CONTACTO
CON CAPELA
Más de un centenar de devotos caminan en parejas alrededor
de una piscina con forma de estrella de David que recibe agua
energizada del lago sagrado, el mayor centro ceremonial al aire
libre de la aldea. Esta ceremonia es un ritual colectivo que busca
“movilizar la energía”, recargar las fuerzas de los
maestros y ofrecer un servicio de curación y de presagios
personales gratuito: allí es donde los médiums dan
apoyo terapéutico a los pacientes que seleccionaron durante
consultas previas. Esa larga fila de hombres y mujeres avanza
y gira. En cierto momento, las mujeres agachan su cabeza en una
postura de contrición y, sentados a su lado, los hombres
hacen gestos amplios y vigorosos con sus brazos; mientras ellas,
en trance, mueven rápidamente sus manos.
En
El Valle la mediumnidad es un legado familiar. Poseer el don
no los hace elegidos. “En realidad, todos somos médiums”,
explica Carlos, y remata la frase con su dedo en el pecho del
cronista: “Usted también, aunque no ejerza”. Dejé
escapar una sonrisa -más espontánea que irónica-.
Pero, para evitar malos entendidos, me apuré en explicar
el motivo de mi reacción. “Más que abstenerme
a practicar la mediumnidad -comenté- le quisiera aclar
que la mediumnidad es algo en que no me considero competente”.
Y pregunté: “Si fuera así, ¿qué
diferencia habría, entonces, entre usted y yo?”. Serenamente,
Carlos insistió: “Si le digo que usted es médium,
ninguna. Lo que pasa es que en este momento usted es un médium
inoperante”.
Carlos
menciona que la comunidad recibe 100 mil visitantes por mes.
En total, son más de 160 mil los mediums formados en
Planaltina. Más del 30 por ciento, asegura, se encuentran
en Brasilia. Los restantes trabajan en otros 42 templos externos,
situados en Minas, Bahia, Rio de Janeiro y Pernambuco.
En
E Valle del Amanecer la creencia en la reencarnación
es clave a la hora de distribuir los espacios poder. Así
como el Padre Flecha Blanca ejerce el liderazgo espiritual,
existe un comando terrenal formado por lo que llaman el Trínodo
Dirigente. A cada uno de sus miembros se le asigna una falange
en mérito a quiénes fueron en sus vidas anteriores.
A los espíritus griegos, por ejemplo, se les encomienda
un trabajo de guía intelectual, a los descendientes de
Esparta un papel ejecutivo y a los de Sumanam, tareas de sanación
espiritual. En vida, Tía Neiva era la profetisa: ella
estaba más allá del bien y del mal.
La
división de sexos del trabajo ritual se nota por las
ropas que llevan y por el tipo de mediumnidad que ejercen: las
mujeres se visten así porque -según la doctrina-
son la reencarnación de las ninfas del Imperio Romano.
Las ninfas son las médiums apara. Su trance
es semiconsciente: mueven las manos rápidamente, como
alas de pájaros, e incorporan santos africanos o de la
fronda amazónica. Los hombres, llamados jaguares,
son los médiums adoctrinadores: trabajan sin perder la
conciencia, encarnando el costado racional del culto.
Dentro
de la piramide color terracota, a orillas del lago artificial,
hay un santuario con objetos de cultos, inscripciones y pertenencias
de Tía Neiva. Es uno de los pocos sitios donde Carlos
impide tomar fotografías y apenas si da tiempo a curiosear.
En el portal del santuario, un hombre y una mujer enfocan sus
palmas hacia el monolito elíptico erigido en el centro
del espejo de agua.
