[PSICOSOCIOLOGÍA]

LA POSESIÓN: ¿INTERVENCIÓN
DIABÓLICA O CONTAGIO CULTURAL?
Por Marcial Nikopol
Juan Pablo II postula la existencia del diablo como muchos cultos extremos. Para la Iglesia, no todos los ‘endemoniados’ deben ser exorcizados: algunos, dice, merecen visitar al psiquiatra. Esta nota no le enseñará a expulsar a los malos espíritus del cuerpo de presuntos posesos. Pero sí a conocer la posición de la Iglesia, a diferenciar a creyentes sinceros de charlatanes y a saber qué dice la psicología científica de los casos de posesión demoníaca.
“No podemos dudar hoy de que el demonio está en nuestro entorno”. Juan Pablo II hizo estas declaraciones a fines de 1993 (1). Sólo Dios sabe por qué desde ese momento el Papa decidió enfatizar este aspecto del culto. Para algunos, el máximo gurú católico quiso contrarrestar el mensaje del Concilio Vaticano II, que había hecho una poderosa contribución al desplazamiento del dogma de la presencia del Diablo, que amenazaba con profundizarse ante la proliferación de la New Age y de las religiones mágicas. Por si quedaran dudas, en 1999, el Papa ratificó sus creencias: “El infierno existe y es eterno” (2). “En las prédicas y la catequesis casi no se habla más del infierno”, confió ese mismo año un sacerdote a un cronista en el Vaticano.
Lo cierto es que, en las últimas décadas del siglo XX, Satanás y su morada infernal habían perdido prestigio en el imaginario colectivo. El rating del Maligno se había reinsertado en el discurso de infinidad de grupos cristianos cuyos pastores le restituyeron un formidable protagonismo: la cola del Diablo estaba metiéndose en todas partes y había que hacerle frente. A la vez, inevitablemente, comenzaron a recrudecer los casos de supuesta “posesión satánica”.
Ahora bien, ¿qué significa la posesión para los cristianos? La Iglesia parte del principio según el cual el Mal puede encarnarse en el cuerpo de personas espiritualmente débiles. Para los creyentes, el poder del demonio actúa bajo cuatro formas: tentación, opresión, obsesión y posesión. En los dos primeros casos, el conflicto se resuleve mediante el sencillo trámite de la confesión. En los dos últimos, que tienen lugar cuando una persona “se resiste” a la confesión u otros sacramentos, corresponde intervenir celebrando una ceremonia exorcista, un ritual litúrgico mediante el cual el mismísimo Diablo -a veces bajo la forma de “malos espíritus”- son expulsados del cuerpo del presunto poseso.

POSEÍDOS ¿POR LA IGNORANCIA?
El 22 de noviembre de 1998, la Santa Sede restituyó legitimidad al viejo oficio de exorcizar tras la publicación de una reedición actualizada de “Rito de los exorcismos”, aprobado en 1614 por el Papa Pablo V. En su revisión del manual de estilo del buen exorcista, la Iglesia, entre otras cosas, señaló: “las posesiones no son muy frecuentes y requieren de un serio y detenido diagnóstico previo, en el que también se cuenta con las aportaciones y avances de las ciencias médicas y humanas”.
La posición de la Iglesia Católica ante al auge del fenómeno, como escribió la psicóloga española Mercedes Quintana, constituye un ejemplo de escepticismo... selectivo y mal entendido: “Todo lo que se les ocurre decir (a los miembros de la Iglesia) es que el número de posesiones auténticas es menor de lo que la gente cree (como si el edificio no se viniera abajo, igual con una que con un millón) y nos recuerdan que sólo ellos están capacitados para practicar exorcismos: ejerciendo así una influencia igualmente perniciosa sobre la población más ignorante y más crédula, que es en la que se fraguan lentamente este tipo de situaciones” (3).
La calificación de la profesional, quien considera a la influencia de esta creencia intrínsecamente mala, es tan opinable como el corolario de su reflexión: está por verse si es cierto que “la población más ignorante y más crédula” es en la que “se fraguan este tipo de situaciones”.
¿Existen evidencias que apoyan estas afirmaciones? Misterio. Quintana, sin embargo, en algo tiene razón: la Iglesia fomenta la creencia en la posesión diabólica en la medida que pregona la eficacia de la práctica exorcística. Aunque para ello defienda la existencia de “sólo algunos casos genuinos”.

