Vaquitas ajenas’ (cortesía del artista Carlos Leiro)
Se inspiró al ver por TV a una multitud famélica tumbando un camión
con reses en Rosario, poco antes de la oleada de "vacas mutiladas".

 

[CASOS]

VACAS MUTILADAS Y CHUPACABRAS
EN LA RUTA DEL RATÓN HOCICUDO
Por Alejandro Agostinelli
Hace un año, se desató una oleada de ‘mutilaciones de ganado’ sin precedentes en la Argentina. Después de más de 200 casos en tres meses, el affaire devino en asunto de Estado. El SENASA dio una explicación que cumplió su objetivo -calmar los ánimos- pero dejó sin explicar, por ejemplo, por qué se desató la oleada. Fuimos a buscar la respuesta a Seattle, EE.UU. Allí, hace 50 años, también sucedió algo muy extraño, que tal vez ayude a entender el caso argentino.

Entre abril y junio de 2002 (y, según algunos, más allá también...) se desató en la Argentina una ‘oleada de mutilación de ganados’, como cierto folklore importado de los EE.UU. denomina a estas extrañas epidemias. Si bien esta clase de experiencias (la extrañeza de estos hechos descansa en el encuentro de una persona con un animal con ‘cortes sorprendentes’) tenía antecedentes, esta vez el fenómeno alcanzó enorme repercusión. Nunca antes había sucedido un fenómeno con estas características en el país donde las vacas son un nostálgico signo de opulencia y bienestar. Por aquellos días, vecinos de esas mismas zonas reportaron la presencia de luces insólitas, la aparición de pastos chamuscados y hasta de ‘enanos orejudos’. Antes de presentar en una conferencia de prensa la explicación científica del asunto, el personal del Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) anduvo a los tumbos. Dijo, se desdijo, fue y volvió durante semanas, alentando la fantasía -o confirmando las sospechas- de que nadie tenía la menor idea de lo que estaba pasando. Finalmente, tras analizar los cadáveres de veinte animales, la entidad presentó al principal responsable: un roedor, el hocicudo rojizo, el cual, entre otras cosas, habría cambiado de hábitos alimentarios. Hubo otros sospechosos, desde luego: carroñeros, predadores rurales y... algunos de sus colegas mediáticos. Sin embargo, pese al esfuerzo oficial, la controversia nunca cicatrizó del todo. Por eso, al cumplirse un año del famoso pánico de las vacas mutiladas, refrescamos lo que sucedió durante aquella temporada donde el temor de lo inconcebible se apoderó de la imaginación de los argentinos.

VAYAMOS POR PARTES...
La invasión de animales mutilados se extendió en la Argentina a velocidad de rayo: por cada nueva víctima, un gesto de asombro: por cada intento de explicación prosaica, una nueva hipótesis extraordinaria. Así, la oleada de interrogantes no podía hacer otra cosa que potenciar el misterio: más pasaban los días, más lejos llegaban las especulaciones.

Las hipótesis avanzaban en extrañeza y en variedad zoológica, sin distingos de raza, edad y especie. Primero fueron vacas, terneros y toros en las provincias de Buenos Aires y La Pampa. Luego corderos, caballos y hasta dos guanacos quirúrgicamente destartalados sobre las playas de Península Valdés, en Chubut. En total, más de doscientos casos, en casi tres meses y a lo largo de diez provincias del país, desde el Chaco hasta la Patagonia. La semejanza entre el nuevo misterio rural sudamericano y la fiebre que se desató en los Estados Unidos en 1975 -cuando se registraron cerca de 10.000 animales muertos por causas a priori desconocidas- era pasmoso. Las similitudes entre las conclusiones a las que llegó en la Argentina el Senasa y las del proyecto Operation Animal Mutilation, coordinado por el ex agente del FBI, Kenneth M. Rommel, también son sorprendentes.

Pero -sin que la metáfora sirva de precedente- vayamos por partes.

