Pocos sistemas de sanación han despertado
tanto interés en el mundo de lo paranormal y de la new
age como la llamada cirugía psíquica (“psychic
surgery”) filipina, esas operaciones que ciertos dotados sanadores
de Filipinas realizan con las manos desnudas y sin anestesia.
Desde los años setenta las revistas de misterios y diversos
documentales televisivos han recogido descripciones, fotos y
filmaciones de esas intervenciones, en las que, para asombro
de muchos, las heridas se cierran sin quedar siquiera el rastro
de una cicatriz. Estos cirujanos psíquicos, a los que
también se conoce como sanadores por la fe (“faith healers”),
han atraído desde los años setenta a masas de
pacientes de todos los lugares del mundo, ya sea en busca de
un último remedio para enfermedades incurables o de un
conocimiento esotérico vinculado con la tradición.
El gran atractivo que ha tenido la cirugía psíquica
filipina en Occidente se debe a ese cruce entre lo que pretenden
ser poderes psíquicos extraordinarios y el contacto con
una cultura ancestral de carácter animista, mientras
que desde el lado de los críticos se ha denunciado esta
actividad como un fraude científico y una estafa a los
pacientes, pues algunos de estos curanderos cobran elevados
emolumentos por unas operaciones que son tachadas de “juegos
de manos”.
La sanación por la fe ha sido estudiada en Filipinas
desde la parapsicología, las medicinas alternativas,
la ciencia, la religión y otros. La mayoría de
los investigadores se han centrado sobre el aspecto de la supuesta
operación quirúrgica, ya fuera para valorarla
como fenómeno extraordinario o como fraude, es decir,
defendiendo a los cirujanos psíquicos como dotados paranormales
o denunciándolos como charlatanes. Pero pocos han considerado
el fenómeno en el contexto cultural en el que se produce
y de acuerdo con las propias representaciones de sus actores.
Mi intención en este artículo es, tomando en cuenta
la realidad social de la cirugía psíquica, explorar
el entorno cultural en que se realiza la cirugía psíquica
para poder entender el por qué de este fenómeno
tan genuinamente filipino e interpretar algunos de sus significados.
LOS DIFERENTES ENTORNOS DE UN FENÓMENO
Las alabanzas y críticas que se han vertido sobre los
cirujanos psíquicos filipinos parten de presunciones
opuestas: mientras para unos es un fenómeno vinculado
con la tradición animista local, para otros es un invento
moderno puramente comercial. En los dos supuestos hay algo de
razón y de error. El primer malentendido que es conveniente
despejar es que la cirugía psíquica sea medicina
tradicional y que represente a toda Filipinas. Seguramente existen
hoy en el país más de 200.000 médicos tradicionales
(Tan, 1996), mientras que los sanadores psíquicos son
sólo unos pocos cientos. En realidad la cirugía
psíquica se trata de un fenómeno moderno circunscrito
básicamente a la región de Pangasinán,
en el centro-oeste de la isla de Luzón, que ha sido la
cuna de esta modalidad de sanación, y a la ciudad turística
de Baguio, que se encuentra en la cordillera central de la misma
isla y es donde se han asentado los curanderos más afamados,
al calor del dinero de la alta burguesía nacional y de
los turistas de la salud. Unos cuantos sanadores han establecido
su sede en la capital, Manila, y atienden a sus pacientes en
los hoteles de turistas.
Entre estos lugares hay grandes diferencias en cuanto al ambiente
en que se desenvuelve la cirugía psíquica, y las
percepciones sobre el fenómeno son así muy diferentes.
En Pangasinán los pacientes son la población rural,
y para ellos la cirugía psíquica representa al
mismo tiempo el contacto con los espíritus, de acuerdo
a una tradición de medicina popular, y el tratamiento
médico de acuerdo a los patrones de la moderna cirugía,
que exige la apertura del cuerpo y la extracción del
mal. En Baguio y Manila una gran parte de los pacientes son
turistas extranjeros creyentes en la cultura new age, y para
ellos se trata de otra cosa muy alejada de las pretensiones
científicas de un cirujano y del contacto con los espíritus.
