero no respetaba
ninguna costumbre de la religión. Fue subteniente de reserva en
la Guerra de los Siete Días, en Israel, y a los pocos días
estaba de vuelta porque se moría de susto. Colaboró en pequeños
periódicos y un amigo lo incorporó a revista "Gente".
Llenaba sus pulmones con tres atados Parliament, y su estómago
con doce pocillos de café diarios. Cada vez que necesitaba
correr a un entrevistado, terminaba jadeando con el corazón en
una mano.
No tenía documento ni cédula. Y nunca había votado.
Un día, el periodista Horacio de Dios
le dijo que modernizara su apellido. Él lo había hecho y
le había resultado útil. Desde entonces, José Keizer
se rebautizó José de Zer.
A fines de los ’60, casi perdió la vida en un accidente de
autos: viajaba a Comodoro Rivadavia a cubrir una nota para revista "Gente".
Tocaba el bongó cuando un camión se les interpuso en el
camino. Volcaron. Su Torino dio vueltas y vueltas y cayó por un
barranco. Cuando despertó, tenía los brazos quebrados. Para
mantenerlos unidos, le pusieron platino. Y para resistir el dolor, se
hizo adicto al Valium -50 mg por día-, y empezó a temerle
a la muerte. “De esta noche, no paso”, solía pronosticar
en tiempos de “Nuevediario” mientras se chequeaba la presión
en la sala de enfermería del canal, su costumbre.
AMIGOS SON LOS AMIGOS
Como periodista, se vinculó con comisarios y jueces que
lo invitaban a asados. Compartía cenas con Gerardo Sofovich (65),
Alberto Olmedo, y un puñado de vedettes. Había hecho buenas
migas con Santo Biasatti, Víctor
Sueiro (58), y Chiche Gelblung
(58). "Era una especie de Discépolo y Olmedo", compara
Sueiro, compinche en la redacción de "Gente" y en el
programa "Teleshow". "Discépolo por lo tremendista.
Olmedo, porque era un jodón del demonio. Cuando hacíamos
‘Teleshow’ en 1972, mientras entrevistábamos a famosos,
José se paseaba en bicicleta. Era el alma del programa.
Era surrealista."
Eduardo Duhalde (60), siendo gobernador, era al único periodista
que invitaba a su cumpleaños, y Carlos Monzón estando preso,
sólo quería entrevistarse con él.
Su olfato periodístico lo llevó a descubrir el caso María
Soledad y a involucrarse en los episodios policiales más diversos
-por su informe sobre la desaparición de Cecilia
Gubileo, le entraron al departamento y lo amenazaron-.
De Zer se había casado dos veces: una en los Estados Unidos, otra
en la Argentina. Sus dos esposas eran azafatas, oficio que le avivaba
la libido. Tuvo una hija reconocida, Paula, y al menos tres no reconocidas.
Durante sus informes en la casa maldita de La Plata, Paula estaba asustada.
"No seas tonta", la consoló, "¿no ves que
es todo un invento para levantar el rating?".
En la tele, jamás veía sus notas. Sólo le inquietaba
saber si había salido derecho o torcido, y si había escupido
muchas "d" en el vértigo del informe.
PURO INSTINTO
De Zer mantenía varias familias simultáneas -mentía
sobre su cumpleaños para poder pasarlo con cada una-. Cuando no
pudo más, empezó a analizarse dos veces por semana. Lo trató
Graciela Pereira Pazos (37), hermana de su
editor en el noticiero. "José tenía delirios de reivindicación,
quería trascender en todo. En el trabajo y en los hijos.
Tenía una organización psíquica distinta a la de
cualquier persona normal, que le hacía sostener una vida montada
sobre la mentira. Pero no estaba loco. Era puro instinto, y no
se reprimía."
Paula de Zer (28) no sabe si su papá tenía hermanos. Ignora
quiénes fueron sus abuelos. Conoce a dos de sus hermanastras. Sabe
que tiene más. "Papá era muy mentiroso. Tenía
una facilidad extraordinaria para armar historias en dos segundos. En
el velorio había que esconder a mamá cada vez que entraban
sus amantes."
LA DECADENCIA De Zer tuvo diez años de fama hasta
que, en 1994, "Nuevediario" dejó de existir y la nueva
dirección redujo su protagonismo. Se acabaron los alienígenas
y los pozos encantados. Al poco tiempo, lo indemnizaron con sesenta mil
dólares. Durante su juventud había padecido la pobreza y
por ese motivo iba día por medio al banco Francés a revisar
que en su caja de seguridad estuvieran todos los billetes que tenían
que estar.
De Zer soñaba con ponerse una cadena de panchos y dejar el periodismo.
En ese tiempo, Yayo Toledo lo convenció para ir al médico.
De Zer aceptó y en medio del chequeo, le contó al
clínico que por las noches se materializaba Buda a los pies de
su cama y le daba charla hasta que se quedaba dormido. Como vio
que el médico lo observaba extrañado, De Zer concedió:
"Pero es un Buda bueno, no hace nada". El clínico lo
derivó al neurólogo. El neurólogo concluyó
en que su melanina había decrecido a un nivel alarmante. La melanina
se encarga de llevar al cerebro los neurotransmisores que ejecutan los
movimientos. Con la melanina por el suelo, sus articulaciones habían
empezado a endurecerse, el pulso a desenfrenarse. De Zer padecía
del mal de Parkinson. Nunca más podría volver a
la televisión. Le llovían propuestas, él
iba a probar suerte acompañado de su psicóloga para darse
ánimo, pero la cámara lo delataba: el micrófono vibraba
como un motor.
Se deprimió. Y a fines marzo de 1997 su enfermedad lo arrolló.
Había perdido el sentido del espacio. Sus viejos admiradores lo
ayudaban a conducirse hasta la casa de su terapeuta. El mal le había
tomado el cuerpo y le había provocado complicaciones en un pulmón.
Lo internaron en una clínica de Colegiales, endurecido.
La última semana, su cerebro padeció una regresión.
De Zer tenía la mente de un infante de tres años. Aguardó
hasta que su tía, la mujer que lo había criado, viajó
desde Nueva York a verlo. Cuando la vio dio la última orden: "Ya
puedo irme". Y el periodista más creativo de la Argentina
partió con la sonrisa de un niño. Y 50 mg de Valium.
Por Emilio Fernández Cicco
Titulo original: José De Zer: El periodista bizarro.
Primera publicación: Revista Noticias
Año XXI Nº 1320; Edición del 13-04-2002.
(*)
N. del E: Una corrección necesaria: el enigmático grito
de "los duendes de La Plata" en realidad se oía toda
vez que retrocedían el tape. Según De Zer -quien indicaba
"qué se debía escuchar"- se oía "Atrápalo!"
en el mismo momento que "el licenciado" era "succionado"
(¿?) dentro del pozo.
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