Pese a que a cada cadáver de un animal mutilado tiene sus particularidades, existe un ‘retrato tipo’ (algunos dirán ‘criterio de selección’): aquellos que fueron descubiertos sin sus órganos o partes blandas (labios, lengua piel y músculos de la mandíbula, ojos, orejas, colas, glándula mamaria y genitales); aquellos cuya piel faltante presentaba bordes nítidos, circulares o con ángulos precisos; ausencia de sangre en algunos casos; inexistencia de rastros humanos en las cercanías y, por último, animales evitando acercarse al cadáver.

A la gente de campo, una vez repuesta de la consternación que les significó hallar en ese extraño estado a su ganado, les asombró la profusión de animales hallados en circunstancias casi idénticas en distritos distantes. El chacarero José Ibarra, en Las Tranqueras, en el paraje La Araña, por ejemplo, encontró a un novillo muerto al que le faltaba parte de la nariz, quijada, lengua, yugular y genitales. "Es como si lo hubieran cortado desde adentro", describió Ibarra. Un veterinario pampeano, Horacio Hecker, confesó que su buen saber era inservible para descifrar el enigma. "El novillo que vi en Ingeniero Toay, cerca de Santa Rosa, presentaba cortes que de ninguna manera pueden atribuirse a los desgarros causados por carroñeros. Pero tampoco podría decir con qué fueron hechos", afirmó. El enigma estaba servido.

HIPÓTESIS SURTIDAS
El misterio de la mutilación de ganado es un viejo conocido para los habitantes de Platillópolis. Y, como cada vez que reapareció en algún lugar del mundo, disparó el abanico de hipótesis de rigor: sectas satánicas, compañías extranjeras metiendo miedo a los estancieros para comprar campos por monedas, una invasión de avispas carnívoras, ganaderos encubriendo un brote de aftosa, despiadados estudiantes de veterinaria realizando ensayos clandestinos de armas bacteriológicas, un desquiciado experimento sociológico... y -claro- extraterrestres. Los mismos chacareros simpatizan sin empacho con esta última idea. "Cuando encontré al novillo -continúa el baqueano Ibarra-, había un círculo de pasto amarillo de 20 metros. Revisé si había rastros de gente o autos, y nada... hay que entrar por aire".

El trampolín del enigma fue el estupor de los expertos agropecuarios.
Daniel Belot, veterinario del Senasa en Salliquelló (Buenos Aires), le asombró "la precisión de un corte perfectamente triangular" hallado en la mandíbula inferior de un novillo. Belot se convenció de que "a los animales los mataron en otro lado y los pusieron ahí", alarmado por la inusual posición en que encontró algunos cadáveres. Belot mismo convocó a Fabio Zerpa, el ufólogo más popular en la Argentina. "Esos cortes sólo los puede hacer un rayo láser muy evolucionado", aventuró el actor. Jorge Dubarry, profesor de Patología de la Facultad de La Pampa, desestimó la hipótesis alienígena. Pero tampoco pudo ocultar su desconcierto: "(Estos efectos) no se pueden asignar a un agente biológico conocido ni a lo que uno está acostumbrado a ver, así que se impone una hipótesis no común", dijo. El doctor Ernesto Odriozola, titular de Diagnóstico de Sanidad Animal del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Balcarce, primero pensó en "la acción de algún loquito". Tras recibir el llamado de seis veterinarios y muestras de tejido de varias vacas mutiladas, cambió de opinión: "Aunque todavía no tengo los resultados de los estudios, diría que en 20 años no he visto algo así. Los animales reportados llevan varios días muertos y aparecen en lugares distantes de rutas con cortes netos, quirúrgicos", apuntó Odriozola.

