"Un día, iba caminando por
un sendero hacia mi cabaña, donde me disponía a escribir
durante ocho horas en total aislamiento; entonces miré
el cielo y vi una cara. No es que realmente la viera,
pero la cara estaba allí, y no era humana; era un gran
rostro de perfecta maldad. Era inmensa, llenaba un cuarto
de cielo. Tenía las cuencas de los ojos vacías, era metálica
y cruel. Lo peor de todo es que era Dios."
[De Philip Dick a Gregg Rickman, 1974]
EL ALMA
ESCINDIDA."VALIS". EL APOCALIPSIS
DE 1974
A mediados de febrero de 1974, Philip Dick
ingresó en una serie de estados alterados de conciencia
que culminaría en sus visiones del 2 de marzo; estos fenómenos
seguirían manifestándose, periódicamente, durante un año
entero.
Es difícil establecer la cronología de los
acontecimientos, puesto que Dick no se ha preocupado por
ofrecernos una descripción "clínica" de cuanto le ocurrió
en febrero-marzo de 1974. En cambio, nos ha dado tres
versiones complementarias de los hechos: dos son literarias,
y están en las novelas Radio Free Albemuth y Valis;
la tercera, es la versión oral que incluye su "testamento
final", recogido por Gregg Rickman, un asiduo lector y
coleccionista de sus obras a quien recibió en su casa
durante un año, concediéndole una larga serie de entrevistas.
En sus últimas entrevistas con Rickman,
Dick suele entremezclar los hechos con las hipótesis,
las analogías fantásticas, las interpretaciones y las
lecturas esotéricas. Sin transición, pasa de la solemnidad
al escepticismo, y duda de si todos aquellos hechos no
habrán sido más que un episodio psicótico, hasta ridiculizarse
a sí mismo. Con la misma facilidad vuelve inmediatamente
a ponerse serio, y asegura que ha sido el depositario
de una revelación.
Aparentemente, las experiencias de "VALIS"
se iniciaron con una serie de sueños inquietantes, en
los cuales Dick revivía una existencia anterior: se sentía
poseído por la personalidad de uno de los primeros cristianos,
que había sido ejecutado por estrangulación en un sótano
del Coliseo, llamado Tomás. Una de sus peculiaridades
era que no reconocía a la cruz como un símbolo cristiano,
sino al Pez, un signo que Dick interpretaba como una deformación
del ankh, la crux ansata de Isis [1] . Este "Tomás" pudiera haber sido un esenio o un gnóstico: el
"Evangelio de Tomás" es uno de los documentos gnósticos
de Nag Hammadi.
El 2 de marzo de 1974, Dick regresaba del
consultorio de su dentista, quien le había extraído la
muela del juicio; aún se hallaba atontado por una fuerte
dosis de pentotal sódico. Para recuperarse, se había tumbado
en su sillón y escuchaba música. Era una canción de los
Beatles, Strawberry Fields Forever, aquella que
dice "vas por la vida con los ojos cerrados, ignorando
todo lo que ves" [2] . Quizás esta frase, que parece un verdadero aforismo dickiano,
haya actuado como desencadenante de todos los fenómenos
que vinieron después.
Como el dolor no menguaba, Dick telefoneó
a la farmacia para encargar un calmante. La empleada que
lo trajo, poco después, era una joven perteneciente a
un culto evangélico, y llevaba una medalla con el signo
del Pez, uno de los primeros símbolos cristianos. Al principio,
Dick vio un resplandor que surgía de la medalla y en pocos
instantes fue enceguecido por una luz rosada que invadía
la casa, mientras que destellos de "electricidad estática"
y "fuegos de San Telmo" brotaban por los rincones. El
fenómeno no pudo ser observado por su esposa Tessa, quien
lo asistió durante todo el tiempo.
A partir de ese momento Dick cayó en un
estado delirante que lo tuvo prácticamente postrado durante
días enteros, y en el cual sufrió alarmantes picos de
hipertensión. En ese estado creyó estar viendo al mundo
sub specie aeternitatis. Dijo haber presenciado
el Apocalipsis, esto es "la realidad apocalíptica que
subyace a nuestra realidad". Se sintió invadido por una
Presencia superior que luego llamaría "VALIS", sigla de
Vast Active Living Intelligence System ("Vasto
Sistema de Inteligencia Activa y Viviente"). En The
Transmigration... lo recordaría así: "Luces y colores,
y luego una presencia extraña en mi mente, otra personalidad,
mucho más inteligente que yo, pensando toda clase de cosas
en las cuales nunca había pensado antes. Esa personalidad
conocía griego, latín y hebreo, y lo sabía todo de la
teología" (cap. 15). Según Rickman, Dick aseguraba que
esa Presencia lo había salvado de una muerte segura, aunque
se reservaba los detalles; "El Salvador se interpuso entre
Horselover Fat y la aniquilación", se dice en Valis,
cap. 8. Robinson [3]
relaciona la hipertensión de 1974 con la de 1982,
como si la primera hubiera sido un ataque no diagnosticado
que anticipara aquel que lo llevaría a la muerte, aunque
no es creíble que una crisis de este tipo pueda causar
visiones místicas.
Hasta el año siguiente, Dick siguió teniendo
visiones. Se había comprado una oblea con el Signo del
Pez y la palabra YCHTYS (que significa "pez"en griego,
y es a la vez un acróstico de Cristo), y la había pegado
en la ventana; al contemplarla, solía ver la imagen rodeada
de un halo de luz rosada, mientras que la letra "Y" se
comvertía en la figura de una palmera. También hubo alucinaciones
más complejas: la visita de la Muerte, que se presentó
como un viajante de comercio con su portafolio; Erasmo,
el arquetipo junguiano del Viejo Sabio, a quien Dick ya
había conocido en sueños; su gato Tony, que había muerto
y aparecía convertido en una figura gigantesca, similar
a un dibujo animado
[4] .
Como en un estado extático, Dick experimentó
la glosolalia (don de lenguas) y tuvo precogniciones.
Cuando se sentía poseído por la mente de Tomás, se pasaba
horas hablando en latín y griego, idiomas que jamás había
estudiado formalmente. Su esposa Tessa, que entonces estudiaba
lenguas clásicas, reconoció palabras de koiné,
el griego helenístico que hubiese podido hablar un primitivo
cristiano: poros krater (un tipo de vasija), ananke
(fatalidad), rhipidon (un pez espinoso); una expresión
en ruso (sadassa ulna), y una en sánscrito (ir
leg).
Hasta aquí, se trataba de fenómenos subjetivos,
aunque hubo otros, no tan fáciles de explicar. Por ejemplo,
Dick aseguraba que sus gatos se habían vuelto más inteligentes
y afectuosos por efectos de la luz rosada, pero murieron
inexplicablemente poco tiempo después, plagados de tumores
cancerosos. El fenómeno más notable fue una precognición.
Dick oyó a la Voz advertirle que su pequeño hijo Christopher
sufría de hernia inguinal; la hernia corría riesgo de
estrangularse si no lo operaban de inmediato. Dick logró
convencer a Tessa del peligro; llevaron al niño al médico,
y éste, pese a su escepticismo, encontró la hernia y pudo
salvar al niño mediante una intervención oportuna.
En esos mismos días Dick, que no conocía
personalmente a Paul Williams, tuvo el presentimiento
de que iba a ser entrevistado por Rolling Stone,
mucho antes de que Williams pensara siquiera en hacerlo.
Mientras duró el éxtasis, Dick sentía (como
le confiaría a Charles Platt) que "su angustia había desaparecido.
Algún poder trascendente y divino que no era malévolo
sino benéfico había intervenido para restaurar su mente
y sanar su cuerpo". Era una mente esencialmente racional,
"dotada de increíbles conocimientos técnicos, cosmológicos
y filosóficos". No era humana: "era como una inteligencia
artificial". A veces pensaba que la Voz era Dios; otras,
creía que era un extraterrestre o hasta un arma secreta
de los rusos
[5] .
Luego diría que se había sentido como algo
pasivo en manos de fuerzas creativas titánicas, un escribiente
o amanuense que transcribía lo que la Voz le dictaba.
¿Cuál era el origen de esas fuerzas? "Por supuesto, el
Espíritu Santo es la fuerza de mi inspiración"
[6] , dice Dick; pero, un poco más adelante, se corrige: "el espíritu
de Elías vino a mí en 1974 (...) eso es enthousiasmos,
recibir el Espíritu Santo" [7] . Por momentos se siente el profeta que anuncia una nueva edad
mesiánica, y señala las "tremendas expresiones de la Era
de Acuario" que hay en sus últimas novelas"
[8] .
Lo realmente curioso de todo este relato
son los frecuentes momentos de escepticismo que puntean
todo el diálogo; son repentinos virajes en el discurso
que parecerían indicar casi un desdoblamiento de la personalidad.
"Mi experiencia sobrenatural" ‑comienza diciendo
Dick, pero luego se corrige‑ "casi digo mi experiencia
psicótica... (risas) Bien, mi experiencia psicótica sobrenatural..." [9] . Más adelante, se inquieta: "Hay algo que siempre me preocupó:
¿por qué todo esto se parece tan asombrosamente a Ubik?
Suena como si fuera autogenerado, como si lo hubiera generado
yo mismo..."
[10] . Pero la misma persona que es capaz de arrojar tales dudas
sobre su propio discurso, pasa inmediatamente a relatar
un sueño en el cual supo que en una vida anterior había
sido Juan el Bautista; a continuación, remata todo con
una broma.
