“No podemos dudar hoy de que el demonio
está en nuestro entorno”. Juan
Pablo II hizo estas declaraciones a fines de 1993 (1).
Sólo Dios sabe por qué desde ese momento el Papa
decidió enfatizar este aspecto del culto. Para algunos,
el máximo gurú católico quiso contrarrestar
el mensaje del Concilio Vaticano II, que había hecho una
poderosa contribución al desplazamiento del dogma de la
presencia del Diablo, que amenazaba con profundizarse ante la
proliferación de la New Age y de las religiones mágicas.
Por si quedaran dudas, en 1999, el Papa ratificó sus creencias:
“El infierno existe y es eterno” (2). “En las prédicas
y la catequesis casi no se habla más del infierno”, confió
ese mismo año un sacerdote a un cronista en el Vaticano.
Lo cierto es que, en las últimas décadas del siglo
XX, Satanás y su morada infernal habían perdido
prestigio en el imaginario colectivo. El rating del Maligno
se había reinsertado en el discurso de infinidad de grupos
cristianos cuyos pastores le restituyeron un formidable protagonismo:
la cola del Diablo estaba metiéndose en todas partes y
había que hacerle frente. A la vez, inevitablemente,
comenzaron a recrudecer los casos de supuesta “posesión
satánica”.
Ahora bien, ¿qué significa la posesión para
los cristianos? La Iglesia parte del principio según el
cual el Mal puede encarnarse en el cuerpo de personas espiritualmente
débiles. Para los creyentes, el poder del demonio actúa
bajo cuatro formas: tentación, opresión, obsesión
y posesión. En los dos primeros casos, el conflicto
se resuleve mediante el sencillo trámite de la confesión.
En los dos últimos, que tienen lugar cuando una persona
“se resiste” a la confesión u otros sacramentos, corresponde
intervenir celebrando una ceremonia exorcista, un ritual litúrgico
mediante el cual el mismísimo Diablo -a veces bajo la forma
de “malos espíritus”- son expulsados del cuerpo del presunto
poseso.
POSEÍDOS ¿POR LA IGNORANCIA?
El 22 de noviembre de 1998, la Santa Sede restituyó legitimidad
al viejo oficio de exorcizar tras la publicación de una
reedición actualizada de “Rito de los exorcismos”, aprobado
en 1614 por el Papa Pablo V. En
su revisión del manual de estilo del buen exorcista,
la Iglesia, entre otras cosas, señaló: “las posesiones
no son muy frecuentes y requieren de un serio y detenido diagnóstico
previo, en el que también se cuenta con las aportaciones
y avances de las ciencias médicas y humanas”.
La posición de la Iglesia Católica ante al auge
del fenómeno, como escribió la psicóloga
española Mercedes Quintana,
constituye un ejemplo de escepticismo... selectivo y
mal entendido: “Todo lo que se les ocurre decir (a los miembros
de la Iglesia) es que el número de posesiones auténticas
es menor de lo que la gente cree (como si el edificio no se
viniera abajo, igual con una que con un millón) y nos
recuerdan que sólo ellos están capacitados
para practicar exorcismos: ejerciendo así una influencia
igualmente perniciosa sobre la población más
ignorante y más crédula, que es en la que
se fraguan lentamente este tipo de situaciones” (3).
La calificación de la profesional, quien considera a
la influencia de esta creencia intrínsecamente mala,
es tan opinable como el corolario de su reflexión: está
por verse si es cierto que “la población más ignorante
y más crédula” es en la que “se fraguan este tipo
de situaciones”.
¿Existen evidencias que apoyan estas afirmaciones?
Misterio. Quintana, sin embargo, en algo tiene razón:
la Iglesia fomenta la creencia en la posesión diabólica
en la medida que pregona la eficacia de la práctica exorcística.
Aunque para ello defienda la existencia de “sólo algunos
casos genuinos”.
OMNIPRESENCIA DIABÓLICA
Satanás, el mayor competidor de Dios por el dominio de
los espíritus, está presente en la cosmogonía
de todas las religiones. Y el amenazante castigo de
la condenación eterna, por cierto, acompaña a
la Humanidad desde tiempos precristinanos: el dios griego
Hades recibía a ciertas almas al reino de los muertos,
un oscuro espacio al que los romanos llamaban el Averno y que
-custodiado por el can Cerbero- se emplazaba en el centro de
la Tierra. Los hebreos también creían en el destino
final de espíritus que acabarían vagando, sin
conciencia ni voluntad, en una inmensa caverna subterránea.
El infierno, según El Corán, es Gahannam, residencia
de un animal monstruoso donde los condenados arderán
en las llamas eternas. El infierno católico, por su partem
juzgará a los pecadores en un fuego “in aeternum”, al
tiempo que son desprovistos de la presencia divina.
