"The Reluctant Angel" (Cortesía de Pola López).

 

[OPINIÓN]

LA CLASE MEDIA VA AL PARAÍSO
Por Alejandro Frigerio

Para hablar de milagros en televisión abierta hay que cumplir una serie de rituales ineludibles; por empezar, parece imposible hablar de ciertas cosas sin contar con alguna clase de permiso simbólico de la medicina y del catolicismo, las dos instituciones que regulan la versión oficial de la cultura en la Argentina. Sólo parecen existir los milagros católicos con la bendición de la medicina, que no sólo avalará la gravedad del caso sino que certificará dónde capitula la ciencia y comienza la mano de Dios. Todo lo cual garantizará una secuencia ordenada: primero, el médico; luego, la Santa Iglesia. Sorteando convenientemente la sospecha de curanderismo.

 

 

Víctor Sueiro instaló el (tema del) milagro (católico) en la cultura de masas en la Argentina. Lo sacó de las revistas populares. De las peregrinaciones. De las misas carismáticas. De las visitas de vecinas. De las charlas de sobremesa o de las rondas de mate. Y lo instaló en los best-sellers y los horarios prime time de los canales abiertos. En "Misterios y Milagros", su actual versión televisiva, Sueiro, a despecho de una pretendida humildad, se coloca en ese lugar -algo pedante- de haber devenido en la única manera en que la esperanza pueda llegar a los hogares, como el exlusivo dispensador de buenas ondas; en pocas palabras: en una versión mística de Raúl Portal: "¡Upa el alma!".

El emotivo desfile de testimonios que el programa presenta lleva a reflexionar acerca del tipo de milagro que instaura en la televisión argentina. En primer lugar, hay que remarcar que probablemente hable de los milagros de la única manera que hasta ahora es posible hacerlo en un programa de "no ficción" (?) en un canal abierto en la Argentina: con sobreabundancia de referencias católicas (a "mamita" la Virgen y al Angel de la guarda, preferentemente) y con casi igual cantidad de testimonios médicos. Estas alusiones no obedecen simplemente a las preferencias personales o ideológicas de Sueiro sino que reflejan, sobre todo, un fenómeno cultural más abarcativo y relevante: la (im)posibilidad de hablar de ciertas cosas en determinados ámbitos sin alguna clase de permiso simbólico de cualquiera de estas dos instituciones -la medicina y el catolicismo- que regulan la versión oficial de la cultura argentina.

UN MÉDICO POR AQUÍ...
La presencia de los médicos en los programas resulta imprescindible por -al menos- dos motivos. Ellos no sólo verifican la realidad y la gravedad de cada caso, sino que certifican los límites en los cuales la ciencia capitula y comienza la mano de Dios (la verdadera). En ocasiones, los médicos manifiestan su asombro por la curación. Esto sucede menos veces de lo que parece a primera vista, pero si el testimonio médico es demasiado descriptivo, luego aparecerá uno de los protagonistas para encargarse de recalcar que los médicos refrendaron el milagro. Por ejemplo, si el médico sólo sugiere que la respuesta a lo que sucedió "no la puede dar la ciencia", alguno de los parientes del beneficiado por el milagro retomará su voz y, sin vacilar, atestiguará: "como dicen los médicos, cuando no hay explicación científica es un milagro."

Cuando los médicos son católicos -y varios de los que aparecen en el programa lo son- entonces están más dispuestos a insinuar la intervención divina. Esta convergencia emociona al conductor, quien -feliz por la colaboración de las instituciones hegemónicas-, suele afirmar: "Cuando fe y ciencia se dan la mano, todo es posible ".

La intervención de los médicos cumple, además de la (mayor o menor) certificación y validación del milagro, una función aún más importante. Certifica que quienes aparecen en el programa han transitado por los caminos correctos: primero han visto un médico, luego han recurrido a la religión -o han recurrido a ambos conjuntamente, alejando así las sospechas o posibles acusaciones de incitación al curanderismo. El programa de Sueiro, así, marca una diferencia importante con relación a -por ejemplo- los documentales de "Infinito", los cuales otorgan verosimilitud a los milagros sin preocuparse por su certificación médica ni por la prioridad de la medicina en el tratamiento de la enfermedad. Estas posturas, sin embargo, sólo pueden o deben ser expresadas por canales de cable: pareciera haber ciertos requisitos que los milagros deben cumplir antes de poder ser proyectados semanalmente a través de la televisión abierta.

