Dios, como le pasa con todos los de su nacionalidad,
tiene especial apego por los argentinos. Y los argentinos, como
les pasa cuando sacan a relucir su chauvinismo religioso, guardan
especial devoción por un dios poco cosmopolita -sólo
por eludir el en este caso sacrílego ‘hecho a su imagen
y semejanza’-. Esta visión terrenal, temporal y casi de
entrecasa del Creador -un dios tanguero, chantapufi y arrogante,
que reivindica a grito pelado haber inventado el dulce de leche,
la birome bic y a Diego Maradona- no es un retrato inverosímil:
existen infinitas representaciones capaces de contener lo que
es (o debería ser) la divinidad patria (1).
Víctor
Sueiro, que en la Argentina era un periodista
popular mucho antes de haber convertido a su experiencia de casi
muerte en best-seller, parece ofrecer la imagen más
ajustada a lo que espera de Dios el argentino desesperado de los
días que corroen el alma nacional. En la TV, sólo
él podía capitalizar relatos de este género,
abundantes entre la grey. ¿Por qué? Porque Sueiro, en doce
libros que se vendieron como estampitas milagrosas, tiene el copyright
de este enfoque: él es el mentor, en la Argentina, de
una categoría temática, un formato y un estilo.
El suyo es un Dios piadoso, próximo a la clase media argentina.
Un Dios 2003, es decir, un Dios de la última esperanza
cuando todo parece perdido. Un Dios Canal 13. Y muchos,
pero muchos argentinos, eligieron esa manera de tener a Dios en
casa.
Sueiro -con perdón de la tautología-
ofrece un Dios Sueiro.
Para algunos, la fórmula que explica su éxito
es tan sencilla como efectiva:
Misterios + milagros = esperanza.
Decodificado:
Lo inexplicado que habilita a creer + magia reparadora
= ‘lo que nunca hay que perder’.
Para que los números cierren, las apariciones
(cristos, vírgenes, santos...) siempre traerán
buenas noticias, las curaciones serán ineludiblemente
‘inexplicables’ y los ángeles acudirán, indefectiblemente,
para salvar la vida del que tuvo fe (y a los que no, que vayan
aprendiendo a rezar), en lo posible a último momento y
cuando los doctores ya bajaron el pulgar. Todo lo cual sin
contar con el carisma del conductor, que no es poco. Pero,
al margen de los sentimientos que despierte, un valor difícil
de mensurar, está su biografía reciente, inseparable
del personaje. Lo cierto es que hace más de una década
que Víctor Sueiro recopila estas historias prodigiosas
protagonizadas, de un modo vigorosamente excluyente, por la familia
católica. Para dar con ellas no necesitó buscar
bajo las piedras: estaban allí o llueven del Cielo,
mezcladas con creencias New Age, espiritualistas o esoterismo
ligth ampliamente disponibles en el mercado de medios secular:
experiencias cercanas a la muerte, sueños precognitivos,
apariciones de ultratumba, profecías milenaristas... Que
diera formato televisivo a sus escritos sólo era cuestión
de tiempo (su enemigo más temido). O de contar con la garantía
de imponer su criterio. La oportunidad se la dio el productor
Adrián Suar, factótum de Canal 13, cuando coincidieron
en qué este era el momento de hablar de esperanza. Así,
a un año del crack nacional de diciembre de 2001, el cacerolazo
se convertía en... "Misterios y Milagros".
SE VA A EMOCIONAR, SE LO ASEGURO...
"El 90 por ciento de los argentinos
son católicos; la religión oficial suele arrinconar
a la magia del catolicismo popular a los márgenes;
basta recoger ese material ‘residual’ para tener un boom de
rating."
