A lo largo de varios años,
he condenado el mal uso del término "escéptico"
para referirse a quienes cuestionan las afirmaciones sobre anomalías.
Lamentablemente, el término ha sido abusivamente utilizado
de esta forma tanto por partidarios como por críticos de
lo paranormal. A veces, quienes lo emplean diferencian entre
los llamados escépticos "blandos" [soft] y los
escépticos "duros" [hard], y este mal uso fue
uno de los motivos que me llevaron a revitalizar el término
"zetétic"..
Pero ahora pienso que los problemas creados van
más allá de la mera terminología
y ha llegado la hora de corregir la situación. Dado que
-en términos correctos- "escepticismo" se refiere
más a la duda que a la negación -incredulidad
en lugar de creencia-, los críticos que adoptan la posición
negativa en vez de la agnóstica, pero siguen autodenominándose
"escépticos", son de hecho pseudoescépticos
y, según creo, han ganado una falsa ventaja usurpando
ese título.
En ciencia, la carga de la prueba recae en
quien hace la afirmación, y cuanto más extraordinaria
es ésta, más pesada es la carga de prueba que
se le debe exigir. El verdadero escéptico toma una
posición agnóstica, según la cual no se
rechaza una afirmación sino que considera que ésta
no está probada. Se afirma que el defensor de aquella
afirmación no sustentó la carga de la prueba y
que la ciencia debe continuar construyendo su mapa cognitivo
de la realidad sin incorporar la afirmación extraordinaria
como un "hecho" nuevo.
ANTES DE AFIRMAR O NEGAR, PROBAR
Considerando que el verdadero escéptico no hace ninguna
afirmación, tampoco tiene la obligación de demostrar
nada. Se limita a seguir utilizando las teorías establecidas
por la "ciencia convencional", como siempre. Pero
si un crítico afirma que tiene evidencias para una
refutación, es decir, que tiene una hipótesis
negativa -asegurando, por ejemplo, que un aparente resultado
psi era en realidad un resultado espurio derivado de los procesos
de control o de análisis- entonces está haciendo
una afirmación y por lo tanto también debe
lidiar con el peso de la prueba. A veces, los críticos
hacen afirmaciones negativas bastante extraordinarias -por ejemplo,
que un OVNI era un plasma gigantesco, o que alguien en un experimento
psi obtiene pistas mediante una capacidad anormal para captar
sonidos que pasan desapercibidos a los oídos normales-.
En tales casos, el crítico que afirma también
debe lidiar con una carga de prueba más pesada que la
que se espera normalmente.
Los críticos que hacen afirmaciones negativas,
pero que erróneamente se llaman "escépticos",
frecuentemente actúan como si no tuviesen absolutamente
ninguna carga de prueba sobre ellos, aunque tal posición
sólo sería apropiada para el escéptico
agnóstico o verdadero. Una de las consecuencias de esta
situación es que muchos críticos parecen creer
que basta con presentar una argumentación fundada en
la plausibilidad de su contra-afirmación, sin necesidad
de presentar evidencias empíricas. Así, si
en un experimento psi un individuo tuvo una oportunidad para
cometer fraude, muchos críticos parecen asumir no sólo
que probablemente lo hizo sino que debió hacerlo, sin
importar la completa ausencia de evidencias de que él
realmente lo hiciese y, en ocasiones, llegando incluso a
ignorar la honesta reputación del individuo en cuestión.
Del mismo modo, a veces se considera que unos procedimientos
impropios de generación de números aleatorios
bastan para explicar las elevadas puntuaciones psi de un sujeto,
aunque, en realidad, todo lo que ha podido demostrarse es que
tal posibilidad es real. Por supuesto, el peso probatorio del
experimento se reduce mucho cuando descubrimos un fallo en su
diseño que permitiría que un efecto espurio confundiese
los resultados. Descubrir una oportunidad de error debería
convertir tales experimentos en menos probatorios, e incluso
en poco convincentes. Pero generalmente tal hallazgo refuta
sólo aquellas afirmaciones según las cuales el
experimento fue "a prueba de errores", pero no a la
anomalía en sí.
LA PRESUNCIÓN NO ALCANZA
Mostrar que una evidencia no es convincente no ofrece base suficiente
como para descartarla por completo. Si un crítico afirma
que el resultado era debido a un fallo X, ese crítico
tiene entonces la carga de la prueba de demostrar que el fallo
X pudo producir, y probablemente lo hizo, tal resultado bajo
tales circunstancias. Es verdad que, en algunos casos, la
apelación a la simple plausibilidad de que un fallo produjo
el resultado obtenido puede ser tan grande que casi todos aceptarían
el argumento; por ejemplo, cuando descubrimos que alguien
que ya había engañado en el pasado tuvo oportunidad
para volver a hacerlo en esta ocasión, podríamos
concluir razonablemente que este sujeto volvió a engañarnos
en esta ocasión. Pero, en muchos casos, el crítico
que se conforma con argumentar la plausibilidad de un posible
fallo, cierra la puerta de investigaciones futuras cuando el
correcto método científico exige que la hipótesis
de que pudo haber fallas también debería ser probada.
Por desgracia, la mayoría de los críticos
parecen felices quedándose sentados en sus escritorios
y elaborando explicaciones post hoc. Cualquiera que sea
el final de la verdadera historia, la mejor manera de que la
ciencia progrese es a través de las investigaciones de
laboratorio.
Por otro lado, los partidarios de una afirmación
anómala que reconozcan esta falacia pueden ir demasiado
lejos en dirección contraria. Algunos argumentarán,
como [César] Lombroso cuando
defendió los poderes de la medium [Eusapia]
Palladino, que la presencia de peluca no niega la existencia
de cabello verdadero. Todos debemos recordar que la ciencia
nos puede contar lo que es empíricamente improbable,
pero no lo que es empíricamente imposible. En ciencia,
la evidencia siempre es una cuestión de grado y raramente
es, si es que lo es alguna vez, absolutamente concluyente. Algunos
defensores de anomalías, al igual que algunos críticos,
parecen poco dispuestos a considerar las evidencias en términos
probabilísticos, aferrándose a cualquier cabo
suelto como si el crítico tuviera que refutar toda las
evidencias presentadas en cada afirmación particular.
Tanto críticos como partidarios necesitan aprender a
pensar que en la ciencia, como en los tribunales, la adjudicación
de causalidad es imperfecta y con grados variados de prueba
y evidencia. La verdad absoluta, como la justicia absoluta,
raramente es alcanzable. Nosotros sólo podemos hacer
todo lo posible para aproximarnos a ella.
Primera Publicación: Truzzi, Marcello;
"On Pseudo-Skepticism" en The Zetetic Scholar,
N° 12-13, 1987. Traducido del inglés por Luis R. González
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