"Para Alejandro Agostinelli,
querido compañero en la eterna duda. Lo importante no es
lo que creemos, o no creemos, sino el grado de fanatismo con que
lo vivimos", leo en la dedicatoria que escribió Carballal
en la carátula de "Los Expedientes Secretos".
Simultáneamente, otro amigo, Alejandro
Parra, a la sazón portador del mismo libro
desde la Península Ibérica, me pide que comente
ésta, la última obra de Manuel
Carballal. "Mmm... ¡Qué compromiso!",
me dije. Me sentí atrapado. ¿Porqué? Conozco
al ufólogo gallego desde hace más de diez años.
Nos escribíamos desde tiempo antes, pero en 1991 coincidimos
en un congreso en El Vendrell, cerca de Barcelona, organizado
por otro amigo común, Joan Basseda. Yo no lo sabía
tanto de él y al principio parecíamos acordar en
todo. Bueno, en casi todo: una noche le dije al pasar que
ufología y ufos existían, según mi opinión,
porque ¿a quién no le gusta escuchar una buena historia?
(Ya sé que el asunto es mucho más complejo; yo
sólo le quise exponer un concepto, no una verdad revelada.)
"No lo veo así", repuso. "Para mí
-continuó- existen al margen de nuestras expectativas".
Pensábamos diferente. A pesar de eso, o quizá gracias
a eso, simpatizamos. Luego nos volvimos a ver o a escribir de
vez en cuando. Hace un par de años, un malentendido nos
distanció. La simpatía mutua, para mí, seguía
intacta, y así lo confirmó su cariñosa dedicatoria.
Todo esto es un fárrago demasiado personal -lo siento-,
pero quiero dejar asentado que el peso de esa amistad ahora
me preocupa: los humores hispanos son hipersensibles a la crítica
y no me gustaría que esa relación condicionara este
comentario. Y, si lo hace, prefiero dejarlo claro de entrada
(1).
Pero cuidado, que se me entienda bien: no estoy
preparando el terreno para destrozar su trabajo ni mucho menos,
ya que el apasionado en fenómenos extraños y
creencias paranormales agradecerá esta obra, que le servirá
para enterarse de muchos pormenores de la cuestión en España,
escritos por alguien que se acercó, tal vez menos peligrosamente
de lo que nos quiere hacer creer, al punto de vista de los agentes
secretos, compartiendo aquí sus experiencias, algunas
instructivas y otras sumamente entretenidas. "Mira, Manuel
-le confió un inspector jefe-; si a mí me viene
un vidente a la comisaría y me dice dónde está
Anabel Segura y yo la encuentro donde
me ha dicho, lo primero que hago es detenerlo a él. Y luego
me va a explicar muy despacito cómo sabía dónde
estaba". Diálogos como éste, diseminados en
diferentes capítulos, reflejan apasionantes escenarios
tras bambalinas. Por lo demás, Manuel no rehuye a ninguna
técnica para hacerse de la información: puede fingirse
cliente de una prostituta en La Havana para dar con el paradero
de un santero reclutado por los servicios secretos de Fidel
Castro (pp. 13-18) o lanzarse al vacío desde
4.000 metros de altura para colarse en un grupo de paracaidistas
y ganarse la confianza de agentes del Cesid (Centro Superior de
Información de la Defensa), quienes le revelarán
informes sobre OVNIs del Ejército del Aire que -como no
hallará entre los desclasificados- considerará "confidenciales"
(p.250). El morbo con que describe las barreras que debe sortear
para hacerse con ciertas declaraciones le agrega sal y pimienta
a un libro que -sin esos ingredientes- se tornaría insípido:
ciertamente, muchos investigadores -los mismos que Carballal sindica
como "colaboradores de Defensa en ocultar la verdad"
(p. 324)- son capaces de despachar en pocas carillas lo que él
necesitó un capítulo entero del libro, tal el caso
de sus malogrados intentos por desvelar
encubrimientos estilo Roswell en territorio
español (2), para desembarcar a conclusiones incontrastables.
No resisto el deseo de acotar que las falacias con que descalifica
a ufólogos escépticos como
Vicente-Juan
Ballester Olmos alcanzan un grado de patetismo
aún más perturbador cuando, por otro lado, a
J.J. Benítez,
algo así como el Fabio Zerpa
español, lo considera un "investigador" digno
del mayor respeto...
