Es que Kravetz, profesor titular de Ecología
de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad
de Buenos Aires, es considerado el principal científico
local experto en el roedor del género Oxymycterus,
mejor conocido como ‘hocicudo rojizo’, la especie a la que se atribuyó
parte de la epidemia de mutilaciones de ganado en la Argentina.
Kravetz tiene 58 años y desde los 20 años
estudia comportamiento, biología y ecología de estos
animalitos. Fue a pedido de Alejandro Soraci, rector de la Universidad
Nacional del Centro (UNICEN), que Kravetz examinó cuatro
casos de animales mutilados. "Básicamente, medí
las marcas que aparecieron en los tejidos más duros, que
son los que se encuentran en la base de la lengua y el eventual
punto de acceso de los roedores, y encontré que las medidas
son concordantes. Entonces le dije a Soraci: ´filmen, capturen
y tomen muestras’. En el curso de la investigación, la
gente del Senasa llegó a ver cómo en tres casos
estos ratoncitos salían de la boca del animal muerto cuando
los vieron llegar..."
Otra autoridad científica en ecología
rural, el doctor Jaime Polop, también fue discípulo
de Kravetz. Polop desautorizó cordialmente a su maestro,
negando la participación de este género de roedores.
Por ejemplo, argumentó que los hocicudos son raros en Córdoba,
donde fueron denunciados varios casos. "Yo nunca dije
que a todas estas vacas se las comió el hocicudo -comentó
Kravetz-, sino que ví rastros de su actividad en los
casos que me tocó examinar", casi todos correspondientes
a la zona serrana de la provincia de Buenos Aires.
Kravetz se caracterizó por responder con
simpatía la consulta de colegas, periodistas y expertos
en OVNIs. "Cuando la ufóloga Andrea
Pérez Simondini me dijo que descubrió un
patrón de marcas de 2,5 mm. le respondí que esta
distancia es compatible con la mordedura que deja el ratón
común, también llamada urbana o de bañado.
O sea que no solo los hocicudos rojizos participaron de la fiesta..."
LA CUEVA DE JERRY Fernando Kravetz, a la vez,
señala la sincronicidad entre el crecimiento de la población
de ratones y el aumento de la disponibilidad de animales muertos.
"Si se denunció el hallazgo de 300 mutilaciones de
animales, se podría estimar la existencia de 2.000 cadáveres
en total... Y 2000 cuerpos hallados en estas circunstancias son
una cantidad congruente para esta época del año:
en marzo se levantaron las cosechas y en abril el clima cambió
bruscamente. La Argentina, además, está en un
proceso de tropicalización. Hay muchas lluvias y se dan
importantes cambios en la vegetación. Por eso, a las enfermedades
clásicas o el efecto del frío, muchos animales caen
muertos por la falta nutrientes o la existencia de pasturas inapropiadas.
Si, por otra parte, las condiciones son propicias, estos ratoncitos
se desplazan y tienen más chances de sobrevivir. La estrategia
central de los roedores pampeanos es oportunista: cuando llega
el frío, hay especies que buscan refugio dentro de reses
muertas. Hay por lo menos diez especies distintas que podrían
estar participando".
No le asombró constatar, al revés
del doctor Polop, que estos roedores pasaran de comer lombrices
a carne de animales muertos: "Si le das a un hocicudo una
lengua de vaca se la come, y eso está documentado".
Tampoco encuentra incompatible a la actividad de estos roedores
con el hallazgo de cortes circulares. "Ya desde los dibujos
animados de Tom y Jerry sabemos que
la entrada de sus cuevas es circular, y si se encuentra
este mismo tipo de corte en el cuerpo de un animal es porque el
roedor está parado en algún lugar y va trabajando
de arriba hacia abajo."
Kravetz sonríe benevolente cuando, al intuir
la intención de alguna pregunta, descubre que a su interlocutor
le encantaría saber qué opina de quienes creen que
el ganado argentino fue víctima de una extravagante incursión
predadores de otros mundos. Pero él no abre juicio sobre
esos asuntos: es de los científicos que se limitan a
hablar de su especialidad. Igual está fascinado: jamás
imaginó que llegaría el día en que los pequeños
protagonistas de sus estudios, cuyos habitos le quitaron el sueño
durante 38 años, iban a convertirse en chicos de tapa.
© 2002 Alejandro Agostinelli
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