Entre abril y junio de 2002 (y, según algunos,
más allá también...) se desató en
la Argentina una ‘oleada de mutilación de ganados’, como
cierto folklore importado de los EE.UU. denomina a estas extrañas
epidemias. Si bien esta clase de experiencias (la extrañeza
de estos hechos descansa en el encuentro de una persona con un
animal con ‘cortes sorprendentes’) tenía antecedentes,
esta vez el fenómeno alcanzó enorme repercusión.
Nunca antes había sucedido un fenómeno con estas
características en el país donde las vacas son un
nostálgico signo de opulencia y bienestar. Por aquellos
días, vecinos de esas mismas zonas reportaron la presencia
de luces insólitas, la aparición de pastos chamuscados
y hasta de ‘enanos orejudos’. Antes de presentar en una conferencia
de prensa la explicación científica del asunto,
el personal del Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad
Agroalimentaria) anduvo a los tumbos. Dijo, se desdijo, fue
y volvió durante semanas, alentando la fantasía
-o confirmando las sospechas- de que nadie tenía la menor
idea de lo que estaba pasando. Finalmente, tras analizar los
cadáveres de veinte animales, la entidad presentó
al principal responsable: un roedor, el hocicudo rojizo,
el cual, entre otras cosas, habría cambiado de hábitos
alimentarios. Hubo otros sospechosos, desde luego: carroñeros,
predadores rurales y... algunos de sus colegas mediáticos.
Sin embargo, pese al esfuerzo oficial, la controversia nunca cicatrizó
del todo. Por eso, al cumplirse un año del famoso pánico
de las vacas mutiladas, refrescamos lo que sucedió durante
aquella temporada donde el temor de lo inconcebible se apoderó
de la imaginación de los argentinos.
VAYAMOS POR PARTES... La invasión de
animales mutilados se extendió en la Argentina a velocidad
de rayo: por cada nueva víctima, un gesto de asombro: por
cada intento de explicación prosaica, una nueva hipótesis
extraordinaria. Así, la oleada de interrogantes no podía
hacer otra cosa que potenciar el misterio: más pasaban
los días, más lejos llegaban las especulaciones.
Las hipótesis avanzaban en extrañeza
y en variedad zoológica, sin distingos de raza, edad y
especie. Primero fueron vacas, terneros y toros en las provincias
de Buenos Aires y La Pampa. Luego corderos, caballos y hasta dos
guanacos quirúrgicamente destartalados sobre las playas
de Península Valdés, en Chubut. En total, más
de doscientos casos, en casi tres meses y a lo largo de diez provincias
del país, desde el Chaco hasta la Patagonia. La semejanza
entre el nuevo misterio rural sudamericano y la fiebre que se
desató en los Estados Unidos en 1975 -cuando se registraron
cerca de 10.000 animales muertos por causas a priori desconocidas-
era pasmoso. Las similitudes entre las conclusiones a las que
llegó en la Argentina el Senasa y las del proyecto Operation
Animal Mutilation, coordinado por el ex agente del FBI, Kenneth
M. Rommel, también son sorprendentes.
Pero -sin que la metáfora sirva de precedente-
vayamos por partes.
Pese a que a cada cadáver de un animal mutilado
tiene sus particularidades, existe un ‘retrato tipo’ (algunos
dirán ‘criterio de selección’): aquellos que fueron
descubiertos sin sus órganos o partes blandas (labios,
lengua piel y músculos de la mandíbula, ojos, orejas,
colas, glándula mamaria y genitales); aquellos cuya piel
faltante presentaba bordes nítidos, circulares o con ángulos
precisos; ausencia de sangre en algunos casos; inexistencia de
rastros humanos en las cercanías y, por último,
animales evitando acercarse al cadáver.