Bernardo Cané, presidente del Senasa, también apostó por aquellos días a la hipótesis de los cirujanos furtivos. "Hay indicios preliminares de algún tipo de acción humana. No se trata de animales sobre los cuales actuaron otros animales carroñeros", explicó al diario Clarín el 22 de junio. Si bien postergó las conclusiones a un "próximo informe forense", Cané no descartó que hayan sido objeto de alguna clase de "práctica esotérica". Nadie imaginaba que los científicos iban a mutar diametralmente de opinión en apenas una semana.

LAS VAQUITAS, ¿SAGRADAS O AJENAS?
Una oleada de vacas mutiladas en ‘el país de las vacas flacas’ (animales que hace algunas décadas simbolizaban la opulencia nacional) no podía menos que sacudir a los argentinos. Las primeras noticias trascendieron a principios de abril de 2002, cuando en Salliqueló apareció el cadáver misteriosamente despanzurrado de un novillo en medio de un campo, lejos del camino. El maxilar del animal -observó el veterinario Belot- presentaba un corte en línea recta bajo la base de la oreja y otros que parecían ‘aserruchados’ y ‘cauterizados’. Además, al ejemplar le faltaba el labio inferior, la lengua, los órganos auditivos y varios huesos y cartílagos. A la semana del hallazgo, comenzó el peregrinaje de porteños especializados en misterios. Un llamado del doctor Belot a la ufóloga Andrea Pérez Simondini, del grupo Visión OVNI, bastó para que ella fuera la primera en llegar al lugar. Otro adelantado fue el mismo Zerpa, cuya sola presencia autoriza la presunción de que hay extraterrestres metidos en el asunto. Desde entonces, Pérez Simondini revisó 48 casos, "cuarenta de los cuales el cadáver estaba en medio de la nada", y regresó a Buenos Aires cargada de restos, que entregó a la Universidad de Buenos Aires. "El primer caso fue reportado por Marcelo de Peroy, un atemorizado productor de El Porrudo; si no hubiera sido por él, que se contactó con Belot, esto hubiera demorado mucho más en trascender", explicó Pérez Simondini. Una vez que el caso de De Peroy se difundió en la TV, el veterinario de Salliqueló atendió una avalancha de llamados de productores preocupados por la extraña muerte de otros animales. Uno era el caso de un toro joven, cerca del cual Zerpa señaló con entusiasmo a un círculo de pasto arremolinado. Ese enigma duró poco. "A mi entender" -apuntó la periodista local Claudia Bustos- "se intentó ver huellas de OVNIS donde sólo había manchones de gramillón semi secos, pues ya habían ocurrido un par de heladas".

Más historias abonaron el asombro. Otro protagonista fue el ‘enano verde’, una criatura de ‘orejas largas y mirada extraña’ descripta así por una señora que juró haberlo visto mientras tendía ropa en el patio de su casa. El personaje tuvo algunos testigos más, pero su fama también fue efímera: la ‘enanitis’ se sofocó cuando la policía descubrió que un vecino había confundido a un linyera retacón (enfundado en un pulóver verde, claro) con un ser de otro mundo. Con los días, paisajes rurales eternamente desolados se volvieron menos inhóspitos: periodistas, productores televisivos y cámaras chapotearon en el barro a la caza de evidencias. Así, una casi interminable lista de geografías olvidadas comenzaron a emerger, a través de sus ufólogos, veterinarios y hombres de campo, en los noticieros nacionales. General Pico, General Acha, Guaminí, Pellegrini y Rivera ahora estaban en el candelero. No era para menos: todos querían saber quiénes estaban despedazando al Animal Sagrado de la Nación, aunque algún periodista no perdió oportunidad de recordar la letra del cantor, Don Atahualpa Yupanqui: "Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas"...

