¿Quién es Víctor
Sueiro para Veintitrés,
revista que -según él denuncia- ‘no lo quiere’?
Reformulemos la pregunta: ¿Qué es lo que Sueiro cree que
él representa para una revista progresista?
¿A un cierto catolicismo chupacirios? ¿A
cierta clase de periodismo religioso? ¿Acaso Sueiro supone
que al semanario le disgusta su periocatolicismo? ¿Qué
significó su sobrerreacción cuando -al prejuzgar
que ‘querían pegarle’-, se negó a ser entrevistado,
originando una nota ‘poco favorable’ de la quizá hubiera
zafado si no hubiera actuado a la defensiva? Su dogmatismo, las
reacciones viscerales y las ideas con que construye el ‘enemigo’
¿se corresponden con la opinión adversa que Sueiro le presume
a sus críticos? Aquí discutiremos brevemente estas
dudas. Tanto como para animar un debate sobre periodismo independiente
vs. religioso; tema poco abordado y difícilmente porque
no haga falta.
EL SAINETE, PASO A PASO
En la edición del 20 de febrero de 2003 , la revista Veintitrés
abordó a la criatura televisiva de Víctor Sueiro,
‘Misterios y Milagros’, bajo el título de portada ‘El marketing
de la fe’ (1). La tapa del semanario era explícita. El
artículo, firmado por Andrea Rodríguez
y acompañado por un recuadro de Osvaldo
Bazán, se tituló ‘La fe mueve millones’.
Rodríguez se refirió al programa y a su conductor
con una ecuanimidad que algunos lectores de la revista fundada
por Jorge Lanata consideraron "exagerada".
A lo largo de seis páginas, la redactora describió
sin ferocidad -aunque con ligeros toques de suspicacia-
la carrera del periodista que dedicó los últimos
trece años de su larga trayectoria a los fenómenos
de la fe. Y el tratamiento de la espiritualidad excita suceptibilidades,
tanto debido a sus indisolubles nexos con la sensibilidad humana
como a la idea de que ésta es dúctil frente a las
manipulaciones, especialmente por la facilidad con que -al entrar
en contacto con la materia- hace cortocircuito: casi inevitablemente,
cuando la fe se cruza con temas considerados ‘ajenos a la religión’
(el dinero, la vanidad, el poder...) generan visiones contrapuestas
y escenarios conflictivos.
El artículo de Veintitrés esquivó
el laberinto que supone pontificar sobre asuntos opinables y -como
el propio Suerio debió admitir- no fue despiadado:
publicó las cifras de audiencia del programa y la recaudación
de sus libros. El semanario también abrió el juego
a que otros -amigos, adversarios y observadores- opinaran sobre
Sueiro y su trabajo. Sus colegas Samuel
"Chiche" Gelblung
y Raúl Portal,
por ejemplo, le prodigaron elogios; otros desconfiaron (como el
padre Luis Farinello), lo descalificaron
(como monseñor Mario Poli
o el periodista especializado Washington
Uranga) o arriesgaron alguna hipótesis, como el
sociólogo Horacio González,
para quien "(Sueiro) es un conductor que hace una especie
de ejercicio sacerdotal" donde "recoge el
mito del retorno de la muerte y otras historias de ese tipo,
más allá de que estén bien servidas por la
televisión".
DE PALABROTAS Y MENTIRAS INNECESARIAS
Pocos días después, el periodista radial Alberto
Lotuf entrevistó a Sueiro en Radio 2 de Rosario.
Retomando la pregunta de la portada de Veintitrés,
Lotuf le preguntó "qué hay detrás
de Víctor Sueiro". El conductor reaccionó
enfurecido: "¿Sabés qué hay detrás
de Víctor Sueiro? Todos ellos, los de la revista esa
de mierda, están muy atrás... Es el escepticismo...
eso es lo que hay. Los datos que han puesto en su mayoría
son falsos..." (*) Sueiro estaba indignado porque él
se había rehusado a dar la entrevista y Veintitrés
no había respetado el off the record. Por eso, Lotuf
quiso saber cuál era su respuesta a quienes se preguntan
si lucra con la fe o con su supuesta vivencia después de
la muerte. Sueiro ensayó una respuesta autovictimizante:
"¿Qué querés que conteste? ¿Se creen que
me morí a propósito, yo?"(2).