A la gente de campo, una vez repuesta de la consternación
que les significó hallar en ese extraño estado a
su ganado, les asombró la profusión de animales
hallados en circunstancias casi idénticas en distritos
distantes. El chacarero José Ibarra, en Las Tranqueras,
en el paraje La Araña, por ejemplo, encontró a un
novillo muerto al que le faltaba parte de la nariz, quijada, lengua,
yugular y genitales. "Es como si lo hubieran cortado desde
adentro", describió Ibarra. Un veterinario pampeano,
Horacio Hecker, confesó que su buen saber era inservible
para descifrar el enigma. "El novillo que vi en Ingeniero
Toay, cerca de Santa Rosa, presentaba cortes que de ninguna manera
pueden atribuirse a los desgarros causados por carroñeros.
Pero tampoco podría decir con qué fueron hechos",
afirmó. El enigma estaba servido.
HIPÓTESIS SURTIDAS El misterio de la
mutilación de ganado es un viejo conocido para los habitantes
de Platillópolis. Y, como cada vez que reapareció
en algún lugar del mundo, disparó el abanico de
hipótesis de rigor: sectas satánicas, compañías
extranjeras metiendo miedo a los estancieros para comprar campos
por monedas, una invasión de avispas carnívoras,
ganaderos encubriendo un brote de aftosa, despiadados estudiantes
de veterinaria realizando ensayos clandestinos de armas bacteriológicas,
un desquiciado experimento sociológico... y -claro- extraterrestres.
Los mismos chacareros simpatizan sin empacho con esta última
idea. "Cuando encontré al novillo -continúa
el baqueano Ibarra-, había un círculo de pasto amarillo
de 20 metros. Revisé si había rastros de gente o
autos, y nada... hay que entrar por aire".
El trampolín del enigma fue el estupor
de los expertos agropecuarios. Daniel Belot, veterinario del
Senasa en Salliquelló (Buenos Aires), le asombró
"la precisión de un corte perfectamente triangular"
hallado en la mandíbula inferior de un novillo. Belot se
convenció de que "a los animales los mataron en otro
lado y los pusieron ahí", alarmado por la inusual
posición en que encontró algunos cadáveres.
Belot mismo convocó a Fabio Zerpa,
el ufólogo más popular en la Argentina. "Esos
cortes sólo los puede hacer un rayo láser muy evolucionado",
aventuró el actor. Jorge Dubarry, profesor de Patología
de la Facultad de La Pampa, desestimó la hipótesis
alienígena. Pero tampoco pudo ocultar su desconcierto:
"(Estos efectos) no se pueden asignar a un agente biológico
conocido ni a lo que uno está acostumbrado a ver, así
que se impone una hipótesis no común", dijo.
El doctor Ernesto Odriozola, titular de Diagnóstico de
Sanidad Animal del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
(INTA) en Balcarce, primero pensó en "la acción
de algún loquito". Tras recibir el llamado de seis
veterinarios y muestras de tejido de varias vacas mutiladas, cambió
de opinión: "Aunque todavía no tengo los resultados
de los estudios, diría que en 20 años no he visto
algo así. Los animales reportados llevan varios días
muertos y aparecen en lugares distantes de rutas con cortes netos,
quirúrgicos", apuntó Odriozola.
Bernardo Cané,
presidente del Senasa, también apostó
por aquellos días a la hipótesis de los cirujanos
furtivos. "Hay indicios preliminares de algún
tipo de acción humana. No se trata de animales sobre los
cuales actuaron otros animales carroñeros", explicó
al diario Clarín el 22 de junio. Si bien postergó
las conclusiones a un "próximo informe forense",
Cané no descartó que hayan sido objeto de alguna
clase de "práctica esotérica". Nadie imaginaba
que los científicos iban a mutar diametralmente de opinión
en apenas una semana.
LAS VAQUITAS, ¿SAGRADAS O AJENAS? Una oleada
de vacas mutiladas en ‘el país de las vacas flacas’ (animales
que hace algunas décadas simbolizaban la opulencia nacional)
no podía menos que sacudir a los argentinos. Las primeras
noticias trascendieron a principios de abril de 2002, cuando en
Salliqueló apareció el cadáver misteriosamente
despanzurrado de un novillo en medio de un campo, lejos del camino.
