Misterios Antiguos

[PSEUDOHISTORIA]

BIÓGRAFOS Y EXÉGETAS DE NOSTRADAMUS:
LA IMAGINACIÓN AL PODER

Por Mariano Moldes

Michel de Nostradamus o cómo mejorar, corregir y embellecer el discurso de un astrólogo: precisiones críticas sobre las tergiversaciones cometidas por algunos de sus más conocidos comentaristas y exégetas.

Theophilus de Garencières, traductor de Nostradamus al inglés que vivió en el siglo XVII, no sólo dio por buenas a las cuartetas 7-42 y 7-43 (de las que no sólo se sabe que son falsificaciones sino incluso la fecha en que se fraguaron) sino que creyó recordar haberlas leído él mismo, en una fecha anterior a la de su elaboración. El siglo XX continuó con la tradición crédula, alimentada por la “guerra de interpretaciones” suscitada en la Segunda Guerra Mundial entre astrólogos británicos y nazis. El austríaco Louis de Wohl, al servicio del Reino Unido, alteró adrede la cuarteta 3-30 para que pareciera anticipar una derrota de Adolf Hitler.

En la famosa cuarteta 1-57 (usualmente interpretada como la frustrada huida de Luis XVI), otro exégeta, Henry Roberts ve muy claramente el ataque japonés a Pearl Harbor. James Laver, pese a su estilo erudito, cometió errores muy groseros. Según Laver, los Cien Días de Napoleón terminaron cuando él regresó de su destierro en la isla de Elba (en realidad, comenzaron). Charles de Fontbrune, autor de un best-séller sobre el tema, transforma el año 3797 en 1999 como fecha sindicada para Apocalipsis y usa una manipulación caprichosa en la que introduce la cifra ‘2.000’ del modo más arbitrario. En 1987, John Hogue sostuvo que Nostradamus anticipó hallazgos científicos trascendentales, como el descubrimiento de la Ley de Gravedad y la forma elíptica de las órbitas planetarias. Incluso afirma que Nostradamus preconizó el uso de la vitamina C como activador inmunitario mediante sus pastillas de pétalos de rosa contra la peste, con lo que da por ciertas al menos dos afirmaciones muy cuestionables: que esta vitamina es eficaz en la prevención de cualquier enfermedad y que su contenido en los pétalos de rosa es suficiente para producir efectos farmacológicos apreciables.

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