publicó
Variedades de la Experiencia Anómala, que cubría
enigmas desde experiencias al borde de la muerte hasta experiencias
místicas. En mayo del mismo año se publicó
“La Religión en la Mente”, que abarca el tema de cómo
las experiencias religiosas actúan sobre
los lóbulos frontales para inspirar optimismo y hasta creatividad.
Y en el libro “Porque Dios no se va”, publicado por el doctor
Andrew
Newberg de la Universidad de Pennsylvania y su colaborador
Eugene d’Aquili, utilizan imágenes cerebrales que obtuvieron
de monjes budistas tibetanos perdidos en la meditación
y de monjas franciscanas durante el rezo profundo para lograr
identificar cuál es el circuito espiritual cerebral
y para explicar como los rituales religiosos tienen el poder
de movilizar a los creyentes y no creyentes por igual.
FUERA DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO
Lo que todas las nuevas investigaciones comparten es una pasión
por descubrir las bases neurológicas de las experiencias
místicas y espirituales. En la neuroteología,
neurólogos y psicólogos intentan descubrir qué
regiones se activan y desactivan durante la experiencia que
parece existir fuera del espacio y tiempo. ¿En qué
se diferencian de las rudimentarias investigaciones realizadas
en la década del ‘50 y ’60, que determinaron que las
ondas cerebrales cambiaban durante la meditación? Esas
investigaciones no decían nada acerca de por qué
cambiaban las ondas cerebrales o qué regiones específicas
del cerebro eran las responsables de ese cambio. Por otro lado,
las investigaciones recientes tratan de identificar los circuitos
cerebrales que tienen mayor actividad durante la experiencia.
Estudiando el flujo de sangre que se correlaciona con la actividad
neuronal mediante un SPECT (tomografía computada de emisión
de un único fotón), Newberg estudió al
doctor Michael Baime durante sus experiencias místicas.
Como se esperaba, la corteza prefrontal se iluminó. Pero
les sorprendió el cese de actividad. Un grupo de neuronas
en el lóbulo parietal superior se apagó. Esta
región, que tiene el nombre de “área de asociación
y orientación”, procesa la información acerca
del tiempo y espacio. Determina donde el cuerpo termina y el
resto del mundo comienza. Específicamente, el área
de orientación izquierda crea la sensación del
espacio físico donde existe el cuerpo.
El área de orientación requiere información
sensorial para realizar sus cálculos. “Si se bloquea
la información sensorial a esta región, como se
hace durante la intensa concentración al meditar, uno
evita que el cerebro produzca la distinción entre el
yo y el resto”, dice Newberg. Sin la información de los
sentidos, el área de la orientación izquierda
no encuentra la frontera entre el yo y el resto del mundo. Como
resultado, el cerebro parece no tener opción y “percibe
al yo como interminable e íntimamente interconectado
con todo”, escriben Newberg
y D’Aquili en su libro. El área de orientación
derecha, también privada de información sensorial
parece permanecer en una sensación de espacio infinito.
Los meditadores sienten que han tocado al infinito.
No es sorprendente que la experiencia religiosa se refleje en
la actividad cerebral. Todo lo que experimentamos deja su marca
en el cerebro. Lo difícil es que “no hay manera de determinar
si los cambios neurológicos asociados con la experiencia
espiritual significan que el cerebro está causando esas
experiencias.... o si en vez esta percibiendo una realidad espiritual”.
VISIONES Y ESTADOS MÍSTICOS
Cuando la imagen de una cruz, por ejemplo, dispara una sensación
de admiración religiosa, se debe a que el área
cerebral de asociación visual, que interpreta lo que
ven los ojos y conecta las imágenes con las emociones
y memorias, ha aprendido a vincular esas imágenes con
esos sentimientos. Las visiones que surgen durante el rezo o
ritual también son generadas en el área de asociación:
la estimulación eléctrica del lóbulo temporal
produce visiones.
La epilepsia del lóbulo temporal lleva esto a un extremo.
Aunque algunos estudios han negado una conexión entre
la epilepsia del lóbulo temporal con la religiosidad,
otros creen que la condición parece llevar a voces y
visiones religiosas.
Aunque la epilepsia del lóbulo temporal es rara, los
investigadores sospechan que los estallidos de actividad eléctrica
localizados llamados pueden llevar a experiencias místicas.