EL DEBUT DEL CHUPACABRAS
Francisco Fazio Baiz, un joven ufólogo que desde hace años pelea por figurar en la televisión, se convirtió en estrella catódica de las tardes. Fazio Baiz, animador del grupo Guardianes del Espacio, lanzó a dominio público la etiqueta que aportó el condimento caribeño a la polémica: "Es posible que esto sea obra del chupacabras", dijo. La categoría, que en la Argentina tenía escasa fama, prestigió (por contraste) a la hipótesis extraterrestre, para muchos menos extravagante que las elusivas andanzas de un asesino serial canguroide, con cara de mastín y patas de belcebú biotecnológico.

Pese a ocasionales muecas de incredulidad, el enigma creció con el correr de los días. A mediados de junio, el número de animales mutilados rondaba el centenar y la creciente dispersión geográfica de los hallazgos contribuía a que los noticieros se apoderaran del asunto: con el seleccionado argentino fuera del Mundial de Fútbol, la noticia tomó el relevo en charlas de café, lugares de trabajo y TV, sumándose a tópicos como el corralito financiero, las disparadas del dólar y la desocupación. La depresión criolla, especialmente la porteña, pronto elucubró que la histeria no era más que una cortina de humo para distraer a la gente del malestar nacional, antes que uno de sus síntomas. Para julio, el enigma ya se había multiplicado en diez provincias: Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe, Mendoza, Chubut, Santa Cruz, Corrientes, Entre Ríos, Santiago del Estero y Chaco.

El periodista Samuel "Chiche" Gelblung, conductor de un popular ciclo televisivo, ordeñó la desgracia de las vaquitas durante semanas: invitó al ineludible Zerpa y a la astróloga Lilly Süllös para que defendieran la tesis alienígena, resucitó a la falsa autopsia de Roswell, pidió a su equipo de producción que alzara a una res con una grúa para ilustrar cómo supuestos cuatreros clandestinos podrían posarla sobre el campo ‘sin dejar rastros’ (aunque nada dijo sobre cómo fueron borradas las huellas de... la grúa) y trajo del Brasil al Padre Oscar González Quevedo, el famoso parapsicólogo español, quien sugirió que un paragnosta furtivo podía estar provocando la autocombustión espontánea del ganado mediante psicoquinésis. Mauro Viale, animador de otro programa de televisión, irritó a los pampeanos preguntándose por la relación entre la ginebra y los informes de luces extrañas. Sí, porque los platillos también acudieron a la cita: a propósito de la proximidad del 24 de Junio, Día Internacional del OVNI, el CEUFO, a la sazón el grupo ufológico más activo de La Pampa, ofició guardias nocturas en zonas rurales durante dos fines de semana, en uno de los cuales se filmó al menos una luz sospechosa. No hubo helicópteros negros, como en los Estados Unidos. Pero muchos informes de objetos luminosos extraños acompañaron cada nueva noticia de un animal mutilado. El médico y ufólogo Max Tafur visitó Bahía Blanca y se convenció de que el frío (entre 5 y 10 grados bajo cero) explicaría algunas muertes y la curiosa conservación de algunos cadáveres. "Muchas luces pueden ser explicadas por las maquinarias de siembra cuando trabajan de noche y por cazadores de liebres", argumentó. Sin embargo, un testimonio lo dejó vacilando: "Un caso de primera mano me sorprendió: una tarde, un viejo ganadero arriaba sus vacas hasta que una de ellas, que venía medio enferma, se rezagó. Regresó a buscarla una hora después y la encontró muerta y mutilada."

La necesidad de hallar puntos de apoyo para la hipótesis de una acción humana clandestina le hizo perder pie a algunos militantes racionalistas, que salieron a denostar el "falso misterio" sin tener a mano ninguna hipótesis alternativa creíble. Otros -quizá más desorientados, pero seguramente más cautos que ciertos ufólogos- eligieron el silencio antes que sepultar el misterio por vía de su ridiculización. La misma Pérez Simondini, que de escéptica no tiene un pelo, informó sobre el hallazgo de "una mutilación a medio hacer" (cualquier cosa que esto pueda significar) y jirones de una camisa, "como si los autores hubieran salido apurados". En Salliquelló también informó que se habría hallado un handy abandonado cerca de cuatro animales mutilados. "Que yo sepa los extraterrestres no usan camisas ni handys...", se entusiasmó Rubén Morales, psicólogo social y webmaster del sitio Mitos del Milenio. Sin embargo, Pérez Simondini luego aclaró que la ropa apareció "muy lejos de la posición del cadáver del animal" y el handy había que achacárselo a la confusión de un agricultor, quien había llamado así a un... ¡globo aerostático! (Se aceptan apuestas para saber cómo apareció la expresión handy en el vocabulario del campesino...).

