La tendencia a estudiar el sistema como una entidad
única, más que como un conglomerado de partes, es la tendencia
de todo trabajo científico actual. No se pueden aislar los fenómenos
en contextos restringidos y estrechos sino que, una vez estudiados
los elementos componentes de un determinado fenómeno (en nuestro
caso la cultura en su totalidad y dentro de ella ciertos procesos
mentales alternativos), hay que trabajar para entender las
interacciones que se dan entre los fragmentos, cada vez más
amplios, de la naturaleza. Este principio del orden sistémico
de la realidad dinámica podría anunciarse hoy con las mismas
palabras de Pico della Mirándola
(1557:40) cuando anunciaba: «Primero tenemos la unidad de las
cosas a través de la cual cada cosa es una consigo misma, consiste
en ella misma y se cohesiona con ella misma; segundo, tenemos
la unidad a través de la cual una criatura está unida con las
demás y todas las partes del mundo constituyen un único mundo».
ETNOGRAFÍA DE LA AYAHUASCA
El sustantivo
«ayahuasca» es de origen Quichua, aunque desde la época colonial
ya fue castellanizado dado que el Quichua era la lengua franca
hablada en todo el territorio andino y en una buena parte de
la Amazonia occidental (3). Por este término se conoce, en primer
lugar, una mixtura vegetal de poderosos efectos enteógenos,
y al mismo tiempo es también el nombre popular de uno de los
componentes vegetales que entran en la composición de la pócima,
la conocida liana Banisteriopsis caapi. Suele darse un error
bastante generalizado que consiste en que, al haber un único
término para referirse a uno de los componentes y al resultado
de la ebullición, muchas personas creen que el ayahuasca enteógena
es el líquido resultante de hervir directamente la liana, pero
no es así. La Banisteríopsis caapi sola no produce ningún
efecto enteógeno. Habitualmente la pócima se realiza a base
de la citada liana, que contiene un potente IMAO (inhibidor
de la monoaminooxidasa), y otro espécimen vegetal que ha de
contener DMT (dimetiltriptamina) en cantidades suficientes para
que dé el resultado psicoactivo buscado.
No hablaré de los diversos especímenes vegetales
que contienen DMT (hay extensos estudios etnobotánicos sobre
ello: OTT, 1996), pero sí quiero apuntar que actualmente se
conocen más de 90 especies vegetales diferentes repartidas en
38 familias (de las que una cuarta parte son plantas por sí
mismas enteógena), utilizadas como aditivo a la Banisteriopsis
caapi para producir el ayahuasca. Algunos de los vegetales añadidos
causan sensación de frío u otros efectos físicos o psíquicos
complementarios también buscados para apoyar de alguna forma
el efecto visionario.
Así por ejemplo, entre los shuar y achuara amazónicos
-más conocidos entre nosotros como «jíbaros», aunque para ellos
es un término peyorativo- la liana del ayahuasca se mezcla con
Diplopterys Cabrerana (en shuar yágr) que aporta la DMT visionaria
a la mixtura, con Rinorea Víridiflora (en shuar parapra) para
hacer las visiones más duraderas, con zumo de tabaco silvestre
para potenciar el efecto enteógeno y con el arbusto chiriquiásip
(Brunfelsia grandiflora) para que produzca frío y ayude a combatir
el entumecimiento físico («con esto da temblor y aleja a los
espíritus»).
Desde el punto de vista etnográfico se puede decir
que tenemos documentados más de 72 grupos culturales amazónicos
que consumen esta mixtura vegetal siguiendo sus ancestrales
tradiciones, la mayor parte de ellos situados en la parte occidental
de la selva Amazónica, tanto de la Alta como de la Baja Amazonia
(Luna 1986; 57).
La experiencia visionaria es tan importante y
fundamental en las cosmovisiones de las etnias amazónicas (en
sus formas de arte, su concepto de salud, sus sistemas de toma
de decisiones...) que es impensable un estudio riguroso de
antropología, etnopsiquiatría o medicina de tales pueblos sin
tener en cuenta su consumo consensuado de enteógenos, en
especial -aunque no únicamente- el de ayahuasca. En este sentido,
es tal el peso que tiene en su mundo cultural que, hasta ahora,
el consumo de ayahuasca ha sobrevivido a cualquier proceso de
aculturación, por intenso que haya sido. Una ilustración etnográfica
la constituyen de nuevo los shuar y achuaras, etnias de carácter
guerrero que a menudo se enrolan en el ejército ecuatoriano
como estrategia para salir de la vida selvática y buscar un
camino de integración al mundo Occidental. Este radical cambio
de vida -del interior de la selva a los cuarteles militares-
prácticamente implica la pérdida de todas sus tradiciones excepto
una: el consumo de ayahuasca o de otras substancias enteógenas.
Por tanto y en cierta forma, podríamos considerar que esta práctica
constituye uno de los puntales del sistema de valores del mundo
cultural jivaroano, afirmación extensible a otras muchas etnias
amazónicas. Por ello, a pesar de que está prohibido el comercio
de alguno de los componentes activos del ayahuasca en estado
puro o sintético, la forma natural de este enteógeno panamazónico
no está prohibida -ni probablemente podría estarlo- en ningún
país iberoamericano.