[11] Por último, luego de haber estado más de siete años hablando
y escribiendo acerca de su éxtasis místico, en 1981 declara:
"Todas esas trascendentales experiencias religiosas que
tuve... fueron genuinas, pero no eran más que fuegos de
artificio. Un despliegue titánico de poder (...) que no
servía a ningún fin en sí mismo."
[12] .
Las alucinaciones de 1974 no fueron, por
otra parte, las primeras ni las únicas en la vida de Dick.
En la escuela secundaria, había oído con toda claridad
una voz que le explicaba el principio de Arquímedes, gracias
a la cual pudo aprobar un examen. Cuando tenía más de
treinta años, volvió a oír la misma voz, esta vez mientras
estaba viendo un documental de televisión sobre las tortugas
marinas. Con ese tono impersonal que ya conocía, la voz
le habló de un tal "Van Walloon, de los Estados Portugueses
de América"; eran los tiempos en que Dick estaba escribiendo
The Man in the High Castle, y especuló con que
la voz pudiese provenir de un mundo paralelo.
En la conferencia de 1976 ("Hombre, androide,
máquina") Dick explicó que había recibido sofisticada
información tecnológica (que no estaba al alcance de su
comprensión) de una inteligencia extraterrestre llamada
Albemuth. En otro texto del mismo año aseguraba, irónicamente,
que las débiles señales que recibía de otra estrellas
eran audibles "especialmente entre las 3.00 y las 4.45
hs." [13]
La voz de Valis carecía de emociones, como
si fuese la de una "inteligencia artificial". También
la voz que le había hablado diez años antes era "algo
construido". Cualquier psicólogo hubiese dicho que más
se parecía a la voz del inconsciente.
Cierta vez, la Voz le recomendó volverse
"sintónico" en lugar de "ciclotímico". Según Dick, esa
era la primera vez que escuchaba tales palabras; sin embargo,
es muy poco probable que en sus amplias lecturas sobre
la esquizofrenia jamás haya reparado en esos conceptos
básicos de Bleuler.
De la misma manera, Dick parece haber olvidado
todo cuanto ha leído sobre el gnosticismo, cuando afirma
que ignoraba quién era "Santa Sofía" cuando la Voz le
anunció que "Santa Sofía vuelve a nacer". Hagia Sophia
es el nombre del último arconte en la jerarquía gnóstica.
Ya antes de Valis, su nombre ya aparece en Deus Irae,
la novela que Dick estaba corrigiendo durante los días
de su experiencia paranormal
[14] .
Dick no descarta ni siquiera la hipótesis
más crudamente psiquiátrica: el retorno de experiencias
ya vividas bajo el efecto de las drogas psicodélicas,
o un efecto diferido de éstas sobre el cerebro (drug
flashback). Al fin y al cabo, reconoce, ya en 1964
había hablado en latín y tenido visiones del circo romano,
cuando estuvo bajo el efecto del LSD. El miedo de morir
agarrotado lo perseguía desde la infancia, y ahora cabía
interpretarlo a la luz del sueño de la cárcel romana donde
estaba encerrado Tomás.
Siguiendo a Jung, Dick también atribuía
gran valor a los sueños y las "visiones hipnagógicas",
esas imágenes que aparecen al conciliar el sueño. Creía
que los sueños encerraban mensajes, y así era capaz de
contar cómo una noche había hablado con Khrishna, en medio
de un sueño
[15] . Estando en Canadá, tuvo el famoso sueño del caballo herido
(que era tanto la traducción de su miedos paranoides como
un nuevo símbolo del salvator salvandus). Lo reprodujo
fielmente en la novela Flow my Tears...
[16] . Otro sueño de 1974 corrió la misma suerte: entonces pudo ver
la figura de un pez que intentaba sostener una ametralladora
con sus aletas. La Voz le explicó el sentido de esta imagen:
el Pez era un símbolo cristiano, y el mensaje era "los
cristianos no pueden portar armas", esto es, no pueden
ejercer la violencia. Es la frase que pasaría a ser, en
la novela Valis, el lema de los que esperan al
mesías.
En los últimos tiempos Dick pareció abandonar,
sin embargo, las interpretaciones teológicas y metafísicas,
y se resignó a buscar el origen de la Voz en su idios
kosmos. Rechazaba al "inconsciente" como fuente de
sus alucinaciones, pues creía que para los psicólogos
el inconsciente se había vuelto un sucedáneo de la divinidad,
y buscaba apoyo en algunas teorías científicas de avanzada
para explicar como su cerebro podía tener acceso a una
realidad trascendente. Ya no creía que la Voz fuera de
un extraterrestre, de una inteligencia artificial, de
Dios, de Elías o del Espíritu Santo, sino de su propio
cerebro; aunque, en cierto modo, la Voz no era inmanente
al cerebro.
Dick se había interesado durante años en
la teoría del "cerebro dividido"; conocía los trabajos
de Orstein (a quien le había escrito una carta), de Bogen,
Sperry y Julian Jaynes. Este último sostenía en un polémico
libro que el hombre arcaico era capaz de "oír voces" provenientes
del lado derecho de su cerebro, y dialogar con "los dioses"
cuando aún no se había establecido el predominio del hemisferio
racional. Desde 1976, Dick parecía decidido a reemplazar
todas las demás hipótesis por una interpretación neurológica:
"Probablemente sea el hemisferio derecho de mi cerebro
el que emite información a través del cuerpo calloso" [17] . Quizás esto podría explicar algunos de aquellos fenómenos
(paragnosis, glosolalia y onirofrenia) pero seguiría sin
explicación la fuente de donde obtiene información el
hemisferio derecho: más que resolver el problema, introduciría
una nueva dualidad.
La experiencia de Dick en 1974, fenomenológicamente
considerada, se parece menos a un éxtasis místico que
a un estado delirante
[18] . La experiencia mística, tanto en la tradición occidental como
en la oriental, es esencialmente inefable: es una forma
de ser antes que de conocer: en rigor, no es una
"experiencia" sino un estado.
El éxtasis pretende alcanzar la contemplación
o la unión con la divinidad, cuando la mística es ascendente;
o bien lograr la aniquilación del yo, del deseo y la ilusión,
si sigue un camino descendente. Pero en ningún caso el
místico aparece como receptor o transmisor de conocimientos,
ni menos aun de información fáctica. El éxtasis es una
vivencia de sentido global que trasciende la comprensión
meramente intelectual. Un buen ejemplo lo ofrece el genuino
"éxtasis" alcanzado por Arthur Koestler, al margen de
toda confesión religiosa. Koestler, que a la sazón era
ateo militante, pasó mucho tiempo en las cárceles de Franco,
esperando ser ejecutado. Cierto día, cuando estaba resolviendo
problemas de geometría analítica para no perder la cordura,
tuvo una experiencia extática de pocos minutos, que se
repetiría durante todo el año 1938. Sintió que "el Yo
había dejado de existir". Para describir su experiencia,
Koestler usa palabras muy similares a las de Dick, pero
no atina a explicar sus contenidos, si los hubo: "el carácter
primario de este estado es la sensación de que se trata
de algo más real que ninguna otra cosa que se haya experimentado
antes; de que, por primera vez, se ha levantado el velo,
y uno está en contacto con la "realidad real", con el
oculto orden de las cosas, con la estructura del mundo
revelada con los rayos X, normalmente oscurecido por las
capas de lo que es ajeno" [19] .
Dick, en cambio, se empeña en describir
su experiencia como una masiva "transfusión" de conocimientos,
en su mayoría de un tecnicismo que los hacía incomprensibles,
casi como si súbitamente hubiesen conectado su cerebro
con "un banco de datos" cósmico. Esta es una peculiar
versión de la gnosis (que es saber iniciático, más que
información específica); por lo menos es la gnosis tal
como podía concebirla el pensamiento concreto dickiano.
Es probable que, si sometiéramos a un examen
reduccionista aun a los auténticos místicos, se nos presentarían
como víctimas de alguna patología. No cabe entrar aquí
en la zona fronteriza entre el genio y la locura, entre
la locura y el misticismo, o entre psicología, parapsicología
y religión, porque allí las categorías se difuminan y
el análisis reduccionista corre el riesgo de ser tan inútil
como explicar la belleza de la Venus de Milo a partir
de las propiedades del carbonato de calcio.
En el extremo opuesto al reduccionismo se
encuentra la credulidad -muy poco científica- de que hace
gala la "psicología transpersonal" de Grof y Tart, íntimamente
vinculada con la ideología de la New Age. Para
Stanislaw Grof, una experiencia como la de Dick debería
ser considerada sin más como una "emergencia espiritual"
genuina, que incluye todos los componentes conocidos:
channeling, matrices perinatales, revisión de "vidas
anteriores",etc. Puesto que el reduccionismo ha relegado
todas estas experiencias al rincón de la "esquizofrenia"
Grof ( heredero de la antipsiquiatría) las reivindica
como crisis de crecimiento espiritual; sólo al margen,
hace alusión a las psicosis orgánicas, que pueden causar
efectos similares, para dejarlas en manos de la medicina. [20]
Pero renunciar al reduccionismo no significa
renunciar a una explicación racional. Intentaremos pues
aproximarnos a la cuestión apelando al conocimiento psiquiátrico,
para descartar todo lo que pudiese pertenecer a la patología.
