Víctor
Sueiro lleva vendidos
380 mil ejemplares de sus tres primeros libros ("Más
allá de la vida", "Más allá de
la vida 2", "La gran esperanza" y "Poderes");
recientemente editorial Planeta lanzó el último:
"Los curas sanadores y otros asombros", en el que se
reúnen "testimonios reales e impresionantes con nombre
y apellido de los protagonistas". A raíz de la publicación
del texto, el propio autor y el periodista Alejandro
Agostinelli -integrante del Centro Argentino para la
Investigación y Refutación de la Pseudociencia (Cairp)-
hablan de la relación entre ciencia y religión.
Sueiro afirma que "con la fe no se jode. Se
tiene fe, se la siente, pero no se discute, no se debe polemizar
con ella". Agostinelli, por su parte, entiende que "si
todo queda reducido al terreno de la fe, no hay posibilidad de
diálogo", y pone un ejemplo: "Mario
Bunge , un eminente epistemólogo y científico,
no puede ponerse a discutir con Juan Pablo
II respecto de la existencia de los milagros, es un diálogo
de sordos porque cada uno parte de su propia visión de
las cosas. Acá pasa un poco lo mismo".
Sin embargo, el asesor editorial de El Ojo Escéptico
-la revista del Cairp- aclara que, a su entender, "Sueiro
o cualquier lector religioso puede atribuir una curación
a la supuesta intervención mágica de una Virgen
o de un santo. Desde la fe es respetable, legítimo y cualquiera
está en su derecho, pero si se hace referencia a médicos,
se dice que hay pruebas, que son hechos reales, la ciencia tiene
que intervenir con su opinión".
Por esta razón los miembros del Cairp incluyen
los libros de Sueiro -así como los de Fabio
Zerpa y muchos de autoayuda dentro de lo que ellos denominan
textos "pseudocientíficos". Bajo este rótulo
agrupan los títulos que "tienen una pátina
de cientificidad alrededor, un presunta validación científica.
En muchos de ellos se cuenta, por ejemplo, que hay mil casos de
personas que fueron a ver a un señor y el noventa por ciento
de ellos se curó. Para afirmar algo así hay que
presentar el estudio realizado para llegar a esas conclusiones,
averiguar quién hizo el diagnóstico, si un médico
o el mismo curandero. Si se recurre a anécdotas es
peor aún, porque una anécdota no puede probar nada,
es una experiencia personal. Tiene la validez de una anécdota,
nada más. No hay prueba verificable porque no existe
modo de verificar que las cosas que cuenta ese supuesto paciente
sean tal cual las relata y no esté fabulando o exagerando",
explica Agostinelli. A su entender, "las llamadas medicinas
alternativas no pasan por los controles que sí se le exigen
a la medicina científica. Están completamente
a la deriva en este sentido, tienen sus propias reglas y la literatura
no hace otra cosa que reflejar toda esa ausencia de controles".
UN HOMBRE DE FE
Sueiro define su libro en pocas palabras. Según sus afirmaciones,
es una investigación periodística sin aspiraciones
científicas. "Los capítulos son -puntualiza-
casi notas largas en las que, en algunos casos, me apoyo en elementos
de la ciencia porque de ninguna manera creo que ésta
sea incompatible con la fe."
El autor aclara que es "periodista y, al mismo,
un hombre de fe". Reconoce: "No soy objetivo, soy subjetivo
pero sincero". A su entender, eso basta para justificar
que sólo ha buscado testimonios que apoyaran su hipótesis
acerca del poder curativo de la fe. Tampoco creyó
necesario incorporar elementos como las historias clínicas
de los casos de sanación que relata "porque hubieran
vuelto al libro un plomazo y además son difíciles
de entender". Para él alcanza con los nombres y apellidos
de los protagonistas, por eso decidió no reproducir en
el libro dos historias cuyos protagonistas no quisieron identificarse.
"Usted me devolvió la fe",
le escribió por carta una lectora a Sueiro. El autor sostiene
que mejor recompensa no podía tener. "El objetivo
final -sintetiza- es ayudar a la gente, y la fe, el amor y
la esperanza ayudan de un modo impresionante. Mis libros no
dañan a nadie, yo no hago negocios con esto, gano
cierta guita, lo que cobro trimestralmente mientras los ejemplares
se vendan. Pero negocio sería que yo pusiera el templo
de Víctor Sueiro, cosa que jamás haría; con
esto yo no puedo jugar."
En el caso de los libros de Sueiro, Agostinelli
observa que en Los curas sanadores el autor hace muchas
menos referencias a la ciencia que en los textos anteriores.