El maxilar del animal -observó el veterinario Belot- presentaba
un corte en línea recta bajo la base de la oreja y otros
que parecían ‘aserruchados’ y ‘cauterizados’. Además,
al ejemplar le faltaba el labio inferior, la lengua, los órganos
auditivos y varios huesos y cartílagos. A la semana del
hallazgo, comenzó el peregrinaje de porteños especializados
en misterios. Un llamado del doctor Belot a la ufóloga
Andrea Pérez Simondini, del
grupo Visión OVNI, bastó para que ella fuera la
primera en llegar al lugar. Otro adelantado fue el mismo Zerpa,
cuya sola presencia autoriza la presunción de que hay extraterrestres
metidos en el asunto. Desde entonces, Pérez Simondini
revisó 48 casos, "cuarenta de los cuales el cadáver
estaba en medio de la nada", y regresó a Buenos Aires
cargada de restos, que entregó a la Universidad de Buenos
Aires. "El primer caso fue reportado por Marcelo de Peroy,
un atemorizado productor de El Porrudo; si no hubiera sido
por él, que se contactó con Belot, esto hubiera
demorado mucho más en trascender", explicó
Pérez Simondini. Una vez que el caso de De Peroy se difundió
en la TV, el veterinario de Salliqueló atendió una
avalancha de llamados de productores preocupados por la extraña
muerte de otros animales. Uno era el caso de un toro joven, cerca
del cual Zerpa señaló con entusiasmo a un círculo
de pasto arremolinado. Ese enigma duró poco. "A mi
entender" -apuntó la periodista local Claudia Bustos-
"se intentó ver huellas de OVNIS donde sólo
había manchones de gramillón semi secos, pues ya
habían ocurrido un par de heladas".
Más historias abonaron el asombro. Otro protagonista
fue el ‘enano verde’, una criatura de ‘orejas largas y mirada
extraña’ descripta así por una señora que
juró haberlo visto mientras tendía ropa en el patio
de su casa. El personaje tuvo algunos testigos más, pero
su fama también fue efímera: la ‘enanitis’ se
sofocó cuando la policía descubrió que un
vecino había confundido a un linyera retacón (enfundado
en un pulóver verde, claro) con un ser de otro mundo.
Con los días, paisajes rurales eternamente desolados se
volvieron menos inhóspitos: periodistas, productores televisivos
y cámaras chapotearon en el barro a la caza de evidencias.
Así, una casi interminable lista de geografías olvidadas
comenzaron a emerger, a través de sus ufólogos,
veterinarios y hombres de campo, en los noticieros nacionales.
General Pico, General Acha, Guaminí, Pellegrini y Rivera
ahora estaban en el candelero. No era para menos: todos querían
saber quiénes estaban despedazando al Animal Sagrado de
la Nación, aunque algún periodista no perdió
oportunidad de recordar la letra del cantor, Don Atahualpa Yupanqui:
"Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas"...
EL DEBUT DEL CHUPACABRAS
Francisco Fazio Baiz, un joven ufólogo
que desde hace años pelea por figurar en la televisión,
se convirtió en estrella catódica de las tardes.
Fazio Baiz, animador del grupo Guardianes
del Espacio, lanzó a dominio público la etiqueta
que aportó el condimento caribeño a la polémica:
"Es posible que esto sea obra del chupacabras", dijo.
La categoría, que en la Argentina tenía escasa fama,
prestigió (por contraste) a la hipótesis extraterrestre,
para muchos menos extravagante que las elusivas andanzas de un
asesino serial canguroide, con cara de mastín y patas de
belcebú biotecnológico.