Hay
que preguntar directamente por las naves para que revelen que
sus contactos también son de la Tercera Clase. Porque
los médiums, claro, reciben la energía de las
amacés (naves) de Capela. “Tienen forma de disco volador,
pero son etéricas. No ocupan espacio físico”,
cuenta Carlos. En 1984, las sociólogas Arakey
Martins Rodrigues y Francine Muel-Dreyfus
minimizaron la faceta alienígena del culto: el dato se
redujo a una nota al pie del ensayo “Reencarnacoes: pesquisa
sobre uma seita espírita de Brasilia” (Revista Brasileira
de Ciencias Sociais, 3:1, 1987). El estudio, que intenta iluminar
la lógica que subyace a la comunidad, concluye: “El
Valle tal vez sea una escuela de recuperación donde los
que ocupan posiciones dominadas en sectores simbólicamente
dominantes (universidades, ministerios) pueden conquistar los
sistemas de valores del nuevo mundo en el cual viven ahora”.
Algo parece claro: Brasilia, la ciudad “opresora”, acaso la
más promocionada “cuna del Tercer Milenio” de América
latina, refuerza el sentido de la misión.
¿ORIXÁS
CÓSMICOS?
En El Valle abundan cuadros, grabados y postales que representan
a deidades de la religión umbanda acompañados
por criaturas casi idénticas al comandante extraterrestre
Ashtar Sheran. O, al menos,
al retrato que difundió de él el contactado italiano
Eugenio Siragusa. Estos seres tienen
dos peculiaridades: el pronunciado arco de sus cejas y la forma
de sus ojos, grandes y pinzados. Las ilustraciones se exhiben
en el museo, los templos y en el atelier de la comunidad, empapelado
con el infinito panteón de entidades espirituales. Es
allí donde nos recibe Vilela, artista visionario y dibujante
oficial de Tía Neiva. Vilela no sólo plasmó
al óleo los mundos y seres que ella captaba en sus visiones.
También jura haberlos visto. “Tiaozinho y Justininha,
por ejemplo, eran almas gemelas y ahora comandan una flota de
naves en Capela, el planeta originario de los espíritus
que viven en este lugar”, dice, y entrega la estampita a cambio
de unos pocos cruzados. Venceslau Barbosa, un médico
que se convirtió en 1975, desconfía de las representaciones
de Vilela: “Fijate en las miradas; son todas iguales, como
si fueran de la misma persona. Yo no creo que Vilela vea nada,
para mí se lo inventa”. Aquella mirada, en realidad,
es la mirada de Tía Neiva, que se fijó entrañablemente
sobre los habitantes de la comunidad, más dispuestos
a creer en sus propias vivencias que en las ajenas. Venceslau
ingresó al movimiento porque Neiva ayudó a su
hija cuando estuvo gravemente enferma. Para él, creer
en la doctrina no significa que todos crean con la misma intensidad.
“Yo no estoy con el fanatismo, y aquí hay muchos fanáticos”.
A favor de Vilela vale agregar que se niega a vender -y de hecho
regala- las fotografías de Tía Neiva: “¿Tú
acaso serías capaz de lucrar con fotos de tu madre?”,
dice.
EL
RITUAL DE INICIACIÓN
La vida interna del templo es un show aparte: decenas de adeptos
circulan simultáneamente cumpliendo diversas fases del
ritual. Una fila de jóvenes ninfas recorre los pasillos
para “armonizar el lugar y contrarrestar las energías
negativas”; a los costados, otros médiums, llamados “radares”,
vigilan todo. Tras una larga cola, un adepto ofrece a cada candidato
un pote de sal con que hay que untarse los dedos y llevarse
a la boca. Los que van adelante mojan sus pulgares en otro recipiente
con agua para humedecerse la sien, y uno ya sabe lo que tiene
que hacer. Luego, uno debe sentarse frente a una mujer en trance,
que incorpora a una preta belha. Hay que dar nombre y
edad. “Gracias a Deus, Gracias a Deus...” dice una y
otra vez. La médium retuerce su cuerpo, tose y gesticula
como un viejo, con las manos apretadas y los ojos cerrados.