OMNIPRESENCIA DIABÓLICA
Satanás, el mayor competidor de Dios por el dominio de los espíritus, está presente en la cosmogonía de todas las religiones. Y el amenazante castigo de la condenación eterna, por cierto, acompaña a la Humanidad desde tiempos precristinanos: el dios griego Hades recibía a ciertas almas al reino de los muertos, un oscuro espacio al que los romanos llamaban el Averno y que -custodiado por el can Cerbero- se emplazaba en el centro de la Tierra. Los hebreos también creían en el destino final de espíritus que acabarían vagando, sin conciencia ni voluntad, en una inmensa caverna subterránea. El infierno, según El Corán, es Gahannam, residencia de un animal monstruoso donde los condenados arderán en las llamas eternas. El infierno católico, por su partem juzgará a los pecadores en un fuego “in aeternum”, al tiempo que son desprovistos de la presencia divina.
En su reafirmación de la doctrina Católica, la revista ortodoxa jesuita La Civilización Católica, supervisada por el propio Juan Pablo II, afirmó. “el Infierno no es un lugar” sino “un estado de privación de Dios". Es decir, va al infierno quien ejerce con conciencia el mal. La influyente revista de la Compañía de Jesús ratificaba así que el lugar destinado por Dios para los condenados no sólo existe (aunque sea como "estado"), sino que es concreto y eterno. A poco de distribuirse aquella edición de la revista, el Papa anticipó que en el Día del Juicio Universal “serán separados cuantos son destinados a una resurrección de vida y cuantos experimentarán una resurrección de condena”. El concepto luego fue ampliado por la revista en los siguientes términos: si bien la Iglesia reza por la salvación de todos los mortales, “no tiene la certeza de que todos se salven”. No todos los teólogos están en sintonía. Por ejemplo, el profesor Luigi Lombardi Vallauri, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Católica de Milán, sostuvo: “El infierno es una colosal injusticia, decreta el fracaso total de la pedagogía de Dios porque la pena de la condena eterna es desmesurada en relación con las culpas cometidas”. Toda opinión tiene su costo: a Vallauri, que además era profesor en la Universidad de Florencia, no le renovaron el contrato (2).

EL REGRESO DE “EL EXORCISTA”
A comienzos del 2001, a propósito del reestreno de “El Exorcista” (que mucho tuvo que ver con la oleada de posesos según el esterotipo que difundió el film en los ’70), se reinstaló el viejo debate sobre la existencia del diablo, reavivando el número de casos de posesión demoníaca. Preocupada, la Iglesia desempolvó el crucifijo como arma disuasiva de espíritus maléficos: a fines de septiembre de 2001, un congreso a puertas cerradas reunió cerca de Roma a 150 exorcistas para discutir la situación actual del satanismo entre los jóvenes en el marco del XII Congreso de la sede italiana de la “Asociación Internacional de Exorcistas”. ¿El tema a debatir? “El problema de los jóvenes que adhieren a creencias mágicas”. Simultáneamente, en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana, los obispos se alarmaron ante “un renacimiento de las adivinaciones, sortilegios, maleficios y magias, muchas veces mezclados con un uso supersticioso de la religión (...) Todo ello ofende a la dignidad de la persona y a su libertad, ya que el hombre pasa a estar sometido a fuerzas oscuras, impersonales, a dependencias psicológicas y a una degradación moral” (4).
El reavivamiento del fenómeno fue anticipado por una publicación académica. El Journal of Experimental Psychology Applied (5) publicó un estudio entre cuyas conclusiones -contra lo manifestado líneas arriba por la psicóloga Quintana- apuntaba que “hasta los escépticos pueden volverse creyentes cuando se ven expuestos a lo que se podría llamar manipulación de plausibilidad”. Su colega Elizabeth Loftus, psicóloga de la Universidad de Washington, había lanzado una predicción: “Muchas de las personas expuestas a películas sobre exorcismos se verán afectadas y desarrollarán síntomas de histeria”. Tras estudiar un grupo de 200 estudiantes de una universidad italiana (donde se acepta la idea de la posesión diabólica con más facilidad que en las de los Estados Unidos), Loftus y sus colegas empezaron por pedir a los sujetos que evaluaran la plausibilidad de una serie de eventos, preguntando además sobre sus experiencias vitales.
Sorpresa: todos calificaron como “muy inverosímil” la posesión demoníaca.