Y aquí encontraremos que existen alarmantes semejanzas
entre lo que le ocurrió a Dick en 1974 y ciertos cuadros
bien identificados, con abundante casuística, que se denominan
"estados confusionales agudos".
Algunos de estos estados se caracterizan
por la presencia de un pensamiento perturbador ("idea
delirante") cuyo origen es atribuido a "voces" exteriores:
"cuando el paciente tiene la convicción de que le ha sido
asignado un importante papel en la vida, aparecen ideas
de grandeza en forma de identificación cósmica, nuevo
nacimiento y misión profética" (Boisen, 1947).
No puede negarse la analogía entre el estado
delirante y el proceso de creación artística; la diferencia
estriba en que en este último no se pierde el criterio
de realidad. En otras palabras, el delirio es la enfermedad
profesional de un creador de ficciones que acaba confundiendo
sus creaciones con la realidad. De hecho, Dick le confesó
a Rickman que durante su experiencia se había sentido
"como si estuviera viviendo en una de sus novelas".
En estado confusional, el sujeto "oye" los
propios pensamientos y los atribuye a una fuente exterior
(Schneider, 1957). A veces, su obsesión es buscar signos
en los hechos cotidianos, y mensajes en los sueños o en
los textos más inesperados. Este "delirio de interpretación"
se caracteriza como "locura razonante que obedece a una
necesidad de explicarlo y descifrarlo todo" (Sérieux y
Capgras).
La evolución de un delirio no estructurado
suele atravesar cuatro fases bien definidas, que podemos
reconocer en la experiencia de Dick: ellas se denominan
Trema, o estado inicial de angustia; Apofanía,
revelación súbita, que abarca varios días; Apocalipsis,
creciente fragmentación del pensamiento, y Deterioro
final (Conrad, 1958).
Esta fenomenología se ajusta bastante a
la experiencia de Dick en 1974; pero en él las manifestaciones
apocalípticas se extendieron por casi un año entero; si
hubo deterioro, se fue manifestando muy lentamente, en
los ocho años restantes de su vida, que no fueron los
menos productivos, por cierto. Por otra parte, tras haber
salido de la fase aguda de marzo, en los meses siguientes
Dick fue capaz de hacer convivir sus visiones con actividades
rutinarias normales, incluyendo la revisión de textos
a publicar.
Un delirio tan persistente y aparentemente
tan controlado quizás no se explique enteramente por causas
endógenas. Es preciso tener en cuenta otro factor: el
deterioro psicótico causado por las anfetaminas. Es sabido
que el consumo de dosis elevadas de anfetaminas durante
períodos prolongados provoca "angustia confusional aguda,
alucinaciones múltiples, delirios de influencia y persecución"
(Devereux, 1957). En el caso de Dick, se trataba nada
menos que de veinte años de ingerir habitualmente anfetaminas
en dosis muy altas, salvo breves períodos de abstinencia,
pero con una evidente dependencia
[21] . La primera década había culminado con la visión de Palmer
Eldritch en 1963; luego vinieron los miedos persecutorios,
antes y después del atentado, el intento de suicidio de
1972, y por fin la visión de 1974.
***********
Por otra parte, las conversaciones con Rickman
no son la única fuente para comprender las experiencias
de "Valis"; la novela Valis no sólo despliega todo
el material autobiográfico sino ilumina otros sentidos
posibles, con la libertad que da la ficción.
Es interesante notar que Dick vaciló bastante
antes de dar forma definitiva a estos textos. En una carta
dirigida al neurólogo Leslie Orstein, a quien admiraba
por sus trabajos sobre el "cerebro dividido", Dick cuenta
que está escribiendo una novela titulada Para asustar
a los muertos (To Scare the Dead). En ella, un personaje
llamado Nicholas Brady descubre que es la reencarnación
de un esenio llamado Tomás. En el credo de Tomás, las
fuerzas del mal que gobiernan el mundo se simbolizan como
"la Ciudad de Hierro". Se trata del tema órfico del cuerpo
como cárcel del alma y del mito gnóstico del mundo como
destierro; lo que en Valis se llamará "la Prisión
de Hierro Negro". De Tomás, Brady aprende que Zagreo (Dionisio),
Zeus y Cristo son la misma persona. Dios ha estado durmiendo;
ahora despierta y habla por medio del hemisferio recesivo
del cerebro.
En un segundo proyecto (Valisystem A)
la trama se aproxima más a una novela convencional de
ciencia ficción: Nicholas Brady y el propio Dick luchan
contra un estado totalitario y descifran los mensajes
de "Valis" que se esconden en las letras de rock. Algo
similar ocurre en otra versión titulada Radio Free
Albemuth, que luego sería publicada en forma póstuma.
Todos estos esbozos confluirían en Valis,
donde ya Brady había desaparecido y el protagonista era
el propio autor.
La novela se compone de tres movimientos;
el anuncio mesiánico, la epifanía y el fracaso.
En la primera parte, encontramos al autor
desdoblado: la figura central es él mismo, con el nombre
de Horselover Fat y el relator es Philip K. Dick, escritor
profesional de ciencia ficción. Fat está loco; no así
el narrador.
La novela comienza cuando Fat se recupera
del intento de suicidio que ha hecho dos años después
de su experiencia mística. En los primeros capítulos se
suceden interminables discusiones teológico-filosóficas
entre cuatro interlocutores: "Phil", "Fat", el ateo Kevin
y el católico David: el estilo de los diálogos es tan
moroso e inarticulado como el de los adictos en A Scanner
Darkly. Los cuatro personajes son desdoblamientos
de una misma persona, el autor: una "tétrada" gnóstica
de Philip Dick, dividido en dos parejas de opuestos. Por
una parte, los dos hemisferios cerebrales en pugna: Phil
el izquierdo y Fat el derecho. Por la otra, dos aspectos
contradictorios de su personalidad: el ateo (Kevin) y
el creyente (David).
Phil actúa como moderador de los diálogos.
Fat, apenas salido de su desesperación, sigue creyendo
que ha recibido una revelación de una entidad llamada
"Zebra"; ésta le ha anunciado la pronta venida del Salvador,
que se llamará Hagia Sophia (Santa Sofía). Kevin hace
de abogado del diablo y plantea en forma recurrente el
problema del mal y del sufrimiento inútil; la postura
que defiende no es tanto atea como dualista. En cuanto
a David, parece tener la "fe del carbonero" y la ingenuidad
del Dr. Pangloss, a prueba de dudas y argumentaciones.
Como los gnósticos, Kevin sostiene que "Dios
es impotente, malvado, mudo y débil". Su argumento favorito
es la muerte injustificable de su mascota, un gato que
fue arrollado por un auto cuando cruzaba la calle para
seguir a su amo. Un dios que permite que ocurran esas
cosas no puede ser sabio ni bueno: un argumento que Dick
usó muchas veces, y suena bastante sartreano.
En la segunda parte, los cuatro amigos presencian
la exhibición de una película de "clase B" en un cine
de la periferia. El film ha sido escrito y dirigido por
Eric Lampton, una estrella del rock: en efecto, es una
ópera-rock, que en una primera lectura parece una historia
de ciencia ficción, multifocal y confusa como una novela
dickiana. Pero pronto descubren que está plagada de claves,
mensajes ocultos, simbolismos y cifras, que dan lugar
a una verdadera orgía de interpretación delirante. En
el film están todas las pistas que indican que el Salvador
ya ha nacido. Los cuatro amigos salen pues ha buscarlo,
juramentados como "Sociedad de Rhipidon" (¿una analogía
con la Sociedad del Anillo de Tolkien?), cuyo lema es
"los cristianos no pueden portar armas".
Recurren al músico Lampton, quien vive en
California con su esposa Linda y el compositor Brent Mini.
Los Lampton les revelan que el nuevo Salvador es su pequeña
hija Sophia: el nuevo avatar de Cristo se presenta esta
vez bajo aspecto femenino.
Ante la presencia de la niña Sophia, Fat
y Phil vuelven a ser una sola persona, aparentemente vuelta
a la cordura. Sophia les enseña que, de ahora en adelante,
no tendrán otro Dios que el hombre. También responde al
viejo argumento de Kevin con el más sano sentido común:
"tu gato era estúpido; el cosmos tiene sus leyes, y sólo
a un estúpido que no merece vivir se le ocurre violarlas"
(cap. 13).
Pero abruptamente, sobreviene un anticlímax.
Mientras los cuatro regresan, la niña Sophia muere accidentalmente,
alcanzada por un láser del equipo con el cual Mini se
proponía registrar todos sus actos y palabras. Mini hace
aquí el papel de "sabio loco" o quizás más seguramente
de demiurgo malvado.
El epílogo es la consumación del fracaso:
Fat y Phil vuelven a desdoblarse, y el grupo se separa.
En el final, Fat se queda solo frente al televisor, aguardando
ansioso las señales que permitan esperar un retorno del
Mesías. La palabra clave que lo anunciaba antes había
sido Hagia Sophia: ahora será "King Felix", el "Rey Feliz".
Las cuatro fases de la formación del delirio
se han recapitulado en la estructura de la novela: la
angustia inicial (la convalescencia de Fat), la apofanía
o revelación (el film Valis), el apocalipsis (el
mensaje de Hagia Sophia) y el deterioro terminal.
