chivos expiatorios- a la larga acaban envueltas
en las brumas del olvido.
Porque las, por llamarlas de algún modo, pesadillas de
diseño no son conjeturas conspirativas sino hechos históricos
refrendados con documentos oficiales. Existió, por ejemplo,
Pearl Harbor
, el ataque en el cual miles de marinos norteamericanos murieron
bajo las bombas de la aviación japonesa con la venia del
presidente Franklin D. Roosevelt,
quien la consintió para justificar la respuesta final contra
Japón. O el
telegrama del Emperador Hirohito , que el presidente Harry
S. Truman adujo desconocer, justificando las bombas sobre
Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945.
A partir de esto -nos, ciudadanos nacidos fuera de los Estados
Unidos- también tenemos derecho a preguntarnos si el 11S
era considerado “un mal necesario”, es decir, una “catástrofe
conveniente” para los dueños del tablero de ajedrez global
.
¿LOS MARCIANOS HABLAN INGLÉS?
El 13 de septiembre del 2001 -apenas dos días después
de los atentados-, el periodista Guillermo
Almeyra escribió un artículo titulado “¿Los
marcianos hablan inglés?”.
“¿A quién beneficia esto?”, se preguntó.
“El terror, la sensación de vulnerabilidad, la idea de
ser blanco potencial en cualquier momento del día, refuerzan
la exigencia de orden y el nacionalismo agresivo. O sea, sirven
a la derecha conservadora y belicista de los Estados Unidos”.
En su columna para el diario mexicano “La Jornada”, Almeyra aventuró:
“No (hay que) descartar la complicidad, directa o por omisión,
del gobierno estadounidense en ese terrorismo espectacular que
le viene como anillo al dedo a Bush para hacer olvidar la ilegitimidad
de su elección, para dar dinero al Pentágono para
reanimar la economía, para destruir los espacios democráticos
en los Estados Unidos y someter al mundo a la hegemonía
de Washington poniéndolo ante la guerra como un hecho consumado”.
Calificar a Almeyra de visionario tal vez sea excesivo. Pero,
a juzgar por los informes que se comenzaron a filtrar desde junio
pasado, algunos podrán pensar, con justa razón,
que se quedó corto: A propósito de los atentados,
EE.UU. lanzó se sirvió de su “guerra patriótica
contra el terrorismo” para sembrar Afganistán de miles
de cadáveres de inocentes, permitió que Israel tuviera
las manos libres para aplastar a Palestina, extender la amenaza
represiva contra todos aquellos países “sospechosos” (Siria,
Libia, Irak, Corea del Norte, Irán y hasta el moribundo
régimen talibán) y justificar la creación
de un todopoderoso megaministerio antiterrorista, oxigenando de
paso a la industria armamentista.
OCHO MESES DESPUES...
No habían pasado 24 horas del catastrófico 11S cuando
Ari Fleischer, portavoz de la Casa Blanca, negó en redondo
que George W. Bush hubiese recibido advertencias respecto de inminentes
actos terroristas. Ocho meses después, el mismo vocero
debió admitir que hubo advertencias bajo la forma de un
informe de la CIA caratulado “Top Secret” donde señalaba
la clara intención de Osama bin Laden de ordenar atentados
en los EE.UU. mediante aviones. Fleischer reconoció
que Bush accedió al documento -titulado “Bin
Laden, determinado a golpear en EE.UU”- un mes antes de
los atentados. Condoleezza Rice, Consejera para la Seguridad Nacional,
añadió que el informe describía amenazas
dirigidas hacia objetivos norteamericanos en el exterior. Estas
declaraciones fueron desvirtuadas por el Washington Post,
según el cual la CIA había indicado que tales peligros
tendrían lugar dentro del territorio norteamericano. Fleischer,
sin embargo, insiste en que la Casa Blanca ignoraba qué
pretendía Al-Qaeda con los aviones que planeaba secuestrar...
La revelación disparó una oleada de críticas.
De la preocupación -ante la constatación de graves
negligencias a cuenta de costosísmas e inoperantes agencias
de seguridad estadounideses- se pasó a un estado de alarma
generalizado.
Sobran motivos, a saber:
- Un memorándum dirigido al FBI por un agente
de Phoenix (Arizona) advirtió que un número inusual
de árabes se habían matriculado en varias escuelas
de aviación, lanzando la hipótesis según
la cual Bin Laden podría estar usándolas como centros
de entrenamiento de terroristas. El memo también sugería
un chequeo urgente de todos los estudiantes de los institutos
de aviación procedentes del Medio Oriente.
- Este documento nunca llegó a los investigadores
del FBI de Minnesota, quienes habían ubicado a Zacarías
Moussaoui, un estudiante de vuelo franco-marroquí, sospechoso
de formar parte de Al-Qaeda.
- En agosto, la CIA había alertado al FBI
que dos hombres vinculados a Al-Qaeda se encontraban en territorio
estadounidense. La información no fue investigada y Khalid
Al-Midharn y Nawaq Alhazmzi se quedaron en San Diego hasta el
11 de septiembre, cuando participaron en el ataque contra el Pentágono.
- Un informe preparado en 1999 por el National
Intelligence Council, afiliado a la CIA, advertía que terroristas
asociados a Bin Laden podrían piratear aeronaves siguiendo
un escenario casi idéntico al del 11S: “Comandos suicidas
pertenecientes al Batallón del Martirio de Al-Qaeda podrían
lanzar aviones llenos de explosivos (C-4 y Semtex) contra el Pentágono,
el cuartel general de la CIA o la Casa Blanca”, advertía
el documento titulado “Sociología y Sicología del
Terrorismo: ¿quién se vuelve terrorista y porqué?”.
