*"Señor, perdóname", murmura dolorido
Rubén Enaje. Este hombre de 41 años, pintor de brocha gorda, fue
fijado a golpe de martillo en la cruz central con clavos de
diez centímetros, mientras los espectadores lanzaban gritos de
admiración y temor. Enaje se crucifica todos los años desde
hace 17. Lo hace desde que se cayó desde un andamio desde un tercer
piso sin que le pasara absolutamente nada.
"La única manera de dar gracias por ese milagro
-dijo- es ser crucificado como hizo Jesucristo". Ese día
se mantuvo en la cruz por cinco minutos. Tras escenificarse el
juicio de Pilatos y la entrega de Jesús a los centuriones, Enaje
caminó tres kilómetros cargado con una cruz simbólica de 20 kilos,
mientras los flagelantes hacían correr la sangre por las polvorientas
calles de la aldea al azotarse la espalda con látigos de bambú.
*Los "Kristos" -como se les conoce a estos
penitentes- afirman representar "al pie de la letra" el Nuevo
Testamento. Son clavados sucesivamente en tres cruces sobre un
montículo cercano a un arrozal que hace las veces de Gólgota.
* Amparo Santos, una curandera de 61 años,
participa en este rito desde hace 15 para sentirse "más cerca
de Dios".
Las crucifixiones de San Pedro de Cutud se celebran
desde hace más de 40 años, y la primera que recuerdan los vecinos
es la de Artemio Añosa, un curandero que decidió imitar el sacrificio
de Cristo. El hombre se convenció de que el ritual le permitiría
obtener poder sagrado para sanar a los demás.
Fuente: Mensual Prensa; 30 marzo 2002 http://mensual.prensa.com/mensual/contenido/2002/03/30/hoy/mundo/503363.html
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