La expresión "King Felix" aparece ya en
la trama del film Valis, usada para referirse a
Hagia Sophia, quien será el Quinto Salvador de la humanidad
(cap. 10). Luego de la muerte de la niña, Fat entra en
el delirio interpretativo, y comienza a encontrar señales
en todas partes. Recibe un telegrama de Portland (Oregon)
que sólo dice dos palabras: "King Felix". Sentado frente
al televisor, cree tener un presagio cuando ve sucederse
la propaganda de una marca de alimentos (Food King)
con un dibujo del Gato Felix (cap. 14). Hojeando
un libro de arte encuentra la imagen de una crátera griega
(poros krater); esta es una de las palabras que
la voz de Valis le había enseñado a Dick: en el vaso está
grabada la figura del caduceo de Hermes. Pese a que hacía
dos décadas que venía usando este símbolo (ya aparece
en The World Jones Made y Counter Clock World),
Dick descubre ahora el alarmante parecido que hay entre
el caduceo y la espiral del ADN (cap. 14).
En su "testamento" final, Dick exhibe exactamente
la misma conducta que su personaje de ficción. Le muestra
a Rickman un pasaje de la versión holandesa de
Flow my Tears... donde, a diferencia de la edición
original, aparecen encolumnadas, formando un acróstico,
las palabras "King Felix"
[22] (19). Esta mera coincidencia le parece una clara señal.
No son estas las únicas interpretaciones
delirantes de libro: anteriormente ya había dicho que
el Libro de Daniel anunciaba la era de Nixon (cap.
10) y que la Sibila de Cumas había profetizado el asesinato
de los Kennedy y aun del obispo Pike (cap. 6). Un poco
más sutilmente, Dick cree descubrir el salvator salvandus
en Parsifal, o sostiene que la clave de Flow
my Tears... está en Las Bacantes de Esquilo;
por lo menos, así se lo explica a Rickman.
Queda en pie la pregunta por el origen de
la revelación misma: ¿quién o qué es Valis? La respuesta
tendrá la forma de un mito, o mejor dicho de dos mitos,
que aparecen expuestos tanto en la novela como en los
textos de la Exegesis que se intercalan en ella.
Por una parte, Dick atribuye una importancia
capital a la biblioteca gnóstica de Khenobioskon (Nag
Hammadi) descubierta en 1945. Esta colección, reunida
por una comunidad de la secta sethiana del siglo III,
permitió tener acceso a los principales textos gnósticos,
que anteriormente se conocían sólo por referencias de
sus adversarios, los Padres de la Iglesia. Dick convierte
a Nag Hammadi en una especie de centro espiritual del
mundo y elabora en torno a él algo muy parecido a un libro
de von Däniken.
Cierto "plasma" divino, venido de otro sistema
solar (Dick no vacila en llamarlo Logos) habría
creado y sostenido a la comunidad de los sethianos de
Khenobioskon. Al disolverse este grupo, el "plasma" también
quedó diseminado por el mundo, a la espera del momento
en que se iniciaría su reunificación. En sus visiones
de 1974, Dick había tomado contacto con un tal Tomás,
que había sido miembro de aquella primera comunidad de
cristianos "auténticos" (gnósticos) imbuidos del plasma
divino (cap. 7). Ocurre que el Evangelio de Tomás
es precisamente uno de los textos de Nag Hammadi.
Este mundo ha sido creado por un demiurgo
ciego y cruel, llamado Samael o Yaldabaoth: así acostumbraban
nombrarlo los gnósticos valentinianos. Este seudocreador
nos ha engañado mediante un tiempo y una historia enteramente
ilusorios. El año en que transcurre la novela es 103,
no 1978: aun estamos viviendo en los tiempos apostólicos
(o apocalípticos) y el Imperio Romano nunca ha caído.
Esta frase ("El Imperio nunca cayó"), es el leit motiv
que se repite a todo lo largo de la novela y de la Exegesis.
Sin embargo, en una típica vuelta de tuerca a la cual
nos tiene acostumbrados, Dick cree recordar que ese era
el título de una serial de ciencia ficción publicada por
Astounding cuando Dick era adolescente (cap. 4).
La otra versión acerca de "Valis" se parece
más a una trama clásica de novelas de ciencia ficción:
mezclada entre nosotros, existe una misteriosa raza de
invasores extraterrestres dotados de tres ojos y cráneo
ovoide. Ellos serían los que habrían iniciado al Faraón
Ekhnatón. Pero pronto Dick rechaza esta hipótesis, atribuyéndola
a "la locura" de Fat (cap. 6).
¿Si el mundo ilusorio es obra del demiurgo
Yaldabaoth, quién es entonces el Dios oculto, el Dios
inefable, si cabe la pregunta?
Dick nuevamente ofrece una respuesta dualista:
"la cosmología de doble origen", del capítulo 6, que se
basa en dos principios complementarios: una syzygia,
para decirlo como los gnósticos. Son los "gemelos primordiales"
(cap. 3) que se manifiestan como Oscuridad y Luz, Imperio
y Plasma (cap. 8), como Poder y Sabiduría (cap. 12). Como
en todo sistema emanatista, hay una instancia superior
a esta dualidad, análoga al Pléroma de los gnósticos o
a la Divinitas de Meinster Eckhart (cap. 11). A
veces, se la llama "Mente cósmica". No es que ella nos
hable ‑‑dice Dick en el Tractate Cryptica
Scriptura, un texto de la Exégesis interpolado
en la novela‑‑ sino que ella es quien habla
por medio de nosotros.
Pero el propio Dick por momentos recapacita
ante toda esta catarata de símbolos, tan similar a las
"novelas metafísicas" de los gnósticos, y parece reparar
en las contradicciones. Es así como después de afirmar
que Fat se ha vuelto un Buda tras su iluminación, observa
que Zebra-Valis en realidad no ha hecho una sino tres
promesas: ha anunciado el adviento de Santa Sophia (es
decir, de Cristo), de Apolo y de Buda; pero poco antes
había identificado a Dionisio con Elías y Jesús (cap.
8)...
Pensando quizás en su propia personalidad
escindida, simbolizada aquí por Phil y Fat, Dick no vacila
en decir, apoyándose en la autoridad de Platón, que en
la mente divina hay ciertos rasgos de irracionalidad;
una cierta forma de locura es lo que ha llevado a la separación
de los gemelos divinos (cap. 3).
Las contradiciones se acentúan cuando trata
de explicar cuál es el mensaje de Hagia Sophia. Al comienzo,
se lo identifica explícitamente con la doctrina gnóstica:
"El hombre y el verdadero Dios son idénticos, como lo
son el Logos y el verdadero Dios, pero el hombre y Dios
han sido separados por un creador ciego y loco (...) quien
cree sinceramente en él es el verdadero Dios" (cap. 5).
Más adelante, en presencia de la niña-mesías,
el compositor Mini explica que "divino" e "iluminado"
significan lo mismo, estableciendo una identidad entre
el hombre y Dios. Pero en la página siguiente afirma con
toda solemnidad que "no hay elementos humanos en el Salvador".
Sin embargo, cuando es Hagia Sophia quien
habla, el mensaje es: "Muchos pueden decir que hablan
por Dios, pero sólo hay un Dios y ese Dios es el hombre
mismo" (cap. 12).
¿El mensaje final será pues, el del humanismo
ateo y la secularidad radical, a la manera de Sartre?
Para evitar confusiones, hay que recordar
el contexto espiritual desde el cual habla Dick de la
deificación del hombre; ese concepto no es específicamente
filosófico sino un híbrido de símbolos religiosos, filosóficos
y literarios como es el gnosticismo. Vinculado con el
mito de Sophia hallamos en el gnosticismo el tema del
Hombre Primordial, el Gran Hombre o Arkhantropos: no es
Adán (el primer hombre creado por el demiurgo) sino el
arquetipo de la humanidad (Adamas) que equivale al Verbo
o Logos divino.
En la doctrina gnóstica, la deificación
del hombre es simplemente el regreso a los orígenes: los
hombres han sido creados por el demiurgo malo, pero tienen
en sí la chispa divina que los Arcontes han puesto en
ellos. Los guías espirituales (una larga genealogía donde
figuran Jesús, Buda, Abraham, Zoroastro, etc.) tienen
por misión despertar esa chispa de divinidad en el hombre
y volverlo hacia el Logos.
La reducción "humanista" del problema de
Dios es sólo aparente; más bien, se trata de un nuevo
llamado a la trascendencia, a reconstituir el arquetipo
del Hombre, que una mente "concretista" como la de Dick
entenderá como el advenimiento de un mesías político-religioso.
Todo su último período se caracterizará pues por el mesianismo.
"SIN
RESPUESTA INMEDIATA"
Cierta vez que un tonto hizo sonar un cuerno de
carnero, la gente creyó que ese era el toque
que anunciaba la llegada del Mesías. Cuando se
lo contaron al Rabí Menájem Mendel de Vitebsk,
éste abrió la ventana, se asomó al mundo, y
dijo: "Nada ha cambiado".
(Cuento jasídico)
Más de una vez se ha querido presentar como
una "trilogía" las tres últimas novelas publicadas en
vida de Dick; él mismo lo ha dado a entender. Si este
criterio fuera válido, quizás podríamos encontrar en ellas
la clave del pensamiento dickiano, según una suerte de
esquema hegeliano de tesis (Valis), antítesis (The
Divine Invasion) y síntesis (The Transmigration
of Timothy Archer).
Por cierto, las tres novelas gravitan en
torno de la experiencia de 1974: Dick murió creyendo que
ese había sido el acontecimiento central de su vida, en
el cual había sido "elegido al azar" para transmitir un
mensaje de salvación.
