Siglos atrás, la reencarnación
era, sobre todo, una creencia que legitimaba el sistema de castas
imperante en sociedades como la India, Tíbet o Nepal, donde
para progresar cabe el consuelo de encarnar en un sujeto más
afortunado. A fines del Siglo XXI, luego de un gradual proceso
de transculturización, en Occidente cada vez hay más
gente dispuesta a aceptarla. No sólo eso: también
se fue integrando en la cultura moderna convirtiéndola
en base de nuevas psicoterapias. Algunas de ellas trasladan mecánicamente
artículos de fe, como la ley del karma (a toda causa
le sigue un efecto), para desarrollar terapias dirigidas a la
cura de traumas psicológicos mediante la hipnoterapia,
la visualización orientada de imágenes, el rebirthing
o el grito primal aplicados a la regresión del paciente
a presuntas vidas anteriores.
DIME
QUIEN FUISTE Y TE DIRE...
La creencia según la cual existe una esencia humana que
trasciende el grosero lastre que supone el cuerpo material, se
encuentra firmemente implantada en sociedades varias veces milenarias,
como las asiáticas, australianas o africanas. Este sistema
de creencias dio sustento a nuevas doctrinas (casi todas basadas
en el hinduismo de inspiración védica) para las
cuales el alma, el espíritu o el cuerpo sutil del
hombre transmigra de cuerpo en cuerpo a lo largo de sucesivos
ciclos de existencia, a fin de cumplir un propósito superior,
habitualmente relacionado con la evolución de la conciencia
hacia un ideal de perfección.
Hasta no hace mucho -digamos, unos doscientos años- la
reencarnación o metempsicosis era una creencia extraña
a Occidente. Barajada en tiempos pre-cristianos por filósofos
griegos como Empédocles o
Platón, recién reaparece
en un texto revelado donde la técnica utilizada guarda
una sugestiva similitud con la que usan los modernos terapeutas
de vidas pasadas. En "El Libro de los Espíritus",
compilado en 1856 por Allan Kardec,
el fundador del espiritismo reivindica la reencarnación
en una serie de pasajes canalizados por la médium Celina
Japhet con la ayuda de un hipnotizador, el mesmerista M.
Roustan. Ya por entonces, la hipnosis era la garantía
científica del procedimiento mediante el cual iba a
legitimarse la creencia que recomienda no pisar aquel caracolito,
que puede ser la difunta tía Ofelia.
MEMORIAS
OCULTAS
En 1870, la controversia renace con el movimiento teosófico
fundado por Madame Helena
Blavatski, y no salta el cerco de los círculos religiosos
y esotéricos occidentales sino hasta 1956, año en
que Morey Berstein publica "En
Busca de Bridley Murphy". Ese libro transcribe el relato
bajo hipnosis de Virginia Thige,
un ama de casa que recordó haber sido, precisamente, Bridley
Murphy, nacida en Irlanda en 1778. La obra vendió
más de un millón de ejemplares y se tradujo a cinco
idiomas; se filmó una película y se grabó
un disco. Para muchos, el caso se convirtió en una prueba
contundente en favor de la reencarnación. A lo largo de
seis sesiones, Virginia evocó detallados recuerdos de personas,
lugares y situaciones "que ella -según Berstein- no
podría haber fraguado ni fabulado".
El
lío se armó cuando los inquietos cronistas del diario
Chicago American decidieron no esperar hasta su próxima
encarnación para averiguar la verdad y trataron de verificar
si la mujer no pudo haber abrevado en recuerdos de su vida actual.
Pronto supieron que Virginia, en la escuela secundaria, había
sido una brillante alumna de teatro, habiendo memorizado varios
monólogos, que recitaba con un fuerte acento irlandés.
Pero todo esto es nada comparado con lo que descubrieron al visitar
la casa donde vivió en su adolescencia: una vecina,
quien solía contarle cuentos de su país, era irlandesa
y ésta tenía una mucama que se llamaba... Bridley
Murphy.