Incluía un plano de agentes de Al-Qaeda, elaborado en 1995
y descubierto en Manila en la computadora personal de Ramzi
Youssef, un terrorista condenado en los EE.UU. por el atentado
de 1993 al World Trade Center.
- El informe según el cual Bin Laden secuestraría
aviones estuvo en manos de Bush el 6 de agosto de 2001, es decir,
un mes antes del ataque.
El vicepresidente de los EE.UU, Dick Cheney, y
el secretario de defensa, Donald Rumsfeld, argumentaron: “No existen
precedentes de que un avión podría ser secuestrado
para atacar objetivos”. Sin embargo, bastaba sentarse un sábado
a la tarde ante el televisor para recordar a los kamikazes aéreos
japoneses inmolándose contra objetivos militares durante
la Segunda Guerra Mundial. Y también era suficiente un
mínimo archivo periodístico de hechos recientes
para saber:
- Que en 1994, el Servicio de Inteligencia de Francia
logró desviar un avión secuestrado por un terrorista
algeriano que con rumbo de colisión a la Torre Eiffel,
- Que en 1995, terroristas filipinos planearon
secuestrar varios aviones estadounidenses para lanzarlo contra
el edificio de la CIA en los Estados Unidos.
LOS CONSPIRANOICOS NO ESTAN (TAN) LOCOS
Ante la inesperada confesión de Bush, el propio New
York Times coligió: “La advertencia de la CIA (a la
Casa Blanca) también explica porqué los ayudantes
del Sr. Bush estaban tan seguros de que el Bin Laden se encontraba
detrás de los ataques casi tan pronto como sucedieron”.
“Nunca tuvimos una real duda alguna”, dijo poco después
de los atentados un responsable involucrado en las decisiones
cruciales de la Casa Blanca, el 11 de septiembre. Intelectuales
de izquierda como Ralph
Shoenman o James Petras habían
dejado de ser “conspiranoicos perdidos” cuando se supo que el
Departamento de Justicia había negado a los agentes del
FBI el mandato que solicitaban para revisar el material informático
del sospechoso Zacarías Moussaoui:
luego de los atentados, hallaron en su computadora datos directamente
vinculados con los ataques.
En la línea de los
argumentos de Shoenman, las comisiones investigadoras comienzan
a examinar a petroleras norteamericanas asociadas a la familia
Bush, quienes tenían mucho para ganar si se apoderaban
del acceso, a través de Afganistán, al petróleo
de Kazajstán: ExxonMobil, Texaco, Unocal, BP Amoco,
Shell y la tristemente célebre Enron invirtieron miles
de millones de dólares en Kazajstán para extaer
petróleo en esa región. Estas compañías
-incapaces de llegar a un acuerdo con el régimen taliban-
necesitaban imperiosamente un cambio de gobierno.
ALGO HUELE A PODRIDO EN EL CAPITOLIO
Esa negra trama de intereses económicos domésticos
está en embullición y el hervor comienza a destapar
una olla nauseabunda. Comenzaron, por ejemplo, a aflorar las sospechosas
oscilaciones de la bolsa de valores registradas seis días
antes y el mismo día del ataque con las acciones de la
líneas aéreas norteamericanas United Airlines, American
Airlines, KLM y Royal Dutch. Un movimiento que habría arrojado
ganancias de hasta 15 mil millones de dólares. La Comisión
de Control de Operaciones Bursátiles de Chicago -por citar
otro ejemplo-, encontró que la mayor parte de las transacciones
se gestionaron en el Deutsche Bank y su sucursal estadounidense
de inversiones Alex Brown. Curiosamente, en noviembre de 2001
-justo cuando esta comisión, la máxima reguladora
y controladora de opciones de venta y compra de acciones, se aprestaba
a dar los nombres involucrados- renunció a la investigación.
El 17 diciembre, el Institute for Counter Terrorism (ICT) de Haerzlia,
Israel, publicó un informe titulado “El martes negro: la
operación sucia más grande del mundo en la historia
de la bolsa de valores”. Don Radlauer, autor del trabajo, escribió:
“Las opciones de venta de las acciones de American Airlines, un
día antes del ataque, subieron a seis mil por ciento, y
las opciones de United entre el seis y el nueve de setiembre,
subieron al nueve por ciento.” Este salto jamás había
sucedido. Es más: “En el lapso en que la primera Torre
recibió el impacto y la caída de la segunda -continúa
Radlauer-, se registraron transacciones ilegales por cien millones
de dólares.” Si una investigación judicial independiente
confirma estas observaciones, será legítimo sospechar
que un grupo de especuladores internos sabía que los atentados
contra las Torres iban a producirse y que, como mínimo,
estaban relacionadas con los autores del ataque.
¿Conspiración demócrata, rumores infundados
o verdad escandalosa? Aún nadie lo sabe. Lo cierto
es que George W. Bush había comenzado a perder la aureola
de inmunidad que había conquistado tras el espaldarazo
que recibió al prometer Justicia Infinita (“están
con nosotros o están con los terroristas”), en una poco
veces vista maníquea mezcla de patrioterismo y fanatismo
religioso, ante el pueblo norteamericano. No pocos creen ver
la sombra de un “Twin Towers Gate” a la vuelta de la Casa Blanca.
El tiempo dirá.
FUENTES CONSULTADAS:
- Almeyra, Guillermo; “Entonces los marcianos sí hablaban
inglés”, en La Jornada, México, 26 de mayo
de 2002
- Almeyra, Guillermo; “¿Los marcianos hablan inglés?”,
en La Jornada, México, 13 de septiembre de 2001
- Allard, Jean Guy; “¿Qué más sabía
la Casa Blanca?”; Granma Internacional. Cuba, 20 de mayo
de 2002
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