Esta afirmación, que muchos agnósticos
podrían firmar sin chistar, tiene su grano de verdad. Sin
embargo, no deja de ser una simplificación. Permítasenos
pensar que estamos ante un asunto más complejo. Sueiro
logró un promedio de rating de 15 puntos en un horario
altamente competitivo. Convengamos que no cualquiera tiene
el don de hacer de los milagros católicos un éxito
catódico. Sin sus alabanzas, sin la figura de Sueiro
como cochero de aquellas ‘historias de vida sobre la muerte’,
el programa podría no ser más que una colección
de testimonios de gratitud a las fuerzas del destino, en muchas
de las cuales -sin él como guía- quién
sabe si Dios hubiese ocupado el papel central. Sueiro interpreta
las experiencias de los protagonistas de "Misterios y Milagros"
presentando relatos que exaltan la fe desde el exclusivo punto
de vista de su religión. Y él es -para más
inri- un ferviente católico mariano (2). Si se nos pidiera
caracterizar el estilo de su conducción, diríamos
que prevalecen un (¿sobreactuado?) aire bonachón, apelaciones
a la sinceridad que -sino fueran tan machaconas- serían
más persuasivas y un dechado de cursilerías ("La
esperanza, esa gran dama", se tituló el primer capítulo);
es decir, los mismos ingredientes que saturan a sus libros. Pero
ese estilo es el suyo y no tiene fisuras: baja una línea
directa de sus propias convicciones, consciente de que su propuesta
no honra el rigor periodístico: no describe, predica;
no analiza, exalta; no duda, afirma; no suspende el juicio; evangeliza.
Presenta sus casos y a sus protagonistas con una retórica
que se acerca más a la homilía que al copete. "Este
testimonio es impresionante"; "se va a emocionar, se
lo aseguro", dice. Por abusar de esa prosa grandilocuente,
Claudio
María Dominguez le podría reclamar derechos
de autor. Pero Sueiro, a diferencia del tardío émulo
que le predica a un puñado de amigos desde el cable, siente
que le asiste el derecho a la subjetividad y, por lo tanto,
a renunciar al desapego emocional que a menudo reclama el tratamiento
periodístico, ya que -valga la paradoja- él
puede decir: ‘Yo la viví’.
El programa donde se dedicó a su propia experiencia
cercana a la muerte alcanzó el techo de medición:
los avances anunciaron que iba a 'contar por primera vez' su historia
personal (que en verdad ya habíamos oído en innumerables
ocasiones en otros tantos almuerzos con Mirtha
Legrand). Ese día invitó al piso a un médico
amigo, ‘el excelente neurólogo y psiquiatra’ Hugo
Skare. "Cuando el cerebro no recibe oxígeno,
no pasa nada" -pontificó Skare-. "No hay
nada, no se puede pensar, no se puede soñar, no se puede
delirar. ¿Cómo se lo explica desde el punto de vista neurológico?
La ciencia no lo puede explicar de ninguna manera". "Exacto
y perfecto", celebró Sueiro. Al parecer, el doctor
Skare ignora que existe
una hipótesis científica
que explica lo que pasa en el cerebro durante la experiencia
del túnel. Es improbable que un ‘excelente neurólogo’
desconozca estas cuestiones. Pero, para el conductor, Skare estaba
ayudando a develar qué hay más allá de la
vida. En realidad, ambos omitieron mencionar qué
se sabe del cerebro en situaciones de estrés: según
los especialistas, la experiencia de casi muerte sería
una ilusión perceptiva debida a la excitación al
azar de grupos de neuronas de la corteza cerebral, siendo las
creencias religiosas del sujeto las que determinan las interpretaciones
(3).
PRODUCIENDO MILAGROS
El ciclo, cuyos primeros trece capítulos concluyeron el
30 de marzo de 2003, se nutre con una selecta galería de
personas comunes (aunque la balanza se inclina a los que coinciden
con el target del canal, asunto sobre el cual abunda en
este mismo dossier el antropólogo Alejandro
Frigerio) (4), quienes alegaron haber sido expuestas
a ciertas manifestaciones de la divinidad, haber sido distinguidas
con la recepción de profecías (de interés
personal, social o religioso) o beneficiados con revelaciones
del más allá. Eso no es todo; hay más:
se trata -insiste Sueiro- de gente "con coraje". Y es
cierto: hace falta audacia para ventilar a cámara intimidades
del creer.
