[TANATOLOGÍA]
DEL OTRO LADO DEL TUNEL
  Por Alejandro Agostinelli
  La muerte es un precipicio oscuro. Y algunos se asomaron a la cornisa. El intento más audaz por explorar qué hay -si es que hay algo- del otro lado, todavía no se presentó en la realidad sino en la ficción: en la película Línea mortal, los primeros tanatonautas (del griego tánatos, viajeros hacia la muerte) se provocaban paros cardíacos controlados, permanecían varios minutos en coma buceando las fronteras del más allá y eran resucitados, bordeando el filo de la guadaña.
Esa increíble conjetura científico/espiritual -que conoció versiones más taquilleras en sus vertientes románticas con Ghost o El cielo se equivocó- era la respuesta de Hollywood a una mitología encarnada en el mundo real: el misterioso testimonio de aquellas personas que aseguran haber experimentado vivencias extraordinarias en el umbral de la muerte.

La muerte es un precipicio oscuro. Y algunos se asomaron a la cornisa. El intento más audaz por explorar qué hay -si es que hay algo- del otro lado, todavía no se presentó en la realidad sino en la ficción: en la película Línea mortal, los primeros tanatonautas (del griego tánatos, viajeros hacia la muerte) se provocaban paros cardíacos controlados, permanecían varios minutos en coma buceando las fronteras del más allá y eran resucitados, bordeando el filo de la guadaña.


Esa increíble conjetura científico/espiritual -que conoció versiones más taquilleras en sus vertientes románticas con Ghost o El cielo se equivocó- era la respuesta de Hollywood a una mitología encarnada en el mundo real: el misterioso testimonio de aquellas personas que aseguran haber experimentado vivencias extraordinarias en el umbral de la muerte.
Hay malpensados que despachan rápidamente estas historias acusando a sus protagonistas de fantasiosos o de religiosos más o menos exaltados. Para otros, estos relatos compensan con una pátina de verosimilitud creencias religiosas en baja, o son son parte de una movida cultural impuesta por fabricantes de best-sellers. Pero los contradictores sólo se basan en el aspecto visible del fenómeno.

Pocos saben que, en los últimos quince años, las llamadas Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) obtuvieron carta de ciudadanía dentro de la comunidad científica. Hoy el tema se discute en publicaciones como la Annual Review of Neuroscience, Scientific American y hasta en un medio propio, el Journal of Near-Death Studies, donde médicos, psicólogos y neurofisiólogos exponen estudios de distinta complejidad sobre los extraños acontecimientos mentales que suceden en el cerebro moribundo.
La primera recopilación de visiones en el lecho de muerte provino de un heterodoxo, el metapsiquista Sir William Barret, quien le dedicó un librito al tema en 1926. La controversia se mantuvo en suspenso durante 50 años. Y cuando volvió, fue millones de ejemplares vendidos. El libro se tituló "Vida después de la vida" (1975). Y su autor fue otro heterodoxo, el médico norteamericano Raymond Moody.
En ese best-seller Moody incluía el repertorio de supuestas experiencias post-mortem que encontró en La Biblia, el Libro Tibetano de los Muertos, y en escritos de Platón y del místico occidental Emanuel Swedenborg, a los que comparaba con las actuales ECM para denotar la extensión histórica y cultural del fenómeno.
Y el impactante relato de decenas de resucitados que aseguraban haber vuelto de la muerte para contar el cuento.

EL TUNEL ESOTÉRICO
El rigor científico del libro de Moody fue seriamente cuestionado. Pero si se prescindía del sesgo del autor, del material en crudo surgía que allí había algo más revelador que el sueño y algo más interesante que una alucinación.
En un retrato tipo de ECM, la persona oye que se la declara muerta. Luego escucha un zumbido chillón o un campanilleo y un túnel largo y oscuro. A continuación ve su propio cuerpo físico recostado y el intento de los médicos por resucitarlo. Ya acostumbrado a su nueva condición, aparecen otros, entre ellos familiares y amigos, y un ser luminoso, amoroso y cordial, que le presenta una panorámica de los sucesos más importantes de su vida y le ayuda a evaluarlos. Después se aproxima a una frontera, que parece representar un límite entre la vida terrena y la otra. Pese a que experimenta intensos sentimientos de alegría, paz y amor, sabe que el momento de la muerte todavía no ha llegado y debe regresar. Luego trata de hablar con otros. Nadie lo entiende y deja de intentarlo: como ocurre frecuentemente tras muchos eventos extraordinarios, que el protagonista considera sobrenaturales por su originalidad y por su carácter inefable, no encuentra palabras humanas para describir lo que ha sucedido. La vivencia, al fin, afecta profundamente sus concepciones sobre la vida y la muerte.
La reacción inmediata ante el hallazgo fue de incredulidad. Pero en 1980, el psicólogo Kenneth Ring encuestó a 102 personas que habían estado próximas a morir y descubrió que Moody tenía razón: casi el 50 por ciento había tenido lo que llamó una experiencia esencial. La subdividió en cinco etapas: sensación de paz, separación del cuerpo, ingreso en la oscuridad o túnel, visión de la luz, e ingreso en la luz.
Ahora bien, ¿estas experiencias sólo la han vivido personas que se arrimaron lo suficiente a la muerte? La respuesta es NO. Los investigadores descubrieron que también sucedían en situaciones ordinarias, como en personas muy cansadas o con jaquecas fuertes, al quedarse dormidas o en estados profundos de relajación, y también entre consumidores de ciertas drogas, como el LSD, la psilocibina o la mescalina. Ring confirmó que las visiones eran completamente realistas y que producían cambios profundos y positivos de personalidad. Ninguno de ellos le decía: “He estado alucinando” o “Imaginé que fuí al cielo”. El sentimiento que prevalecía era exactamente el opuesto: “Estuve realmente ahí arriba mirando hacia abajo” o “Ví a mi abuelita en el cielo”.