Mientras que en Valis hacían contrapunto
los delirios de Fat y la objetividad "realista" de Phil,
The Divine Invasion pareciera ser la novela que
hubiera escrito "Horselover Fat". Pero "Phil" vuelve a
tomar la palabra en The Transmigration..., esta
vez con la máscara de Angel Archer.
***********
The Divine Invasion, cuyo título original era Valis regained (Valis rescatado),
representa casi una regresión dentro de la obra dickiana.
Aquí aparecen la multifocalidad, con tres historias principales
y numerosas tramas secundarias, y todo un decorado genérico
de ciencia ficción; parece casi un homenaje nostálgico
a sus propios mundos del período metafísico, que aquí
se multiplican y encabalgan en una profusión delirante.
La cosmovisión que impregna la novela es
abiertamente gnóstica. Aquí reconoce haberse inspirado
en el pensamiento cabalístico: el Zohar y el Sepher
Yezirah, que representan una suerte de gnosis judía.
También reclama la influencia de La Divina Comedia:
la tripartición del Infierno, Paraíso y Purgatorio era
atribuida por Dick a influencias del sufismo, una forma
de gnosis persa. Con esta novela, Dick afirmó que había
pasado del cristianismo al judaísmo: "en el libro, hay
una renuncia y una denuncia del cristianismo. Dios es
específicamente Yahveh, como en el Antiguo Testamento" [23] . Mientras la escribía, Dick pensó seriamente en convertirse,
aunque al fin retornó a sus orígenes: "el cristianismo
se encuentra insidiosamente metido en el libro (...) aunque
nadie lo identifique como tal"
[24] .
En The Divine Invasion, Dios se llama
Yah (como en Yahveh o en Halleluyah). Es
un demiurgo celoso y despótico: fue la divinidad tribal
de los judíos hasta que el demonio Belial logró echarlo
de la Tierra, tras la caída de Masada. Doscientos años
después de los hechos narrados en Valis, habita
un remoto planeta que también alberga una colonia terrestre.
Yah ya ha intentado varias veces recuperar
la Tierra, sin éxito: "la misión de Cristo fue un fracaso".
Ahora se propone engendrar un mesías, oportunamente llamado
Emmanuel. La madre será una virgen terrestre: Rybys Rommey.
El papel de José lo hará otro colono, Herb Asher, asistido
por un avatar del profeta Elías. A diferencia de María,
Rybys es una enferma terminal, y el mesías nacerá con
lesiones cerebrales: un nuevo salvator salvandus.
Todo el libro está dominado por símbolos
y conceptos de la cábala, que Dick aseguraba haber estudiado
en profundidad, aunque hace un uso muy libre de ellos.
Es cierto que la tradición cabalística tenía muchos componentes
capaces de atraer a Dick, precisamente aquellos que tomó
del gnosticismo y del neoplatonismo: un Dios infinito
e insondable (Ein-sof); sus manifestaciones intramundanas
(shejiná), ocultas tras los velos (klipot)
de la apariencia; la idea de que el propio Dios necesita
del consuelo del hombre, porque está alienado en el mundo,
y la esperanza mesiánica [25]
.
Pese al sincretismo de elementos herméticos
y gnósticos, la Cábala nunca renegó de su esencia judía,
monoteísta; quizás con la excepción del Zohar,
que admite un Mal casi autónomo. Para Dick, el dualismo
era casi una exigencia de su personalidad, de modo que
su versión de la Cábala será sui generis. En un
pasaje de la novela, cuando se afirma que es esencial
al monoteísmo atribuir a Dios también la creación del
Mal, la idea es rechazada como "brutal".
Allí donde la Cábala pone un sistema de
emanaciones que manifiestan a Dios en el mundo (las sefirot),
Dick sigue fiel al gnosticismo y postula una Caída ontológica.
En efecto, en la novela, Yah y Belial tienen el mismo
origen: la Caída primordial en la cual "la propia divinidad
sufrió una crisis y perdió contacto con parte de sí misma"
(cap. 11). Belial es "la brillante estrella de la mañana"
(cap. 6) que durante el Cisma Original cayó a la oscuridad
y al mal. Hacia el final, Belial mismo es perdonado, y
se manifiesta bajo la apariencia de una cometa de papel
desgarrada: "los fragmentos de algo que alguna vez fuera
Luz".
Por medio de Emmanuel, Yah se propone "invadir"
la Tierra y destruir a Belial. Persigue a Herb Asher (cuya
única alegría es escuchar a la cantante Linda Fox interpretando
las elegías de Dowland) hasta obligarlo a hacerse cargo
de Rybys y del hijo que tendrá. Interfiere las canciones
con chistes groseros y melodías de El violinista en
el tejado; se le aparece no en una zarza sino en un
tablero de control en llamas; lo amenaza y logra al fin
persuadirlo. En su apoyo, le envía a Elías Tate, un espíritu
inmortal que ha estado sucesivamente con Elías, Egmont,
Beethoven, Boehme y Martin Buber.
Bajo el dominio de Belial, la Tierra está
gobernada por los nuevos Herodes: una monstruosa alianza
católico-islámica-comunista, que se cree depositaria del
mensaje cristiano y espera, desde los tiempos de Valis,
una nueva invasión. Yah confunde a las computadoras, a
los aduaneros y a los médicos, y el trío logra desembarcar
en la Tierra.
Sin embargo, pronto Rybys muere en un accidente
y Herb es puesto en hibernación, donde vuelve a ser atormentado
por las melodías de South Pacific y El violinista
en el tejado.
El niño Emmanuel, nacido prematuramente,
es rescatado y criado por Elías. Pronto conoce a una misteriosa
niña llamada Zina Pallas, quien lo ayudará a recordar
quien es, en una especie de anamnesis platónica.
En torno a este encuentro, la historia se
focalizará en dos tramas paralelas: la dialéctica de manifestación
y ocultamiento de los dos personajes celestiales (Emmanuel
y Zina) y las vicisitudes de Herb Asher, el hombre común.
Los críticos han señalado además que la novela se desenvuelve
en tres planos caracterizados por su música: el infierno
(comedias musicales), el purgatorio (las elegías de Dowland)
y el Paraíso (el tañido de campanas). Pero Dick nunca
es tan claro: la misma música de opereta que en los primeros
capítulos procede de Yah, en los últimos señala la reaparición
de Belial.
El enigma que plantea la identidad de Zina
se resuelve en clave cabalística, pero en la novela sigue
imperando el confuso sincretismo de Valis. Cuando
Emmanuel sufre su "transformación hermética" (una experiencia
de omnipotencia mágica en la cual su mente se expande
hasta abarcar el universo) comienza citando la Tabla de
Esmeralda (un texto del hermetismo egipcio). Luego aparecen
Adam Kadmon y la shejiná (tomados de la Cábala),
para culminar con el Shaoshyant, un salvador zoroastriano.
En su estado original, Emmanuel no se parece
a Cristo sino a un Dios vengador, un mesías justiciero
o un Deus Irae apenas atemperado. Un perro moribundo le
pregunta por el sentido de su dolor, y Emmanuel le responde
con los mismos argumentos que Hagia Sophia le había dado
a Kevin en Valis (cap. 5). Poco antes, su compañera
Zina había hablado del mismo modo (cap. 4).
A través de una penosa dialéctica, Emmanuel
va descubriendo que Zina es "el lado tierno y compasivo
de Dios. Yo soy su aspecto terrible, el que despierta
temor y temblor" (cap. 17). A través de ella, comienza
a amar a la humanidad (cap. 10). Ambos descubrirán que
forman una syzygia, una pareja gnóstica complementaria.
La figura de Zina no llega a perder su ambigüedad,
pese a su progresiva revelación. Su color es el rosado,
que se opone al rojo de Yah. Es el color que Dick vio
en su experiencia de 1974; y Zina acepta ser llamada "Valis".
En el sueño que tiene la mujer de uno de los déspotas
terrestres se anuncia el fin del sacrificio del Pez (Cristo)
y su reemplazo por cierto alimento de color rosado. Dick
explicaría que este sueño simboliza el ingreso en la era
de Acuario: Zina sería así el Espíritu, Hagia Sophia,
que dominaría la Tercera Edad del Mundo.
Sin embargo, Zina aparece a veces con una
máscara guerrera, como Palas Atenea (cap. 4 y 8): una
máscara que Dick solía atribuir al Deus Irae. Su nombre
deja entrever que es un avatar de Diana, y ella
misma admite que es "Diana, la reina de las hadas" (cap.
10). Compara su luz con la de Emmanuel: éste sería "el
calor solar que destruye las cosechas" (cap. 12). Si Diana
representa la Luna, en un nuevo giro sincrético la pareja
se convierte en Isis y Osiris.
¿Quién es Zina? No es Hagia Sophia,
el Espíritu Santo (cap. 13), pero se hace llamar Consolador,
Defensor, Consejero y Paráclito (cap. 10), que son nombres
del Espíritu Santo. Si Zina es el Defensor, el Adversario
será Satán (cap. 10). Tampoco es Cristo, y sus campanas
"no son las de la iglesia sino las de la magia" (cap.
12). Elías desconfía permanentemente de ella, y la acusa
de ser una tejedora de ilusiones. El mismo Emmanuel la
compara con Satán, el Simio de Dios (cap. 15).
