El
periodista chileno Enrique Villas Nóluder C. reside en la
Argentina desde 1978. Al principio se ganó el pan con cierta
honestidad. Fue cocinero, cerrajero y mozo. Pero luego fullero,
taxi-boy y tarotista. Su nivel de ingresos se estabilizó cuando
fue contratado por un diplomático japonés para que cuide su
ovejero alemán en una quinta de San Isidro. La changa le dejaba
bastante tiempo libre para su gran pasión: los platos voladores.
Porque Enrique es, ante todo, un ufólogo. "Los ovnis me fascinaron
desde que era cabro, cuando me convencí de que existen y vienen
en son de paz. Luego creí que vinieron a completar la misión
de Cristo. Ahora no sé. Después de mi experiencia sufro una
extraña incertidumbre. Estoy desconcertado", declaró.
Largas horas de silencio, melancolía y soledad lo llevaron a preguntarse
por el sentido de la vida y el destino del universo. Solía
reflexionar a la siesta, mientras manguereaba los algarrobos,
o a la hora de despiojar a Capitán Donald
Keyhoe, el apodo que le puso a la simpática bestia.
Pero se había aburrido de esa vida. Entonces decidió que sería novelista.
De los que escriben historias donde la ficción se mezcla con
la realidad. Escribió algunas cosas, se las mostró a sus amigos
y cuando le dijeron que tenía pasta de best-seller, se agrandó.
"Tenés virtudes para ser un autor popular", le dijo
un compadre adulón. "Tu prosa destila el fino rigor periodístico
de Victor Sueiro,
el espíritu crítico de Carlos Castaneda
y el poder de convicción de Rodolfo Ledo" , lo animó
otro.
El sabía que su misión en esta encarnación era escribir una gran
historia sobre extraterrestres. Pero no se conformaba
con algo estándard. La tarde del 19 de junio se sintió listo
para empezar. Hacía frío, el patrón estaba de viaje y se refugió
en su estudio. Arrimó la silla a la PC, se sirvió una copita
de Bols, después otra, y otra, y otra; echó una mirada de
astucia a la pantalla, y pensó. Tenía los ingredientes: el
complejo romance entre un monje Zen y una doctora en neurobiología
de Harvard, un pulguiento perro telépata llamado Capitán Keyhoe
y un chamán azteca pasado de ayahuasca que recitaba el evangelio
según Don Juan. El mutante interplanetario había
sido rescatado de un pantano de Baradero por el Circo de Moscú,
y predicaba una especie de filosofía de la Revolución Universal
que sólo era comprendida por niños, payasos y delfines.
Se moría de ganas de que la historia acabe con un vertiginoso
paisaje de hongos, atómicos y alucinógenos, avanzando justo
cuando el místico y la mujer de ciencias están por darse el
primer beso apasionado. Un minuto antes del fin, ella le dir¡a:
"Lo nuestro es imposible, el yin-yang constituye una
contradicción lógica. La Nada nos espera". El no respondería.
O murmuraría algo sobre el amor radiactivo que ya nadie podría
oir.
Escenarios, personajes y perfiles estarían basados en la realidad.
Pero Enrique vacilaba. No sabía cómo llenar los huecos. Le
faltaba con qué anudar la trama. Débilmente achispado por
la ginebra, se derrumbó sobre el teclado y le suplicó Luz
al Senor. Y dejó de pensar.
Justo en ese momento vio la sombra de un fantasma a contraluz.
Era un cuerpo opaco que fue cobrando la forma de una criatura
del espacio. El extraterrestre era tal cual lo había imaginado.
LA
VOZ DE ASTERON
"Te hemos elegido para que difundas
un mensaje a la Humanidad". Su voz brillante era definitivamente
de otro mundo, y sus ojos de mantis religiosa translucían
dosis parejas de inteligencia, sabiduría y compasión. Enrique
empalideció. Capitán Keyohe roncaba plácidamente echado a
sus pies.
¿Quién es usted? ¿Cómo hizo para entrar? ¿De dónde viene?? ¿Qué busca? ¿Por
qué a mí?" En Chile, Enrique fue movilero de televisión.
De ahí adquirió la desagradable costumbre de preguntar a repetición.
