Febrero de 1999. Dos señoras mayores decidieron ir de vacaciones
a Miami. Antes de salir, fueron instruídas por sus familiares
sobre los cuidados que debían tomar allí: no hablar
con extraños, no separarse nunca, no salir después
de las seis de la tarde. Las señoras llegaron a Florida,
se hospedaron en un hotel de lujo, como corresponde, y se estaban
divirtiendo. Un día medio lluvioso optaron por salir de
compras, en vez de ir a la playa. Tomaron el ascensor -vacío-
cuando, antes de que terminaran de cerrarse las puertas, irrumpió
una manaza negra. Un moreno de unos dos metros de alto, absolutamente
calvo y con un gigantesco doberman entró en el ascensor.
Las mujeres se quedaron mudas. De pronto, con voz tajante, el
señor dijo: ‘Sit!’, y acto seguido las dos señoras
se sentaron en el suelo. El negro las miró un momento,
sorprendido, mientras el perro se sentaba obedientemente. Disimulando
una sonrisa, el hombre salió del ascensor, hacia la calle,
dejando a las mujeres muertas de vergüenza. Unos días
más tarde, llegó el momento de volver a Buenos Aires.
Las señoras se acercaron al conserje para saldar su
cuenta, pero el señor las sorprendió informándoles
que su estadía estaba paga. "El señor Michael
Jordan dice que nunca se había reído tanto
en su vida", concluyó. Probablemente, algún
lector conozca esta increíble historia, probablemente le
haya pasado a la tía de un amigo, o a la madre de un compañero
de trabajo. Lo que tal vez sorprenda más que la historia
misma, es que en los años 70, cuando Jordan todavía
no caminaba en el aire (ni en el suelo), el protagonista de esta
anécdota era Reggie Jackson,
uno de los mejores jugadores de béisbol de la historia.
Sí, es una historia ficticia, demasiado
buena para ser verdad. Ni más ni menos que una leyenda
urbana. El origen de estas leyendas puede rastrearse hasta la
Edad Media (y más atrás también), pero su
forma moderna apareció hace unos 40 años. Son rumores,
noticias policiales, fantasmales, extravagantes, ocasionalmente
humorísticas, que circulan oralmente, como cualquier leyenda
y, como éstas, se cuentan como verdaderas. Seguramente
oyó hablar, por ejemplo, de la historia de la chica
misteriosa que conoce a un joven, quien más tarde se
entera de que la dama en cuestión falleció años
atrás. El muchacho logra exhumar el cuerpo y, para
su sorpresa, encuentra junto al cuerpo alguna prenda que él
le había prestado en el momento de conocerla. O la persona
a la que le dan un somnífero y luego se despierta en una
bañadera llena de hielo, con un papelito en el que se le
recomienda llamar al 911 (emergencias). Los médicos
descubren que en su espalda, por encima de la cadera, tiene dos
cicatrices por donde se le han extraído los riñones.
Otras veces los protagonistas son personajes famosos: todos conocemos
la historia de Walt Disney, eternamente
congelado mientras espera que se conozca una cura para el
cáncer. O la menos difundida de Elvis
Presley, quien supuestamente dijo en alguna ocasión:
"lo mejor que puede hacer un negro es comprar mis discos
y lustrarme los zapatos". Las historias son literalmente
interminables, crecen día a día y se transforman
con el paso del tiempo.
EL CORREO ES PURO CUENTO Una de las metamorfosis
más interesantes de las leyendas urbanas ocurrió
con la llegada de Internet. ¿Quién no recibió alguna
vez un mail con la noticia de un chico al que le quedaba poco
tiempo de vida, a causa de un cáncer? Para satisfacer su
último deseo se nos pedía que pasáramos el
mensaje a todos nuestros conocidos. A veces, el pedido tiene una
función más pragmática (aunque no por eso
menos falsa): por cada mail enviado, alguna "Asociación
Para la Lucha Contra el Cáncer" donaría algunos
centavos con el fin de solventar la operación necesaria
para salvarle la vida a la criatura. Este mensaje tiene tres características
típicas de las leyendas urbanas: tiene un componente algo
macabro (lo que está en juego es una situación
límite), la noticia debe ser difundida a cuantas
personas se pueda, y se dan datos específicos -algún
nombre, organismo o dirección- para darle más verosimilitud
al asunto. Y, como en cualquier leyenda, existe alguna parte de
verdad. Lo cierto es que sí existió un chico enfermo
de cáncer, llamado Craig Shergold,
quien, a fines de 1989, quiso entrar en el Libro Guinness
como la persona que más cantidad de tarjetas virtuales
haya recibido. Lo logró, su nombre apareció en el
libro de los records y, lo que es mejor, hoy es una persona saludable.