Si bien ‘dar testimonio’ puede ser una prestación
al ministerio (o que "les sirva a otros que están
viviendo algo parecido"), los protagonistas son ‘valientes’
en la medida que desafían el (pre)juicio de los que no
creen. Reivindicar estos aspectos, sin embargo, no impide señalar
que sobran motivos para tomar a los resultados con pinzas:
a la hora de la verdad, prevalecerá la opinión
benevolente de aquellos médicos (en lo posible católicos)
sobre la de otros que -sin tanta fe- minimicen la intervención
de lo extraordinario; se optará por el pariente que
dramatice el milagro y se eliminará al que
no comulgue con la fantasía donde se asienta la esperanza;
se cubrirá con un compasivo manto de silencio el
párrafo que eche una sombra de duda sobre el carácter
asombroso de las experiencias y sobrevivirá aquel
textual que resalte el prodigio, pues -en última
instancia- esos son los diamantes en bruto con los que se tallará
el programa.
La producción no explora contradicciones
ni ‘pierde el tiempo’ con testimonios disonantes: busca y pregunta
por lo que quiere demostrar: la edición desprecia
matices y mutila vacilaciones; desde la conducción
se privilegian las emociones a los argumentos; y ambos
buscan afirmaciones y rechazan ambivalencias. Las historias
y sus protagonistas luego son prisioneros de esa tríada,
dueña y señora del gran relato. Sobre el resultado
de ese proceso narrativo no hay apelación posible. Y cualquiera
sea el veredicto sobre la naturaleza del estímulo que disparó
lo sobrenatural en aquella historia, los vicios de origen nunca
permitirán ser completamente justos con los conocimientos
que la experiencia enseña.
DIOS, SI ABSTRACTO, DOS VECES BUENO
En su programa, Sueiro no parece esperar la bendición
de la Curia. Más que transgredir, tantea límites
desde su personal interpretación de la fe. Así,
aunque a menudo se aparta de la ortodoxia católica, se
advierte un esfuerzo por no alejarse demasiado de ella. Por
este motivo sólo trata de dar aire a historias que puede
defender desde la doctrina: las ‘voces’ que sus entrevistados
perciben del más allá no son mensajes de
ultratumba canalizados por médiums espiritistas sino ‘locuciones
interiores’, una clase de experiencia mística aceptada
por la teología católica (5). Las curaciones milagrosas
no se diferencian de las que podrían alegar los
clientes de un Pai do Santo, pero éstas se deberán
parecer a las que la Iglesia consagró en Lourdes. Una
misteriosa luz nocturna filmada por un grupo de creyentes (que
para un espectador platillizado será indistinguible
de un OVNI) se convierte en un ‘documento sensacional’ porque
Sueiro, nuestro filtro catódico, se encargará de
compararla con el ‘sol danzante’ de Fátima.
Víctor Sueiro rechaza, dice, al mote de
‘iluminado’. Pero, sin duda, no le teme tanto a esta categoría
como a la de "chanta". Y expone sin pudor -salvo
ante sus seguros críticos, a quienes rehuye- su condición
de ‘ferviente católico mariano’. Sus hábitos generan
una predisposición negativa ante el telespectador que no
es creyente a su manera. Sueiro lo sabe y no le interesa contrarrestarlo
moderando la fogosidad de su fe sino que trata de hacerlo apelando
a los numerosos nombres del mismo Dios (el ‘suyo’ es el de ‘todos’).
De hecho, comenzó el ciclo atajándose
de los incrédulos. ‘Yo entiendo que es difícil
de creer’, ‘me imagino que les causará gracia’, dijo en
la emisión debut. En la segunda, pareció acusar
recibo de la crítica de la periodista Laura
Gentile, quien desde el diario Clarín -del
mismo multimedios- había observado: "Hay como un intento
de convencer al televidente: ‘Es un milagro estudiado por el Vaticano’,
aporta Sueiro como garantía. Ahora, ¿por qué tanta
prueba si la esencia de la fe es no tener explicación?
