[CASOS]

MOMENTOS: CÓMO ES DESPERTAR SIN UN
RIÑON EN UNA BAÑADERA LLENA DE HIELO
Por Marcial Nikopol
Circulan de boca en boca con la gravedad de los hechos confirmados y van de email a email a velocidad de spam. A veces trasvasan el diálogo íntimo colándose en los medios. Y se vuelven "noticias". El relator refiere como fuente al "amigo de un amigo", vecinos o familiares. Pero su origen se pierde en la nebulosa: quien intente seguir su derrotero, descubrirá el significado de la expresión "círculo vicioso". La cadena, indefectiblemente, se muerde la cola. Se les llama leyendas urbanas y la versión del riñón robado es el hit de la web.


Historias "demasiado buenas para ser ciertas" como la del turista sorprendido en su buena fe que amanece sin un riñón llamaron la atención de los periodistas españoles Antonio Ortí y Josep Sampere, quienes en su libro Leyendas Urbanas en España (Martínez Roca, 2002) acaban de reunir un centenar de estos "casos extravagantes" resumidos de un total de casi mil versiones recogidas a través de 4.000 cuestionarios enviados a universidades españolas a lo largo de diez meses de trabajo.

ESPEJOS DE LA INCERTIDUMBRE
Aunque a veces tienen un difuso y remoto origen (quizá inspirado en un hecho real, pero en cualquier caso inverificable), estas historias adquieren la dinámica de leyendas modernas, las cuales tienden a ser un espejo de los temores de la vida propia de esta era vertiginosa, encerrando -en ocasiones- alguna clase de fábula, moraleja o de alerta socialmente significativa. La leyenda de los órganos robados es quizá una de las más extendidas, especialmente desde el advenimiento de los mails en cadena que los usuarios reenvían infatigablemente con la intención de advertir sobre el "peligro" a los amigos registrados en su agenda. Esta popular historia se puede resumir así:

"Un joven (o una joven) concurre a una fiesta, o está viajando en el extranjero; entra a un bar donde conoce a un desconocido/a, quien le invita un trago. Acto seguido, se queda dormido. Cuando despierta, se descubre dentro de una bañadera colmada de hielo y una venda cubre una herida. En un espejo, en la pared o en el suelo, alguien escribió con su propia sangre una nota advirtiéndole que llame al teléfono de urgencias. A veces, es la telefonista la que le informa que le ha sido extirpado el riñón."

Las leyendas de robo de riñones y demás órganos vitales, escribe Ortí, "nos acercan a los recelos que despierta la medicina moderna y su énfasis por encontrar piezas de repuesto que nos acerquen a la inmortalidad." El periodista español sitúa el origen del robo de órganos hacia 1987, cuando Leonardo Villeda, ex secretario general del Comité Hondureño de Bienestar Social, alerta que hay un contrabando criminal de niños del Tercer Mundo para que ciertas piezas de sus cuerpos sean traspasadas a ciudadanos pudientes. A pesar de que Villeda no tarda en rectificarse, recuerda Ortí, se arma un enorme revuelo internacional. Ortí transcribe una cita de una folklorista, Véronique Campion-Vincent, que le dedicó al tema una monografía completa: "Las leyendas negras -escribió- desempeñan un papel relevante a la hora de movilizar a la gente frente a nuevos problemas sociales. Su función es expresar sentimientos intensos en conflictos ideológicos."

El conflicto es, en este caso, las vejaciones a las que se somete a los niños del Tercer Mundo. La creencia según la cual los pacientes ricos no tienen la paciencia suficiente de aguardar largas listas de espera para conseguir una víscera para un transplante, encargándoles la ilegal faena a un cirujano furtivo, tiene una notable incidencia en la expansión del rumor. Pero a ella se suma la ayuda de los medios, a los que nunca les viene mal explotar el morbo que despiertan estos casos para atraer la atención de la audiencia.

LA TRAMPA OCULTA
Si se las despoja del tufillo a modernidad propio de la aldea global, es fácil acordar con el folklorista catalán Joan Amades, quien encuentra precedentes simbólicos entre estas historias y motivos tradicionales, como el ogro húngaro ("ogur") que aterrorizó Europa en la Alta Edad Media, de los antiguos "hombre de la bolsa" (o "del saco") y el "sacamantecas", como se conoce en Galicia al hombre que despanzurra a sus víctimas. Escribe Amades: "El pueblo siente recelo hacia los adelantos y mejoras de carácter mecánico, rodeándolos de leyendas y de creencias que tienden más bien a desacreditarlos y hacerlos odiosos." El surgimiento de criaturas misteriosas, como el chupacabras (el cual, en honor a sus víctimas favoritas más recientes, se debería rebautizar chupavacas), tendrían el mismo origen que las historias de cocodrilos en las alcantarillas de Nueva York, las leyendas de las agujas infectadas de Sida abandonadas en asientos de cines, toboganes o cabinas telefónicas o las supuestas redes de distribución de calcomanías infantiles con LSD en los colegios.

Estas últimas leyendas, que remiten al acervo mítico de los "objetos inocentes con trampa oculta", similares a la manzana envenenada de Blancanieves, advierten sobre los efectos adversos de la promiscuidad o la consabida ristra de amenazas latentes que merecen contraer los desfavorecidos, acaso la capa social más receptiva y sensible a estos mensajes. "No es descabellado afirmar -concluye Ortí- que esa máxima bien intencionada según la cual ‘la ciencia es neutral’ no ha calado en la periferia del poder. Por eso nos aventuramos a vaticinar que no tardará en llegar el día en que los todopoderosos, tras arrebatarnos la sangre, los riñones y los ojos, pretendan también nuestros cerebros, la única pieza que les falta para completar ese rompecabezas sin alma que encumbra la medicina actual y donde cualquier tipo de inmortalidad pasa, hoy, como ayer, por el sacrificio de los pobres".

Ilustración: Cortesía Fortean Times (http://www.forteantimes.com)

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