Teilhard de Chardin nació en Sarcenat,
cerca de Clermont-Ferrand, Auvergne, Francia, el 1 de mayo de 1881. Descendiente
de aristócratas, su infancia campesina impulsó su asombro
ante la creación. Se dice que su madre inspiró su vocación
religiosa y su padre, su amor por las ciencias naturales. Tenía diez
hermanos y había cumplido los 17 años cuando ingresó
en la Compañía de Jesús, donde cursó estudios
de filosofía. En 1905, se trasladó a El Cairo, Egipto, como
parte de su entrenamiento, donde enseñó física y química
en el colegio de los Jesuitas. Allí permaneció tres años
e intensificó su interés en campos tales como la paleontología
y la geología, que ya habían despertado durante su estadía
en la isla de Jersey del Canal de la Mancha, Inglaterra, y su comprensión
de diversas culturas, una experiencia que podría haber sido clave
en su formación para -según el antropólogo H. James
Birx- alejarse del etnocentrismo europeo (1).
LA TEOLOGÍA DEL JESUITA PROHIBIDO
Sus inquietudes científicas fueron alentadas por la jerarquía
de la Orden de los Jesuitas, que no dudó en otorgarle el permiso
cuando quiso estudiar ciencias naturales en la Universidad Católica
de París. En 1916 realizó una primera expedición
científica a China donde condujo el discutido descubrimiento del
Sinanthropus. A partir de 1923 participó en nuevas
exploraciones geológicas en varios países orientales, que
incluyeron otra vez China, la India, Birmania y Somalía. Durante
la Primera Guerra Mundial se alistó como jefe de camilleros en
el frente, permaneciendo en Francia hasta el final de la contienda. Por
entonces, se dedicó a Escritos en tiempo de guerra,
reflejando la conmoción interior que le causó esa oscura
etapa de la Humanidad y describiendo el despertar de un liminar sentimiento
de compasión cósmica.
Sus reflexiones científicas incluían la discusión
teológica, lo que le costó enemistades en el clero.
Le opuso a la concepción darwinista y positivista una cosmología
que -si bien admitía el evolucionismo- rechazaba una interpretación
puramente mecanicista y materialista del cosmos. Así definió
a su concepción del universo: Creo que el Universo es una
Evolución. Creo que la Evolución va hacia el Espíritu.
Creo que el Espíritu se realiza en algo personal. Creo que lo Personal
supremo es el Cristo-Universal.
La materia -según De Chardin- contiene a la conciencia
como elemento organizativo, configurando la evolución como un proceso
teológico. La evolución de la pre-vida (mundo inorgánico)
a la vida (biosfera) tiende completar el mundo del hombre
y del pensamiento (noosfera). Pero el hombre no es el punto
culminante: el Universo, el hombre y su historia, dice, tienden a un punto
omega, aquel que Teilhard llamó el Cristo Cósmico,
punto de unión de toda la humanidad (cristosfera).
Durante su prolongada estadía en China (1939-45) completó
El Fenómeno Humano (1938-40), obra donde comete
el sacrilegio (desde la perspectiva católica) de defender la teoría
de la mutación de las especies a través de la historia genética.
Cuando una copia del ensayo cayó en manos de sus superiores
fue censurado y acusado de heterodoxia al atreverse a hacer una interpretación
libre de la doctrina del pecado original y de la gratuidad
de la vida sobrenatural. Exiliado en China, más tarde se
estableció en Nueva York, donde vivió el resto de su vida
colaborando y asesorando a diversas instituciones científicas.
Nunca reaccionó ante la condena de las autoridades de la Iglesia
y vivió el castigo en silencio.