EL TÚNEL COMPUTADO
Hace tiempo se sabe que la restricción del riego sanguíneo -y por ende el aporte de oxígeno al cerebro- es capaz de causar alucinaciones. Pero esto no alcanza para explicar el complejo guión dramático, la estructura narrativa ni las vívidas experiencias sensoriales producidas en las ECM.
La hipótesis psiconeurofisiológica más aceptada fue propuesta por la doctora Susan Blackmore, de la Universidad de Bristol, Inglaterra. La psicóloga se inspiró en los trabajos de Jack Cowan, un neurobiólogo que explicó el túnel por un efecto de desinhibición de la actividad del cerebro: las fajas de neuronas activas en la corteza aparecerían como anillos concéntricos, túneles o espirales en el campo visual.
Blackmore advirtió que esa hipótesis no rendía cuenta de la luz al final del túnel. Para salir de dudas, diseñó un programa de computación que simula el funcionamiento del cerebro en una situación de desinhibición, e intentó ver qué ocurría si un ruido eléctrico comenzaba a crecer gradualmente en la corteza cerebral. El resultado fue sorprendente: “El programa de la computadora -escribe- comienza con puntos de luz finamente diseminados, con más puntos en el medio y muy pocos en los bordes. El número de puntos aumenta de a poco, imitando el ruido creciente. El centro comienza a verse como una burbuja blanca y los bordes externos incorporan más y más puntos. Y así se expande, hasta que, por fin, la pantalla se llena de luz. La apariencia es exactamente como la de un túnel oscuro con pequeños puntos de luz, con una luz blanca al final. Luego la luz se hace mayor (o más próxima) hasta cubrir toda la pantalla”.
En resumidas cuentas, la experiencia sería una ilusión perceptiva debida a la excitación al azar de grupos de neuronas de la corteza cerebral. Así, el protagonista vivirá la ilusión de volar a través de un túnel oscuro, hacia una salida iluminada. Y el trasfondo religioso del sujeto determinaría la interpretación final.
Pero, ¿por qué la sensación de bienestar? Así lo explica el biofísico mendocino
Fernando Saraví: “Esa sensación se puede relacionar con opiáceos naturales que libera el cerebro, como las endorfinas y la serotonina”.
Las experiencias extracorpóreas (o proyecciones astrales, en el argot esotérico) se vincularía con el reemplazo del ambiente real por imágenes almacenadas en la memoria. “Los modelos de memoria -escribe Blackmore- a menudo se construyen con una perspectiva aérea. La vivencia parece real porque es el mejor modelo que el sistema tiene en ese momento”. El doctor Saraví está de acuerdo: “En condiciones anormales, estas percepciones son lo más parecido a la realidad que dispone el paciente”.
A Blackmore no le sorprende que el resultado sea transformador: “La experiencia permite a la gente echar un vistazo dentro de la naturaleza de sus propias mentes, algo difícil de obtener de otra manera. Las drogas pueden inducirlo temporariamente, las experiencias místicas pueden hacerlo en personas excepcionales, como así largos años de práctica de meditación. Pero la ECM puede golpear repentinamente a cualquiera y mostrarle lo que nunca supo antes: que su cuerpo es algo insignificante. Y ésta puede ser una experiencia iluminadora”.
Saraví es pastor evangélico. Pero desmitifica las supuestas implicaciones religiosas de las ECM porque, como además es científico, se cuida en separar evidencia experimental de la fe. Y escritores de imaginación prolífica, como Isaac Asimov, tampoco ceden a la tentación de probar con argumentos científicos avales dudosos de experiencias que son, ante todo, de naturaleza espiritual.
Por fin, la psicóloga reflexiona: “¿Las ECM ocurren dentro o fuera del cuerpo? Yo diría que ni dentro ni fuera, pues tanto las experiencias como el ‘yo’ carecen de localización. Es la muerte lo que disuelve la ilusión de que somos una identidad sólida dentro de un cuerpo”.

ILUSTRACIÓN: Andrés Martínez Ricci

Bibliografía consultada
Blackmore, S. “Las experiencias cercanas a la muerte: ¿dentro o fuera del cuerpo?”. En El ojo escéptico Vol 1, Nro. 4. Ed. Cairp, Buenos Aires, abril 1992.
Blackmore, S. “Visioni da un cervello morente”. En Scienza & Paranormale, Año IV, Nro. 1. Ed. Cicap. Pavia, abril 1992.
Moody, R." Vida después de la vida". Ed. Edaf, Madrid, 1981.
Ring, K. "Life at Death". Ed. Coward, Mc Cann & Geoghegan. New York, 1980.
Saraví, F. En "Parapsicología, ¿un engaño del siglo XX?" Cap. VIII Sondeando el más allá. Ed Clie, Barcelona, 1993.


Primera publicación: Sección “En Trance”, diario La Prensa, Buenos Aires, 17 de abril de 1995. Título original: “Contactos con el más allá”. © Alejandro Agostinelli. Todos los derechos reservados.

NOTAS RELACIONADAS
Más allá del umbral
El fin de la ilusión

Túnel, callejón y despúes
Los escépticos también lo ven
Juego de espejos
La muerte según Asimov
Moody: ¿Sólo para complacientes?

BIOGRAFÍAS RELACIONADAS
Susan Blackmore
Raymond Moody
Kenneth Ring
Fernando Saraví

 
www.dios.com.ar - Todos los derechos reservados. ©2002 - Alejandro Agostinelli

 

NOTAS RELACIONADAS
<< HOME