LA VIDA SEGÚN VÍCTOR SUEIRO
Sueiro toma interpretaciones de hechos derivados de la religiosidad popular pero las presenta de manera inequívocamente ajustada a los ideales de clase media. Una versión, digamos, Gasoleros -nunca Malandras- de los milagros, con la impronta Pol-ka del barrio y la familia. Los productos clásicos de la factoría Suar, sin embargo, solían dar cabida a manifestaciones más prosaicas de lo sobrenatural: premoniciones tarotistas o sueños con padres muertos que daban consejos sobre problemas terrenales. Los parientes muertos de "Misterios y Milagros", por el contrario, siempre traen desde el más allá ilustrativos mensajes sobre la Vida.

Porque en "esto también es la Vida" -uno de los latiguillos de Sueiro- se presentan milagros que suceden en familias de clase media, mayormente blancas (con algunos matices cromáticos en el interior del país), siempre bien constituidas (padre, madre, hijos, abuelos). Las posibilidades de beneficiarse de un milagro, en La Vida según Sueiro parecen ser escasas o nulas si uno es pobre, vive en un barrio popular (ni hablemos ya de una villa), tiene tez oscura, es madre separada o soltera o sufre de SIDA.

Los milagros, además, no parecen tener credibilidad si no son narrados por un adulto con al menos secundaria completa (o por sus hijos). Hasta los fantasmas aparecen en un museo de la calle Suipacha y los ven bailarines y escritores.

FE HAY UNA SOLA...
Si la posición de clase parece ser determinante en la posibilidad de acceder a los milagros, las probabilidades rozan el cero absoluto si se es evangélico, espiritista o umbandista. Pese a las frecuentes alusiones del conductor a que habla de la fe ‘de todos’, que habla "no del Dios católico, (sino) del que sea, del de ustedes" los evangélicos, espiritistas o umbandistas deben ser hombres y mujeres de poca fe, ya que -entre ellos- no se registran misterios y milagros. Tampoco entre judíos o musulmanes. Esta ausencia va a contrapelo de las historias que se cuentan diariamente en los templos pentecostales o los terreiros de umbanda, hasta con estructuras narrativas similares a las expuestas en el programa (la muletilla "los médicos no entendían nada", por ejemplo, es un estribillo que uno se cansa de escuchar en estos contextos). Va a a contramano, también, de los testimonios que pueden escucharse en los programas evangélicos que le siguen al de Sueiro en otros canales -pero ya en espacios pagos y no de prime time-. El único testimonio en el que apareció un evangélico -cuando se mostraron los esfuerzos y la confianza del guitarrista Cacho Tirao de que volverá a tocar la guitarra luego de una grave afección- su pertenencia religiosa no fue explicitada.

En la proposición de una ‘fe’ que se propone universal pero que es abrumadoramente singular, Sueiro participa de un categorización periodística habitual. Si es cierto esa frase hecha según la cual ‘la fe mueve multitudes’, en los medios de comunicación argentinos sólo sucede si las multitudes son católicas. Por el contrario, para seguir con el ejemplo de los evangélicos, siempre son multitudes que se mueven (¿acaso sin fe?). Quizás porque su uso plural suena extraño, fe, en la Argentina, parece haber una sola. Y capacidad para producir milagros, también.

En este gesto, Sueiro no se diferencia de otro activista mediático católico, el padre Oscar González Quevedo, quien suele afirmar: "en las universidades de todo el mundo, la parapsicología demuestra (que) el verdadero milagro únicamente se da en la tradición católica".

El padre Quevedo, al menos, lo decía explícitamente.

2003 © Alejandro Frigerio. Exclusivo para Dios!

 

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