Con
todo, no existía evidencia de que el relato de Virginia
Thige hubiera sido un fraude deliberado o una fabulación
corriente. ¿Cómo explicar, entonces, la riqueza de sus
narraciones, que parecían transmitir un conocimiento genuino
de experiencias del pasado? En su libro Hidden memories
(Memorias ocultas), el psicólogo Robert
Baker cita la regresión de la Thige como un fascinante
ejemplo de criptomnesia (neologismo formado por las palabras
griegas kryptos, escondido, y mnem‚ memoria). "La
criptomnesia es un fenómeno psicológico muy común,
que experimentamos al descubrir un recuerdo que resulta difícil
o imposible de rastrear hasta su origen. Todo el tiempo el
cerebro almacena información sin saber cómo, cuándo
y dónde fue obtenida. Esas ideas parecen nuevas y originales
pero, en realidad, son recuerdos de cosas que la persona olvidó
que sabía", escribe Baker.
RECUERDOS
DEL PRESENTE
Para Baker, el sujeto en un contexto hipnótico nunca revive
sino que recrea memorias extrañas. Por el mismo
motivo, éstas parecen ajenas a su vida, empezando para
el propio protagonista. "Nuestra mente -continúa-
reconstruye, reordena y altera los recuerdos archivados. El recuerdo
nunca es preciso. Cuando no podemos recordar detalles específicos
de algo, tenemos un bache por cubrir y lo hacemos con cosas que
no ocurrieron como las imaginamos". Baker recuerda que las
personas sanas y normales que tienden a confundir hechos con ficción
son las más predispuestas a la confabulación. "Cuando
la expectativa del hipnotizado se entremezcla con sugestiones
provistas por el hipnotizador, no debe sorprender que el recuerdo
resultante no guarde relación con la verdad. De hecho,
el regresado a menudo no sabe cuál es la verdad".
Durante
esas presuntas "regresiones", algunos pacientes declaran
revivir su niñez y llegan a dar, incluso, detalles específicos
de su vida intrauterina. Sin embargo, un estudio del especialista
Nicholas
Spanos demostró que el hipnotizado no se
comporta como el niño que fue sino como imagina que se
desempeñaría un niño de cierta edad.
"Esto es así -amplió el biofísico Fernando
Saraví - porque los regresados tienden a sobrestimar
las capacidades intelectuales y las habilidades de los niños".
El estudioso otorga poco crédito a la posibilidad de rememorar
vivencias de la etapa fetal: "La inmadurez neurológica
de los bebés antes de nacer impide conservar y mucho menos
interpretar recuerdos". Saraví no hizo otra cosa que
expresar lo mismo que sugiere el sentido común, pero cuánto
se agradece el sentido común cuando es fundamentado
con argumentos científicos.
QUE
UNA VIDA TE ALCANCE
Brian Weiss, psiquiatra en el Hospital
Monte Sinaí, es acaso el autor más conocido de cuantos
avalan el uso de la hipnosis para disolver traumas, fobias y sufrimientos
originados en presuntas existencias pasadas. En su libro "Muchas
vidas, muchos sabios" (1984) cuenta sus encuentros con Catherine,
seudónimo de una enfermera que recordó precisos
detalles su vida en Egipto y canalizó a maestros espirituales
que le revelaron a Weiss la existencia de "otros planos de
existencia". El psiquiatra duplicó el récord
de Berstein: en sus primeras ediciones el libro vendió
dos millones de copias y se publicó en 22 idiomas.
Weiss es un firme defensor de la hipótesis de que todos
somos capaces de conectarnos con una suerte de memoria
extracerebral.
Un
investigador que trató de obtener pruebas sistemáticas
de la existencia de memorias de supuestas vidas anteriores fue
el profesor Ian Stevenson, de la
Universidad de Virginia. Stevenson presentó el caso de
personas que bajo hipnosis hablaban en alemán o sueco,
idiomas que nunca habrían tenido oportunidad de aprender.
Pero una revisión posterior, a cargo de la profesora de
lingüística Sarah Thomason,
consideró que Stevenson había exagerado las presuntas
capacidades de los regresados. "Los sujetos -escribió-
responden con monosílabos, no conversan normalmente y faltan
por completo la estructuración normal, la fluidez en la
expresión y la coherencia en las respuestas".
El
don de hablar en lenguas desconocidas, o xenoglosia, fue vivído
en carne propia por el psicólogo argentino Carlos
Bautista, un profesional que aplica hipnosis para recuperar
lo que llama "recuerdos anómalos". Para él,
la existencia de estos recuerdos no implica, necesariamente, estar
a favor de la reencarnación. "Hace dos años,
durante una experiencia regresiva guiada, hablé en una
lengua africana. Luego descubrí que aquello había
sido consecuencia de mis lecturas adolescentes". Para Bautista,
los pacientes no hablan de otras vidas sino que tienden a dejarse
llevar por las expectativas del hipnotizador. "La interrelación
neutraliza la capacidad reflexiva e introspectiva del paciente;
si son operados bajo hipnosis y complacen el deseo del hipnotizador
a límites inauditos, ¿cómo éste no va a lograr
construir una vida previa?".