Pese a ocasionales muecas de incredulidad, el enigma
creció con el correr de los días. A mediados de
junio, el número de animales mutilados rondaba el centenar
y la creciente dispersión geográfica de los hallazgos
contribuía a que los noticieros se apoderaran del asunto:
con el seleccionado argentino fuera del Mundial de Fútbol,
la noticia tomó el relevo en charlas de café, lugares
de trabajo y TV, sumándose a tópicos como el corralito
financiero, las disparadas del dólar y la desocupación.
La depresión criolla, especialmente la porteña,
pronto elucubró que la histeria no era más
que una cortina de humo para distraer a la gente del malestar
nacional, antes que uno de sus síntomas. Para julio,
el enigma ya se había multiplicado en diez provincias:
Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe, Mendoza, Chubut, Santa Cruz,
Corrientes, Entre Ríos, Santiago del Estero y Chaco.
El periodista Samuel
"Chiche" Gelblung, conductor de un popular
ciclo televisivo, ordeñó la desgracia de las vaquitas
durante semanas: invitó al ineludible Zerpa y a la astróloga
Lilly Süllös para que defendieran
la tesis alienígena, resucitó a la falsa autopsia
de Roswell, pidió a su equipo de producción que
alzara a una res con una grúa para ilustrar cómo
supuestos cuatreros clandestinos podrían posarla sobre
el campo ‘sin dejar rastros’ (aunque nada dijo sobre cómo
fueron borradas las huellas de... la grúa) y trajo del
Brasil al Padre Oscar
González Quevedo, el famoso parapsicólogo
español, quien sugirió que un paragnosta furtivo
podía estar provocando la autocombustión espontánea
del ganado mediante psicoquinésis. Mauro
Viale, animador de otro programa de televisión,
irritó a los pampeanos preguntándose por la relación
entre la ginebra y los informes de luces extrañas. Sí,
porque los platillos también acudieron a la cita: a propósito
de la proximidad del 24 de Junio, Día Internacional del
OVNI, el CEUFO, a la sazón el grupo ufológico más
activo de La Pampa, ofició guardias nocturas en zonas rurales
durante dos fines de semana, en uno de los cuales se filmó
al menos una luz sospechosa. No hubo helicópteros negros,
como en los Estados Unidos. Pero muchos informes de objetos luminosos
extraños acompañaron cada nueva noticia de un animal
mutilado. El médico y ufólogo Max
Tafur visitó Bahía Blanca y se convenció
de que el frío (entre 5 y 10 grados bajo cero) explicaría
algunas muertes y la curiosa conservación de algunos cadáveres.
"Muchas luces pueden ser explicadas por las maquinarias de
siembra cuando trabajan de noche y por cazadores de liebres",
argumentó. Sin embargo, un testimonio lo dejó vacilando:
"Un caso de primera mano me sorprendió: una tarde,
un viejo ganadero arriaba sus vacas hasta que una de ellas, que
venía medio enferma, se rezagó. Regresó a
buscarla una hora después y la encontró muerta y
mutilada."
La necesidad de hallar puntos de apoyo para la hipótesis
de una acción humana clandestina le hizo perder pie a algunos
militantes racionalistas, que salieron a denostar el "falso
misterio" sin tener a mano ninguna hipótesis alternativa
creíble. Otros -quizá más desorientados,
pero seguramente más cautos que ciertos ufólogos-
eligieron el silencio antes que sepultar el misterio por vía
de su ridiculización. La misma Pérez Simondini,
que de escéptica no tiene un pelo, informó sobre
el hallazgo de "una mutilación a medio hacer"
(cualquier cosa que esto pueda significar) y jirones de una camisa,
"como si los autores hubieran salido apurados". En Salliquelló
también informó que se habría hallado un
handy abandonado cerca de cuatro animales mutilados. "Que
yo sepa los extraterrestres no usan camisas ni handys...",
se entusiasmó Rubén
Morales, psicólogo social y webmaster del sitio
Mitos del Milenio. Sin embargo, Pérez Simondini luego aclaró
que la ropa apareció "muy lejos de la posición
del cadáver del animal" y el handy había
que achacárselo a la confusión de un agricultor,
quien había llamado así a un... ¡globo aerostático!
