[OPINION]

LA ESPERANZA NO CURA: DE CÓMO UN ONCÓLOGO
DESAFÍA A ORBITO A CAUTERIZAR UNA HERIDA REAL
Por Alejandro Turek
Los pacientes que atraviesan problemas graves de salud buscan soluciones alternativas y es comprensible. Ellos y sus familiares pueden dar muchos argumentos para declararse insatisfechos por los tratamientos convencionales. Tampoco se les puede negar que prueben otras opciones: están en su derecho. Una vez que salen del consultorio, uno no puede mandar sobre sus vidas. Pero cuando preguntan, hay que saber responder por qué no son recomendables. Esta es la respuesta de un oncólogo sensible a tales situaciones.
El ilusionista James Randi simulando una "operación psíquica".
   


¿Es legítimo facilitar que los pacientes oncológicos se aferren a una esperanza que les hará dilapidar tiempo, esfuerzo y dinero? No, nadie se cura solamente con la esperanza. Sin embargo, es difícil mostrar las consecuencias de aquel error.
Pero, por el contrario, es extraordinariamente fácil ofrecer caminos oblícuos y prometer que, siguiéndolos, se sentirán mejor. También es fácil convencerse de que mejorarán recurriendo al famoso efecto placebo. Así y todo, cada vez hay más gente que le teme a las terapias convencionales porque se le ha inculcado la falsa idea de que la quimioterapia la matará por su toxicidad.
Hoy por hoy no existen campañas médicas masivas y los métodos no científicos son mucho más fáciles de promocionar: sólo se necesita pagar una página en una revista o algún espacio en un medio. La técnica publicitaria es más fácil aún. Basta con presentar un testimonio fuerte: “Yo tenía cáncer y después de seguir el método de Fulanito no lo tengo más”. Una anécdota de gran impacto emocional, como advierte un completo informe de la Sociedad Americana de Cáncer, puede más que un millón de explicaciones científicas.
Las medicinas tramposas persiguen fines económicos. Y la gente también se engancha por motivos económicos: es más barato ponerse en manos de un sanador que completar un tratamiento oncológico, aunque después de atenderse con el filipino salga con el tumor puesto.
Hoy, cuando la gente debe esperar un mes en obtener turno con un especialista en un hospital público, o cuando el servicio médico tarda 15 días en autorizar un estudio, los charlatanes se convierten en una opción real: atienden casi de inmediato y prometen lo imposible.
Si todas las terapias curativas que se promueven para el cáncer fueran ciertas, realmente seguras, no tóxicas y baratas, sería muy interesante que sus promotores las ofrecieran en los hospitales públicos. ¿Por qué sólo las ofrecen a quienes pueden pagarlas? Si tuvieran alguna base científica, nosotros -que además de nuestros pacientes también tenemos parientes y amigos con cáncer- seríamos los primeros en apoyarlas.
En cuanto al cirujano filipino Alex Orbito, no estaría mal que en su próxima visita muestre cómo cicatriza una herida real (es decir, no la que realiza en su show sino alguna secuela causada por un accidente o un objeto contundente) y que, de paso, permita efectuar una anatomía patológica que pruebe que ha retirado un tejido humano, y no -como ya ha ocurrido- un simple menudo de pollo.

Primera publicación: Sección En Trance del diario La Prensa, Buenos Aires, 8 de mayo de 1995.

 

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