(...) Quizás el más prejuicioso sea él que
supone ser mirado por un espectador escéptico." (6).
Desde entonces, el conductor pareció quitarse
de encima la preocupación de ser evaluado por agnósticos,
explicitando aún más su cosmovisión religiosa.
Y estrenó un nuevo salvoconducto: saltearse la falta
de aceptación entre cierto público situándose
por encima de diferencias teológicas. Por eso, quizás,
comenzó a hablar de un Dios abstracto. Porque estas
cosas pasan "cualquiera sea el nombre del Dios en el que
creas". Por ejemplo: en una emisión, dedicada a los
ángeles que se interesan por salvar las vidas de ciertos
niños, Sueiro dijo: "No es que Dios esté más
cerca de los chicos. Los chicos están más cerca
de Dios. Por su pureza. Cualquiera de nosotros puede estar más
cerca. No hablo de mi Dios católico. (Me refiero a) El
que sea."
Esta declaración de principios choca con
asperezas indisimulables: la Virgen María, definitivamente,
no es venerada por los evangélicos; hay católicos
que no necesitan ver cómo una imagen grabada en
mayólica llora sangre para creer que Mamita -como
Sueiro le llama a la Virgen- les asiste en momentos de desamparo;
y hay cristianos que dudan e incluso cuestionan la caridad
selectiva de los ángeles guardianes, que protegen a
unos y abandonan a otros.
Estas discordancias sacan chispas; pese a
lo cual elude mencionarlas, tal vez porque, aunque sus intentos
ecuménicos son evidentes, ‘sabe’ que su Dios católico
es el ‘verdadero’. Al mismo tiempo, Sueiro tiene una pobre
opinión de lo que considera ‘chantadas’. Y, como lo expuso
en un reportaje, los evangélicos no son la excepción:
visitas al país de pastores como Luis
Palau son para él ejemplos de ‘penetración
sociocultural’ (7). He aquí una (notable) contradicción:
el fundamentalismo (católico) de sus homilías
televisivas es casi tan virulento como el que pregonan ciertos
pastores electrónicos. Así como en las emisiones
de la Iglesia Universal del Reino de Dios desfilan historias de
vida donde ‘Cristo obra milagros’ para conjurar el dolor o reconciliar
una pareja, Sueiro presenta sus casos extraordinarios sin
realizar mayores esfuerzos por diferenciarse de ellos ni por buscar
corroboraciones científicas (aunque sí cientificistas,
a través de médicos devotos): también él
habla del poder de Dios; lo que cambia es, apenas, el signo de
la fe. ¿Representar a la religión mayoritaría
exime el compromiso de presentar las pruebas que se les suele
reclamar a las minorías? El pecado de soberbia
-dicho esto sin ánimo de blasfemia- aún forma
parte de los mandamientos.
Pero no: el médico de Sueiro se parece
más a un teólogo que a un científico. Y
si no es él mismo el que se encargará de avalar
el carácter milagroso del evento, el remate de su asombro
será -como también señala Frigerio- la voz
de los familiares del presunto beneficiado, para quienes, siguiendo
un razonamiento muy vulnerable, la ausencia de explicaciones
médicas es prueba de intervención divina (8).
Ahora bien, ¿qué importan las pruebas, si
‘la revelación’ consiste en pontificar el tranquilizador
concepto según el cual la muerte no existe (porque ‘la
vida continúa’)? Pareciera que el objetivo es uno solo:
fomentar la fe a cualquier precio, incluso el de hacer del
periodismo herramienta de una suerte de mercadotecnia espiritual.