En su cara de pavo se le notaban varias cosas, entre ellas
que era la primera vez que veía a un humanoide de verdad.
"Soy Asterón. Entré por la puerta, provengo de una base
que opera desde hace algunos miles de años en el cinturón
de asteroides, lo elegimos a usted porque nos cae simpático
y vine porque estamos hartos de que algunos terrestres tergiversen
nuestra historia", dijo exactamente. Luego le pidió atención.
Pero que no creyera en él: "Los terrestres
son demasiado crédulos. Tienden a endiosar aquello que no
comprenden. Hágame caso: dude de mi existencia. Pero oiga
mis recomendaciones".
"Uuu-sted diii-rá qué lo traa-ae por aquí", tartamudeó Enrique.
Fingió una afabilidad campechana. Pero estaba muerto de miedo.
"Conocemos la cultura humana mejor que ustedes mismos" -sonrió
el humanoide. "Tal vez le alcance saber que estamos colgados
a sus sistemas de comunicación. Radio, televisión, satélites,
Internet. Desde que inventaron la tele -si bien hemos debido
digerir tremendos sapos- aprendimos más sobre la Tierra que
en los últimos 2.000 anos. Nunca antes habíamos estado cara
a cara con un terrestre. Y, a la inversa, es la primera vez
que un humano se encuentra con uno de nosotros".
-Se equivoca -terció Villas, que para algo era ufólogo. Hoy mismo, en un
programa de TV, Fabio Zerpa dijo
que, estadísticamente, la Patagonia es la zona más visitada
del mundo, y puso a las ovejas por testigos...
"Justamente, justamente", asintió el ET, mudando su expresión
bondadosa por un rictus amargo. "Usted acaba de mencionar
el motivo de nuestra visita. Hacía tiempo que no nos
recordaban. O, para hablar con propiedad, de las fantasías
que se han formado acerca de nosotros. Por desgracia,
esos no son los únicos disparates que se dicen por TV (*).
Suelen ser tantos que, a veces, nos preguntamos si realmente
existe vida inteligente en la Tierra. Somos muy espirituales,
es cierto. Pero no comemos vidrio. Muchas cosas deben
ser aclaradas". Asterón miraba a la botella de ginebra
de refilón. Enrique estuvo por ofrecerle un trago para brindar
a la salud de la Confederación Galáctica pero conjeturó que
un verdadero ET sería poco dado a las bebidas blancas. Le
pidió que largue el rollo de una vez.
-Para empezar -sentenció Asterón, engolando su voz latosa- la historia
de los platos voladores tiene un origen cultural.
Piense en lo siguiente: las visiones de ovnis que se cuentan
desde 1947 son humanas, demasiado humanas. Si este fenómeno
tuviera algo que ver con nuestra civilización, o con cualquier
otra ajena a vuestro planeta, el estilo de las naves,
nuestra taxonomía y el contenido de los mensajes, debería
surgir independientemente de vuestras expectativas y tradición
cultural. Ergo: las apariciones tendrían poco o nada
que ver con vuestras fantasías sobre nosotros. Y no es el
caso: las diferencias que hay entre cómo somos y cómo nos
imaginan son abismales (1).
- Sin embargo, yo a usted lo veo como siempre me lo imaginé...
- Correcto. De su inteligencia depende hallar respuesta a esta paradoja
aparente. Antes, permítame decirle que los platillos
que se comenzaron a ver desde la primera mitad de siglo no
son muy distintos a las naves espaciales que ustedes describieron
mucho antes en la literatura, las historietas y el cine de
ciencia ficción. En 1912, 1919 y 1934, por ejemplo,
se publicaron dos cuentos y una novela que muestran la típica
escenografía que reaparecería en los relatos de discos voladores,
incluídas las naves nodriza en forma de cigarro, los secuestros
donde borran la memoria del testigo, encuentros con seres
altos en salas circulares y luz difusa... Entre 1929 y 1934,
aparecen platillos en las tiras de Buck
Rogers y Flash Gordon.
También en la pelicula Rocketship, filmada en 1938.
En 1930, los ilustradores Frank Paul
y Dick Calkins ya habían dibujado
naves en forma de disco (2). Todo esto antes de 1947.