Zina lleva a Emmanuel al mundo que ha creado
introduciendo "algunos cambios" en nuestro pasado. Emmanuel,
que defiende el principio de realidad, se niega a aceptarlo:
Zina crea fantasmas, ilusiones, ensueños; sólo él puede
darle realidad a las cosas (cap. 13). Antes, había admitido
que ese era "su propio mundo, restaurado" (cap. 12).
Zina lo lleva a un lugar que le trae recuerdos
de infancia a Philip Dick: el jardín de cerezos rosados
de Washington. Belial es aquí un pequeño monstruo que
está encerrado en el zoológico municipal.
Por último, Zina se revela como Maljut,
la última de las sefirot: es "el aspecto femenino
de Dios", mientras que Emmanuel es el infinito Ein
sof (cap. 16). Ella es la Torá, la luz inagotable
que precede a la creación, y está presente en "esas chispas
divinas de que hablan los gnósticos". Pero antes, Emmanuel
había recordado que él mismo había creado a Zina para
recuperar la identidad (cap. 13). Ambos son ahora una
syzygia reconciliada, que manifiesta los dos movimientos
del cosmos: la caída y la reparación.
Envuelto en esta gigantomaquia, el mortal
Herb Asher sobrevive como puede. Rescatado de la hibernación
a que estaba sometido en el mundo de Belial, se encuentra
en el de Zina, donde está casado con Rybys y Manny (Emmanuel)
es un niño normal. Logra acercarse a Linda Fox y consigue
una cita con ella, pero Emmanuel interviene con su realismo
para arruinar el romance: vista de cerca, Linda está excedida
de peso y la unión sexual no se consuma porque está menstruando...
Tras las bambalinas, Emmanuel comenta que "el desencanto
es el sello de la autenticidad" y Zina lo felicita, irónicamente.
En un gesto de compasión, Emmanuel y Zina
liberan a Belial, y el mal vuelve al mundo. Herb, que
intenta una vez más ver a Linda, es detenido por un policía
que lleva la máscara del Deus Irae. Cuando todo parece
perdido, logra persuadirlo de que el mundo está en guerra;
"Dios está combatiendo, y pierde...". El policía lo suelta,
y le pide que rece por él. Herb sigue viaje pero descubre
que Belial lo acompaña, lleno de lujuria por Linda. Cuando
llegan a la casa, Zina es quien sale a recibirlos, y destruye
a Belial con su sola presencia. Ella y Emmanuel dialogan
en alemán (?) delante de Herb, y cuando se retiran éste
puede al fin consumar su unión con Linda. Zina se ha apiadado
de él y le ha dado un "final feliz" a su ilusión. Pero
el mensaje final es: "Ayuda a tu protectora... porque
esta es la verdadera ley de la vida: la mutua protección...".
Como Hagia Sophia y otras figuras que vendrán luego, Zina
es también un salvator salvandus.
************
The Transmigration of Timothy Archer
se presenta como una especie de anticlimax "realista"
a las dos novelas anteriores: es una evocación bastante
objetiva de la personalidad y el entorno familiar del
ex obispo Pike, aquí llamado "Timothy Archer".
Archer, que al comienzo es retratado como
un pedante hiperintelectualizado, que discurre en base
a citas eruditas, enloquece tras la muerte de su hijo,
y tras pasar por el espiritismo, acaba pereciendo en una
loca cruzada por el desierto palestino: está empeñado
en encontrar un supuesto hongo alucinógeno que explicaría
los orígenes remotos del cristianismo: una variante de
aquel "plasma" de que se hablaba en Valis, con
la diferencia de que aquí es una quimera.
Quien narra es Angel Archer, nuera del obispo;
es la primera figura protagónica femenina en la obra de
Dick. La novela comienza y termina en el día del asesinato
de John Lennon, y la desolación de Angel se suma a la
angustia colectiva: "Acaban de matar a John Lennon y yo
creo saber para qué estamos en esta Tierra: es para descubrir
que aquellos que uno más ama le son quitados, probablemente
debido a un error ocurrido allá arriba, más que por un
designio" (cap. 1).
Angel es un personaje escéptico, como "Phil"
lo era en Valis. Entonces reaparece el delirante
"Fat", aquí bajo el aspecto de Bill Lundborg, un hijo
de Kirsten, la amante del obispo. Bill es hebefrénico,
y no puede pasar el test de Vigostsky de pensamiento concreto.
Pero apenas muere Timothy Archer, súbitamente comienza
a hablar como él, y anuncia que la mente del obispo lo
habita. Edgar Barefoot, un dudoso gurú californiano al
cual acude Angel, lo confirma; según Barefoot, Bill es
un bodhisattva: lo prueba su capacidad para usar
términos latinos y griegos o citar a Dante.
Bill ha tenido una experiencia que parece
un calco de la de Valis: "Luces, colores, y luego
una presencia en mi mente. Otra personalidad mucho más
lista que yo, pensando toda clase de cosas que nunca pensé.
Sabía griego, latín, hebreo, y todo acerca de la teología"
(cap. 15). Aquí, la presencia es la del obispo Archer,
quien por medio de Bill anuncia que ha encontrado la paz:
buscaba el conocimiento, pero encontró la paz sólo en
la compasión por los demás, en la caritas.
Pero Bill acaba en un manicomio, hablando
como si fuese Cristo, buscando el misterioso hongo alucinógeno
de Archer; Angel no puede dejar de dudar. El místico loco
y el cuerdo escéptico siguen enfrentados, aunque quizás
pudieran llegar a vivir juntos.
Pero el solo hecho de haber sido The
Transmigration lo último que escribiera Dick no la
convierte en síntesis final de su pensamiento. En cierto
modo, lo que mejor refleja la situación terminal de su
evolución mental y espiritual en vísperas de la muerte,
es el epílogo de Valis, donde Phil queda perplejo
esperando nuevos signos del Mesías, en pleno delirio interpretativo:
"Mi búsqueda me retenía en casa, sentado frente al televisor
en el living. Sentado, esperando, observando, manteniéndome
despierto, como se nos había dicho que hiciéramos hace
mucho, mucho tiempo. Yo cumplía mi cometido" (Valis,
cap. 14).
Esta actitud de compulsiva espera, que se
niega a admitir el fracaso y necesita nuevas razones para
vivir, llevará a un nuevo ciclo cerrado de autismo y mesianismo:
la revelación se produjo, y todo ha quedado igual. Es
la misma insatisfacción que manifiestan los cambios de
ánimo y las contradicciones flagrantes en cada uno de
los últimos diálogos con Rickman: a diferencia de Archer,
Dick no encontró ciertamente la paz en su último año de
vida: obsesionado por el delirio interpretativo, en dos
oportunidades fue arrastrado por ilusiones mesiánicas.
El clima de sus conversaciones con Rickman, en las cuales
suelen entremezclarse la realidad y la ficción con el
sueño y el presagio, hace contrapunto con dos episodios
de su vida pública: la "Carta de Tagore" (setiembre de
1981) y la adhesión al "profeta" Benjamin Creme, cuyo
mensaje sedujo a Dick en sus dos últimos meses de vida
(enero y febrero de 1982).
El primer episodio (la "Carta de Tagore")
se inició con una de las "visiones hipnagógicas". Dick
quedó tan conmovido por uno de sus sueños que se sintió
con el deber de comunicarlo al mundo entero. En el sueño,
"supo" que el Mesías ya había nacido, y vivía en Sri Lanka
(Ceylán). Lo vio como un hombre de tez oscura, de raza
dravidiana; posiblemente fuera un paria, de religión budista
o hinduísta. Estaba cubierto apenas con un taparrabos
de algodón. Sus piernas estaban horriblemente quemadas
y llagadas; no podía caminar, y tenía que ser transportado
de un lado a otro. Uno de sus nombres era Tagore; el otro,
era tan largo y complejo que Dick no pudo retenerlo. Por
lo demás, su figura se parecía a la de Gandhi.
Impresionado por esta visión, Dick escribió
una especie de manifiesto mesiánico que envió a Ted Meskys,
el editor del fanzine Niekas. No conforme con esto,
copió todas las direcciones que tenía a mano y el 23 de
setiembre de 1981 despachó un total de ochenta y cuatro
copias a otras tantas personas: algunas ni siquiera eran
conocidas, sino apenas lectores que le habían escrito
para elogiar o criticar alguno de sus libros. Días más
tarde, otra visión le hizo saber que sólo dos de sus destinatarios
entenderían el mensaje, pero sin especificar sus nombres:
Rickman, aseguró Dick, no era uno de ellos.
Pese a la gravedad del contenido ‑un
llamado a detener la contaminación del planeta‑
la carta tenía el sello del humor y la ironía dickianas.
Dick comenzaba recordando la existencia de su "alter ego"
llamado Horselover Fat y la postración en que éste había
quedado luego de los acontecimientos relatados en Valis.
"¡Pobre Fat! ‑continuaba‑ su locura es ya
definitiva, porque supone que esta vez logró realmente
ver al nuevo Salvador". Dick aseguraba haber discutido
mucho con Fat acerca de la conveniencia de dar a conocer
su visión. Fat se había negado, aduciendo que los lectores
terminarían creyendo que el loco era Phil Dick, pero la
importancia del mensaje era tal que decidieron correr
el riesgo. La carta finalizaba con otra observación irónica:
"Me hubiera gustado compartir la visión de Fat, pero tengo
cosas más importantes que hacer; mirar televisión y jugar
con los juegos electrónicos de mi computadora. Esas son
todas las buenas cosas con las cuales desperdiciamos nuestras
vidas, mientras la ecosfera herida, sufriente y en peligro
mortal, grita pidiéndonos ayuda."
