[ARCHIVO]

EL VIDENTE EN LA MÁQUINA
Por Alejandro Agostinelli
El uso televisivo de la llamada "máquina de la verdad" cobró un giro novedoso cuando, allá por 1995, un conductor de tevé argentino puso en el banquillo a un mentalista sospechado de mentiroso profesional. En el programa se dijo que, en ese momento, la ciencia se enfrentaba con la magia. Pero esa afirmación, ¿era verdadera o falsa? Para la ciencia parece estar bastante claro: aún no existe una respuesta fisiológica equivalente a la nariz de Pinocho.

 

El primer miércoles de 1995, Memoria, el ciclo que conducía el periodista Samuel Chiche Gelblung puso frente a la máquina de la verdad al curandero televisivo Ricardo Schiariti bajo la consigna: "¿Mago, adivino o chanta?".

Para empezar, Gelblung quiso saber en cuál de esas categorías prefería ubicarse. El mentalista puso atención como si fuera la primera vez que le hicieran la pregunta y habló como si fuera la primera vez que la respondía: "Yo ayudo a que se ayuden. Alguna vez, médicos de avanzada me dijeron que yo era metapsicólogo. Pero todavía no sé como clasificarme".

Sin que nadie se lo preguntara, el metapsicólogo reconoció que la técnica del pizarrón que usa para leer las mentes "es una excusa para sorprender y ganarse la confianza de la gente". Enseguida ensayó una rara autodefensa: "Es que el hombre ha perdido el respeto por el hombre. Tantas veces -me incluyo- decimos mentiras a cara descubierta..."

Luego se relajó el cuello -ritual que ejecuta antes y después de sus diagnósticos psíquicos: Era el momento de contrarrestar el efecto adverso de su confesión. Y lo hizo soltando la enésima confesión espontánea de la noche: "Esta vez, sin trucos". Así, de su mente surgieron la fecha de nacimiento de Gelblung y el nombre y perfil psicológico de la madre del conductor del programa, quien -ingenuo, piadoso o solidario- en vez de destacar la facilidad con que se pueden conseguir esos datos, sonrió levemente y dijo: "Doy fe de que no hizo el truco del papelito".

El periodista lo llevó al polígrafo -nombre técnico del llamado detector de mentiras- y anunció el match entre dos fuerzas diferentes: "La máquina, que es un instrumento científico, versus la magia del señor Schiariti"".

MÉTODO BRUJO
Schiariti -recordémoslo- fue quien vaticinó que el cantante Palito Ortega iba a secundar a Carlos Menem en la vacante para el Vice. Esa predicción fallida -errar videntum est- no fue grave. Lo grave fue que no se cansó de repetirla. Para muchos, los fracasos de Schiariti sólo alcanzan para comprobar que es un mal mentalista, no para determinar su sinceridad. En efecto, el vidente parece convencido de que sus poderes son reales -para lo cual no hace falta que los posea- y a lo largo del programa demostró que sufre las críticas como un calvario. El conductor le recordó que su actividad "produce rechazo" y el mentalista respondió comparándose con Cristo: "Si Jesús pasó por lo que pasó, ¿nosotros qué podemos esperar? El día que venga, lo vamos a poner frente a la máquina también".

Es aquí donde aflora uno de los leit motive de la polémica alrededor del uso del polígrafo: ¿Puede un aparato reconocer la diferencia entre verdad subjetiva (autoconvicción o autoengaño) y verdad objetiva (independiente de las creencias personales)? ¿Puede sonsacar la verdad de las complejas motivaciones de un simulador?

Enrique Prueger , perito en criminalística y operador de la máquina en Memoria, dice que sí. "Por algo, en muchos juzgados norteamericanos, el polígrafo es aceptado como elemento de prueba. Luego es el juez quien decide si tiene o no valor".

El psicólogo norteamericano H. J. Eysenck, en cambio, plantea sus dudas con un ejemplo procedente de la literatura antropológica: El jefe de una tribu fue asesinado y había cinco sospechosos. Para descubrir al culpable, el brujo ofició una ceremonia de hondo significado mágico: tras un dramático sermón donde exhaltaba la iniquidad del crimen, despositó cinco platos de arroz ante ellos. Los inocentes, dijo, comerán el arroz sin dificultad. El culpable -cuyo pecado merece incluso el desprecio de los vegetales- no podrá probar siquiera un bocado. La magia -hoy llamada poder de sugestión- se encargaría del resto. "¿Quién puede saber -se pregunta Eysenck- si el condenado, que terminó en las fauces de los cocodrilos, reaccionó tal como se esperaba que lo hiciera porque sabía que el brujo le guardaba rencor y temía ser acusado?". Para el experto, las técnicas actuales no son mejores. Es más, el brujo disfruta de una ventaja extra: logra una disposición a aceptar la eficacia de su método que -por suspicacias inherentes a la modernidad- el usuario del polígrafo jamás conseguirá.

Pero, según sus críticos, el riesgo de las interpretaciones equívocas -entre otras cosas, fruto de la dificultad de determinar los motivos precisos de la ansiedad- se mantiene inalterable, lo que pone serios límites a la pretensión de que el polígrafo puede probar la culpabilidad de una persona.

LA PURA VERDAD
El polígrafo es un artefacto preparado para registrar y medir en un gráfico diversas variables fisiológicas: pulso, presión arterial, ritmo y profundidad de la respiración, y respuesta galvánica de la piel a través del sudor.