(Se aceptan apuestas para saber cómo apareció la
expresión handy en el vocabulario del campesino...).
DESPISTE RURAL (O ‘A LOS TUMBOS ENTRE LOS TAMBOS’) Si
los científicos han de ser, como es debido, esclavos de
las evidencias, no sólo tienen el derecho sino la obligación
de revisar continuamente sus puntos de vista. Pero durante
la oleada de mutilaciones vacunas argentinas, la opinión
de los académicos que llevaron la investigación
cambió sobre la marcha varias veces, casi cada vez que
eran entrevistados y abjurando hoy lo que habían defendido
anteayer.
Cuando el gobernador de La Pampa, Rubén Marín,
consideró el caso un asunto de "prioridad nacional",
los temores fantásticos apoderaron de la propia Subsecretaría
de Asuntos Agrarios de la provincia, que reclamó a Antonio
Oliveira, secretario de la Autoridad Regulatoria Nuclear, la presencia
de especialistas munidos de contadores Geiger. Los técnicos
descartaron cualquier relación entre las muertes de los
animales y radiactividad. "La principal incógnita
-planteaba Odriozola, el patólogo del INTA- es determinar
qué perseguían quienes atacaron a los animales...
Aquí está claro que todo fue provocado por alguien",
explicó al diario La Nueva Provincia el 23 de junio.
Era legítimo suponer que Odriozola sabía de lo
que hablaba: ya había participado de la necropsia de animales
hallados en Coronel Dorrego, Aparicio y Tres Arroyos. "Fueron
mutilados por alguien que tiene bien claro lo que busca, ya que
siempre toma las mismas partes. Parece que fuera un muestreo."
No es que el catedrático pensara en predadores alienígenas.
Pero, aunque no se lo propusiera, sus comentarios iban a parar
directamente al imaginario extraterrestre. A Odriozola le
llamó la atención que la mayoría de las mutilaciones
fueran hechas sobre el lado izquierdo del animal. "Quien
lo hizo -aseguró- procede con mucha prolijidad, porque
los cortes son netos y, a la vez, dan la impresión de que
fueran cauterizados." Y remataba: "Yo nunca he visto
nada parecido".
Tanta perfección en los cortes, más
la comprobación de órganos limpiamente extirpados,
no parecía dejar margen de duda. Bernardo Cané,
máxima autoridad del Senasa, citando un informe preliminar
de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN) cuando su personal
ya había estudiado siete animales muertos, expuso el 22
de junio: "Se trata de cortes claros, que no fueron hechos
por animales depredadores. Pero no sabemos quién los puede
estar haciendo." El documento, con las firmas del decano
de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNICEN, doctor Alejandro
Soraci, la toxicóloga Ofelia Tapia y el patólogo
Odriozola, enfatizaba: "Los cortes no son obra de carroñeros
ni de mamíferos y no hay duda de que fueron hechos con
intencionalidad". Según Cané, los toxicólogos
estaban tratando de determinar "con qué voltearon
y con qué mataron a los animales. Vamos a buscar si hay
derivados del curare, que es una droga letal, o si se usaron medicamentos
que inmovilizan al animal". Y si bien observaban "nítidamente"
el accionar de carroñeros, todavía no lo relacionaban
con las causas de las mutilaciones.
La desorientación oficial se reflejó
en un discurso del propio Felipe Solá, gobernador de la
provincia de Buenos Aires. Sin disimular su perplejidad, dijo:
"Si se hubieran concentrado en una sola zona, se podría
haber pensado en un grupito de chistosos, locos o en un secta",
pero como el fenómeno "está muy disperso geográficamente,
no sé de qué se trata".
LAS HUELLAS DEL SUPERRATÓN "Descartamos
a los marcianos, al pombero y otras tradiciones rurales argentinas",
bromeó Bernardo Cané en la conferencia de prensa
que dio el lunes 1° de julio en la sede del Senasa. Junto con
los doctores Soraci, Tapia y Odriozola -es decir, los mismos que
una semana atrás habían defendido la participación
humana en las hasta entonces llamadas ‘mutilaciones’-, el titular
del Senasa reveló la identidad del principal sospechoso.