ESCÉPTICOS... ENDEMONIADOS
La segunda ronda de experimentos empezó dividiendo a los participantes en tres grupos.
A unos se les dio una serie de artículos a favor de la realidad de las posesiones diabólicas en Italia y la noción de que tales incidentes son denunciados mayormente por niños. Y otro grupo recibió artículos similares pero sobre la idea de que fueron testigos de un caso de "ahogamiento". El tercer grupo no fue sometido a ninguna manipulación. Una semana después, se le entregó a los sujetos de los dos primeros grupos una serie de cuestionarios donde se les consultaba por sus temores personales, tras lo que se les informó que sus perfiles de miedo indicaban que era bastante probable que hubieran sido testigos durante su infancia de una posesión demoníaca o de un ahogamiento (según los grupos). Una semana más tarde, se les volvió a formular, a los tres grupos, las mismas preguntas. Los resultados fueron asombrosos: los participantes manipulados habían cambiado de opinión sobre la plausibilidad de las posesiones. Es más: un 18 por ciento comenzó a creer que ellos mismos habían vivido la experiencia. Parece que, incluso, la mera exposición ante unas simples historias pueden ejercer una influencia considerable sobre las personas.
La investigación sirvió para comprender cómo podemos tomar a una serie de personas “normales” y, sin muchos esfuerzos manipulativos, volver para ellas plausibles creencias en las que hasta entonces no suscribían, como en este caso sucedió con las posesiones diabólicas. “Este estudio normaliza el proceso y demuestra que estas experiencias le pueden suceder a muchas personas, no sólo a los que generalmente se considera locos”, concluyó Loftus.

EXORCISTAS Y TERAPEUTAS AL BANQUILLO
Ahora bien, ¿es tan grave creer en la posesión diabólica? ¿Es una creencia que afecta a personas psicológicamente inestables? ¿O es un karma que le cabe a cualquiera? Según parece, la experiencia es más común de lo que se cree. Para el psiquiatra Andrew Reisner, quien estudió un caso clínico donde coexistían alienígenas y demonios, no resulta ‘anormal’ recurrir a especulaciones espiritualistas cuando no parece haber otra explicación a mano. “En general -escribe Reisner- la mayoría de las personas que interpretan equivocadamente las alucinaciones hipnogógicas o hipnopómpicas no sufren consecuencias psiquiátricas severas”. En el curso de un caso de posesión, la víctima puede sentirse incapaz de moverse (un estado conocido como parálisis nocturna) y puede experimentar alucinaciones muy potentes al quedarse dormida (alucinaciones hipnagógicas) o al despertar (alucinaciones hipnopómpicas) (6).
Eso no significa que la difusión cultural de la creencia a veces tenga sus bemoles. En la viña de Satán hay de todo: desde los “nuevos brujos” que comercializan “detectores de demonios” que resultan ser “una simple radio de fabricación casera” vendida a precio de rayo láser (7) hasta personajes que -invocando exorcismos e incluso terapias psicológicas de eficacia dudosa- juegan con las creencias de sus confiados pacientes a extremos surrealistas. En 1986, la enfermera Nadean Cool, una vecina de Wisconsin, Estados Unidos, descubrió bajo hipnosis que “durante su infancia había sido llevada a rituales satánicos donde había comido carne de bebés, había sido violada por animales y obligada a presenciar el asesinato de una compañera”. El terapeuta la conveció de que tenía 120 personalidades distintas, incluyendo varios ángeles y hasta un pato, que él había intentado reintegrar mediante un exorcismo casero. Cuando la señora Cool supo que le habían implantado una serie de falsas memorias le hizo juicio a su terapeuta y se ganó la friolera de 2,4 millones de dólares (8).
El final de esta historia refresca la idea -aunque con un ejemplo patético- de que, a veces, no hay mal que por bien no venga. Y que, dependiendo de la pericia, experiencia o sensibilidad del eventual “experto”, pueden resultar tan peligrosos un exorcista como un psicoterapeuta.

REFERENCIAS:
1)El Mundo. 2 de enero de 1.994 (Citado por Mercedes Quintana en su artículo, ver ref.3)
2) Algañaraz, Julio; “El infierno existe y es eterno”, en Clarín, 17 de julio de 1999
3) Quintana, Mercedes, en “Curanderos: los Porqués y los Peligros de un Negocio en Auge (II)”, en La Alternativa Racional Nº 33, Verano 1994.
4) Agejas, José Ángel; “Vuelven los exorcistas”, La Razón (España), 3 de octubre de 2001
5) Wong, Kate; “Making Demonic Possession Seem Plausible”, en Scientific American, 18 de octubre de 2000.
6) Reisner, Andrew D. “Estudio Psicológico de un Caso de Visitas ‘Demoníacas’ y ‘Alienígenas’”, en Skeptical Inquirer Vol. 25 Nº 2 (Marzo/Abril 2001). Traducido por Luis R. González Manso
7) Frías, Fernando; “Fenómenos Para Anormales” (citando un reportaje de "Investigació TV", programa de El Mundo TV emitido por Canal Nou-Televisión Valenciana, 3 de mayo de 2001). En http://www.terra.es/personal8/m3l-yam/fpa.htm
8) Capanna, Pablo; “Un mundo de sospechas” en suplemento “Futuro”, Pagina/12. En http://wwww.pagina12.com.ar

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