¿"ALGO MÁS" O "ALGO MENOS"
QUE LA VERDAD?
A diferencia de sus títulos anteriores ("Los Peligros
del Esoterismo", "El Síndrome del Maligno",
"Secuestrados por los OVNIs", "La Ciencia Frente
al Misterio" y "OVNIs y Pilotos") éste es
el más pretencioso. Tal vez... demasiado. No le teme a
ninguno de los grandes interrogantes. "¿Y si además
de los videntes usados como desinformadores, los mitos esotéricos
como propaganda, las sectas como campo experimental psicológico,
o los OVNIs que ocultan pruebas militares, hubiese algo más?",
es "la" pregunta.
Pero ¿y si en vez de algo más hubiese...
algo menos? Digamos ya mismo que -si hubiera algo más-...
no sabe/no contesta. Por el contrario, este libro de Carballal
es su mejor intento por rellenar estas cuatro afirmaciones,
a las que da por probadas en aquella laaaaarga duda. A modo de
juego mental, veamos qué sucede si enfrentamos esas ideas
con otras tantas de signo opuesto:
- ¿Son los videntes ante todo desinformadores
manipulados o... pueden, ocasionalmente, ser aprovechados
por algún funcionario vivillo, confiado que tendrá
cien años de perdón?
- ¿Los mitos esotéricos son especialmente
utilizados como herramientas de influencia social o... en
los orígenes de toda ideología hay un nutriente
religioso, mágico o pseudocientífico que no es
determinante para poner en marcha movimientos sociales complejos
como el nazi?
- ¿Es habitual que las minorías religiosas
sean campo orégano de científicos sociales chiflados
o... sectas sintéticas como UMMO son
excepcionales y están condenadas a la extinción?
- ¿Son las pruebas militares lo que justifica
la existencia de la mitología OVNI o... de vez en
vez aparecen uniformados dispuestos a "dejar creer"
en platos voladores para ahorrarse explicaciones (sin por ello
pretender ocultar nada en especial)?
Para elegir cualquiera de estas opciones hace
falta algo más que unas cuantas anécdotas.
Además, podríamos preguntarnos si tales disyuntivas
tienen sentido a la luz de las evidencias disponibles. Sin ser
necesariamente malpensados, cabe advertir que el autor se encuentra
recostado en una atmósfera oportuna -la moda conspiranoica
impuesta por series como "X Files" (que, pese a entregar
el título de la obra, no aparece mencionada ni una vez)-
para dirigir la atención a su especialidad -demostrarnos
que "la realidad supera a la ficción"-, para
lo cual no cejará en su empeño por infiltrarse en
la "zona prohibida de la verdad". Esa que los gobiernos,
los servicios de inteligencia y los militares pretenden ocultar...
porque la verdad... ya sabe: está siempre ahí afuera.
UN ESCÉPTICO QUE TOMA EN SERIO A ¡URI
GELLER!
Al dar vuelta la página 484 de "Los Expedientes Secretos",
a uno le queda la sensación de haber acompañado
al autor a una aventura que llega a tornarse tan solitaria
como quijotesca. No encuentro mejores adjetivos para
describir a su esfuerzo por atrapar una "verdad"
frágil como una burbuja y quizá tan jabonosa como
magnificada. Los testimonios que Carballal presenta son, salvo
contadas excepciones, más anecdóticos que documentados,
aunque admito que este asunto es materia opinable. Sin embargo,
las "verdades" que presenta son sospechosamente escurridizas.
En todo momento, el autor parece "a punto" de reescribir
la "verdadera historia", aquella que los-villanos-que-detentan-el-Poder-escamotean-a-los-pobres-ciudadanos-víctimas-de-la
Gran-Manipulación. Pero, a la vez, los datos que él
mismo confiesa necesitar para que sus hipótesis "cierren"
se vislumbran en la lontananza, casi siempre bajo la forma de
una promesa pendiente de corroboración. Y digo que
sus "verdades" están magnificadas porque a menudo
agranda hechos o le da aire a personajes impresentables.
En este sentido, Manuel adolece de la costumbre
de poner el carro delante del caballo. Veamos un ejemplo.