Asterón estornudó. El atchís sonó como una melodía de Kitaro. El
ufólogo había entrado en calor: llevaba muchos años de creer.
"¿Usted pretende decir que algunos cuentos de escasa
difusión y unos comics influyeron en millones de testigos?".
El ET lo miró como esos maestros que pierden la paciencia
con facilidad. "Resultó medio durazno, el hombre",
dijo el alien, y se sirvió él mismo un poco de ginebra. "A
ver si me explico -siguió. Las descripciones de platívolos,
por ejemplo, se ajustaron a un estereotipo social, sobre el
ideal terrestre de un objeto aerodinámico, pues la imaginación
humana todavía no había considerado que en el espacio no hay
rozamiento. La absurda variedad de razas ET que describen,
por otra parte, sólo son dignas de figurar en un manual de
mitología espacial (3).
- Usted le falta el respeto a miles de observadores confiables.
Además, hay trabajos estadísticos muy serios...
- Vea, amigo: Hace bien en no creerme. Todo lo que debe hacer
es investigar, documentarse, revisar lo que se dice sobre
nosotros sin prejuicios. Tarde o temprano verá que no somos
mucho más que una ilusión de la era espacial, una esperanza
que mezcla el imaginario científico contemporáneo con vestigios
recuperados de tradiciones folklóricas, esotéricas, religiosas...
TAN
SOLO UN ERROR
Enrique Villas vació el vaso de un trago y dijo: "¿Qué
vio entonces el piloto Kenneth Arnold
en junio de 1947? Porque ahí comenzó todo..."
- Ese relato, el primero, reafirma cuanto le digo. Ahí se estrenó la expresión
platos voladores. Todo el mundo cree que la frase fue cosa
de Arnold. Pero en realidad se originó en un
error periodístico. El testigo dijo haber visto
nueve objetos con forma de búmeran volando a velocidad supersónica
cerca de Monte Rainier, estado de Washington. Cuando el periodista
Bill Bequette le preguntó para
la Associated Press cómo volaban esos objetos, Arnold los
describió "como un plato rebotando sobre el agua".
O sea: usó esa metáfora para describir el movimiento,
y no la forma de los objetos. Pero Bequette se confundió
y los diarios propagaron el término platillo. Y la frase sirvió
de molde cultural para la oleada de observaciones que estaba
por venir: la gente comenzó a buscar platillos y eso fue lo
que encontró. Note la paradoja: ¿Por qué los testigos vieron
platillos cuando esa no era la forma del objeto visto por
Arnold? ¿Usted nos imagina rediseñando nuestras naves para
adecuarlas al error de un periodista? (1). ¿Nos cree tan poco
inteligentes?" -resopló el ET, y se le hinchó en la frente
una venita verde esmeralda.
- ¿Y qué me dice del plato estrellado en Roswell?
Porque ese fue el primer ovni recuperado por los militares
norteamericanos...
- Su insistencia, Villas, es un eco del efecto bucle: para cada
caso explicado siempre habrá otro que no lo está,
y para reafirmar su creencia se aferrará de cualquier testimonio
trivial (4). En cuanto al supuesto ovni desgraciado en Roswell,
somos oficialistas: el 8 de setiembre de 1994 la Fuerza Aérea
de los Estados Unidos publicó un informe explicando que el
objeto que cayó el 4 de julio de 1947 en Nuevo México fue
un globo experimental del Proyecto Mogul, destinado a misiones
de espionaje sobre la actividad nuclear de la Unión Soviética.
Antes que esto sucediera, lo que el ranchero William
Brazel dijo haber encontrado coincide con la descripción
de los despojos del globo: un amasijo de chapas de aluminio,
madera balsa y retazos de polietileno. El verdadero lío lo
armó el mayor Jesse Marcel cuando
pidió que se informara que "habían recuperado un disco
volador"... Aunque, después de todo, él actuó con inocencia.
La expresión "disco volador" tenía diez
días de uso y carecía de las actuales implicancias culturales
(5). De ahí no sólo surgió la leyenda según la cual el Pentágono
esconde naves tripuladas en hangares secretos: también
fraguó el mito del encubrimiento. Si esos rumores
conspiranoicos fueran ciertos, ¿me quiere decir para qué el
gobierno norteamericano gastó fortunas en radiotelescopios?
