Historias "demasiado buenas para ser ciertas"
como la del turista sorprendido en su buena fe que amanece sin
un riñón llamaron la atención de los periodistas
españoles Antonio Ortí
y Josep Sampere, quienes en su libro
Leyendas Urbanas en España (Martínez Roca,
2002) acaban de reunir un centenar de estos "casos extravagantes"
resumidos de un total de casi mil versiones recogidas a través
de 4.000 cuestionarios enviados a universidades españolas
a lo largo de diez meses de trabajo.
ESPEJOS DE LA INCERTIDUMBRE
Aunque a veces tienen un difuso y remoto origen (quizá
inspirado en un hecho real, pero en cualquier caso inverificable),
estas historias adquieren la dinámica de leyendas modernas,
las cuales tienden a ser un espejo de los temores de la vida
propia de esta era vertiginosa, encerrando -en ocasiones- alguna
clase de fábula, moraleja o de alerta socialmente significativa.
La leyenda de los órganos robados es quizá una de
las más extendidas, especialmente desde el advenimiento
de los mails en cadena que los usuarios reenvían
infatigablemente con la intención de advertir sobre el
"peligro" a los amigos registrados en su agenda. Esta
popular historia se puede resumir así:
"Un joven (o una joven) concurre a una
fiesta, o está viajando en el extranjero; entra a un
bar donde conoce a un desconocido/a, quien le invita un trago.
Acto seguido, se queda dormido. Cuando despierta, se descubre
dentro de una bañadera colmada de hielo y una venda
cubre una herida. En un espejo, en la pared o en el suelo,
alguien escribió con su propia sangre una nota advirtiéndole
que llame al teléfono de urgencias. A veces, es la
telefonista la que le informa que le ha sido extirpado el
riñón."
Las leyendas de robo de riñones y demás
órganos vitales, escribe Ortí, "nos acercan
a los recelos que despierta la medicina moderna y su énfasis
por encontrar piezas de repuesto que nos acerquen a la inmortalidad."
El periodista español sitúa el origen del robo de
órganos hacia 1987, cuando Leonardo
Villeda, ex secretario general del Comité Hondureño
de Bienestar Social, alerta que hay un contrabando criminal de
niños del Tercer Mundo para que ciertas piezas de sus cuerpos
sean traspasadas a ciudadanos pudientes. A pesar de que Villeda
no tarda en rectificarse, recuerda Ortí, se arma un enorme
revuelo internacional. Ortí transcribe una cita de una
folklorista, Véronique Campion-Vincent,
que le dedicó al tema una monografía completa: "Las
leyendas negras -escribió- desempeñan un papel relevante
a la hora de movilizar a la gente frente a nuevos problemas sociales.
Su función es expresar sentimientos intensos en conflictos
ideológicos."
El conflicto es, en este caso, las vejaciones a
las que se somete a los niños del Tercer Mundo. La creencia
según la cual los pacientes ricos no tienen la paciencia
suficiente de aguardar largas listas de espera para conseguir
una víscera para un transplante, encargándoles la
ilegal faena a un cirujano furtivo, tiene una notable incidencia
en la expansión del rumor. Pero a ella se suma la ayuda
de los medios, a los que nunca les viene mal explotar el morbo
que despiertan estos casos para atraer la atención de la
audiencia.
LA TRAMPA OCULTA
Si se las despoja del tufillo a modernidad propio de la aldea
global, es fácil acordar con el folklorista catalán
Joan Amades, quien encuentra precedentes
simbólicos entre estas historias y motivos tradicionales,
como el ogro húngaro ("ogur") que aterrorizó
Europa en la Alta Edad Media, de los antiguos "hombre de
la bolsa" (o "del saco") y el "sacamantecas",
como se conoce en Galicia al hombre que despanzurra a sus víctimas.
Escribe Amades: "El pueblo siente recelo hacia los adelantos
y mejoras de carácter mecánico, rodeándolos
de leyendas y de creencias que tienden más bien a desacreditarlos
y hacerlos odiosos." El surgimiento de criaturas misteriosas,
como el chupacabras (el cual, en honor a sus víctimas favoritas
más recientes, se debería rebautizar chupavacas),
tendrían el mismo origen que las historias de cocodrilos
en las alcantarillas de Nueva York, las leyendas de las agujas
infectadas de Sida abandonadas en asientos de cines, toboganes
o cabinas telefónicas o las supuestas redes de distribución
de calcomanías infantiles con LSD en los colegios.
Estas últimas leyendas, que remiten al acervo
mítico de los "objetos inocentes con trampa oculta",
similares a la manzana envenenada de Blancanieves, advierten sobre
los efectos adversos de la promiscuidad o la consabida
ristra de amenazas latentes que merecen contraer los desfavorecidos,
acaso la capa social más receptiva y sensible a estos mensajes.
"No es descabellado afirmar -concluye Ortí- que esa
máxima bien intencionada según la cual ‘la ciencia
es neutral’ no ha calado en la periferia del poder. Por eso nos
aventuramos a vaticinar que no tardará en llegar el día
en que los todopoderosos, tras arrebatarnos la sangre, los riñones
y los ojos, pretendan también nuestros cerebros, la única
pieza que les falta para completar ese rompecabezas sin alma que
encumbra la medicina actual y donde cualquier tipo de inmortalidad
pasa, hoy, como ayer, por el sacrificio de los pobres".
Ilustración: Cortesía Fortean
Times (http://www.forteantimes.com)
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