En el capítulo 5, "La guerra de las mentes",
donde avanza en su intento por demostrar la utilización
de los espías psíquicos por las agencias de inteligencia,
empieza citando elogiosamente a Uri Geller
(pp.113-122), a quien investigadores como James
Randi, Richard Feynman, Martin
Gardner y Ramos Perera descubrieron
más de una vez con las manos en la masa y acabaron ofreciendo
evidencias más que convincentes para retratarlo como un
embaucador profesional. Carballal, sin embargo, omite señas
biográficas nada menores de Geller (por ejemplo, que antes
de declararse psíquico trabajó como ilusionista
en Israel) y ensalza las defenestradas investigaciones
de Russell Targ y Harold
Puttoff. "(Geller) -escribe Carballal- obtuvo críticas
favorables de los científicos que lo analizaron y los más
vilipendiados ataques de quienes nunca lo analizaron personalmente"
(p.117). Reinvindicación y descalificación sorprendentes
para quienes conocen el otro lado de la historia (3).
Geller le confiesa que la CIA le encargó
que "bombardeara telepáticamente" a un ministro
soviético durante la firma de un Tratado de Desarme
Nuclear (p. 122). Tales declaraciones merecen tanto crédito
como su revelación de que John Lennon le regaló
un artilugio extraterrestre: "Nunca (lo) he llevado a
analizar -le dijo Geller- por miedo a que los científicos
me digan que es algo fabricado por el hombre" (p.121). Con
todo, Carballal inicia su ronda de entrevistas con gente del Cesid
para ¡intentar contrastar las informaciones que le había
facilitado el propio Geller! Ahora, ¿qué informaciones
le dio el mentalista israelí? En el libro no aparecen:
sólo leemos las fábulas con las que desde
hace años Geller trata deslumbrar incautos para autoglorificarse...
Aún así, Carballal, siguiendo al sociólogo
Marcelo
Truzzi, aclara que no le interesa probar
si los videntes son efectivos o no, sino si son útiles.
"Incluso si son un fraude pueden tener una utilidad práctica",
escribe, convencido de que el más estéril fisgoneo
psíquico puede lograr milagros tales como la rendición
incondicional de un criminal crédulo...
A veces, Carballal actúa como un "racionalista
duro" (y es aquí cuando alguien podría aplicar
los mismos argumentos que él usa para desacreditar a los
escépticos, a quienes ataca por hacerle críticas
parecidas a las que le hago en estas líneas). En el capitulo
2, titulado "La policía paranormal" y tal vez
uno de los más elaborados de la obra, queda claro
que los adivinos devenidos en espías no aciertan ni de
carambola. Pero, de pronto, abrazándose de historias
anecdóticas como las que le confiaron de la "bruja
buena" Maritxu o el padre José
María Pilón, llega a conclusiones ambigüas,
innecesarias y desconcertantes: "Por lo general, salvo
contadas excepciones, no creo que tales capacidades, de las que
presumen los videntes profesionales, existan" (p.102). ¿En
qué quedamos? ¿No cree (en tales capacidades) o... existen
"contadas excepciones"? ¿A cuenta de qué el
autor revaloriza un enigma tras haberse tomado el trabajo de desbaratarlo?
Misterio... (4)
EL LLANERO SOLITARIO PERSIGUIENDO... ¿POMPAS
DE JABÓN?
El carácter solitario de las andanzas de Carballal
a través de la casuística misteriosa -decir paranormal
sería restrictivo- no es un énfasis mío
sino del propio autor. "Este libro -escribe en la presentación-
es fruto de una investigación individual. El único
apoyo que he recibido de servicios, asociaciones, empresas o colectivos
de otra índole ha sido... ninguno" (p. 9). Con el
correr de las páginas, el lector sabrá que eso
que parece una queja es, en rigor, una declaración de principios:
"...la ventaja de trabajar solo es que no debes someterte
al criterio comercial de una publicación o a la inquisitorial
censura que imponen ciertos estamentos oficiales" (p. 265).
A Carballal -lo digo con la confianza que me otorga contar con
su amistad- le encanta mostrarse como un enfant terrible,
pretensión chocante cuando se manifiestan indicios que
la contradicen. Carballal declara no comulgar con los ‘mercaderes
del periodismo paranormal’ (se supone que el de los que dirigen
las revistas esotéricas españolas, aunque las principales
son tres y sólo parece tener problemas con una de ellas)
ni, mucho menos, con los ‘seudoescépticos’, como le llama
a los investigadores críticos que para él son "sospechosos
de colaborar con los servicios de inteligencia". Y ésta
"tercera posición" acaba siendo un gesto políticamente
correcto de cara a un lector que creerá estar leyendo
un trabajo independiente de aquellas "fuerzas en pugna".