En efecto, Tagore era un mesías ecológico.
Aparentemente, según los detalles de la visión que Dick
le aportaba a Rickman, era investigador veterinario en
un instituto agronómico; trabajaba rodeado de sofisticado
instrumental. Toda la visión se parecía sospechosamente
al bosquejo de una novela, de la cual Dick visualizaba
las escenas salientes. Tagore amaba a los animales, y
estaba a punto de hacer un descubrimiento de capital importancia
para salvar al mundo de la contaminación, pero había oscuros
intereses que tramaban apoderarse de su trabajo para transformarlo
en un gran negocio. Tagore sufría, porque había decidido
asumir sobre su cuerpo la carga de los pecados ecológicos
de la humanidad. Con cada carga de desechos radioactivos
que las grandes potencias arrojaban al mar, las piernas
de Tagore sufrían y se cubrían de llagas. Más que un mesías,
Tagore era un salvator salvandus eternamente crucificado,
y se parecía demasiado a Wilbur Mercer para ser genuino.
El propio Dick no tuvo reparos en ofrecer
explicaciones reduccionistas de su visión: reconocía que
quizás se hubiera inspirado en el suicidio de los bonzos
budistas que se inmolaban rociándose con nafta durante
la guerra de Vietnam
[26] . En otro momento, le parecía evidente que la imagen de Tagore
había surgido de su propio inconsciente: admitía que las
piernas quemadas y el taparrabos (que bien pudiera haber
sido un pañal) eran una visión de su hermana gemela Jane,
quien muriera de desnutrición y con las piernas quemadas...
[27]
Dick también contaba cómo una amiga, alarmada
por la carta, le recomendó visitar a una mujer reconocida
por sus poderes de "curación psíquica". Como lo hubiera
hecho hasta el más torpe de los psicoanalistas, ésta le
hizo ver que Tagore era él mismo, y le anunció que estaba
muy enfermo, físicamente enfermo
[28] . Hoy sabemos que sólo le quedaban cuatro meses de vida...
El núcleo del mensaje contenido en la "carta
de Tagore" era el siguiente: ya no se trata de esperar
a un Salvador que redima al hombre; ahora lo que está
en peligro y clamando por la redención es la ecosfera,
el manto de vida que recubre el planeta. En un largo excurso
teológico, Dick identifica a Tagore con Cristo, comparando
el agua que mana de su costado (que simbólicamente representa
la fuente bautismal) con las llagas de las piernas de
Tagore, cuyo dolor es redentor [29] . Nuevamente, nos encontramos con un Cristo agonizante y sin
esperanza, la Cruz sin la Resurrección; este no es el
Cristo de los Evangelios sino el salvator salvandus
de la gnosis.
Por medio de "la transubstanciación" ‑‑dice
Dick‑‑, Cristo ha ido invadiendo el mundo
y penetra en todas las formas de vida: "este Cristo es
el que ahora se halla no sólo para salvar a la humanidad
o a ciertos hombres, los elegidos, sino para la salvación
de la ecosfera como un todo, desde el caracol hasta el
hombre" [30] .
Dick menciona aquí a Teilhard de Chardin,
quien sostuvo una cosmovisión muy similar. Recordemos
algunos textos de Le Milieu Divin en los cuales
la transubstanciación eucarística se proyecta en una visión
cósmica: "A cada instante, el Cristo Eucarístico controla,
desde el punto de vista de la organización del Pleroma
(el único verdadero punto de vista para comprender el
Mundo) todo el movimiento del Universo (...) Al asimilar
nuestra humanidad el Mundo material, y al asimilar la
Hostia nuestra humanidad, la Transformación eucarística
desborda y completa la Transubstanciación del pan en el
altar." [31] .
Pese a las semejanzas de lenguaje, el Pleroma
teilhardiano es un estado terminal, la culminación de
la evolución y la santificación de la materia. En la visión
gnóstica (y dickiana), el Pleroma es originario, y su
penetración en un mundo material que le es ajeno es apenas
una "invasión divina".
Aquí comienza a consumarse la transición
de la mística al mesianismo. Dick se reconoce enfermo:
por momentos parecería identificarse él mismo con el mesías
sufriente. "Siempre está enfermo, pero nunca muere", le
había dicho el oráculo del I Ching, según narra al comienzo
de Valis. En la visión de Tagore parecen confluir,
como si se tratara de apuntes o escenas para una novela
jamás escrita, sus traumas infantiles, las ideas ecológicas
que estaban en boga en esos años, todos los redentores
fallidos de su ficciones. También empieza a recuperar
la pasión por la justicia y el amor por los pobres que
habían sido los temas de su etapa política. Como si presintiera
la muerte cercana, Dick está recapitulando su vida.
Pocos días después de enviar la circular,
Dick hizo otro gesto simbólico: donó mil dólares a la
Karen Silkwood Foundation, una organización antinuclear,
al enterarse de que la visión de Tagore se había producido
la misma noche que se estaba realizando un masivo acto
de protesta contra los reactores nucleares.
Pero el mesías Tagore estaba destinado a
tener una carrera muy corta. Un día de enero de 1991,
cuando Dick estaba oyendo música por una radio local de
FM, una entrevista lo sorprendió. Quien hablaba era el
profeta de uno de esos cultos sincréticos (o comerciales)
que proponen pintorescas síntesis de orientalismo, esoterismo,
UFOs, astrología y dietética. Seguramente no era el primero
que escuchaba, pero su actitud espiritual de entonces
lo predisponía a creerle. Quizás lo sedujeran algunas
sorprendentes coincidencias con sus propios delirios:
en The Divine Invasion, la novela que acababa de
escribir, Elías y Sophia hablan al mundo desde una emisora
de FM...
El profeta era Benjamin
Creme, un ilustrador inglés que afirmaba haber
recibido mensajes del más allá, y ya contaba con un gran
número de seguidores. Creme decía estar en contacto con
"Maitreya, el Cristo, Jefe de nuestra Jerarquía Planetaria".
"Maitreya" era el nombre que una tradición hindú atribuye
al Buda futuro, pero el sincretismo de Creme era capaz
de aglutinar en una sola fórmula las más variadas religiones
y cultos. En la entrevista que escuchó Dick, Creme explicaba
que había comenzado a reunir a sus discípulos en 1974.
Desde su cuartel general, el Tara Center de Hollywood,
estaba organizando lo que sería la presentación pública
del nuevo mesías: hacia mayo o junio de 1982, habría multitudes
de personas que recibirían mensajes de Maitreya,
y su rostro aparecería en las pantallas de televisión.
La doctrina de Creme era un reciclaje de viejos temas
esotéricos: anunciaba que este "Cristo" que ahora se presentaba
como Maitreya era la misma entidad que durante tres años
había protegido al hombre Jesús, su discípulo, para abandonarlo
más tarde en la cruz.
El año en que Creme decía haber recibido
los primeros mensajes de Maitreya (1974) era el mismo
de la "experiencia de Valis". La idea de que el Mesías
aparecería por televisión parecía dar razón a la espera
de Horselover Fat y la especulación en torno del King
Felix. Estas coincidencias fueron como una revelación
para Dick, predispuesto desde un tiempo a ver presagios
en todo. Cuanto decía Creme parecía ajustarse perfectamente
a su delirio privado. Ya no se trataba de Hagia Sophia,
King Felix o Tagore; el nuevo nombre del mesías era Maitreya.
Además, el contenido del mensaje ya estaba
casi textualmente en Valis. Un texto de la Exégesis
incluido en la novela (Tractate # 12) proclamaba
que Dionisio, Elías y Jesús eran una misma persona. Uno
no puede dejar de sospechar que quizás Creme había leído
Valis y eclécticamente había incluido algunos de sus
temas en el mensaje. Pero, desde el punto de vista de
Dick, era algo así como que todas sus fantasías de los
últimos ocho años se materializaran de repente ante él.
De allí a decir que Maitreya ya le había
sido anunciado por el I Ching, y llegar por fin
a escuchar la voz de Maitreya, había un solo paso. Maitreya
tenía la misma voz impersonal que Valis, la misma que
Dick había escuchado otras veces a lo largo de toda su
vida. Maitreya se le manifestó como la esencia de Apolo,
la "Apoleidad" (Head Apollo); había vivido dos
mil setecientos años, en los cuales había sido Gautama,
Cristo, Dionisio y Elías. Siendo Elías, se había apoderado
del hombre Jesús durante tres años (entre el bautismo
y la crucifixión), había estado en él. Esa era la causa
de la exclamación "Eloi, Eloi, lama sabachtaní" (Marcos
15, 34-36).
La expresión significa "Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?" y el evangelista la transcribe
en arameo para explicar como muchos creyeron que Jesús
estaba evocando a Elías. En otros textos, Jesús dice que
Elías (centro de tantas leyendas populares) ya había vuelto,
y todos entienden que está aludiendo a Juan el Bautista
(Mt. 17, 10 ss; Mc 9, 10 ss; Lc 1, 17).
Pero para Creme (y también para Dick) Elías
era quien había abandonado a Jesús. Dick añadía por su
cuenta, que Elías era la décima encarnación de Krishna.
Era casi inevitable que unos pocos días después Dick afirmara
que había hablado con Krishna
[32] .