Por otro lado, esta preparación psicoactiva recibe
más de 40 nombres vernáculos distintos, lo que permite hacerse
una idea de la gran profundidad histórica de su uso: yajé en
Colombia, kamarampi entre los Ashaninca, natema entre los shuar
y achuara, ayahuasca, daime, etc. Distintas pruebas provenientes
de Ecuador y aportadas por la arqueología permiten afirmar que
los pueblos indígenas amazónicos consumen ayahuasca desde hace,
como mínimo, 5.000 años (NARANJO, Plutarco, 1986; SCHULTES,
1972; 38-39).
UNA ESTRATEGIA ADAPTATIVA
Además del consumo indígena
de ayahuasca, cabe citar también su uso central en las prácticas
de muchos curanderos mestizos sudamericanos, tanto del territorio
amazónico como del andino. En diversos países iberoamericanos,
se acepta hasta tal punto la importancia cultural del ayahuasca
que estos curanderos son conocidos como ayahuasqueros, en forma
de sustantivo genérico. Así, los ayahuasqueros son los especialistas
en usar esta mixtura enteógena en sus prácticas religiosas,
de curanderismo, como estrategia adaptativa o como forma
de resolución de problemas. Hay ya alguna iniciativa experimental
al estilo occidental del uso terapéutico del ayahuasca. Un ejemplo
es el Centro de Rehabilitación de Toxicomanías de Takiwasi,
en Perú. También podría hacerse una larga lista de la bibliografia
actual, especializada y divulgativa, referida al tema de la
ayahuasca, en especial en el mundo anglosajón.
Lo he Ilamado «enteógeno panamazónico», como ya
ha hecho algún otro autor, porque actualmente también es el
enteógeno más popular entre expertos y turistas occidentales:
desde los años 1980 que en EE.UU. se ofrecen viajes organizados
con destino a Ecuador, Perú y Brasil con el casi único objetivo
de consumir esta substancia visionaria de manos de algún pretendido
chamán indígena al servicio de una agencia de viajes.
Por otro lado, se están extendiendo por diversos
países europeos una serie de modernos sincretismos religiosos
de origen brasileño conocidos como Iglesias del Santo Daime
(Daimistas, Uniao do Vegetal, A Barquiña, Francisca Gabriel,
Maestro Daniel). Se trata de interesantes agrupaciones abiertas
y de carácter religioso, nacidas en la década de los años 1930
en Brasil, y cuyo sacramento es el Daime, una de las formas
conocidas de preparar el ayahuasca. El consumo del enteógeno
se realiza dentro de un ritual fuertemente estructurado y con
un sentido sacro y terapéutico al mismo tiempo. Entre todas
las iglesias daimistas deben sumar actualmente entre 10.000
y 13.000 adeptos, más una cifra de seguidores irregulares que
tal vez sumen 4.000 ó 5.000 personas más. Finalmente, en California
y desde hace una década hay diversas plantaciones de los especímenes
componentes del ayahuasca, y diversos terapeutas ofrecen excursiones
psíquicas de forma segura. En este sentido, pues, puede afirmarse
que actualmente es el enteógeno más apreciado entre los aficionados
de los EE.UU. y de otros países occidentales.
Todas estas formas culturales referidas al consumo
de ayahuasca tienen una gran importancia etnohistórica, dado
que las formas clásicas del uso de enteógenos fueron borradas
de forma radical en los últimos 100 años en Occidente (entre
pueblos primitivos y culturas agrícolas asiáticas y africanas
se mantiene, aunque también esté en cierto retroceso), pero
en el último tercio de siglo se reinició su consumo con el
descubrimiento de la experiencia psicodélica, y el uso sacramental
de enteógenos aparece de nuevo bajo formas ritualizadas altamente
formalizadas y con claras posibilidades de aplicación para la
investigación de la mente humana y para otros fines aplicados
que analizaré más adelante.
Aunque solo sea de pasada, vale el esfuerzo de
recordar aquí que nuestros bioquímicos han puesto de relieve
que el cuerpo humano segrega componentes (triptaminas metiladas
y betacarbolinas) cuya regulación tiene relación a la vez con
algunas patologías mentales y con los llamados estados de elevación
espiritual, y que se trata de las mismas substancias que
contienen la mayoría de productos enteógenos. En la mayor parte
de los casos se sabe muy poco de como actúan tales substancias
psicoactivas en personas normales, aunque sí se sabe que están
relacionadas con el sueño y con la onirogénesis.