Era rojizo, hocicudo y no medía más de 16 centímetros.
El acusado, un roedor del género Oxymycterus,
se habría encargado de ‘limpiar’ a los animales, muertos
por causas naturales. Bueno, no sólo los roedores habrían
actuado sobre los cadáveres: en la faena también
habrían descollado zorros, peludos y otros carroñeros,
"particularmente activos a causa de cambios en el ecosistema
regional".
Para llegar a estas conclusiones, los científicos
se basaron en las necropsias de 20 animales recogidos en 15 establecimientos
agropecuarios de los partidos bonaerenses de Olavarría,
Tandil, Tres Arroyos, Coronel Pringles, Coronel Dorrego y Balcarce.
El ganado, según el informe, sucumbió a causa de
"neumonías, desnutrición, enfermedades metabólicas
o infecciosas de altísima incidencia en época invernal".
Los técnicos pudieron constatar -por observación
directa y bajo lupa estereoscópica- que "las lesiones
producidas en la piel y órganos habían sido ocasionadas
por depredadores".
Desde el primer al último párrafo,
el informe contradecía la tesis inicial. "Ahora probamos
que no hubo acción humana", explicó Néstor
Auza, rector de la Universidad de Tandil. El estudio "descartó
el uso de narcóticos sobre los animales examinados y estudios
histológicos demostraron "la ausencia de cauterización
mediante elementos candentes".
Pero ¿qué se hizo de los cortes perfectos?
¿Y de los cirujanos furtivos? "En animales muertos recientemente
se demostró que los cortes no son tan precisos sino que
poseen los bordes aserrados", matizó Odriozola. "Las
marcas irregulares de la dentadura de los roedores -continuó-
aparece tanto en la piel como en los huesos". Y añadió:
"La mentada cauterización sólo es consecuencia
de la exposición a las bajas temperaturas, que no se dio
en esta ocasión porque llegamos enseguida." El
informe de laboratorio señaló que, con el paso del
tiempo, esas marcas se ‘enmascaran’ simulando una línea
recta, como cauterizada.
El periodista pampeano Gerardo Yánes, también
hombre de campo, apuntó: "Una cosa es ver una foto
de un supuesto animal mutilado y otra es verlo personalmente...
Si los observadores no estuvieran tan sugestionados con la
idea de algo ‘misterioso’, sería la primera conclusión
que sacarían: ‘esto es obra de otros animales’."
MUTILACIONES DE DISEÑO Las idas y venidas
de los científicos será materia de discusión.
Pero nadie les negará creatividad: el equipo del UNICEN
realizó un ‘simulacro de mutilación’: echó
sobre el campo animales muertos, sin lesiones, registrándolos
en una cinta de video durante horas. Así, filmaron a los
ratones de pelaje rojizo y a otros carroñeros en acción,
devorando las partes blandas del novillo "alrededor, dentro
y en el momento de ingerir el tejido de los animales". La
última parte del film muestra lesiones llamativamente similares
a las de los animales hallados muertos. El patrón de
estas lesiones era siempre el mismo: "aberturas naturales,
como boca, orejas, glándulas mamarias, recto, vulva y,
cuando llevaban más tiempo de muertos, en abdomen".
En el laboratorio, los roedores hocicudos demostraron en cautiverio
la misma voracidad por los órganos vacunos.
En 1980, un estudio similar al de la UNICEN había
sido realizado en Arkansas, Estados Unidos, para verificar si
los órganos que faltaban en los casos de mutilación
de ganado eran los mismos extraídos por los carroñeros.