¿Por qué la NASA iba a invertir mil millones de dólares en
el Proyecto Viking, destinado a una infructuosa búsqueda de
vida en Marte, si ya sabía que los extraterrestres existían?
(6)
El ET hizo una pausa y vio a Enrique tapándose los oídos. "¡Basta!
¡Basta! ¡No siga!", sollozó. "No lo entiendo" -dijo apaciblemente
Asterón, y acarició al mastín, que seguía imperturbable. "Cualquiera
en su lugar se sentiría el hombre más feliz del mundo".
Es que Enrique Villas Nóluder C. sospechó que ya no podría escribir
su apocalíptica aventura místico-espacial buscando inspiración
en la realidad. Su concepto de lo real se había trastocado.
A partir de ahora, conjeturó, debería contentarse con
imaginar. "Quién diría: una vida esperando la
revelación de las estrellas y, cuando se me da, empiezo a
dudar", pensó en voz alta. "¿Dudar?"
¿Usted dijo "dudar"? -interrumpió el humanoide.
- Sí, dudo. Nunca seré el mismo. ¿Sabe lo que pasa? Esta es mi primera experiencia
racional.
Enrique no había terminado de pronunciar la palabra "duda"
cuando Asterón se desvaneció. El ufólogo apagó la
computadora y meditó: "Hay miles razas espaciales dando
vueltas por ahí y a mí justo me vino a tocar un extraterrestre
escéptico".
(* ) El lunes 19
de junio de 1995, la actriz Mirtha Legrand
protagonizó el almuerzo cósmico que precipitó la venida de
Asterón, el extraterrestre escéptico. En los últimos años,
el programa de la diva se convirtió en uno de los espacios
que -sin ánimo de esclarecer el tema- le devolvieron popularidad.
Entre los invitados esa ocasión figuraron el actor Fabio
Zerpa y el vendedor de talismanes Antonio
Las Heras. Trenzados en una patética competencia de
chivos, el comediante uruguayo sólo fue claro las cinco veces
que mencionó su espectáculo ovni-teatral, y Las Heras sólo
dijo la verdad cuando pasó el número de su celular y leyó
el título de su librito sobre los ovnis que vieron los astronautas,
explicadas por Robert Sheaffer
en la obra Veredicto Ovni. Los actores Carlos
Perciavalle y Jorge Mayorano
-con humildad el uno, con certidumbre evangélica el otro-
revelaron sus experiencias místicas con los ufonautas. También
lo hizo el contactado Dante Franch.
Esas vivencias subrayaron el vuelco religioso que adoptó el
mito ovni. Los encuentros cercanos clásicos parecen ser parte
del pasado.
REFERENCIAS
Antes
de desaparecer, Asterón -el ET que, a semejanza de los ummitas
de Jordán Peña, ruega duden de su existencia- dejó el listado
de bibliografía que citó durante el encuentro imaginario del
tercer tipo que mantuvo con el ufólogo Enrique Nóluder C.
1) Kottmeyer, Martin.
El
error del platillo. En Perspectivas ufológicas
Nro. 2. Abril de 1994.
2) Ovnis, la gran
ilusión. En Descubrir, Año 2 Nro. 17. Noviembre 1992.
3) Cabria,
Ignacio. "Entre ufólogos, creyentes y contactados".
(1993: 304 páginas). Ed. Cuadernos
de Ufología. Rualasal, 22, 39001, Santander, Espana.
4) Ares
de Blas, Félix. ET en la Universidad. En El ojo
escéptico Nro. 7/8. Julio de 1993. C. de C. 26, suc. 25,
Buenos Aires.
5) Leone, Matteo.
¿Era un globo secreto? En UFO Nro. 15, enero 1995.
C. P. 82, 10100, Torino, Italia. También ver Langrange,
Pierre. La guerra fría de los mundos. En Ovni Présence
Nro. 54. Febrero 1995. C. P. 102. CH-1000 Lausanne 7, St-Paul,
Suiza.
6) Sheaffer, Robert.Veredicto
Ovni. Examen de la evidencia. (1994: 343 páginas).
Ed. Tikal, Madrid.
Primera publicación: Diario "La Prensa",
sección "En trance". Buenos Aires, 25 de junio de
1995.