En su reafirmación de la doctrina Católica, la
revista ortodoxa jesuita La Civilización Católica,
supervisada por el propio Juan Pablo II, afirmó. “el
Infierno no es un lugar” sino “un estado de privación
de Dios". Es decir, va al infierno quien ejerce
con conciencia el mal. La influyente revista de la Compañía
de Jesús ratificaba así que el lugar destinado
por Dios para los condenados no sólo existe (aunque sea
como "estado"), sino que es concreto y eterno. A poco
de distribuirse aquella edición de la revista, el Papa
anticipó que en el Día del Juicio Universal “serán
separados cuantos son destinados a una resurrección de
vida y cuantos experimentarán una resurrección
de condena”. El concepto luego fue ampliado por la revista en
los siguientes términos: si bien la Iglesia reza por
la salvación de todos los mortales, “no tiene la certeza
de que todos se salven”. No todos los teólogos están
en sintonía. Por ejemplo, el profesor Luigi Lombardi
Vallauri, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad
Católica de Milán, sostuvo: “El infierno es
una colosal injusticia, decreta el fracaso total de la pedagogía
de Dios porque la pena de la condena eterna es desmesurada en
relación con las culpas cometidas”. Toda opinión
tiene su costo: a Vallauri, que además era profesor en
la Universidad de Florencia, no le renovaron el contrato (2).
EL REGRESO DE “EL EXORCISTA”
A comienzos del 2001, a propósito del reestreno de “El
Exorcista” (que mucho tuvo que ver con la oleada de posesos
según el esterotipo que difundió el film en los
’70), se reinstaló el viejo debate sobre la existencia
del diablo, reavivando el número de casos de posesión
demoníaca. Preocupada, la Iglesia desempolvó
el crucifijo como arma disuasiva de espíritus maléficos:
a fines de septiembre de 2001, un congreso a puertas cerradas
reunió cerca de Roma a 150 exorcistas para discutir la
situación actual del satanismo entre los jóvenes
en el marco del XII Congreso de la sede italiana de la “Asociación
Internacional de Exorcistas”. ¿El tema a debatir? “El
problema de los jóvenes que adhieren a creencias mágicas”.
Simultáneamente, en la Asamblea Plenaria de la Conferencia
Episcopal Italiana, los obispos se alarmaron ante “un renacimiento
de las adivinaciones, sortilegios, maleficios y magias, muchas
veces mezclados con un uso supersticioso de la religión
(...) Todo ello ofende a la dignidad de la persona y a su
libertad, ya que el hombre pasa a estar sometido a fuerzas oscuras,
impersonales, a dependencias psicológicas y a una degradación
moral” (4).
El reavivamiento del fenómeno fue anticipado por una
publicación académica. El Journal of Experimental
Psychology Applied (5) publicó un estudio entre cuyas
conclusiones -contra lo manifestado líneas arriba por
la psicóloga Quintana- apuntaba que “hasta los escépticos
pueden volverse creyentes cuando se ven expuestos a lo que se
podría llamar manipulación de plausibilidad”.
Su colega Elizabeth Loftus, psicóloga
de la Universidad de Washington, había lanzado una predicción:
“Muchas de las personas expuestas a películas sobre exorcismos
se verán afectadas y desarrollarán síntomas
de histeria”. Tras estudiar un grupo de 200 estudiantes de una
universidad italiana (donde se acepta la idea de la posesión
diabólica con más facilidad que en las de los
Estados Unidos), Loftus y sus colegas empezaron por pedir a
los sujetos que evaluaran la plausibilidad de una serie de eventos,
preguntando además sobre sus experiencias vitales.
Sorpresa: todos calificaron como “muy inverosímil”
la posesión demoníaca.
ESCÉPTICOS... ENDEMONIADOS
La segunda ronda de experimentos empezó dividiendo a
los participantes en tres grupos.
A unos se les dio una serie de artículos a favor
de la realidad de las posesiones diabólicas en Italia
y la noción de que tales incidentes son denunciados mayormente
por niños. Y otro grupo recibió artículos
similares pero sobre la idea de que fueron testigos de un caso
de "ahogamiento". El tercer grupo no fue sometido
a ninguna manipulación. Una semana después, se
le entregó a los sujetos de los dos primeros grupos una
serie de cuestionarios donde se les consultaba por sus temores
personales, tras lo que se les informó que sus perfiles
de miedo indicaban que era bastante probable que hubieran sido
testigos durante su infancia de una posesión demoníaca
o de un ahogamiento (según los grupos). Una semana más
tarde, se les volvió a formular, a los tres grupos, las
mismas preguntas. Los resultados fueron asombrosos: los participantes
manipulados habían cambiado de opinión sobre la
plausibilidad de las posesiones. Es más: un 18 por ciento
comenzó a creer que ellos mismos habían vivido
la experiencia. Parece que, incluso, la mera exposición
ante unas simples historias pueden ejercer una influencia considerable
sobre las personas.