En lo que creen es en el despliegue de unas energías
psíquicas que el sanador posee por medios espirituales
y que se materializan en una intervención paranormal.
Durante mi período de residencia en Filipinas, entre
1997 y 2000, tuve ocasión de ver en acción a los
cirujanos psíquicos más afamados actuando ante
sus clientelas internacionales y a algunos menos conocidos ejerciendo
su trabajo en el medio rural entre las poblaciones campesinas.
Contemplar los distintos entornos en que se desenvuelve la cirugía
psíquica facilita una perspectiva más amplia que
la de la polarización entre realidad y fraude, o entre
tradición e invento. Para ello es preciso situar la cirugía
psíquica en sus diferentes contextos culturales, desde
el entorno de la medicina tradicional en el que hunde sus raíces
hasta el más occidentalizado de la medicina holística
y la espiritualidad “nueva era”, con la comercialización
que lleva implícita.
ORIGEN Y DESARROLLO DEL CASO
La cuna de donde nació y de donde se sigue alimentando
la cirugía psíquica es una iglesia sincrética
que lleva el nombre español de Unión Espiritista
Cristiana de Filipinas, fundada en 1905 por Juan Alvear en la
región de Pangasinán, siguiendo la doctrina espiritista
elaborada por Allan Kardec a mediados
del siglo XIX, que se centraba sobre la comunicación
con los espíritus de los muertos. Analizaremos más
adelante cómo la curación de los enfermos es uno
de los momentos más importantes de sus ceremonias, que
se realiza por la comunicación de un médium con
el Espíritu Santo.
En la década de 1940 un miembro de la Unión Espiritista
Cristiana de Filipinas de San Fabián (Pangasinán)
llamado Eleuterio Terte practicaba
toda clase de rituales de curación y se le ocurrió
una nueva idea: la operación. Se cuenta que al principio
utilizaba en sus “operaciones” un gran cuchillo de cocina, y
que no dejaba rastro de la herida ni cicatriz alguna en el vientre
de sus pacientes. Según él mismo contaba, se inició
a la cirugía psíquica por una experiencia visionaria
en sueños mientras se encontraba gravemente enfermo.
Dos ángeles le comunicaron que si quería sanar
debía realizar estas operaciones para el beneficio de
los demás, e inmediatamente sanó. Su fama se extendió
pronto, hasta llegar a atender en su consulta a cerca de un
millar de personas al día. Al ser investigado por la
Asociación Médica Filipina por ejercicio ilegal
de la medicina, Terte empezó a operar con las manos desnudas.
En los años cincuenta el prestigio de sus operaciones
entre el pueblo filipino llegó hasta dos norteamericanos
que estudiaban la sanación en Asia: Ron
Ormond y Ormond McGill. Éstos dieron a conocer
la técnica de Terte por primera vez en Occidente en su
libro Into the Strange Unknown (1959) y en un artículo
en la revista Fate (Ormond,
1960), con la afirmación de asombro: “o este hombre está
realizando milagros o es el más grande mago que ha existido”.
Terte es reconocido por todos los cirujanos psíquicos
en ejercicio como el iniciador de las operaciones psíquicas.
Pero las características de éstas han cambiado
algo en las últimas décadas. La hija de Terte,
Arsenia de la Cruz, que es hoy una conocida curandera, me ha
informado personalmente de que su padre materializaba piedras
de riñón del cuerpo del paciente sin producir
apenas sangre, a diferencia de lo que hacen hoy sus continuadores
en sangrientas operaciones donde se extraen de manera aparatosa
toda clase de tejidos. Otra diferencia notable, asegura Arsenia,
es que su padre no recibía dinero por sus servicios,
tal como prescribía la iglesia espiritista, aunque luego
aceptó donaciones de unos pocos pesos. Aún así,
consiguió hacer un dinero con su amplia clientela.