Para probar esta idea, Michael
Persinger sostiene un casco lleno de electroimanes sobre
la cabeza de un voluntario. El casco crea un campo magnético
débil, no mayor al producido por un monitor de computadora.
Persinger descubre que el campo dispara estallidos de actividad
eléctrica en los lóbulos temporales produciendo
sensaciones que los voluntarios describen como supernaturales
o espirituales: una sensación de lo divino. Él
sospecha que las experiencias religiosas son producidas por
"mini tormentas eléctricas en los lóbulos
temporales", y que tales tormentas pueden ser producidas
por la ansiedad, crisis personales, falta de oxígeno,
baja glucosa en sangre o simple fatiga. Pero, ¿porqué
los lóbulos temporales? Persinger especula que el lóbulo
temporal izquierdo mantiene nuestro sentido de lo propio. Cuando
la región es estimulada pero la derecha no, la izquierda
lo interpreta como la sensación de presencia, como al
yo dejando el cuerpo, o como Dios.
“Existe una correlación entre la gente cuyos pensamientos
inconscientes tienden a pasar a la consciencia y las experiencias
espirituales”, dice Michael Thalbourne
de la Universidad de Adelaide. Desafortunadamente, los científicos
no saben qué permite a los pensamientos inconscientes
aparecer en la consciencia de algunas personas y no en otras.
El único predictor de tales experiencias, sin embargo,
es algo llamado “disociación”. En este estado, diferentes
regiones cerebrales se disocian de otras. “Esta teoría,
que explica a la hipnosis tan bien, podría también
explicar a los estados místicos,”dice Michael
Shermer, director de la Skeptics Society.
“Algo parece estar sucediendo en el cerebro, donde un módulo
se disocia del resto de la corteza.”
LAS BASES NEURONALES DEL CREER
Esa disociación puede reflejar la actividad eléctrico
inusual en algunas regiones cerebrales. En 1997, el neurólogo
Vilayanur
Ramachandran le dijo a los participantes de la reunión
anual de la Sociedad de Neurociencias que "existe una
base neuronal para la experiencia religiosa”. Sus resultados
preliminares sugirieron que la profundidad del sentimiento religioso,
o religiosidad, podría depender de la remarcada actividad
eléctrica natural en los lóbulos temporales.
Lo interesante es que esta región cerebral parece importante
para la percepción del lenguaje. Una experiencia común
a muchos estados espirituales es escuchar la voz de Dios:
parece surgir cuando malinterpretamos el lenguaje interno
con algo externo. Durante tales experiencias, el área
de Broca del cerebro (responsable del habla) se enciende. La
mayoría podemos reconocer que es nuestra propia voz,
pero cuando la información sensorial está restringida,
como ocurre durante la meditación, la gente es “más
propensa a atribuir los pensamientos generados internamente
a una fuente externa”, dice el psicólogo Richard
Bentall de la Universidad de Manchester, Inglaterra.
Hasta la gente que se auto describe como no espiritual puede
ser movida por ceremonias religiosas. De ahí el poder
del ritual. La clave es la combinación entre la atención
localizada, que excluye otros estímulos sensoriales,
junto con la sensación emocional magnificada. Juntas,
parecen aumentar la actividad del sistema de excitación
del cerebro. Cuando esto sucede, explica Newberg, una de las
estructuras cerebrales responsable de mantener el equilibrio,
el hipocampo, pisa el freno. Esto inhibe el flujo de señales
entre neuronas.
SUAVIZANDO LAS FRONTERAS DEL YO
El resultado es que ciertas regiones del cerebro son privadas
de la información neuronal. Una de esas regiones parece
ser el área de la orientación, la misma región
que es silente durante la meditación. Como en esos estados,
sin la información sensorial el área de orientación
no puede cumplir su función de mantener un sentido de
donde termina lo propio y empieza el mundo exterior. Por
eso los rituales pueden desencadenar lo que Newberg llama “suavización
de las fronteras del yo”.
Es posible que los científicos nunca resuelvan la pregunta
más importante de todas: si nuestros circuitos cerebrales
crearon a Dios o si Dios creó nuestros circuitos cerebrales.
Cualquiera sea lo que uno crea esto será, finalmente,
una cuestión de fe.
Primera publicación: Revista Newsweek,
11 de junio de 2001
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