Larson, que tiene 40 “equipos de exorcismo” en
los Estados Unidos, dice que su objetivo es que “nadie esté
a más de un día de distancia de una ciudad en
la que pueda encontrar un exorcista. No hay por qué alarmarse.
Está en la Biblia. Cristo lo enseñó”.
¿QUIÉN ME QUITA ESTE DEMONIO?
Según aseguran los expertos, la cantidad de exorcistas
y exorcismos aumentó en los Estados Unidos en los últimos
10 años. Mientras la Arquidiócesis de Chicago
tiene un exorcista oficial, la Diócesis de Nueva York
tiene cuatro, entre ellos el reverendo James LeBar, su principal
exorcista. En cambio, la Arquidiócesis de Chicago no
reveló la identidad de su exorcista, para mantener la
privacidad de quienes buscan sus servicios.
“Es un fenómeno que crece” dijo Michael
Cuneo, sociólogo de la Fordham University. Cuneo
habla de una "red subterránea" de exorcistas
que suman alrededor de 100 y de una “asombrosa variedad de exorcismos
que se están llevando a cabo”.
Además de los exorcismos católico-romanos, una
cantidad desconocida de ceremonias de limpieza espiritual son
practicadas por curas no aprobados por la Iglesia y por ministros
evangélicos y carismáticos episcopales, explicó
Cuneo, que pasó dos años estudiando el tema y
dijo haber presenciado más de 50 rituales de este tipo.
Entre los factores que estimulan el incremento de los exorcismos
está la creencia por parte de algunos de que el mal cada
vez abunda más en el mundo.
UN FANTASMA DE REGRESO
En los años 60, dijo Cuneo, “el exorcismo había
desaparecido en los Estados Unidos. Era un fantasma en extinción”.
Y agregó: “la gente no corría a que le expulsaran
los demonios”. Pero en 1973, la película “El exorcista”
cambió el panorama. La película, reestrenada en
2001, dio lugar a una ola de filmes relacionados con la posesión
del demonio y el satanismo. Para mediados de los 80, dijo Cuneo,
hubo una proliferación de exorcismos practicados por
protestantes evangélicos.
Según los expertos, la gente que busca el exorcismo
ya agotó los medios convencionales de aliviar un torbellino
interior que los perturbó durante suficiente tiempo y,
por lo general, exhiben un comportamiento violento o anormal.
La Iglesia Católica Romana exige que un médico
descarte la existencia de un problema médico o psicológico
antes de considerar el exorcismo. Toda esa gente que está
“tan herida y quebrada, ya sea por adición a la droga
o por un abuso sexual serio, es gente increíblemente
desesperada que no tiene otro lugar adonde recurrir”, dijo Larson.
En un exorcismo, el exorcista invoca el nombre de Cristo, bendice
a la persona poseída, recita pasajes bíblicos
y le ordena al espíritu del mal alejarse. Cuneo dijo
que la mayoría de los exorcismos no son una cuestión
privada entre cura y paciente. "Aquí hay seres queridos
y un grupo de apoyo; la gente reza por uno y uno pasa a ser
el centro de atención", dijo. El exorcismo “puede
provocar llanto y gritos, a veces la gente se tira al piso,
se arranca el cabello, la ropa, regurgita, y hasta se golpea”.
POCOS PERO REALES, SEGÚN LA IGLESIA
“Hay personas que hicieron terapia”, dijo Larson. “Recibieron
atención médica y nada solucionó su problema.
No les decimos que esto se soluciona fácilmente. Lo que
les decimos es que si uno tiene un demonio, todas las modalidades
de terapia lo van a llevar hasta ahí. No pasarán
ese obstáculo que le impide a uno llegar a cualquier
parte”.
En enero de 1999, el Vaticano emitió un rito católico
de exorcismo actualizado por primera vez desde 1614, donde reafirmaba,
esencialmente, que Satanás existe. Las nuevas reglas
exigen que los exorcistas aprobados por la iglesia consulten
con la medicina moderna y descarten la posibilidad de un desorden
mental o físico. Un exorcismo practicado en la Iglesia
Católica Romana debe estar aprobado por un obispo
y sólo una cantidad relativamente pequeña de casos
investigados, en realidad, terminan en un exorcismo pleno. De
hecho, el Vaticano dio a conocer nuevas normas destinadas
a frenar los exorcismos no autorizados, donde declara que
los exorcismos deben adherir al rito actualizado emitido ese
año.
“Podría ser perjudicial hacer un exorcismo prematuramente”,
dijo el reverendo Robert Barron, un teólogo de la Arquidiócesis
de Chicago. “Uno siempre agota las posibilidades médicas,
fisiológicas, psicológicas y psiquiátricas
y sólo después se alienta la posibilidad de practicar
un exorcismo”.
“Enfrentar el demonio es un trabajo desagradable”, dijo
Larson. “El demonio es desagradable. El mal es desagradable.
Cuando uno llega a lo que yo llamo mal extremo en estado puro,
la situación no es agradable”.
Primera publicación: The New York Times.
Traducido al español por Claudia Martínez. Publicado
en el diario Clarín, Buenos Aires, 18 de diciembre 2000
(http://www.clarin.com/).
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