En los años sesenta el investigador psíquico norteamericano
Harold Sherman atrajo la atención
mundial hacia la cirugía psíquica filipina con
un libro titulado Wonder Healers of the Philippines (1967),
donde se documentan de una forma entre crítica y creyente
los supuestos poderes del que entonces era la nueva estrella
de la profesión:
Tony Agpaoa. Fue Agpaoa quien popularizó la técnica
de las operaciones tal como hoy se practican, con abundante
despliegue de sangre y extracción de objetos, y el cierre
de la herida con un simple masaje. Según sus propias
declaraciones, su iniciación en la curación psíquica
vino de una experiencia visionaria, pues un espíritu
se le apareció y le dio instrucciones para curar. Sin
embargo, el especialista filipino Jaime Licauco (1982) afirma
que tanto él como otros cirujanos psíquicos aprendieron
el oficio de Eleuterio Terte, extremo que me ha sido confirmado
por Arsenia, la hija de éste último. Agpaoa aprendió
rápido las técnicas de Terte y tuvo más
visión comercial que aquel. Se cuenta que su mujer puso
una agencia de viajes y creó paquetes con los operadores
turísticos para peregrinajes de sanación a Filipinas,
con lo que Agpaoa recibiría 200 dólares por paciente
(Nolen, 1974).
Nadie duda de que fue Agpaoa el que convirtió la cirugía
psíquica en un espectáculo y un boyante negocio,
lo que le procuró algunos contratiempos. En octubre de
1967 el vuelo charter fletado por Tony Agpaoa con 111 pasajeros
desde Detroit para ser operados en Filipinas fue seguido por
la prensa americana. La popularidad del caso provocó
que la policía filipina intentase impedir las prácticas
del curandero y que varios miembros de la Asociación
Médica Filipina intentaran investigar las presuntas operaciones.
Algunos de los pacientes declararon a la vuelta a su país
que habían sido estafados (Fuller, 1968), por lo cual,
cuando al año siguiente Apaoa viajó a Estados
Unidos, fue arrestado por un mes y procesado por fraude. Una
vez fuera del país, Agpaoa no volvió para comparecer
a las citaciones judiciales.
Como hombre de personalidad expansiva, arrogante y dado al lucimiento,
Agpaoa fue un personaje controvertido dentro y fuera de Filipinas,
y no sólo por su afición al lujo, la bebida y
las mujeres. Fue acusado también de fraude por numerosos
periodistas e investigadores. Uno de ellos, Henry Belk, dijo:
“cuando su espíritu se va de vacaciones, no puede hacer
nada. Así que es deshonesto y hace fraude la mayor parte
del tiempo” (Valentine, 1975, p. 80). Incluso creyentes en la
curación psíquica como Stanley Krippner (1976)
declararon haber observado engaños descarados en las
filmaciones de sus operaciones. Agpaoa murió en 1982
de un derrame cerebral a la edad de 43 años, lo que dio
lugar a especulaciones en Manila de que los poderes le habían
abandonado y que había sucumbido a la vida desordenada.
Otras personalidades destacadas de aquellos primeros años
de popularidad de la cirugía psíquica fueron Juan
Blance, Josefina Sisón, José Mercado y Plácido
Palitayan.
VALORACIONES: ENTRE LA CREENCIA Y EL ESCEPTICISMO
Los proponentes del fenómeno paranormal
En los años setenta un tropel de parapsicólogos,
sanadores, científicos y periodistas llegaron a Filipinas
y observaron con detenimiento a los cirujanos psíquicos
en acción. Unos apoyaron decididamente la existencia
de un fenómeno inexplicable, como el grupo dirigido en
1973 por la terapeuta Sigrun Seuteman, que observó a
una docena de curanderos y llegó a la conclusión
de que no existía fraude (Licauco, 1982); o el quiropráctico
australiano Donald McDowall (1993, 1998) quien ha descrito pormenorizadamente
las operaciones de Jun Labo y otros cirujanos psíquicos
sin ningún género de dudas sobre su autenticidad.