Entre los shuar y achuara, lo que uno ve, siente
y percibe bajo los efectos del ayahuasca se torna resoluto,
y, al igual que los sueños nocturnos, enmarca decisivamente
su comportamiento posterior (FERICGLA, 1994). En la interpretación
de los pasajes oníricos y de la imaginería del ayahuasca, cuando
un shuar no los entiende por sí mismo recurre a los ancianos,
depositarios de su sabiduría oral tradicional. Hasta tal
punto dan importancia los shuar a sus ancianos, que cuando un
individuo que no es de la familia quiere hablar a solas con
uno de ellos debe pedir permiso al resto del grupo familiar,
el cual se reúne para decidir si lo permite. El temor suele
estar en que el forastero -aunque sea conocido- trate de provocar
algún mal en el anciano, con lo que dejaría al resto del clan
sin la posibilidad de entender algunas de las visiones tenidas
a raíz del consumo de ayahuasca y, con ello, quedarían faltos
de recursos para tomar decisiones, a menudo vitales. A causa
del proceso de aculturación, los chamanes de hoy día han perdido
muchos de sus conocimientos y ya no saben interpretar la imaginería
como hasta hace unas décadas. Antiguamente -en esta etnia jivaroana,
podríamos situarlo en la década de los años 1950- había maestros
en la decodificación y explicación psicológica de los sueños
y las visiones.
Así, los indígenas amazónicos toman ayahuasca
y tabaco para curarse por medio de la imaginería. Además, visiones
y sueños les indican cómo vengarse, cómo actuar en caso de conflicto
o de indecisión, etc. y en este sentido, cabe realizar una distinción
entre las finalidades explícitas del uso de ayahuasca entre
los adultos, los niños, los jóvenes y los chamanes.
Entre los adultos shuar y achuara, el consumo
del enteógeno actúa como mecanismo de desfogue social: se usa
para buscar soluciones mediatas (para soluciones inmediatas
se usa la chicha, el ají o el tabaco) desde un estado de
lasitud consciente. Consumen ayahuasca para resolver sus
problemas, para reafirmar su cosmovisión y para entrar en contacto
con su mundo mítico. Lo toman para hablar de su Anítam, para
que les dé poder y para establecer normas y procedimientos sociales,
para condicionarse, para reforzar ideas referidas a soluciones
y para canalizar procesos mentales en un sentido que podríamos
llamar de oniromanáa abierta a interpretaciones (lo que ven
es parte de lo que tienen que hacer).
Por su lado, entre los niños jivaroanos se usa
la mixtura enteógena para codificar y condicionar conductas.
Por ejemplo, se les administra para que los niños pequeños
devengan robustos y rápidos, para que sean valientes o para
que crezcan siendo buenos cazadores. Respecto de los jóvenes,
se usa el enteógeno durante la pubertad para reafirmar su identidad
ya que, según los shuar y achuara, da seguridad en los mecanismos
que regulan el comportamiento.
Los chamanes o brujos afirman consumir ayahuasca
para tener premoniciones: al margen de la aceptación científica
o no, los chamanes ayunan y se preparan para ver, elucubrar
e interpretar situaciones presentes o futuras. Además de
los usos específicos por grupos de edad, los shuar beben ayahuasca
para vomitar ritualmente, y en esta ocasión tan solo hierven
la liana Banisteriopsis caapi, sin el segundo componente que
aporta la DMT4. Todo ello podría concretarse diciendo, pues,
que se recurre al ayahuasca para activar mecanismos compensatorios
de la conducta, aplicados al autoanálisis y a la búsqueda de
resoluciones a los conflictos presentes, tanto de carácter emocional
como de carácter adaptativo general.
NOTAS:
1)
Enteógeno: neologismo que libremente traducido
viene a significar «dios dentro de nosotros» (acuñado a partir
de la raíz griega teus, dios. Se utiliza en medios especializados
desde hace tres décadas para referirse a aquellas substancias
de uso milenario, y casi siempre de proveniencia vegetal, que
el ser humano ha consumido desde los orígenes de la prehistoria
conocida para ponerse en contacto con su concepto de divinidad,
sea el que fuere. Hasta hace unas décadas se usaba el término
«alucinógenos» para referirse a tales substancias, categoría
lingüística absolutamente errónea dado su sentido literal y
porque se trata de una palabra que ha sido cargada con un contenido
negativo totalmente alejado del sentido con que los humanos
han consumido tales substancias psicoactivas durante milenios.
2)
Ayahuasca: proviene de los términos Quichuas
sya, «cuerpo muerto» o simplemente «muerto», y huasca que significa
«cordel gordo» y «soga». Según el Diccionario de Lengua Quichua
del P. Diego Gonçalvez, publicado en 1952 por el Instituto de
Historia de Lima (Perú), la expresión literal «cuerpo muerto»
en Quichua es Aya huañuk vccu, y «muerte» es Nuañuy, por lo
que Aya Huasca, viene a significar «la soga (liana) que permite
ir al lugar de los muertos».
3)
En referencia a este uso de la liana sola,
cabe mencionar que en el año 1929 K. Beringer y K. Williams
usaron la harmina -el principal alcaloide de la liana- para
combatir el parkinson. En la década de los años 40 A.G. Beer
estudió los efectos farmacológicos en gatos demostrando que
posee efectos estimulantes en el SNC. En la década de los 60
se verificó que la harmina es un potente inibidor de la MAO.
Y en el 59, Pletscher propuso que la harmala debía su actividad
psicoactiva justamente a su acción de IMAO (OTT, 1996).
(*) Este texto forma parte de un trabajo más extenso
de J. Fericgla titulado : "Chamanismo, Ayahuasca y Oniromancia".