DESPISTE RURAL (O ‘A LOS TUMBOS ENTRE LOS TAMBOS’)
Si los científicos han de ser, como es debido, esclavos de las evidencias, no sólo tienen el derecho sino la obligación de revisar continuamente sus puntos de vista. Pero durante la oleada de mutilaciones vacunas argentinas, la opinión de los académicos que llevaron la investigación cambió sobre la marcha varias veces, casi cada vez que eran entrevistados y abjurando hoy lo que habían defendido anteayer.

Cuando el gobernador de La Pampa, Rubén Marín, consideró el caso un asunto de "prioridad nacional", los temores fantásticos apoderaron de la propia Subsecretaría de Asuntos Agrarios de la provincia, que reclamó a Antonio Oliveira, secretario de la Autoridad Regulatoria Nuclear, la presencia de especialistas munidos de contadores Geiger. Los técnicos descartaron cualquier relación entre las muertes de los animales y radiactividad. "La principal incógnita -planteaba Odriozola, el patólogo del INTA- es determinar qué perseguían quienes atacaron a los animales... Aquí está claro que todo fue provocado por alguien", explicó al diario La Nueva Provincia el 23 de junio. Era legítimo suponer que Odriozola sabía de lo que hablaba: ya había participado de la necropsia de animales hallados en Coronel Dorrego, Aparicio y Tres Arroyos. "Fueron mutilados por alguien que tiene bien claro lo que busca, ya que siempre toma las mismas partes. Parece que fuera un muestreo." No es que el catedrático pensara en predadores alienígenas. Pero, aunque no se lo propusiera, sus comentarios iban a parar directamente al imaginario extraterrestre. A Odriozola le llamó la atención que la mayoría de las mutilaciones fueran hechas sobre el lado izquierdo del animal. "Quien lo hizo -aseguró- procede con mucha prolijidad, porque los cortes son netos y, a la vez, dan la impresión de que fueran cauterizados." Y remataba: "Yo nunca he visto nada parecido".

Tanta perfección en los cortes, más la comprobación de órganos limpiamente extirpados, no parecía dejar margen de duda. Bernardo Cané, máxima autoridad del Senasa, citando un informe preliminar de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN) cuando su personal ya había estudiado siete animales muertos, expuso el 22 de junio: "Se trata de cortes claros, que no fueron hechos por animales depredadores. Pero no sabemos quién los puede estar haciendo." El documento, con las firmas del decano de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNICEN, doctor Alejandro Soraci, la toxicóloga Ofelia Tapia y el patólogo Odriozola, enfatizaba: "Los cortes no son obra de carroñeros ni de mamíferos y no hay duda de que fueron hechos con intencionalidad". Según Cané, los toxicólogos estaban tratando de determinar "con qué voltearon y con qué mataron a los animales. Vamos a buscar si hay derivados del curare, que es una droga letal, o si se usaron medicamentos que inmovilizan al animal". Y si bien observaban "nítidamente" el accionar de carroñeros, todavía no lo relacionaban con las causas de las mutilaciones.

La desorientación oficial se reflejó en un discurso del propio Felipe Solá, gobernador de la provincia de Buenos Aires. Sin disimular su perplejidad, dijo: "Si se hubieran concentrado en una sola zona, se podría haber pensado en un grupito de chistosos, locos o en un secta", pero como el fenómeno "está muy disperso geográficamente, no sé de qué se trata".

