Cuando la imagen de la CNN se concentró en
el lugar, el primer tanque estaba haciendo un boquete en el complejo
Davidiano de Waco. Eso captó mi atención, y durante
las tres horas siguientes seguí la transmisión con
una mezcla de incredulidad, furia y pesar mientras veía
el asalto contra las endebles construcciones y el fuego que lo
consumía todo...La esperanza inicial de que al final los
residentes del complejo saldrían con vida se trocó
en desesperación cuando no salía nadie y se hacía
evidente que la mayoría había muerto: hombres, mujeres
y niños. Había sido algo tan innecesario.
Cuando estalló el caso de Waco en febrero
de 1993, yo descubrí que era uno de los pocos especialistas
que había escrito sobre los Davidianos, y por lo tanto
había pasado una semana en el teléfono hablando
con periodistas. Si me llamaban desde Texas aceptaba una entrevista
con ellos con la idea de conocer todo lo que fuera posible sobre
lo había pasado. ¿Cuál era la razón que tuvo
la ATF para una lanzar una incursión tan desastrosa y temeraria?
¿Qué estaba diciendo en verdad David
Koresh? ¿Qué había pasado para que empezara
el tiroteo? No había mucha información, y para mantener
viva la cobertura, los periodistas rápidamente apelaban
a temas como las ‘sectas’ y por qué las ‘sectas’ recurren
a la violencia.
El proceso de armar la historia y seguir la situación
continuó hasta que ingresé enfermo en el hospital
el 17 de abril. Como el enfrentamiento se prolongó días
y luego semanas, Robert L.Moore,
co-autor conmigo del libro de texto La Experiencia de las Sectas,
llamó a la oficina de Chicago del FBI y ofreció
nuestra ayuda. Como sucedió con otros especialistas en
nuevas religiones, nunca recibimos una respuesta. Sin embargo,
mientras observaba el incendio, supe también que seguir
vinculado a Waco y a la vez cumplir con las necesidades de recuperación
(médica) eran actividades incompatibles.
Mirándolo en perspectiva, me doy cuenta de
que probablemente había sido bueno que tuviera una excusa
legítima para no ocuparme del incendio de Waco. Durante
la semana siguiente, las pocas personas que conocían lo
del incendio no querían hablar; y cuando lo hacían
era para defenderse. Separamos la verdad de la mentira con la
mayor de las dificultades. Muy pronto en el enfrentamiento advertimos
que no podíamos confiar en las ruedas de prensa diarias,
al menos en lo referido a la comunicación entre los Davidianos
y el FBI. El FBI había decidido controlar todos los accesos
a Koresh, y hacer conocer a la prensa y al público sólo
lo que ellos querían. Luego verificamos nuestras sospechas:
durante las ruedas de prensa el FBI dijo mentiras a conciencia
(en nombre de la desinformación), al elegir el uso de sesiones
televisadas para comunicar mensajes a Koresh, que también
las estaba mirando.
Recién en las semanas posteriores al incendio
pudimos armar la historia de lo que sucedió; e incluso
durante la edición de este libro, parte de los documentos
esenciales que necesitamos para llegar a una evaluación
final descansan en archivos todavía vedados al acceso del
público. La apertura de esos archivos, especialmente los
que fueron acumulados por el gran jurado de Texas, indudablemente
esclarecer n aún m s lo que sucedió antes y después
del tiroteo, las negociaciones y el incendio.
VIOLENCIA Y ‘SECTAS’ Si bien tenía
interés en aumentar mi conocimiento sobre las fuerzas de
la Rama Davidiana, el tiempo dedicado a seguir los acontecimientos
de marzo y abril estuvo dominado por una singular preocupación:
el tema de la violencia. A raíz del caso de Jonestown,
los portavoces del movimiento contra las sectas denunciaron que
las nuevas religiones estaban intrínsecamente orientadas
hacia la violencia. En respuesta a esas acusaciones, durante
1983 y 1984 el Instituto Americano para
el Estudio de la Religión que yo encabezaba realizó
un exhaustivo análisis sobre la violencia en los nuevos
movimientos religiosos. (1)
Nuestro estudio de todas las informaciones de hechos
de violencia relacionados con nuevos movimientos religiosos en
un período de dos años produjo alguna idea sobre
las modalidades de la violencia.Primero, aunque investigamos numerosas
denuncias de violencia, muy pocos incidentes se vinculaban con
las nuevas religiones más conocidas y controvertidas: la
Iglesia de la Unificación, la Iglesia de la Cientología,
el Camino Internacional, y la Sociedad Internacional para la Conciencia
Krishna. Los que habían ocurrido eran casuales y aislados.