Carballal parece seguir el lema, tan caro a los
equisófilos, "nunca confíes en nadie".
Su aventura también es solitaria en este sentido: por razones
bastante caprichosas, desestima otras fuentes, otros investigadores,
otros autores: sus apuntes se refieren a un asunto absolutamente
personal y no confronta evidencias divergentes con nadie, a
menos que sea para ridiculizarlas. No sólo sigue esta
línea en el caso Geller, su psíquico favorito, sino
cuando toca de refilón el Proyecto Stargate (p.130), sin
mencionar por qué se canceló el programa (5), y
tampoco lo hace cada vez que discute un caso OVNI donde, ineludiblemente,
adivina la intención de "desinformar" si un investigador
que no le cae simpático llegó a conclusiones diferentes
de las suyas.
Y, frente a esas arbitrariedades, uno queda confundido
a la hora de imaginar los razonamientos que siguió para
valorar la credibilidad de informantes, testigos o presuntos dotados.
Su investigación sobre la intervención de videntes
españoles y el fantochesco desembarco de la empresa psíquica
norteamericana PSI-TECH durante el secuestro de Anabel Segura,
por ejemplo, podría haber sido impecable si no hubiera
intranquilizado al lector mencionando que encargó ¡un
estudio grafológico! para calibrar la personalidad de uno
de los raptores (p.65-66). Al affaire UMMO (un inquietante
fraude donde ufófilos de todo el mundo fueron expuestos
a presuntas cartas extraterrestres), Carballal le dedica un
apretado capítulo con información poco conocida
para el gran público, lo que es de celebrar. Pero
el lector avisado no podrá permanecer indiferente cuando
afirma que existió "una segunda secta sadomasoquista"
creada por José Luis Jordán
Peña, el artífice del fiasco, porque...
¡el propio Jordán Peña se lo dijo! No se advierte
ningún intento por confimar sus dichos, y lo digo
consternado: hace años le sugerí que caía
de maduro corroborar la existencia de la alegada secta por la
sencilla razón de que Jordán Peña hizo
de la mentira una forma de vida (p. 431). Asoman, en fin,
las mismas dudas cuando da por buena la sospecha de que el Cesid
participó en el montaje ummita basándose en confidencias
mínimas, sin una sola entrevista en "on"
o documentos que las respalden (pp. 425-438). Y no, la verdad
es que cinco frases no alcanzan para sostener que "la
génesis del engaño va mucho más allá
de una inocente broma, como siempre pretendieron los siniestros
seudoescépticos, y mucho más allá del
‘experimento científico’ que pretende Jordán"
(pp.430). También nos desorientará descubrir que
utiliza el libro para enviar contraseñas a confidentes,
espías o colegas ("A ti te tocará, Serrucho,
dar a conocer o no ese documento... Yo me reservo otro video y
unos fotogramas del tuyo...) (p.414) [¿?].
A mí me gustaría saber, por ejemplo,
si es cierto que, en abril de 1982, un submarino norteamericano
proyectó una imagen holográfica de la Virgen frente
a la bahía de La Havana en el contexto de una operación
de guerra psicológica contra el gobierno comunista de
Fidel Castro. O si es verdad que la CIA planificó
desestabilizar Cuba propagando la creencia de que Fidel era el
anticristo profetizado en el Apocalipsis de San Juan (pp. 235-244).
Estas historias suenan a ciencia ficción, pero a Carballal
le daría una oportunidad si su única fuente
con nombre y apellido no fuese un general, ex viceministro de
seguridad de Mongolia, con el que había bebido "un
par de vodkas de leche de camella" en el curso de una enigmática
expedición Vórtice-99 (?)... aventura siberiana
que no volverá a mencionar en el resto del libro. Es que
-por defecto- las dudas justificadas acaban contaminando posibles
datos fidedignos. Y enfatizo lo de justificadas porque, como
en el caso de la "aparición mariana contrarrevolucionaria"
del Malecón de La Havana, Carballal parece haber viajado
más de una vez a Cuba y -ya que estaba-, podría
haber procurado testimonios o documentos menos endebles. Pero
no, regresó con las manos vacías (aunque
no lo confiesa: simplemente se nota). Ergo: la ausencia de
otras fuentes obliga a mantener a estos datos, que podrían
ser preciosos, en cuarentena.