"Este título se aparta de la tradición anterior,
va más allá de la ciencia para reforzar de
lleno la fe del creyente, es literatura de culto."
Según el mismo Sueiro admite, recibió
importantes halagos, en relación con sus trabajos, de distintas
personalidades religiosas, pero se enteró también
que a otros sectores sus planteos no le hacen mucha gracia. "Yo
en general no ataco, salvo a dos sectores: las sectas, porque
me parece que hacen daño, que separan cuando yo lo que
quiero es unir y que todos pertenezcamos a una misma Iglesia
y también les pego duro a los hipócritas que hay
dentro de mi propia religión, al fulano que va a comulgar
todos los domingos y el lunes va a su empresa y coimea o se va
con su amante de turno a un departamento. Además de esos
que se quedan sentados en las sacristías calentando los
sillones con sus culos gordos y echando panza."
Respecto de los que no apuestan a la fe como él,
Sueiro sostiene que no los agrede sino que "fija posición"
cuando, en el prólogo de Curas sanadores..., escribe
que "sé que habrá también escépticos,
desconfiados, resentidos, envidiosos y mediocres. Hice mucha
fuerza para comprenderlos y disculparlos. Tanta fuerza hice que
me cagué. En ellos, claro está. No soy un santo,
después de todo. Y no tengo ganas de discutir lo que yo
vi y ellos no".
Agostinelli, que adoptó el escepticismo como
una forma de alcanzar el conocimiento, entiende que "el
último libro de Sueiro es su respuesta a esa actitud
de la Iglesia que no veía con buenos ojos todo lo que sea
una creencia diferente de la tradicional. Él les está
diciendo que son los propios miembros de la Iglesia los que generan
personajes capaces de producir milagros".
Según el asesor editorial de El Ojo Escéptico,
los fenómenos del tipo que Sueiro describe en sus textos
tienen una explicación científica. Para él,
quienes consideran estos hechos sobrenaturales lo que hacen es
-en general- "establecer una correlación errónea
entre causa y efecto, una falsa relación entre un estímulo
natural conocido y un hecho aparentemente inexplicable".
En cuanto a las apariciones, Agostinelli sugiere que pueden producirse
por distorsiones en la percepción visual y las curas milagrosas
de cánceres son, en opinión de la ciencia, casos
excepcionales y poco frecuentes de regresiones espontáneas
de los tumores.
Al respecto, en el número de abril de 1992
de la revista del Cairp, Susan
Blackmore -miembro del Departamento de Psicología
de la Universidad de Bristol, Inglaterra- sostiene que las sensaciones
placenteras que relatan quienes aseguran haber retornado de la
muerte "han sido registradas en personas que tomaron ciertas
drogas o estaban extremadamente cansadas". A la pregunta
de si es necesario haber estado a punto de morir para tener una
experiencia de este tipo, la investigadora concluye: "La
respuesta es un rotundo no".
TERRENO ABIERTO
Los dos periodistas coinciden en que hay cuestiones que la ciencia
no puede explicar y es allí donde queda abierto el terreno
de la fe. "Una persona tiene que ir primero al médico,
dejar el consultorio es un suicidio. Pero si se llega al
punto en que el médico ya no sabe qué hacer, ahí
se recurre a los curas sanadores. Porque la ciencia también
tiene sus límites. La fe comienza cuando la razón
no da más, cuando ya no puede dar respuestas." Convencido
de que "la ciencia también es un instrumento de
Dios", Sueiro considera que la oposición entre
razón y religión no es planteada por los científicos
sino por los cientificistas. "Son los que te dicen: ‘Yo para
creer en algo tengo que verlo’, entonces ese tipo no puede creer
en Dios, ni en el amor, porque no se ven, allá ellos."
Agostinelli es uno de los que sostienen que religión
y ciencia han estado históricamente enfrentadas. "Perdida
la batalla de la religión contra temas que tenían
que ver con las ciencias duras, ahora la embestida pasa por las
ciencias sociales. Por ejemplo en todo lo relacionado con demografía,
eutanasia, aborto, manipulación genética; todos
temas médico-sociales donde la Iglesia trata de hacer escuchar
su voz. La ciencia se encuentra allí con una limitación
porque sabe que la religión tiene derecho a impartir
entre sus fieles lo que considera válido, pero en muchas
de esas cosas la ciencia percibe peligros que la fe no
ve. En este sentido, es riesgoso que no haya ciertos controles
de la natalidad porque la explosión demográfica
es un problema muy grave." En definitiva, discuten dos creencias,
una en la fe y otra en la ciencia.
Primera publicación: Revista La Maga,
Buenos Aires, 17 de noviembre de 1993
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