Las palmas deben apoyarse sobre la mesa mientras la médium
habla en portugués antiguo. Por cada “consejo” o “reto”,
uno debe abrir las palmas. Así, ella “palpa la energía”
con sus dedos, apenas rozando las manos. Nuestro guía
me había anticipado que la entidad iba a revelarme quién
había sido yo en una vida anterior. Sin embargo, la entidad
incorporada no mencionó nada de esto. Sólo me
dirigió unas palabras de aliento: “Vencerás,
Dios está en tu corazón; dentro tuyo, tu lo sabes:
él está contigo...”. Tal vez -pensé
para mí- ésta es mi primera encarnación
sobre la Tierra. Más tarde fui conducido frente al busto
del Padre Flecha Blanca, donde recibí, de manos de otro
médium, una hoja de palmera: “Acéptala, te traerá
suerte en la vida”.
PRISIONEROS
DEL EXILIO
Todos pueden recibir pases magnéticos, curaciones o consejos
de las entidades. Las reglas de convivencia son simples: “Hay
sólo dos normas inflexibles: nada de alcohol ni drogas,
y nada de dinero ni de regalos para los médiums”. Los
adeptos viven de su trabajo, allí mismo o en Brasilia.
Otros viven afuera y sólo asisten a los rituales: muchos
son empleados del gobierno o pequeños funcionarios de
la Universidad. Brasilia -el monstruo que administra al monstruo-
es el lugar donde emigraron ellos o sus padres en busca de trabajo
y vivienda, a menudo en alguna de las ciudades satélite.
“¿Para qué juntan firmas?” La pregunta es para
Venceslau, el adepto que dudaba de las visiones del artista.
“Son prisioneros espirituales -explica-; cada firma representa
un bono que los libera de su karma”. Deben reunir dos mil firmas.
“No importa si el firmante se repite, la cosa es pagar la deuda
con sus espíritus creadores”.
Las
diversas hipótesis de los científicos sociales
son una muestra del arduo tanteo académico que pretende
desentrañar las claves ocultas de la magia. Para James
Holston, un etnógrafo que estudió el
culto, el ritual es un simulacro de la burocracia: “Es una
sigilosa imitación de la solicitud de votos de una ciudad
politizada”. Martins Rodrigues y Muel-Dreyfus, en cambio, sugieren
que su eficacia terapéutica consistiría en pagar
sus deudas con el pasado. “Liberando a los espíritus
de los antepasados -escriben-, trabajan los conflictos de sus
propias biografías”. Brasilia y su periferia es el hogar
de millares de inmigrantes internos cuyas historias convergen
en el desarraigo.
Las sociólogas entienden que la doctrina de la reencarnación
permite reinterpretar el pasado, dar con sus antepasados, construir
su árbol genealógico y reencontrarse, por fin,
con “sus padres y madres espirituales”. “Esta doctrina -escribieron-
sustituye la relación caótica con el pasado, emergente
de unas trayectorias sociales que, marcadas por la discontinuidad
y el exilio, determina nuevas historias familiares donde cada
uno es su propio antepasado, nacido eternamente de sí
mismo”.
En
El Valle del Amanecer su gente se apropió de un espacio
que reinventa la metrópoli que les dio empleo, techo
y comida. Sí, la comunidad de Tía Neiva puede
parecer una parodia minimalista de Brasilia. Desde
allí, los exiliados de la gran ciudad sin pasado parecen
contruir un mito de fundación, una historia de sus orígenes
en relación a la cual sus habitantes puedan elaborar
una identidad propia.
El misterio de la nueva religiosidad brasileña -rica
en innovaciones culturales- sigue siendo un fascinante desafío
para historiadores, sociólogos y antropólogos
de todo el mundo. Algunos escriben brillantes monografías;
pero sus desvaídas conclusiones exhiben impúdicamente
que casi siempre vuelven con las manos vacías. Otros,
cansados de describir o tratar de comprender lo que pasa alrededor,
sucumben a la tentación mágica y deciden explorar
en su interior, postergando el conocimiento colectivo en pos
de una verdad más íntima. El cronista, en este
caso, rehuye todo intento de desvelar la existencia de algún
misterio profundo. Sí quisiera compartir una modesta
revelación personal: dejarse subyugar por ciertos
espectáculos religiosos a veces es preferible a la pobre
experiencia de perderse en el intento por explicar lo que está
hecho para ser vivido.
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