LA PARADOJA DEL DENUNCIANTE DE CONSPIRACIONES
Al promediar estos comentarios, califiqué a su aventura
de quijotesca. Me explico: a lo largo del libro se advierte
un casi obsesivo empeño en justificar el título.
Me parece rayano en la desmesura acometer una obra de casi
medio millar de páginas con el propósito de fundamentar
el accionar "manipulativo" de los servicios secretos
españoles en las más diversas creencias paranormales,
para acabar descubriendo que prevalecen deducciones detectivescas
antes que evidencias consistentes. Por cierto, cuesta hallar
la clase de datos no ya digamos capaces de desbancar gobiernos
sino... de justificar el robo de su computadora (cosa que dice
le sucedió poco antes de entregar su manuscrito a la editorial)
(p.157).
Carballal "quiere y no quiere" ser espía.
Se nota que disfruta viviendo situaciones límite y sabe
que ellas le dan miga para que sus crónicas tengan el imprescindible
touch dramático. Pero, qué vamos a hacer,
su libro no prueba que "la realidad siempre supera a la ficción".
A veces, como, en el caso UMMO o la comedia de enredos paranormal
alrededor del secuestro de Anabel Segura, sí. Pero otras
es decepcionante y el desafío consiste en convertir
al desengaño en conocimiento... siempre pasible de un tratamiento
casi tan divertido como la mejor ficción (¡lo que pasa
es que da trabajo!).
Para terminar, siento confesar que "Los
Expedientes Secretos" no es la obra de autor que me
hubiera gustado leer de Carballal: la credibilidad de los
datos que salpica aquí y allá en sus abigarradas
crónicas -que a menudo tocan demasiados temas a las
vez, yéndose por las ramas y desorientando al lector-
suelen depender del margen de confianza que decidamos otorgar
a sus informantes... casi siempre tan anónimos como
los corresponsales del planeta UMMO. Así las cosas,
la hipótesis según la cual organismos oficiales
como el Cesid conspiran en las sombras manipulando las creencias
populares... no cierra: queda pendiente para otra ocasión,
en la que -"si nadie se interpone en su camino"-, Carballal
revelará todo lo que sabe.
Queda una última pregunta abierta. Si el
autor no cumple con lo que el título promete, ¿quién
es responsable de que el mundo ignore "la verdad"? ¿Los
funcionarios de Defensa? ¿Los soplones rentados, que nunca nadie
a quién responden? ¿Las revistas esotéricas, que
aspiran a aumentar la venta? ¿Los escépticos militantes,
que explicándolo todo cooperan sepultando verdades más
extraordinarias? ¿Carballal, que parece naufragar en el intento?
¿Las cosas siguen igual que antes porque los conspiradores consiguieron
derrotar al solitario Manuel en una pulseada colosal? ¿O debemos
concluir que los esfuerzos del autor se reducen a novelar sucesos
triviales?
Los servicios de inteligencia españoles estarían
dispuestos a desechar este último interrogante. Según
parece, consideran a Manuel un adversario digno: "Joder,
es una pena que seas tan independiente. Tú en el servicio
tendrías futuro...", le confió uno de ellos.
Carballal, a renglón seguido, desliza: "La verdad
es que no era la primera vez que un agente del Cesid me hacía
comentarios parecidos, aunque parece ser que mi individualismo
compulsivo no está hecho para el espionaje... Y mis lealtades
son para una verdad mucho más trascendente y universal
que la soberanía nacional. Lo que no ha impedido que se
me hayan hecho generosas ofertas económicas que jamás
he aceptado. Sospecho que otros ufólogos españoles
sí aceptaron esas proposiciones [económicas]..."
(p.322)
En plan de seguirle la corriente, ¿por qué
no creer que la obra de Carballal es otra pieza más dentro
del tinglado de la Gran Conspiración? Los agentes que
actuaron como sus informantes, ¿no estarán tratando de
hacerle pisar el palito, forzándolo a creer en aquello
que quieren que crea? Estas preguntas -que espero nadie tome en
serio- son puro entretenimiento retórico (eso sí,
inspiradas en las mismas fuentes: Jacques
Vallée, John
Keel, X-Files...).