Los mayores incidentes de violencia se conectaban con dos grupos
de los que el movimiento anti-sectas casi no había dicho
nada: la Iglesia del Cordero de Dios y la Nación del Islam.
Ambos grupos estaban en guerra con organizaciones rivales -las
agrupaciones mormonas favorables a la poligamia, los grupos musulmanes
afroamericanos- y el número de muertos aumentaba con la
continuación de los conflictos. Los incidentes vinculados
a la Iglesia del Cordero de Dios siguieron durante el decenio
de 1980. También hubo una elevada cantidad de muertos a
manos de varios asesinos múltiples solitarios que se calificaban
como satánicos (pero no estaban conectados con ningún
grupo). Por lo demás, no había una modalidad común
en la violencia en las nuevas religiones.
Sin embargo surgieron otras dos modalidades. Primero,
había una constante de abuso de menores que se destacaba
en las iglesias tradicionales, aunque todavía no sabíamos
el grado de abuso de niños que estaba ocurriendo y que
era encubierto por los sacerdotes católicos. Segundo,
detectamos algunas características de violencia dirigida
contra las sectas. Entre ellas, el asesinato de líderes
y ataques contra la propiedad perpetrados durante la noche. El
incidente más cruento fue el atentado explosivo contra
el templo Krishna de Philadelphia. Temprano en la mañana
explotó una bomba durante el servicio del grupo. Sólo
la devoción a los rituales impidió que los fieles
huyeran corriendo. Si lo hubieran hecho, habrían encontrado
la muerte pocos minutos después con la explosión
de una segunda bomba más grande. El atacante tenía
la obvia intención de causar un homicidio múltiple,
al usar la primera bomba para atraer a sus posibles víctimas
hacia el lugar del segundo artefacto más poderoso.
Por supuesto, la modalidad más sistemática
de violencia era la que ejecutaba la CAN
(Cult Awareness Network -Red para el Conocimiento de las Sectas)
que promovía y colaboraba en el secuestro y la deconversión
forzada de los miembros de determinados grupos religiosos, un
proceso llamado desprogramación. Las actividades policiales
de los grupos anti-secta continúan hasta hoy pese a las
mentiras de sus cabecillas que afirman que no se involucran en
esos ataques físicos.Como señalaremos, la participación
de la CAN en el caso de Waco fue esencial para la conflagración.
¿Qué hace que las nuevas religiones se
vuelquen a la violencia? Algunas preguntas que surgieron del
caso de Waco: "¿Qué hizo que los davidianos se volvieran
violentos?" o "¿Qué otras nuevas religiones tienen
una inclinación a seguir el mismo curso?", o "¿Tiene
algo que ver con las creencias milenaristas en el fin del mundo?".
Mientras analizaba el incidente de Waco a la luz
de lo que habíamos conocido sobre la violencia y los grupos
religiosos no convencionales, e integrábamos todos los
datos acerca de la investigación de la ATF y los hechos
del 28 de febrero y el 19 de abril, me vi obligado a llegar a
la conclusión de que estábamos mal orientados con
la pregunta: ¿Por qué los davidianos se volcaron a la violencia?
En nuestro deseo de hallar una solución simple para esta
compleja situación, buscábamos las repuestas en
los lugares equivocados.
La huella principal de hechos que condujo a la conflagración
empezó con la toma de control del movimiento davidiano
por parte de Koresh y la introducción de nuevas enseñanzas
derivadas de su interpretación de la Biblia. La enseñanza
más controvertida de todas era la referida a las relaciones
sexuales. Si bien los líderes anteriores del grupo habían
autorizado una considerable libertad sexual (el predecesor de
Koresh había introducido la poligamia), Koresh llevó
la doctrina aún más lejos. Como una ética
para el fin de los tiempos, Koresh reclamaba todas las mujeres
para él mientras los otros hombres debían permanecer
célibes.
Sumada a sus nuevas directrices en materia sexual,
Koresh poseía una personalidad expresiva emocionalmente.