LAS HUELLAS DEL SUPERRATÓN
"Descartamos a los marcianos, al pombero y otras tradiciones rurales argentinas", bromeó Bernardo Cané en la conferencia de prensa que dio el lunes 1° de julio en la sede del Senasa. Junto con los doctores Soraci, Tapia y Odriozola -es decir, los mismos que una semana atrás habían defendido la participación humana en las hasta entonces llamadas ‘mutilaciones’-, el titular del Senasa reveló la identidad del principal sospechoso. Era rojizo, hocicudo y no medía más de 16 centímetros. El acusado, un roedor del género Oxymycterus, se habría encargado de ‘limpiar’ a los animales, muertos por causas naturales. Bueno, no sólo los roedores habrían actuado sobre los cadáveres: en la faena también habrían descollado zorros, peludos y otros carroñeros, "particularmente activos a causa de cambios en el ecosistema regional".

Para llegar a estas conclusiones, los científicos se basaron en las necropsias de 20 animales recogidos en 15 establecimientos agropecuarios de los partidos bonaerenses de Olavarría, Tandil, Tres Arroyos, Coronel Pringles, Coronel Dorrego y Balcarce. El ganado, según el informe, sucumbió a causa de "neumonías, desnutrición, enfermedades metabólicas o infecciosas de altísima incidencia en época invernal". Los técnicos pudieron constatar -por observación directa y bajo lupa estereoscópica- que "las lesiones producidas en la piel y órganos habían sido ocasionadas por depredadores".

Desde el primer al último párrafo, el informe contradecía la tesis inicial. "Ahora probamos que no hubo acción humana", explicó Néstor Auza, rector de la Universidad de Tandil. El estudio "descartó el uso de narcóticos sobre los animales examinados y estudios histológicos demostraron "la ausencia de cauterización mediante elementos candentes".

Pero ¿qué se hizo de los cortes perfectos? ¿Y de los cirujanos furtivos? "En animales muertos recientemente se demostró que los cortes no son tan precisos sino que poseen los bordes aserrados", matizó Odriozola. "Las marcas irregulares de la dentadura de los roedores -continuó- aparece tanto en la piel como en los huesos". Y añadió: "La mentada cauterización sólo es consecuencia de la exposición a las bajas temperaturas, que no se dio en esta ocasión porque llegamos enseguida." El informe de laboratorio señaló que, con el paso del tiempo, esas marcas se ‘enmascaran’ simulando una línea recta, como cauterizada.

El periodista pampeano Gerardo Yánes, también hombre de campo, apuntó: "Una cosa es ver una foto de un supuesto animal mutilado y otra es verlo personalmente... Si los observadores no estuvieran tan sugestionados con la idea de algo ‘misterioso’, sería la primera conclusión que sacarían: ‘esto es obra de otros animales’."

MUTILACIONES DE DISEÑO
Las idas y venidas de los científicos será materia de discusión. Pero nadie les negará creatividad: el equipo del UNICEN realizó un ‘simulacro de mutilación’: echó sobre el campo animales muertos, sin lesiones, registrándolos en una cinta de video durante horas. Así, filmaron a los ratones de pelaje rojizo y a otros carroñeros en acción, devorando las partes blandas del novillo "alrededor, dentro y en el momento de ingerir el tejido de los animales". La última parte del film muestra lesiones llamativamente similares a las de los animales hallados muertos. El patrón de estas lesiones era siempre el mismo: "aberturas naturales, como boca, orejas, glándulas mamarias, recto, vulva y, cuando llevaban más tiempo de muertos, en abdomen". En el laboratorio, los roedores hocicudos demostraron en cautiverio la misma voracidad por los órganos vacunos.

