No había hecho falta el detector. Schiariti,
abatatado, había confesado. Luego, una vez conectado a la
máquina, el conductor le preguntó: "¿Usa actualmente el engaño
como herramienta de trabajo?". Con toda naturalidad, respondió:
"No", en flagrante contradicción con la confesión que
había arriesgado minutos antes.
Pero lo que es obvio para el hombre puede no serlo
para la máquina. O, mejor dicho, para quien lee e interpreta
los gráficos del polígrafo. Porque, con toda seguridad, el hombre
de la máquina afirmó: "Indudablemente, dice la verdad".
Y, por si cabe alguna duda, era mentira.
Primera publicación: Sección "En trance", en diario
"La Prensa", Buenos Aires, 14 de enero de 1995.