Según el ex agente del FBI Kenneth Rommel (ver recuadro),
un equipo vigiló durante más de 30 horas el cadáver
de una res recién fallecida y, al final del experimento,
faltaban la lengua, el ojo, parte del ano y habían desaparecido
órganos internos. Los culpables: moscardas, mofetas y aves
carroñeras. Rommel destacó que los tipos de órganos
extraídos y la magnitud de los daños dependería
de cuándo llega el investigador al lugar y de los carroñeros
presentes en el área.
Un investigador consultado por el Senasa, el doctor
Fernando Kravetz, profesor titular
de Ecología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales
de la UBA, indicó que, hasta ahora, el roedor hocicudo
rojizo "se alimentaba de lombrices, babosas, caracoles, hormigas
y arañas". Pero coincidió en señalar
que -cuando se levantan las cosechas o en tiempos de heladas-
los hocicudos se vuelven hostiles. Al científico
tampoco le extrañó que se resguardaran de las bajas
temperaturas dentro de cadáveres vacunos. "Allí
se alimentarían en un solo lugar con lo que antes buscaba
en sitios dispersos", destacó. Su dentadura -dos incisivos
arriba, dos abajo y tres molares masticatorios- tiene "un
esmalte más fuerte que el hierro y cuando muerde, raya",
cosa que explicaría los curiosos cortes.
Kravetz, quien certificó la presencia de
huellas del pariente de Mickey Mouse en los restos examinados,
argumentó: "Veinte gramos de lengua de vaca es igual
a veinte gramos de lombrices". ¿Qué hubieran opinado
de todas lucubraciones las principales damnificadas? Pues las
vacas no dijeron ni mú: según parece, les habían
comido la lengua los ratones.
Ahora bien, si la causa de la oleada fue una legión
de animales predadores y carroñeros, ¿cómo explicar
semejante epidemia? Para dar con una posible respuesta el lector
deberá conocer lo que sucedió entre marzo y abril
de 1954 en los Estados Unidos, cuando se desató la epidemia
más insólita que nunca nadie hubiera imaginado:
la llamada oleada de parabrisas
picados de Seattle. "¿Parabrisas picados, dijo?",
se preguntará usted. Sí, vidrios de automóviles
extrañamente... mutilados.
Corrieron decenas de hipótesis, desde las
más razonables hasta otras decididamente desquiciadas.
Finalmente, se quedaron con una. No la hipótesis menos
extravagante ni la más sensata sino aquella que era
susceptible de verificación experimental. Cuando se
la aceptó, el frenesí se detuvo. En aquella ocasión,
la Universidad de Washington sumó a sociólogos en
su panel de expertos y las conclusiones de su informe -conjeturamos-
se pueden aplicar a lo que sucedió en la Argentina durante
aquel extraño invierno de 2002.
© 2002 Alejandro Agostinelli. (La primera versión
de este artículo fue publicada bajo el título "Vague
de mutilations animales en Argentine" en la revista VSD
Hors Série N° 5, Octubre 2002, pp. 56-61. Ed. GS Presse
Communication, Cedex, Francia.)
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Oscar
González Quevedo
Mauro Viale
Max Tafur
Rubén
Morales
Fernando Kravetz
ENLACES RELACIONADOS
MITOS
DEL MILENIO. En http://www.advance.com.ar/usuarios/moralesr/
VISION OVNI. Sitio de Andrea
y Silvia Pérez Simondini, activas investigadoras de la
controversia desde el punto de vista ufológico. En http://webs.sinectis.com.ar/rdva/notas.html#primconclusion
SALLIQUELÓ.COM.AR. Sitio editado
por Claudia Bustos, habitante del pueblo donde se registró
el primer caso. En http://www.salliquelo.com.ar/
MUTILACIONES EN ARGENTINA. Noticias
y estadísticas, por el Circulo Ovnilógico Riocuartense.
En http://mutilacionesenargentina.8k.com/
ABDUCE A TU VACA LECHERA. Este juego
online es un sólo ejemplo del frenesí que despertó
el caso (requiere flash). En http://www.quipusoft.com.ar/juegos/abduccion.htm
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