En 1980, un estudio similar al de la UNICEN había sido realizado en Arkansas, Estados Unidos, para verificar si los órganos que faltaban en los casos de mutilación de ganado eran los mismos extraídos por los carroñeros. Según el ex agente del FBI Kenneth Rommel (ver recuadro), un equipo vigiló durante más de 30 horas el cadáver de una res recién fallecida y, al final del experimento, faltaban la lengua, el ojo, parte del ano y habían desaparecido órganos internos. Los culpables: moscardas, mofetas y aves carroñeras. Rommel destacó que los tipos de órganos extraídos y la magnitud de los daños dependería de cuándo llega el investigador al lugar y de los carroñeros presentes en el área.

Un investigador consultado por el Senasa, el doctor Fernando Kravetz, profesor titular de Ecología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, indicó que, hasta ahora, el roedor hocicudo rojizo "se alimentaba de lombrices, babosas, caracoles, hormigas y arañas". Pero coincidió en señalar que -cuando se levantan las cosechas o en tiempos de heladas- los hocicudos se vuelven hostiles. Al científico tampoco le extrañó que se resguardaran de las bajas temperaturas dentro de cadáveres vacunos. "Allí se alimentarían en un solo lugar con lo que antes buscaba en sitios dispersos", destacó. Su dentadura -dos incisivos arriba, dos abajo y tres molares masticatorios- tiene "un esmalte más fuerte que el hierro y cuando muerde, raya", cosa que explicaría los curiosos cortes.

Kravetz, quien certificó la presencia de huellas del pariente de Mickey Mouse en los restos examinados, argumentó: "Veinte gramos de lengua de vaca es igual a veinte gramos de lombrices". ¿Qué hubieran opinado de todas lucubraciones las principales damnificadas? Pues las vacas no dijeron ni mú: según parece, les habían comido la lengua los ratones.

Ahora bien, si la causa de la oleada fue una legión de animales predadores y carroñeros, ¿cómo explicar semejante epidemia? Para dar con una posible respuesta el lector deberá conocer lo que sucedió entre marzo y abril de 1954 en los Estados Unidos, cuando se desató la epidemia más insólita que nunca nadie hubiera imaginado: la llamada oleada de parabrisas picados de Seattle. "¿Parabrisas picados, dijo?", se preguntará usted. Sí, vidrios de automóviles extrañamente... mutilados.

Corrieron decenas de hipótesis, desde las más razonables hasta otras decididamente desquiciadas. Finalmente, se quedaron con una. No la hipótesis menos extravagante ni la más sensata sino aquella que era susceptible de verificación experimental. Cuando se la aceptó, el frenesí se detuvo. En aquella ocasión, la Universidad de Washington sumó a sociólogos en su panel de expertos y las conclusiones de su informe -conjeturamos- se pueden aplicar a lo que sucedió en la Argentina durante aquel extraño invierno de 2002.

© 2002 Alejandro Agostinelli. (La primera versión de este artículo fue publicada bajo el título "Vague de mutilations animales en Argentine" en la revista VSD Hors Série N° 5, Octubre 2002, pp. 56-61. Ed. GS Presse Communication, Cedex, Francia.)

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MITOS DEL MILENIO.
En http://www.advance.com.ar/usuarios/moralesr/
VISION OVNI. Sitio de Andrea y Silvia Pérez Simondini, activas investigadoras de la controversia desde el punto de vista ufológico. En http://webs.sinectis.com.ar/rdva/notas.html#primconclusion
SALLIQUELÓ.COM.AR. Sitio editado por Claudia Bustos, habitante del pueblo donde se registró el primer caso. En http://www.salliquelo.com.ar/
MUTILACIONES EN ARGENTINA. Noticias y estadísticas, por el Circulo Ovnilógico Riocuartense. En http://mutilacionesenargentina.8k.com/
ABDUCE A TU VACA LECHERA. Este juego online es un sólo ejemplo del frenesí que despertó el caso (requiere flash). En http://www.quipusoft.com.ar/juegos/abduccion.htm

 

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