La investigación sirvió para comprender cómo
podemos tomar a una serie de personas “normales” y, sin muchos
esfuerzos manipulativos, volver para ellas plausibles creencias
en las que hasta entonces no suscribían, como en
este caso sucedió con las posesiones diabólicas.
“Este estudio normaliza el proceso y demuestra que estas experiencias
le pueden suceder a muchas personas, no sólo a los que
generalmente se considera locos”, concluyó Loftus.
EXORCISTAS Y TERAPEUTAS AL BANQUILLO
Ahora bien, ¿es tan grave creer en la posesión
diabólica? ¿Es una creencia que afecta a personas
psicológicamente inestables? ¿O es un karma
que le cabe a cualquiera? Según parece, la experiencia
es más común de lo que se cree. Para el psiquiatra
Andrew Reisner, quien estudió un caso clínico
donde coexistían alienígenas y demonios, no
resulta ‘anormal’ recurrir a especulaciones espiritualistas
cuando no parece haber otra explicación a mano. “En
general -escribe Reisner- la mayoría de las personas
que interpretan equivocadamente las alucinaciones hipnogógicas
o hipnopómpicas no sufren consecuencias psiquiátricas
severas”. En el curso de un caso de posesión, la
víctima puede sentirse incapaz de moverse (un estado
conocido como parálisis nocturna) y puede experimentar
alucinaciones muy potentes al quedarse dormida (alucinaciones
hipnagógicas) o al despertar (alucinaciones hipnopómpicas)
(6).
Eso no significa que la difusión cultural de la creencia
a veces tenga sus bemoles. En la viña de Satán
hay de todo: desde los “nuevos brujos” que comercializan “detectores
de demonios” que resultan ser “una simple radio de fabricación
casera” vendida a precio de rayo láser (7) hasta personajes
que -invocando exorcismos e incluso terapias psicológicas
de eficacia dudosa- juegan con las creencias de sus confiados
pacientes a extremos surrealistas. En 1986, la enfermera
Nadean Cool, una vecina de Wisconsin, Estados Unidos, descubrió
bajo hipnosis que “durante su infancia había sido llevada
a rituales satánicos donde había comido carne
de bebés, había sido violada por animales y obligada
a presenciar el asesinato de una compañera”. El terapeuta
la conveció de que tenía 120 personalidades distintas,
incluyendo varios ángeles y hasta un pato, que él
había intentado reintegrar mediante un exorcismo casero.
Cuando la señora Cool supo que le habían implantado
una serie de falsas memorias le hizo juicio a su terapeuta y
se ganó la friolera de 2,4 millones de dólares
(8).
El final de esta historia refresca la idea -aunque con un ejemplo
patético- de que, a veces, no hay mal que por bien no
venga. Y que, dependiendo de la pericia, experiencia o sensibilidad
del eventual “experto”, pueden resultar tan peligrosos un
exorcista como un psicoterapeuta.
REFERENCIAS:
1)El Mundo. 2 de enero de 1.994 (Citado por Mercedes
Quintana en su artículo, ver ref.3)
2) Algañaraz, Julio; “El infierno existe y es eterno”,
en Clarín, 17 de julio de 1999
3) Quintana, Mercedes, en “Curanderos: los Porqués y
los Peligros de un Negocio en Auge (II)”, en La Alternativa
Racional Nº 33, Verano 1994.
4) Agejas, José Ángel; “Vuelven los exorcistas”,
La Razón (España), 3 de octubre de 2001
5) Wong, Kate; “Making Demonic Possession Seem Plausible”, en
Scientific American, 18 de octubre de 2000.
6) Reisner, Andrew D. “Estudio Psicológico de un Caso
de Visitas ‘Demoníacas’ y ‘Alienígenas’”, en Skeptical
Inquirer Vol. 25 Nº 2 (Marzo/Abril 2001). Traducido por
Luis R. González Manso
7) Frías, Fernando; “Fenómenos Para Anormales”
(citando un reportaje de "Investigació TV",
programa de El Mundo TV emitido por Canal Nou-Televisión
Valenciana, 3 de mayo de 2001). En http://www.terra.es/personal8/m3l-yam/fpa.htm
8) Capanna, Pablo; “Un mundo de sospechas” en suplemento “Futuro”,
Pagina/12. En http://wwww.pagina12.com.ar
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