Los expertos explican que la base científica del polígrafo descansa en tres premisas básicas: 1) que los transductores usados pueden hacer mediciones bastante precisas de las variables fisiológicas, 2) que esas variables están relacionadas con la excitación fisiológica, y 3) que el estímulo psicológico puede estar asociado a esas respuestas fisiológicas. Estos dos últimos aspectos -no el primero- son los que están en la hoguera de la controversia. Pero la premisa central es la presunción según la cual la culpa se puede inferir de una perturbación emocional. Y esta afirmación es considerada improbable por la mayoría de los psicólogos. Para ellos, la máquina no detecta mentiras sino cambios fisiológicos producidos por estados emocionales, sin distinguir indignación, ansiedad o temor de culpa. En realidad, la exactitud de las mediciones depende del tipo de mentira, de quién es su autor y, en el caso de que la hubiere, del encargado de desenmascararla.

En el examen con polígrafo estándar, el operador deberá convencer al interrogado de la altísima precisión del aparato con una demostración y le preguntará si está bajo influencia de medicación susceptible de afectar los resultados. Elie Shneour, un especialista en biosistemas de California, resalta el hecho de que "casi nunca se coteja esta última respuesta con muestras de la orina y la sangre del interrogado: se confía en la palabra de una persona cuya credibilidad es, precisamente, la razón del examen con polígrafo".

Durante los exámenes televisivos, ¿se toman los recaudos metodológicos que sugieren los promotores del sistema? Prueger responde: "Antes de que empiece el programa le hago dos o tres pasadas. Cuando estamos en el aire, la persona está muy nerviosa y eso no sirve. Por eso saco un promedio. Reconozco que me juego en la apreciación, que hay márgenes de error. En una pericia judicial se deben hacer muchas más pasadas".

El comportamiento observable del sujeto examinado es otro parámetro fundamental: "Una respiración más profunda 15 ó 20 segundos después de haber respondido una pregunta importante, o al fin del interrogatorio, indica con frecuencia una mentira, ya que señala el sentimiento de alivio de que el peligro ha pasado", dice Eysenck. El perito de Memoria no señaló el formidable resoplido de Schiariti cuando finalizó la entrevista. Sí, en cambio, que intentó bloquear la máquina: "Quiso evadirse de todas las respuestas, retuvo la respiración hasta cuando le hicimos las preguntas de control. El tipo estaba loco, ido, pensó que lo iba a fusilar". Prueger sabe que su uso suscita polémicas y reconoce: "El aparato no reemplaza a la justicia y el resultado puede ser controvertido".

Con tantas dudas, es llamativo que -a la hora de evaluar las respuestas- el perito diga ante cámaras: "Indudablemente, dice la verdad"; o bien: "Indudablemente, miente". El efecto que recibe el espectador es que se encuentra ante una máquina infalible. "Yo preferiría decir: "Hay una elevada probabilidad". Pero, en televisión, eso duele", confiesa Prueger. Hizo este comentario sin necesidad de usar ningún detector.

EL CULPABLE ZAFA
Tras citar estudios estadísticos sobre el uso del polígrafo en los Estados Unidos, Shneour destaca un hallazgo inquietante: "La mayor ironía consiste en que los exámenes con polígrafo tienden a producir una mayor cantidad de dictámenes positivos falsos que negativos falsos. Es decir, que el polígrafo ha incriminado como mentirosos a más individuos veraces que a verdaderos mentirosos". Y da un consejo: "Si usted es inocente, nunca acepte una prueba con un detector de mentiras. Pero si es culpable, acéptelo: podría ser exonerado". El experto advierte que el uso de esta clase de test en los juzgados representa un peligro para el precepto constitucional según el cual una persona es inocente hasta que se pruebe lo contrario.

Todo esto conduce a una paradoja de primer orden: para juzgar la credibilidad de personajes polémicos se utiliza un procedimiento que... también lo es.

Nadie cuestionaría el uso del polígrafo en el marco de un espectáculo. Pero antes, la audiencia debería estar enterada de que su finalidad es entretener. De hecho, hasta resulta divertido -e incluso valioso para formarse una opinión- conocer las reacciones del entrevistado (apichonado, desafiante, sereno...) en su papel de sospechoso bajo examen. Pero el veredicto, según vimos, no puede ser considerado prueba científica de culpabilidad o inocencia.

Hay un último problema. Si las dudas en torno a las cualidades del polígrafo fueran expresadas sin ambigüedades, pasaría lo mismo que le pasó a Schiariti, quien no tuvo mejor idea que reconocer que, para impactar, usa trucos de ilusionismo: se acabaría la "magia". (¿Pero cómo? ¿No era que la estábamos enfrentando con el "detector de mentiras"?).

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

Eysenck, H. J.: Enigmas de la Psicología. Cap II, pp. 72-104. Ed. Morata. Madrid, 1982.

Shneour, Elie A.: "Lying About Polygraph Test", en Skeptical Inquirer, vol.14, n. 3, 1990, pp. 292-297.

Smith, Burke: "The Polygraph", en Scientific American vol. 216, n. 6, julio/agosto 1982, pp. 279-286.

Toselli, Paolo: "Macchina della verita, o no?", en UFO n. 13, dic. 1993, p.30.

Primera publicación: Sección "En trance", en diario "La Prensa", Buenos Aires, 14 de enero de 1995.

 


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