Hay indicadores de esta actitud marketinera. Sueiro, demostrando
su inteligencia, escapa de la palabra muerte como a la peste,
sobre todo cuando insiste en que hablar de ella es ‘honrar la
vida’.
Este aparente contrasentido tiene, a nuestro modo
de ver, una justificación táctica: Sueiro siente,
culposamente, el deber de ‘contrapesar’ el riesgo que para él
entraña presentar una imagen idílica del Cielo,
ya que -él cree, así lo ha declarado- la promesa
de la vida eterna puede ser un precipicio encantador para ciertos
espíritus inestables. Si bien tanto desde el más
allá como sus entrevistados "nos quieren quitar
el miedo a la muerte", otras experiencias (ausentes en el
programa) advierten: "No terminan bellamente los que deciden
quitarse la vida".
"Nunca
intentes abrir un sonajero", dice Sueiro. (Ilustración:
Claudio Scarcella).
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LAS CUENTAS DEL ROSARIO
Sueiro respeta poco a la disidencia -cierta vez aclaró
que ‘se
caga en los escépticos’ (9)- y, paralelamente,
tiene una manera mezquina de atender la diversidad religiosa.
Tampoco reaccionó con indulgencia cuando la periodista
Andrea Rodríguez, de la
revista Veintitrés, develó la jugosa
recaudación que cosechó por la venta de sus
libros y se refirió al fenómeno "Misterios
y Milagros" bajo el título "La
fe mueve millones" (10)
.Ahora bien, ¿es posible advinar sus intenciones? Su producto
¿responde deliberadamente a la expectativa popular, es decir,
se ajusta a una calculada estrategia de marketing? ¿O actúa
con la libertad de quien ‘divulga aquello en lo que cree?
¿Es un católico disciplinado, o sólo presenta
‘el lado más conveniente’ (es decir, el más
vendedor) de ‘la verdad’? Si sus ‘anteojeras’ le imponen una
serie de temáticas (y un cierto tratamiento) que le
quitan versatilidad (es decir, le impiden avanzar más
allá de las categorías ‘legitimadas’ por su
religión), ¿eso lo convierte en un oportunista? ¿Acaso
no sería más fácil para Sueiro patear
el tablero, y ‘hacer la fácil’ presentando casos o
enfoques menos cuestionados por la Iglesia? En suma, ¿es
‘honesto’ o un ‘chanta’? Intentar una respuesta sería
un ejercicio conjetural, y, si determinarlo fuera posible,
¿interesa realmente? |
Lo que quizá sí importa es
preguntarse por el espacio social que su programa ocupa, el cual
-para ir llegando a algunas conclusiones- ofrece un camino
alternativo para promover las creencias católicas cuando
otros representantes de la misma fe (por ejemplo, el padre
Julio César Grassi, paradójicamente
denunciado por abuso de menores en el mismo canal que emite "Misterios
y Milagros") aparecen muy cuestionados.
Sus apelaciones a ‘la esperanza, la emoción
y a la vida’ son clisés cuya caja de resonancia son capas
importantes de la población. A algunos espectadores les
sonará como latiguillos agobiantes. La prédica,
quizá, fastidie y hará cambiar de canal a quienes
confundan a Sueiro con un predicador que les habla de una fe que
no se parece a la suya, que puede ser ninguna. Pero, también,
incluso entre aquellos dispuestos a dejarse sorprender con el
relato de gente que parece sincera, puede despertar bostezos infinitos.
¿Por qué? Pues porque los relatos son lineales, los
finales son siempre felices y, por más impactantes
que sean las historias, no existe conflicto: todos
están de acuerdo, nada se discute, todo es regocijo, bendita
sea la Gloria del Señor...
La ciencia ocupa en el programa un papel secundario,
utilitarista, satelital respecto de la fe: sus representantes
-los médicos- son sólo instrumentos de Dios.