UN HUMANISTA MILENARISTA
Teilhard predicó la necesidad de que se estableciera un nuevo
humanismo donde se reconozca que en el espíritu humano,
como en un fruto único e insustituible, se halla sintetizada toda
la vida sublimada -es decir, todo el valor cósmico- de la Tierra
(L'Esprit de la Terre, 1931, p. 5) (2). Sus ideas científicas
y humanistas fueron elogiadas tanto por almas religiosas como por académicos
huérfanos de Dios. El zoólogo Julian
S. Huxley (1960), considerado uno de los principales exponentes
de la teoría evolucionista, cuando era presidente de la UNESCO,
conoció a De Chardin en 1946. El científico, hermano del
célebre escritor Aldous
Huxley, declaró haber llegado desde su agnosticismo a conclusiones
muy parecidas a las de Teilhard. Ya en los 60, René
Maheu, otro director de la UNESCO, comparó a la obra de Einstein
con la de Teilhard ya que constituyen sin duda alguna, cada uno
a su manera y por su propio esfuerzo, los sistemas de conocimientos más
extensos y densos a la vez que se hayan concebido (3).
Las demandas teológicas de Teilhard eran:
a) lealtad ante los resultados y las perspectivas de las ciencias naturales
contemporáneas,
b) confrontación de los dogmas del cristianismo y de las nuevas
perspectivas de la ciencia,
c) reflexión sobre el valor religioso del esfuerzo humano en el
dominio temporal (2)
De Chardin insistió sobre la escasa importancia
que los cristianos le conceden a la Parusía, esto es, a la doctrina
según la cual Cristo retornará en el fin de los tiempos.
Sobre este punto, Telihard escribió: En este acontecimiento
único y supremo, en el que lo Histórico (nos dice la Fe)
debe fundirse con lo Trascendente, el misterio de la Encarnación
culmina y se afirma con el realismo de una explicación física
del Universo (Trois choses que je vois, 1948, p. 7). Este
acontecimiento aliará la Ciencia y la Mística, y permitirá
a ambas partes obrar una sobre otra, intercambiar sus atributos, llegando
Cristo a ser Cósmico y el Cosmos cristificado a ser objeto de amor
(4).
Sus obras clave fueron Le milieu divin (1926-27), Le
phénomène humain (1938-40), Le groupe zoologique
humain (1949), L´apparition de l´homme (1956), La
vision du passé (1957), L´avenir de l´homme
(1959), L´activation de l´énergie (1963) y Science
et Christ (1965).
PILTODWN: ¿BROMA O FRAUDE?
La piedra -quizá se debería decir la calavera- del escándalo,
fue su participación en el descubrimiento del fósil de
Pitdown, considerado por casi todos los autores especializados en fraudes
científicos como uno de los más elaborados que se
hayan cometido jamás (5).
Durante una reunión en la Sociedad Geológica de Londres,
en 1912, Arthur Smith Woodward, director del Departamento de Geología
del Museo Británico, y Charles Dawson,
un geólogo aficionado, anunciaron el descubrimiento del eslabón
perdido entre los monos y el hombre: se trataba de una caja encefálica
humana y una mandíbula simiesca que parecían respaldar las
teorías evolutivas de Charles Darwin.
Teilhard de Chardin no sólo había participado en la primera
expedición sino que, tiempo después, añadió
nuevos elementos que parecían apuntalar la relevancia del hallazgo.
A lo largo de 37 años aquellos huesos fueron considerados una
misma pieza de un hombre que vivió en el Pleistoceno. Pero el 21
de diciembre de 1953, el boletín del Museo Británico
desenmascaró el fraude: un nuevo análisis (realizado
por J.S. Weiner y otros) demostró que la mandíbula había
pertenecido a un orangután moderno y que los dientes habían
sido mejorados mediante pulidos y tinturas para que parecieran humanos.
TEILHARD, PRO Y CONTRA
No fue fácil determinar quién o quiénes fueron los
responsables, aunque todas las miradas convergieron en Charles Dawson.
El propio Weiner consideró a Teilhard un inocente inconsciente.