El 17 de febrero de 1981, su último día
de vida activa (el 18 sufriría su primer ataque cardíaco
y quedaría semiinconsciente) Dick desplegó ante Rickman
una verdadera batería de delirios que se desplazaban y
negaban mutuamente; el deterioro ya era apreciable.
Dick confesó que él también, como Cristo,
había sido protegido por Elías. Por primera vez le había
llamado la atención sobre Elías un programa bíblico de
la radio, cuando estaba en la escuela media. Ahora ya
estaba seguro de que quien había hablado durante el examen
había sido Elías. También sabía que quien había descendido
sobre los apóstoles en Pentecontés era Elías y no Cristo.
Ya en 1974, bajo la influencia del pentothal, había recordado
que en una vida anterior había sido Elías. "Eloi, Eloi,
lama sabachtaní" era la frase que creía haber oído pronunciar
a su hijo Christopher, cuando se dio cuenta de que sufría
de hernia inguinal. Pero inesperadamente, el espíritu
de Elías lo había abandonado en 1976, y esa había sido
la causa de su segundo intento de suicidio.
La voz de Valis, ¿era pues la de Elías?
¿La voz de Maitreya, también pertenecía a Elías? No ‑dice
Dick en otra vuelta de tuerca‑, quien hablaba ahora
no era Maitreya, sino el mismo Yahveh
[33] .
En cuanto a sus contenidos, el mensaje de
Maitreya es el mismo que anunciaba Hagia Sophia en Valis:
"no tendremos otros dioses que el Hombre". Maitreya "no
es un dios, es un hombre". Viene de la India y actualmente
reside en Bélgica. Con él se inicia la definitiva "separación
de lo espiritual y de lo religioso". Dick asegura que
ahora puede hablar de justicia social, pero no tiene nada
que decir acerca de la vida después de la muerte [34] .
Cuando el escéptico Rickman le recuerda
que todo esto ya había sido dicho en Valis y otras
novelas, Dick asiente, y remata una disgresión sobre los
guías espirituales ocultos de la humanidad con un chiste
referido a su gato que lo ridiculiza todo
[35] . Al sugerirle Rickman que quizás esté siendo víctima de un
"complejo mesiánico", Dick lo admite, pero con la condición
de que se admita que el suyo es un compromiso con la justicia [36] .
La identificación con Elías resulta explicable,
si consideramos la recapitulación de todas sus obsesiones
que estaba haciendo Dick. Elías es un profeta beligerante,
que enfrenta a los poderosos y resucita a un muerto, pero
es cruel y justiciero con los adoradores de Baal: es un
líder mesiánico a la medida de Dick.
Dick aborrecía del nazismo, al cual consideraba
una fuerza entrópica. Su novela The World Jones Made
describía una carrera similar a la de Hitler: la de Floyd
J. Jones, quien comienza siendo vidente de feria, luego
se hace pastor fundamentalista y por último líder carismático,
hasta llevar a la Tierra a la ruina. Sin embargo, nuestro
autor sentía una confesada admiración por los líderes
carismáticos, así fuesen fascistas como Mussolini: precisamente
éste era el modelo que había usado para sus personajes
Gino Molinari, Benny Cemoli y Thors Provoni.
Su fe en los líderes carismáticos hizo que
al enterarse de que habían matado a Anwar El Sadat sufriera
una crisis: convencido de que realizaba "un acto religioso"
se cortó la mano con una lata de Orange Crush; creía sentirse
obligado a mezclar su sangre con la del justo que había
perecido injustamente
[37] . Cuando Rickman le recordó que probablemente Sadat había sido
asesinado por orden de Khadafi, en una de sus típicas
contradicciones Dick aseguró que también admiraba
a Khadafi. Sus "razones" fueron: "porque parece un bailarín
de música disco"; "porque está loco"; "porque aun
siendo loco y depravado, todavía es un ser humano identificable".
Afortunadamente, admitía que personas como Khadafi no
debían llegar a gobernar [38] .
Por análogas razones, admiraba a Fidel Castro
y al Che Guevara. En una entrevista de 1976 [39] se declaró admirador de Mao; a Rickman, le habló con entusiasmo
de la Revolución Cultural china y de una colosal estatua
de barro que habían erigido los guardias rojos [40] .
El líder mesiánico-político con que soñaba
Dick en sus últimos días debía rescatar los ideales de
los republicanos españoles durante la guerra civil: "casi
marxistas, pero profundamente religiosos. Una fusión entre
lo mejor que tiene el catolicismo y lo mejor del marxismo"
[41] .
Maitreya debía lograr la fusión del cristianismo
con un sistema político secular, que fuera la "síntesis
del marxismo y de la Torá"
[42] . Sus metas eran la justicia social, el humanitarismo, la asistencia
al Tercer Mundo y la necesidad de obtener el suministro
de agua pura para todo el planeta
[43] . Proponía compartir los bienes de la civilización industrial
con los pueblos de la periferia, haciendo realidad la
filantropía, el ideal de Filón de Alejandría, y la preocupación
por los pobres, que es el aporte del Nuevo Testamento [44] .
Cuando Maitreya inicie se obra, tomará "medidas
revolucionarias", consistentes en destruir todas las instituciones
existentes
[45] .
Bajo su reinado, desaparecerán la pornografía
y las películas de terror: especialmente las de Roger
Corman. También eliminará las malas películas de ciencia
ficción, como Alien, pero rescatará las buenas,
como Blade Runner; ambas habían sido dirigidas
por Ridley Scott, pero la segunda se basaba en una novela
de Dick.
Además, la llegada de Maitreya se integra
en un esquema gnóstico y esenio: la milenaria guerra entre
los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas.
La guerra de 1914-1918 fue una de las siete batallas del
Armagedón; en cuanto a la de 1939-1945, Dick dice poseer
"pruebas" de la presencia de Maitreya en Stalingrado:
son fotos de rusos sonrientes a pesar de las penurias
del sitio alemán.
En uno de los último pasajes de la entrevista,
Dick vuelve a vincular la experiencia de 1974 con la llegada
de Maitreya en 1977, según Benjamin Creme. Afirma que
él mismo había deslizado algunas profecías, inconscientemente,
en su novela Flow my Tears... Esas profecías sólo
fueron comprendidas por unos pocos, pero "hubo inmediata
respuesta"; el diálogo, y con él el libro, concluye
con estas palabras.
Poco antes, Dick había amenazado, en un
ataque de omnipotencia paranoide, que si Maitreya efectivamente
no se manifestaba en mayo de 1982, como estaba anunciado,
"entonces yo personalmente derrocaré al gobierno
norteamericano y al ruso: esto puedes ponerlo por escrito" [46] .
En un carrousel final de dioses, salvadores
y líderes, Dick se encuentra con que había puesto todas
sus espectativas en un hecho preciso e improbable: la
llegada de Maitreya. Su esperanza tenía fecha fija. Ya
no le quedaba otra salida para ese movimiento espiral
envolvente con que se había encerrado en el idios kosmos
desde 1974. Había quemado sus naves; presentía que no
habría inmediata respuesta y antes que aceptar otro fracaso,
no le quedaba otra salida que morir. La muerte no es una
tragedia ‑le había dicho a Rickman‑, sólo
la muerte prematura lo es. Pero -añadía- no existe algo
así como una muerte oportuna.
Al día siguiente, Dick sufrió su primer
ataque cardíaco, y cayó en un estado semiconsciente por
16 días, durante los cuales sólo alcanzaba a estrechar
la mano de los amigos que iban a visitarlo e intercambiar
una sonrisa. Después de atravesar esos días en estado
de "semivida", como un personaje de Ubik, el 2
de marzo de 1982 se lo dio por muerto, al no registrar
actividad cerebral.
Era una fecha singular: pocos habrán reparado
en que ese día se cumplían exactamente ocho años de
la experiencia de Valis.
ENLACE EXTERNO
Dick Sólo
para Adicktos. Se pueden descargar sus principales
obras.
Gregg Rickman. Philip K. Dick. In His Own Words (citado "PKD
IHOW"). Prólogo de Roger Zelazny. Fragments West,
The Valentine Press, Long Beach 1984.
Gregg Rickman. Philip K. Dick. The Last Testament (citado
"PKD LT"). Fragments West, The Valentine
Press, Long Beach 1985
Paul Williams. Only Apparently Real: The World of Philip K. Dick
(citado "Williams") Arbor House, New
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Carlo Pagetti-Gianfranco Viviani, eds. (Actas
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Pagetti, Jonathan Benison, Piergiorgio Nicolazzini, Salvatore
Proietti, Bruno Vaccari, Giuseppe Panella, Claudio Asciuti,
Domenico Gallo, Gabriela Frasca, Oriana Palusci, Antonio
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Primera Publicación:
Capanna, Pablo; Idios Kosmos, Claves para Philip K. Dick,
Ensayo. Ediciones Axxón. Buenos Aires, marzo de 1991.
Edición en soporte informático, la primera en idioma español.
Capanna, Pablo; Philip K. Dick, Idios kosmos. (Reedición
de Idios Kosmos, Claves para Philip K. Dick.) Ensayo.
Editorial Almagesto, Colección Perfiles, Nro. 24. Buenos
Aires, mayo de 1995. 146 páginas.
Dios!
le agradece vivamente al amigo Pablo
Capanna su gentil permiso para publicar
este texto.
Queda expresamente prohibida su reproducción sin
autorización escrita del autor.