Bautista
aclara que sólo concede la experiencia a quienes llegan
a su consultorio con un gran dolor y se lo piden expresamente.
"Para que esa experiencia espiritual sea positiva y sirva
como patrón compensatorio, hay que conocer al sujeto, su
contexto y respetar sus interacciones". En Buenos Aires -continúa-
sólo hay un puñado de médicos y psicólogos
capacitados para trabajar con hipnosis regresiva. "Pero existen
cientos de terapeutas que, sin ser profesionales, vieron el negocio.
En manos inexpertas, el intento por obtener relatos reprimidos
puede ser catastrófico".
LOS
NUEVOS MONSTRUOS
Desde 1990, los Estados Unidos vivió una epidemia de controversias
judiciales a raíz de las denuncias de hijos que acusaban
a padres, tíos o abuelos de haber sido víctimas
de sus abusos sexuales en la infancia. Aquella experiencia habría
sido obliterada de su memoria, para recién ser liberada
por medio de alguna psicoterapia, especialmente bajo hipnosis.
La falta de evidencia corroborativa llevó a que muchos
sospecharan de la realidad de estos traumas y a pensar que habían
sido creaciones impuestas en sus mentes. La presión
de centenares de familias arruinadas llevó a que un grupo
de psicólogos, psiquiatras y sociólogos formaran
la Fundación Síndrome Falsa
Memoria, desde donde plantean la incompetencia con la que
se ha usado la hipnosis para tratar sufrimientos mentales y el
riesgo que entraña administrarla en pacientes sugestionables.
En
1994, Spanos publicó un estudio donde compara las terapias
de regresión a vidas pasadas, los secuestros por extraterrestres
y las acusaciones de abuso en rituales satánicos. En
su trabajo, titulado La reconstrucción social de la
memoria, llega a la siguiente conclusión: "Las
personas que viven estas experiencias fantasean bajo hipnosis
escenarios complejos enteros con la asistencia de procedimientos
hipnóticos o entrevistas estructuradas que acaban por legitimar
como memorias reales sucesos que son producto de su imaginación".
Para Spanos, la hipnosis no solo no mejora la exactitud de
la memoria sino que las sugerencias del hipnólogo pueden
producir un considerable deterioro en los recuerdos más
seguros. "La gente organiza sus recuerdos de una forma
que tiene sentido para su situación actual y son congruentes
con sus expectativas actuales", escribe Spanos. Las terapias
de regresión, entonces, no despiertan el recuerdo de vidas
anteriores sino que consolidan las creencias anteriores del paciente:
el regresado se limita a reelaborar la información estereotipada
que almacena en su memoria.
Robert
Baker, en un estudio sobre 60 voluntarios, demostró que
los "regresados exitosos" tienden a fantasear y a
soñar despiertos con más frecuencia que los no creyentes.
En general, es más probable hacer regresar a una vida
anterior a quienes creen en la reencarnación o la admiten
como una posibilidad, que a quienes rechacen tal creencia. Esta
selectividad -llena de sugerencias para los escépticos-
no convence a los creyentes: para ellos, es natural que el premio
de creer en la reencarnación sea precisamente recordar
quiénes fuimos en otra vida.
Para
Spanos, las regresiones a vidas pasadas son "fantasías
organizadas alrededor de sistemas de creencia convalidadas por
una fuente de autoridad externa". Las rápidas
conclusiones de especialistas que enseguida creen descubrir
ciertos síntomas, las etiquetas del contexto social, las
sugerencias hipnóticas y la propia propensión a
la fantasía, contribuyen a la creación de un relato
más o menos coherente que sólo es posible gracias
a la legitimidad social que ha alcanzado la creencia.
Viajar a una vidas pasada en menos de una hora de sesión,
la exhumación de recuerdos de abusos sexuales que nunca
existieron en forma conciente o la recuperación de experiencias
de rapto extraterrestre, en fin, ponen a los psicoterapeutas de
la Nueva Era en una encrucijada: autorizar y contribuir a la construcción
de nuevas mitologías o empezar a comprenderlas.
Un asunto que no conviene dejar pendiente para la próxima
encarnación.
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