Podía ser amable y encantador, era un músico consumado
y un orador más que capaz, y tenía un temperamento
temible cuando se enfadaba. Aunque muchos lo admiraban como líder
espiritual, otros, atraídos inicialmente hacia él,
se desilusionaban al verlo en forma cotidiana. Dudaban de su prédica,
no aceptaban sus disposiciones sexuales, no compartían
la forma en que disciplinaba a los niños, y/o tenían
una relación personal negativa con él. Al reexaminar
su vinculación con el grupo, simplemente decidieron abandonar
la Rama de los Davidianos. Muchos se fueron a Australia.
Durante 1990, algunos de los ex-miembros australianos
se organizaron en torno a Marc Breault,
un antiguo líder del grupo. Juntaron sus recursos y comenzaron
un ataque sistemático contra Koresh y los davidianos. Debe
notarse que al menos una parte de los ex miembros tenían
con derecho ciertos resentimientos derivados de su interacción
con Koresh. Sin embargo, de acuerdo con el detallado relato de
Breault, lo que los movía a actuar era el histérico
anuncio de Breault de que Koresh tenía planes de sacrificar
a un niño siguiendo el modelo de Abraham e Isaac en el
Antiguo Testamento.
En respuesta a la alarma de Breault, nueve personas
redactaron declaraciones juradas en las que acusaban a Koresh
de una extensa lista de delitos. Breault había llegado
a creer que la mejor forma de atacar a Koresh era por intermedio
de la justicia y presentó las declaraciones ante varios
organismos gubernamentales, como el Servicio de Rentas Internas,
el Departamento de Inmigración y Naturalización,
la oficina del alguacil de Waco, y la policía en La Verne,
California. Las presentaciones, si bien eran vehementes en su
denuncia de Koresh, no ofrecían ninguna información
sobre la que pudieran actuar las autoridades legales. Se referían
principalmente a las costumbres sexuales alternativas que predicaba
Koresh, a las que se prestaban los miembros del grupo. Sin importar
lo moralmente reprobables que pudieran ser para algunos la vida
sexual de Koresh y las prácticas sexuales de los davidianos,
ninguna conducta era ilegal. A pesar de la colección
de relatos sobre su vida entre los Davidianos no pudieron probar
que se hubieran cometido delitos. Frustrado, Breault empezó
una campaña para vincularse con otros organismos, como
el FBI y varios miembros del Congreso. A medida que aumentaba
su frustración, el contenido de sus cartas era más
frenético, y acusaba a Koresh de delitos cada vez más
graves (2).
En 1992 el desprogramador de la Cult Awareness Network
Rick
Ross fue contratado por la familia de David Block,
un davidiano que había aceptado someterse a una desprogramación
voluntaria (que se distinguen de las desprogramaciones que empiezan
con un secuestro violento). Ross discutió con Block el
abandono del grupo. Este, tras absorber la retórica anti-sectas
de Ross, se convirtió en otro crítico activo del
movimiento.
Mientras tanto, Koresh había dado pasos para
desarrollar la base financiera de su comunidad.Con la ayuda de
David Fatta y Henry McMahon, ambos vendedores de armas con licencia
federal y miembros de la Rama de los Davidianos, Koresh empezó
a comprar una variedad de armas de fuego y a hacerse conocido
en el negocio de las armas.Con la acumulación de pertrechos,
el movimiento de armas en el cuartel de los davidianos no pasó
desapercibido.
LAS AUTORIDADES ENTRAN EN ESCENA Las denuncias
de los ex miembros davidianos comenzaron a dar frutos cuando David
Block y Rick Ross se sumaron al ataque contra Koresh y sus seguidores.
El Waco Tribune-Herald emprendió una extensa investigación
sobre la vida en el complejo davidiano. Al menos en dos ocasiones
los organismos de protección de la minoridad actuaron ante
denuncias de abuso de niños, pero no pudieron hallar ninguna
evidencia. El comisario del Condado de McLennan visitó
varias veces el bastión e investigó los rumores
sobre posesión de armas ilegales. No encontró
evidencia de esas armas, aunque sí apuntó que
Koresh tenía un artefacto que simulaba el fuego de ametralladoras.
No fue sino hasta después de las elecciones
presidenciales (1992) en las que triunfó el candidato que
había prometido hacer cambios significativos en el presupuesto
del país, cuando repentinamente un organismo federal descubrió
a la Rama de los Davidianos. El organismo era la Oficina
del Alcohol, Tabaco y las Armas de Fuego (ATF). En diciembre
abrió una investigación y a mediados del mes se
había comunicado con el Waco Tribune-Herald y luego
con Marc Breault, quien los puso en contacto con su círculo
de ex miembros. El 25 de enero un agente de la ATF entrevistó
a David Block.