Este es un argumento recurrente en Sueiro, en el
cual su presunta ‘muerte clínica’ (y no el vuelco que dio
su carrera a propósito de ella) aparece como una muletilla
salvífica frente a las opiniones adversas. "Yo
no fingí mi propia muerte -le respondió al diario
Clarín semanas antes, cuando el ciclo estaba por
comenzar-, no podría haberlo hecho, pero a veces pienso
en tantos que me dijeron llorando que les había salvado
la vida... en los llamados y cartas de personas felices porque
saben que sus seres queridos están en un lugar fantástico
y no en una tumba de porquería... Y me digo: si para
conseguir todo esto hubiera tenido que mentir, habría mentido,
por suerte no fue necesario" (3).
Sueiro -coinciden sus amigos- tiene fama de gallego
cabrón. Por lo mismo, muchos colegas, piadosos, lo
apoyaron o aceptaron su iracundo alegato con una sonrisa indulgente.
Lo cierto es que Sueiro "fijó posición"
hace años respecto de ateos, agnósticos e iconoclastas:
"Sé que habrá también escépticos,
desconfiados, resentidos, envidiosos y mediocres. Hice
mucha fuerza para comprenderlos y disculparlos. Tanta fuerza
hice que me cagué. En ellos, claro está. No
soy un santo, después de todo. Y no tengo ganas de discutir
lo que yo vi y ellos no", escribió en 1993 en el prólogo
de su libro Curas sanadores (4). Esta frase –que no es
un arrebato arrancado de contexto sino fruto de texto con su firma-
prueba que su desinterés en debatir las creencias que
defiende en sus libros o en medios masivos con sus críticos
(a quienes siempre imagina ‘no creyentes’) es de antigua data.
Y su hábito a usar palabrotas para descalificarlos, también.
¡Paz, hermano Sueiro! ¡Vinimos en son de paz! Además,
esta nota recién empieza: todavía falta lo mejor...
TRANSPARENCIA O... TRAICIONAR EL OFF
A menudo, en los trabajos periodísticos hay ausencias inexplicables;
por ejemplo, cuando falta la voz de protagonistas polémicos
sin que -en apariencia- medien razones valederas. No siempre son
fáciles de entender -especialmente para el público
ajeno a la cocina de los medios- los motivos por los cuales
ciertos personajes públicos, sobre quienes existen pocas
dudas respecto de su buena fe, no aceptan ser entrevistados. En
general, cuando esto sucede, el periodista deja al lector en ascuas.
Osvaldo Bazán, en un gesto desacostumbrado, expuso las
excusas de Sueiro, y lo hizo ventilando, en un recuadro, el
backstage de ‘la entrevista que no pudo ser’. Esto que,
agradece el lector, es, desde el punto de vista del entrevistado,
‘traicionar el off the record". Dijo Sueiro: "Yo
tengo la opción de elegir dónde quiero que me hagan
un reportaje y dónde no". Sueiro tiene razón.
Pero luego añadió: "Yo dije: no quiero ir a
esa revista porque no tengo nada que ver con esa revista. En esa
revista tienen una ideología que no es la mía para
nada, yo no tengo ideología política pero mucho
menos esa que tienen ellos. Los presuntos progres o
zurdos de café que no arreglan nunca nada. A mí
la izquierda me parece fenómena y la respeto cuando es
de verdad." (...) "Más que la calentura por la
cantidad enorme de mentiras que hay en esa nota, es toda la mala
leche y, por otro lado, la traición. Bazán es un
personaje nefasto y contradictorio y mentiroso", clamó
Sueiro.