Hasta en los casos extremos, los conocimientos, el sacrificio
o la sensibilidad de los trabajadores de la salud sólo
son valorados en tanto presten testimonio de su profesión
de fe. Al promediar el ciclo, por ejemplo, se presentó
el relato del doctor Alejandro López Graffney, especialista
en medicina paliativa. El médico parece estar realizando
un loable trabajo por sus pacientes, a quienes ayuda a morir.
El especialista cuenta historias de pacientes que fueron a despedirse
de su hija (a quien se presenta como poseedora de cierto don)
cuando ya habían fallecido, y a otros que le enviaron a
la niña señales "directamente desde el Cielo".
El espectador aún ignoraba en qué se diferenciaba
López Graffney de millares de médicos que hacen
su mismo trabajo. Hasta que un oportuno insert despejó
las dudas: mostró al médico dejando, como al descuido,
un rosario sobre la mesa.
Sueiro, en suma, no se corre una línea de
lo que los protagonistas de "Misterios y Milagros" manifiestan.
¿Le interesa profundizar más allá? Él
mismo, en su programa, se encargó de responder a esta pregunta
con una metáfora donde comparó a las experiencias
de las que se ocupa con un sonajero.
"Corremos un grave riesgo si cruzamos la delgada
línea del milagro y el misterio. Pensemos en un sonajero...
¿Por qué suena tan lindo? Lo abrimos y... nos quedamos
sin sonajero. Cuando vemos algo demasiado hermoso, es el sonajero.
Podemos jugar con él, pero no intentemos abrirlo porque
lo perdemos. Sólo podemos mostrarlo."
Desde esta perspectiva, la curiosidad -esa que mueve
a los niños a desarmar sonajeros, los mismos que cuando
adultos descubren los misterios y las maravillas del mundo- no
sólo es poco aconsejable: cruzar esa delgada línea
-dice Sueiro- "es un riesgo grave". Después
de todo, no es ninguna sorpresa revelar qué hallaremos
dentro del sonajero de Sueiro: cuentas de un rosario.
Notas y referencias:
1) Este mismo sitio, acaso por su tozuda afición
por comprender las inestables leyes que rigen el realismo fantástico,
podría ser una de las innumerables variantes seculares
de rendir culto a la divinidad.
2) ¿Cómo reconocer a un ‘ferviente católico
mariano’? Bueno, una manera de hacerlo podría ser averiguando
si a la Virgen María le llama ‘Mamita’.
3) Ver dossier Más
allá del umbral, publicado en Dios!
(4) Frigerio, Alejandro; La
clase media va al Paraíso, publicado en Dios!
(5) Ver, por ejemplo, "Textos del Movimiento
Sacerdotal Mariano. Locuciones interiores: Criterios Teológicos
para su comprensión". En http://www.msm-es.org/htm/es/mensajes/prologo/prologo05.htm
6) Gentile, Laura; "Aunque usted no lo crea",
en suplemento Espectáculos de Clarín, 07/01/03.
7) Entrevista en Radio 2 de Rosario de Alberto
Lotuf, publicada bajo el título: "¿Qué se creen,
que me morí a propósito?", en revista Venintitrés,
jueves 20 de febrero de 2003. Pp. 24-26. Hallará un resumen
de la polémica aquí.
8) Frigerio, Alejandro. Ídem.
9) Sueiro, Victor, Curas sanadores y otros asombros,
Ed. Planeta. Buenos Aires, 1993. Página 14. Ver también
Gociol, Judith; El
periodista Víctor Sueiro asegura que ‘Con la fe no se jode’,
en revista La Maga, Buenos Aires, 17/10/93. En La Gran
Esperanza (Ed. Planeta, 1991) ya esbozaba su idea de los críticos
cuando se referió a "algunos intelectuales" (quienes)
"ignoran, entre muchas otras cosas y finalmente, que no
están subidos a una torre de marfil sino a una de bosta,
y que si deciden bajar al llano serán bienvenidos"
(p. 69).
10) Rodríguez, Andrea. "La
fe mueve millones", revista Veintitrés,
13 de febrero de 2003. Pp. 6-11.
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