Pero las variantes de enviar "a todos tus conocidos"
y la donación de dinero por algún organismo de salud
son un invento.
EL PODER DE LA LEYENDA
Este tipo de mensajes, llamados "cadenas", eran conocidos
mucho antes de la aparición de las PC: esas cartas que
llegaban al buzón, supuestamente habían dado
la vuelta al mundo tres veces y pedían que se hicieran
10 copias para tener buena fortuna. Y si no se hacían las
copias, por el contrario, ocurriría alguna desgracia.
El e-mail se convirtió en una herramienta ideal para este
tipo de mensajes. Pero algunos incluyen alteraciones de interés.
Se dice que Bill Gates (o Microsoft,
como se prefiera) se encuentra testeando un programa de rastreo
de e-mail, y que dará 1.000 dólares a los primeras
mil personas que transmitan el mensaje. El mail tiene variaciones,
pero la conclusión es siempre la misma: falso, es imposible
rastrear los mails ‘forwardeados’. Una página que analiza
esta clase de cadenas advierte ingeniosamente: "Bill
Gates no da dinero, él hace dinero".
A este tipo de leyenda urbana, específico
de Internet, se lo conoce como hoax, que puede traducirse
como "fraude", o "engaño". Además
de las variantes anteriores, otro tipo de mitos virtuales es el
que alerta sobre virus informáticos. Aprovechándose
del aura de misterio que rodea a este tema, algunos traviesos
internautas envían avisos sobre nuevos virus que no existen,
con el falso respaldo de agencias de noticias como la CNN, IBM,
el gobierno estadounidense y ejemplos de organismos como la NASA
o el Pentágono, que habrían perdido buena parte
de sus archivos debido al virus en cuestión. En realidad,
aunque estos mails no tienen fundamento, no dejan de ser peligrosos,
ya que los virus informáticos son una amenaza real. En
www.netsquirrel.com/combatkit se dan algunas claves para detectar
estos "hoaxes", que, por lo general, son capaces de
hacer cosas imposibles, como hacer desaparecer datos tan sólo
llegando a la casilla de correo, o dañar físicamente
el disco duro. En esa página se da un consejo sencillo
e interesante: si el mensaje tiene más de una página
de direcciones de e-mail, lo más probable es que se trate
de una cadena.
¿QUIÉN TIRA DE LA CADENA?
Llegados
a este punto, la pregunta que viene a la mente es: ¿por qué?
¿Se trata de un grupo de excéntricos que se divierte creando
estas ficciones? La respuesta es: sí. Pero no es
toda la verdad. Muchas leyendas urbanas tienen como objetivo
algún tipo de prevención educativo-moral (no
ser curioso, no hablar con extraños...). En el caso de
las cadenas por correo electrónico, la intención
es menos altruísta: los ‘hoaxes’ son una manera simple
y efectiva de recolectar direcciones de e-mail, que posteriormente
se utilizan como base de datos para enviar otro tipo de mensajes,
por lo general propaganda comercial (dicho sea de paso, enviar
publicidad no solicitada por correo es ilegal).
A medida que pasa el tiempo, las cadenas se ‘profesionalizan’.
Así, es común encontrar la advertencia: "esto
no es una cadena, es real, pasále este mensaje a todos
tus conocidos...". Mayor contrasentido, imposible. Pero
el mundo (y más aún el mundo de Internet) cambia
continuamente, y no sería de extrañar que, próximamente,
Bill Gates se aproveche de la popularidad de las cadenas y anuncie
que efectivamente le dará algunos dólares a las
personas que se decidan a utilizar su sistema operativo (por si
queda alguien que todavía no lo use).
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