En realidad, todo lo que hizo el reportero fue resumir
los motivos que Sueiro invocó a lo largo de una charla
de dos horas para que aquél comprendiera por qué
no deseaba dar la nota. Sueiro, según Bazán, dijo:
1) "Me van a tratar como un boludo que tiene fe"
y 2) "tenemos amigos en común, seamos amigos, si me
hacés una nota, para bien o para mal, será un
obstáculo entre nosotros".
No es descabellado suponer que fue la segunda razón
la que impulsó a Bazán saltearse la regla. Ofrecer
amistad a cambio de "no poner obstáculos" es
una manera poco elegante de tender la mano a un colega, ya
que tal actitud permite preguntarse si Sueiro no estaba echando
mano a una suerte de "soborno afectivo" para mitigar
o prevenir eventuales críticas. Haber divulgado este off
fue el punto sobre el cual insistió Sueiro en el reportaje
que le dio a Lotuf en la radio rosarina y que Veintitrés
-que en el primer golpe se había quedado sin reportaje-
se dio el gusto de publicar en su número siguiente. Allí,
el autor de Más allá de la vida dio varias
definiciones que ayudan a comprender sus puntos de vista.
Dejó en claro, por ejemplo, que sólo otorga notas
a medios que le den garantías de que será tratado
con benevolencia. La respuesta de Sueiro sobre por qué
no dio la entrevista constituye una falacia de manual,
y ayuda a comprender lo que pasa cuando -partiendo de un apriorismo-
se arriba a una conclusión falsa... que -quizás-
es la buscada:
- "Yo sabía positivamente -dijo
Sueiro- que no iba a quedar nunca bien parado si les daba
la nota. Ya ves, no se las dí y tampoco quedé
bien parado".
"Vos dijiste que te iban a tratar ‘como a un
boludo que tiene fe’, repuso Lotuf. Sueiro respondió: "Sí
(...) Es cierto, y ahí ninguno de ustedes la tiene, es
que ustedes ahí son todos ateos o agnósticos,
entonces ¿qué van a hacer? ¿Van a estar de acuerdo
con las apariciones de la Virgen de San Nicolás? ¿Van a
decir que están de acuerdo con los temas que yo trato ahí,
con el ángel con todo lo demás? No. ¿Van a decir
que están de acuerdo con temas determinados de la Iglesia.
No. Porque si dicen que están de acuerdo con eso van a
estar traicionando sus propias ideas, así que el objetivo
era pegarme como sea".
El mismo Lotuf, durante el reportaje, se sorprendió
de su reacción ya que "la gente que te ve y te escucha
no está acostumbrada a escuchar exabruptos de tu parte",
a lo cual Sueiro se disculpó, aunque no sin ratificar
sus ideas. "¿Sabés qué llama la atención?",
matizó contemporizador Lotuf, "que alguien que hace
tanto tiempo está en los medios de comunicación
no conoce estas reglas de juego, o si las conoce, no las acepta..."
Sueiro, sin vacilar, contestó:
- "Las conozco, las conozco perfectamente
e insisto en lo que te digo. Si fuera simplemente pensar de
manera distinta lo aceptaría como lo he aceptado en otras
ocasiones. Acá lo que hubo es mala leche de entrada,
querían hacer algo que no sé si es en contra mía
o en contra de todo lo que yo pueda representar, que es la fe,
que es San Nicolás, que es el lo que yo represento de
alguna manera..."
TOLERANCIA O... COMBUSTIÓN ESPONTÁNEA
La colérica respuesta de Sueiro ante la crítica
adversa no necesariamente supone una condena: todos podemos
tener un mal día, todos tenemos derecho a tener "mal
carácter", etc. Sin embargo, abre un signo
de interrogación respecto de si estamos ante alguien seguro
de su buena fe. Imaginándose a una fantasmática
‘izquierda’ que ‘le quiere pegar’ porque para él esta ideología
identifica ‘fe’ con ‘boludez’, es, como le explicó a Sueiro
el propio Bazán, ‘un prejuicio insostenible’. Su actitud
ante la mirada disidente lleva a que algunos puedan considerar
que sus prejuicios son una coartada: la evasiva, el insulto
y la descalificación personal no son armas didácticas.