La ATF tenía un severo problema de tiempo.
Circulaban rumores de que se avecinaba una reducción presupuestaria,
y había varias propuestas para disolver la ATF y trasladar
sus funciones al FBI y otras estructuras encargadas de la seguridad.
En marzo (1993) iba a realizarse una audiencia (legislativa) para
analizar su presupuesto. Necesitaban algo impresionante para
llevar a la sesión. Eligieron a los davidianos.
Rápidamente recabaron toda la evidencia posible.
Estaban las extensas denuncias de abuso de menores (aunque sin
evidencias), y supieron de la relación de Koresh con las
mujeres. Pero, sin embargo, por mucho que los agentes creyeran
en las acusaciones, culparan a Koresh y despreciaran todo lo que
representaba, el abuso de menores y las relaciones sexuales
ilícitas no entraban en la descripción de las tareas
del organismo. Los agentes se alimentaban con la retórica
anti-sectas de la Cult Awareness Network. Así, buscaron
toda evidencia de armas ilegales, como la revisión de una
investigación ya concluida sobre las compras de Koresh.
Eso demostró ser un trabajo casi imposible, ya que si bien
pudieron identificar numerosas ventas de armas a Koresh y otros
cabecillas de la rama, ninguna transacción había
sido ilegal.
A pesar de los hallazgos, durante febrero la ATF
tuvo que moverse. Concibió apresuradamente un plan de asalto
y convocó a agentes de todo el país. Necesitaba
helicópteros, pero sólo estaban disponibles para
la lucha contra el narcotráfico. La ATF rápidamente
fabricó la historia de que los davidianos tenían
un laboratorio para la producción de drogas. Los agentes
se comunicaron entonces con un juez para conseguir una orden de
allanamiento. A pesar de las numerosas demandas presentadas para
ver el documento luego de la incursión, sus contenidos
no fueron revelados hasta varias semanas después del incendio
final. Los fundamentos, extraídos principalmente de la
declaración de David Block, suprimían todo lo
que el organismo había conocido sobre el negocio de Koresh,
como la distribución de granadas inertes como artículos
de promoción, y acusaba a los davidianos de hacer varias
conversiones ilegales de armas en formas que eran imposibles de
realizar. Si la orden se hubiera conocido antes, habría
demostrado que la ATF había fracasado en su empeño
de establecer una causa razonable. Pero el tiempo se acababa.
La audiencia presupuestaria se aproximaba velozmente.
Por lo tanto, en la mañana del 28 de febrero,
la ATF se movió. No es necesario repetir el fiasco. Organizado
por el motivo equivocado, con una planificación deficiente,
basado en datos imprecisos, el asalto fue un desastre. Montado
para la prensa y su audiencia en Washington D.C., el ataque literalmente
explotó en la cara del organismo. Poco importa quién
disparó el primer tiro. Ambas partes creyeron que fue la
otra. Los agentes de la ATF seguían órdenes. Los
hombres en el complejo actuaron para proteger a sus esposas e
hijos (muchos de los cuales murieron con los primeros disparos)
de la invasión armada de su hogar. A Koresh le llevó
dos horas negociar por teléfono un alto el fuego, que entró
en efecto sólo cuando la ATF se quedó sin municiones.
Si el objetivo primario de la incursión era
la detención de Koresh y el allanamiento de su bastión
para buscar armas ilegales, ese objetivo se podría haber
conseguido tranquilamente por medios alternativos como el arresto
de Koresh cuando saliera de la ciudad. Pero el allanamiento pacífico
del complejo no habría satisfecho los propósitos
del organismo.
DEL FIASCO AL INCENDIO La ATF se retiró
del lugar y pocos días después fue remplazada por
el FBI. Finalmente, alguien que sabía lo que estaba haciendo.
Finalmente, negociadores experimentados. Finalmente, personas
que con paciencia dejarían que la situación se resolviera
sola. O por lo menos eso era lo que esperábamos.
En realidad ocurrió lo contrario. Los negociadores
del FBI rápidamente demostraron ser ignorantes de la retórica
religiosa de Koresh y del estilo de vida religioso de los Davidianos.