No es de la misma opinión Stephen Jay
Gould, profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de
Harvard, quien acusó a De Chardin en la revista Natural History
(1980) de haber sido, sino el principal responsable, al menos cómplice
necesario en el proceso de falsificación. Gould aportó
diversos elementos de juicio para argüir que Teilhard habría
sido parte de la conspiración. Según Gould, el sacerdote
(quien por entonces tenía 30 años y le gustaba divertirse)
pudo haber querido hacer una broma, que luego se le escapó
de las manos (5). El antropólogo James Birx respondió que
la acusación de Gould es falsa y defendió la inocencia de
Teilhard argumentando que la evidencia circunstancial no es suficiente
para culpar al sacerdote jesuita de intervenir con malas intenciones en
este fraude (6). Otro ensayo sobre el caso, publicado en 1996, reinvidica
a Teilhard, apartándolo del colosal fiasco (7). Lo cierto es que
otros paleontólogos coincidieron con Gould, entre ellos A. S. Romer,
Bryan Patterson y Louis Leakey y el zoólogo L. Harrison Matthews
(8).
El controvertido sacerdote jesuita nunca participó de estas discusiones
y guardó el mismo silencio con que soportó la condena
episcopal. Se ignora cuáles fueron sus razones. Es posible
imaginar que, alegara lo que alegase, asumir su defensa o admitir su complicidad
en una broma, hubiera significado arriesgar una carrera hasta entonces
intachable.
Hoy sus ideas son defendidas tanto por escritores de la Nueva Era,
que persiguen una síntesis entre ciencia y espiritualidad, como
por humanistas seculares, al modo del antropólogo de Harvard,
H. James Brix.
Tras su desaparición física, tanto su figura como su fervor
por propagar la fe cristiana, acabaron siendo reivindicados por la Compañía
de Jesús (9). Demasiado cientificista para los católicos
ortodoxos y sospechoso de falsificador entre los escépticos, no
es extraño que sus ideas respecto de la conexión planetaria
-como señalaron Mark Dery y Erick
Davis-, actualmente impregnen las discusiones teóricas sobre
Internet y la cultura digital. Teilhard de Chardin murió el 10
de abril de 1955, a los 74 años.
[Por Alejandro Agostinelli. Este texto es parte del Proyecto
Enciclopedia
Multimedia de Cultos, Mitos y Misterios. Exclusivo para Dios! ©
2002 Todos los derechos reservados.]
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Henri Bergson
Julian S. Huxley
Aldous Huxley
Charles Dawson
Charles Darwin.
Stephen Jay Gould
Mark Dery
Erick Davis
NOTAS RELACIONADAS:
[MANIFIESTO]: Theilhard De
Chardin y su Himno a la materia
Bibliografía:
1) Birx, James H. Pierre Teilhard de
Chardin: El Sacerdote Jesuita que Luchó por la Evolución,
en Razonamientos, revista del Pensamiento Humanista, N° 9, México,
primer trimestre de 1999.
2) Biedma, José; Teilhard de
Chardin en http://www.cibernous.com/autores/tchardin/teoria/biografia.html
3) Maheu, René; conferencia presentada
en el simposio Ciencia y Síntesís, organizado
por la UNESCO en 1966, en http://www.redcientifica.com/gaia/tc/tc1_c.htm
4) C. Cuénot, Teilhard de Chardin.
Les grandes étapes de son évolution, p. 450, París,
1958). Citado por Biedma (Cibernous, sin fecha).
5) Kohn, Alexander; Falsos profetas.
Fraudes y errores en la ciencia. Ed. Piramide, 1988. Cap. 9. Pp.
170-9.
6) Birx, James H. Foro del Lector, en Razonamientos,
revista del Pensamiento Humanista, N° 10, México, 2° trimestre
de 1999.
7) Walsh, John Evangelist; Unraveling
Piltdown (New York, Random House, 1996, pp. 128-148), citado por
Birx.
8) Garza, Ignacio; Teilhard de Chardin
y el caso Piltdown, Foro del Lector, en Razonamientos, revista del
Pensamiento Humanista, N° 10, México, 2° trimestre de 1999.
9) Compañía de Jesús,
Mexico http://www.sjmex.org/teilhard.htm
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