La puteada, que acaso le podría servir a un poseso
para liberarse de un espíritu intruso, se ha revelado una
metodología nada provechosa para desasnar a las mentes
poco permeables a los argumentos religiosos.
Pero Sueiro putea y elude no sólo
a la confrontación de ideas sino a responder a un puñado
de preguntas poco complacientes. Ninguno de los críticos
que lo sacan de las casillas le espetó que ‘se cagaba en
él’, descalificó a sus productos con expresiones
como ‘libros de mierda’ o ‘programa nefasto’ y -mucho menos- le
endilgó motes maccartistas. Por el contrario, casi todos
los comentaristas, incluidos los más iracundos, opinaron
sobre sus libros, sus declaraciones o su programa como buenos
cristianos, sin ofensas gratuitas. ¿Acaso el
lenguaje con que Sueiro desprecia a quienes cuestionan su trabajo
ilumina el lado oscuro de sus creencias? No lo sabemos.
Para el autor de estas líneas no es ético valorar
el aporte de las personas presumiendo ideologías o lanzando
ataques ad hominem. Pero sí se pregunta por la honestidad
intelectual de alguien que se jacta de "abominar visceralmente"
a quienes expresan las razones por las cuales no comparten sus
ideas. Inadvertidamente, Sueiro puede estar prestándose
al juego que repudia porque, enojándose con caricaturas
odiosas de los críticos, acaba creándolos. Y
si no advierte que sus agresiones verbales le juegan en contra,
él mismo terminará siendo protagonista de un paradojal
caso de combustión espontánea.
En suma, cuando Sueiro exige respeto hacia sus maneras
de tratar los misterios de la religión -y lo bien que hace-
debería respetar a quienes -respetuosamente- disienten
con ellas. El fanatismo -voto a Osama bin
Laden- es el peor camino posible para librarse de los que
cuestionan, dudan, se preguntan. Y el riesgo es más alto
cuando se recorre ese camino "en nombre de Dios" -de
cualquier dios, incluido el asombrado e irreverente dios
que inspiró a este sitio-.
Por eso: Líbranos, Dios!, del periocatolicismo.
O, mejor aún, ayúdanos a reconocer a los brotes
de intolerancia cuando los dogmáticos militantes se disfrazan
de Lassie. El periodismo independiente -ese que no necesita
creer o descreer a la hora de abordar los mismos temas que le
preocupan a Sueiro- tiene derecho a ejercer su oficio con la misma
dignidad. Y a dar la voz de alerta cuando en ciertos discursos
-pronunciados en nombre de Dios o de cualquier otra verdad revelada-
se atisba el gérmen del fundamentalismo.
Notas:
(*) Si los datos que aportó Veintitrés
eran "falsos", Sueiro desaprovechó la ocasión
para presentar los "verdaderos". Puede no divulgarlos,
si quiere. Pero no a quejarse si otros lo hacen por él
y no los rectifica.
- Rodríguez, Andrea. "La fe mueve millones",
revista Veintitrés, 13 de febrero de 2003. Pp.
6-11.
- Entrevista en Radio 2 de Rosario de Alberto
Lotuf, publicada bajo el título: "¿Qué se
creen, que me morí a propósito?", en revista
Veintitrés, jueves 20 de febrero de 2003. Pp.
24-26.
- Citado por Andrea Rodríguez en Veintitrés
del 13/02/03.
- Sueiro, Victor, Curas sanadores y otros asombros,
Ed. Planeta. Buenos Aires, 1993. Página 14. Ver también
Gociol, Judith; El
periodista Víctor Sueiro asegura que ‘con la fe no se
jode’, en revista La Maga, Buenos Aires, 17/10/93.
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