Realmente, no pienso que alguien pueda estar interesado
en manipular las creencias de Carballal. Pero el lector, sobre
todo aquel que desde el principio tuvo en cuenta el cariño
que siento por el autor, imaginará cuánto me costó
verme en la obligación ética de plantearme éste,
el más serio de mis interrogantes: ¿Carballal denuncia
aquí un oscuro complot o... gran parte de su obra es un
mero juego de pirotecnia verbal?
Dejo a los potenciales entusiastas de su libro con
esta única inquietud.
REFERENCIAS:
- Aún así, creo que
no existe amistad genuina si no nos sentimos libres de hacer
una crítica sincera: la amistad se nutre más
de la disidencia que de la apología hipócrita:
la crítica complaciente o el disimulo, creo yo, constituyen
una falta de respeto al autor, al lector y a nosotros mismos.
- Confróntese el capítulo
5, "Un arma llamada miedo", con el artículo
"Gastronomía de los ‘Roswell’ a la española",
por Manuel Borraz,
en La Nave de los Locos N° 6, enero 2001, pp-22-25.
- Ver Randi, James. "Los fraudes
paranormales", Ed. Tikal, 1994 (ver Capítulo 7,
"Los Laurel y Hardy de la parapsicología",
pp. 143-173). También ver de Ramos
Perera, "Uri Geller al descubierto".
Sedmay Ediciones. Madrid, 1975.
- ¿Misterio? Bueno, no tanto: del
"nuevo periodismo" español especializado en
misterios, sigue faltando el libro que represente un
verdadero corte de manga a los criterios estándar que
suelen encorsetar a estas publicaciones. Que los datos hablen
por sí mismos, atreverse a cuestionar a las vacas sagradas
o desarticular el engranaje de las creencias, parece más
difícil que cargarse a unos cuantos falsos misterios...
y dejar en el aire a todo lo demás. A Manuel lo aprecio
mucho, pero creo que si no lo hizo, o si lo hizo a medias, fue
porque tomó clases en la misma escuela que enseña
a no matar a la gallina de los huevos de oro: ante la duda,
conviene perdonarle la vida al misterio -¡que después
de todo es el que nos da de comer!-. (A propósito, déjenme
decir que -si tal gallina existiera- sería inmune a la
opinión e incluso a los descubrimientos de los periodistas...)
- Ver Hyman, Ray; "A Critical
Historical Overview of Parapsychology. En Kurtz, Paul (Editor):
"A Skeptic’s Handbook of Parapsychology" (99. 3-96),
Buffalo, NY: Prometheus (1985); May, Edwin; "Los Institutos
Americanos de Investigación. Revisión del Programa
Star Gate del Departamento de Defensa: un comentario".
En Revista Mexicana de Psicología Paranormal. Vol 1,
N° 2. Noviembre 1996 (p-90-113). [Publicado originalmente en
Journal of Parapsychology, 60, 3-23, marzo 1996.]
Primera publicación:
Revista Argentina de Psicología Paranormal (RAPP),
Número 3-4, Julio-Octubre 2002. Pp. 290-297. Editada por
el Instituto de Psicología Paranormal: Buenos Aires, Argentina.
Poscriptum Abril de 2003: Hasta
la fecha, Carballal no respondió los e-mails del autor
donde le pedía que comentara su crítica. Antes de
que se publicara la crítica bibliográfica, Alejandro
Parra, director de la RAPP, le ofreció las páginas
de las revista para ejercer su derecho a réplica. Se
ignoran los motivos por los cuales Carballal declinó el
ofrecimiento.
BIOGRAFÍAS RELACIONADAS Alejandro
Agostinelli
Alejandro
Parra
Manuel Carballal
Anabel Segura
Fidel Castro
Vicente-Juan
Ballester Olmos
Juan
José Benítez
Fabio Zerpa
Uri Geller
James Randi
Richard Feynman
Martin Gardner
Ramos Perera
Russell Targ
Harold Puttoff
Marcelo
Truzzi
José María Pilón
José Luis Jordán Peña
Jacques
Vallée
John
Keel
Manuel Borraz
NOTAS RELACIONADAS
Roswell:
Autopsia de un fraude
ENLACES RELACIONADOS
Revista Argentina de Psicología Paranormal
La Nave de los Locos
|