Si bien había negociado con delincuentes, el FBI pronto
demostró que tenía poca experiencia en hablar con
un líder religioso inconmovible ante el tipo de zanahorias
con las que se puede atraer, por ejemplo, a los terroristas que
toman rehenes. Tardíamente, el FBI comprobó que
carecía de la paciencia necesaria.
El error crucial del FBI fue su completa mal interpretación
de la situación en la que hallaba. Buscó información
entre ‘expertos’, pero escogió un grupo que, cualquiera
fueran sus credenciales, nunca había estudiado las religiones
no convencionales. Ignoró todo lo que habían aprendido
los estudiosos religiosos y los científicos sociales luego
de Jonestown. Llevó a expertos en la Biblia que podían
discutir las escrituras con Koresh, pero no consultó a
los estudiantes del milenarismo que podían entender e interpretar
el mensaje de Koresh.
Al final, como la ATF, el FBI escuchó a los
críticos anti-sectas y aceptó la suficiencia de
la retórica anti-sectas. Y en este punto la CAN y sus
portavoces se convirtieron en responsables morales, si no criminales,
de lo que finalmente ocurrió. Durante veinte años
la CAN ha atacado a las religiones no convencionales. Lo ha hecho
bajo la rúbrica de proteger a la gente de las ‘sectas destructivas’.
Las ‘sectas destructivas’ practican algo llamado ‘control mental
coercitivo’ o ‘lavado de cerebro’. En los mismos veinte años
el movimiento anti-sectas y sus portavoces ilustrados no han
podido proporcionar ninguna evidencia empírica de la existencia
de un ‘control mental’ semejante; pero tienen la esperanza
de que si lo repiten suficientemente, les creerán. Al mismo
tiempo se ha reunido una enorme cantidad de material que demuestra
la afinidad de las técnicas y las prácticas de los
nuevos movimientos religiosos con aquellos más familiares
y aceptados.
En la mayoría de los casos, las bufonadas
de la CAN se han limitado a la desprogramación de una persona
aquí, o un caso judicial allá. Sin embargo, en este
incidente las vidas de una cantidad de personas, deshumanizadas
como fanáticos y zombies con el cerebro lavado, se
volvieron descartables y en último caso se perdieron.
Y el FBI lo debería haber sabido. No está
encabezado por ignorantes. Sus agentes no son estúpidos.
El camino que eligió no se debió a la falta de alternativas.
Numerosas personas calificadas se ofrecieron para colaborar. Al
final, el FBI se cansó. No tendría que haber
actuado. Tenían otras opciones. Manejaban el control de
la situación; los davidianos no tenían a dónde
ir más que a sus brazos. No había razón
para creer en otra cosa más que Koresh finalmente se entregaría.
Los hombres serían arrestados, y las mujeres y los
niños ‘rescatados’. La impaciencia del FBI con los "sectarios"
condujo a sus muertes. La impaciencia engendró la negligencia.
Y con un plan tan mal ideado como el de la ATF, el episodio llegó
a su final en llamas.
COLOFÓN Hay una lección que
se puede aprender del incidente de Waco. Daría algún
consuelo que el gobierno, los medios, y la comunidad religiosa
abandonaran el lenguaje prejuicioso y peyorativo que rodea el
concepto de ‘secta’. Aunque se usó durante una época,
ahora se ha sumado a términos como ‘nigger’ (negro) y ‘wop’
(tano), como calificativo de odio, un nombre para todo grupo religioso
que tememos, no podemos controlar, no entendemos o no nos gusta.
La deducción es obvia: Las ‘sectas’ no existen; y por lo
tanto todo aquel que se haga pasar por un ‘experto en sectas’
no es un experto en nada.
(*) Epílogo de la obra colectiva
From the Ashes - Making sense of Waco. James
R. Lewis Editor. Londres, 1994. Traducido
del inglés por Jorge Martínez. © 1994 J. Gordon
Melton
NOTAS: (1). El informe final fue publicado
en la primera edición del Manual Enciclopédico
de las Sectas en los Estados Unidos (Garland, 1986) y repetido
con un extenso agregado para la segunda edición (Garland,
1992).
(2). Breault dejó un relato detallado de
su vida y polémica con los davidianos -incluida la extravagante
denuncia sobre los supuestos planes que tenía Koresh para
usar sus armas- en el volumen escrito rápidamente luego
de Waco, Dentro de la Secta (New American Library, 1993).
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