El argentino Claudio
María Domínguez (1995) ha hecho el relato
de una auténtica conversión a otra realidad, la
de los “magos de Dios” filipinos, culminada con un viaje iniciático
a Filipinas en la que realizó una filmación para
televisión de las curaciones de Alex
Orbito.
Otros defendieron la realidad del fenómeno incluso conociendo
informaciones críticas y denuncias de engaño,
como el psiquiatra suizo Hans Naegli, quien, a pesar de que
reconocía que muchos cirujanos psíquicos utilizaban
a veces trucos cuando sus poderes les abandonaban, hizo en una
conferencia una encendida defensa de la sanación filipina
como un fenómeno paranormal de la mayor importancia.
El médico sudafricano Lyall Watson (1976) aceptó
que, en la mayoría de los casos, lo que sale del cuerpo
de los enfermos no son tejidos humanos. Sin embargo, convencido
de que las condiciones de las operaciones estaban tan cuidadosamente
controladas que no había posibilidad de fraude, llegó
a la conclusión de que lo que allí se desarrollaba
eran poderes extraordinarios. Lo mismo ha defendido Christian
de Corgnol (1992), quien no ve justificado que se hable de fraude
o ilusionismo por el hecho de los tejidos que extrae el cirujano
no sean del paciente, pues “faltaría explicar en tal
caso de dónde proceden el pus, la sangre, los tumores...”
(p. 21). Por su parte, el investigador psíquico Hiroshi
Motoyama descubrió que las muestras de sangre de una
operación de Agpaoa no se correspondían con la
sangre del paciente, pero lo atribuyó a una alteración
de la muestra, ya que él había introducido sus
dedos en la incisión y se convenció de que ésta
era producida por el prana o fuerza universal que fluye de los
chakras.
¿Cómo explican los defensores de lo paranormal
el mecanismo físico de las operaciones? Una hipótesis
la ha proporcionado el físico y parapsicólogo
alemán Alfred Stelter (1976), quien elaboró el
principio de que las estructuras celulares pueden separarse
y unirse de nuevo por el poder electromagnético del curandero
en un proceso de desmaterialización y materialización
de la materia orgánica del cuerpo del paciente. Este
autor escribió en términos elogiosos sobre el
poder del cirujano psíquico Jun
Labo, aún lamentándose de que los curanderos
fraudulentos eran cada vez más frecuentes en Filipinas
y de que incluso los más genuinos podían producir
engaños cuando se encontraban sin poderes por haberse
dedicado demasiado a la buena vida o al sexo.
Para otros, la operación podría no ser estrictamente
física. Stanley Krippner
(1976) se dio cuenta de que en las operaciones no se producía
una apertura real de la carne, por lo que sugirió que
la “apertura” podría no realizarse en el cuerpo físico,
sino en el “cuerpo bioplasmático”. En algunas operaciones
ni siquiera la sangre era real, sino un líquido rojo,
lo que justificó diciendo que el líquido podría
haber sido “teleportado” en la operación desde una factoría
de tintes. Desde Filipinas, Lava y Araneta (1982) interpretan
estas disfunciones en el sentido de que no hay una auténtica
cirugía, sino una materialización que puede tomar
la forma de sangre de un animal, sin que eso signifique fraude.
Otros filipinos han defendido el fenómeno paranormal.
El parapsicólogo Jaime Licauco es el autor nacional más
prolífico sobre la cirugía psíquica y un
convencido defensor de su autenticidad. En una entrevista que
mantuve con él en Manila admitió que algunos cirujanos
son fraudulentos, pero éstos suponen sólo una
parte muy pequeña del total. A veces se ha comprobado
que lo que se extrae del vientre del paciente son higadillos
de pollo o piedras de jardín, pero Licauco lo explica
así en uno de sus libros: “tales cosas son controladas
por la psique del curandero y si él cree que lo que está
sacando son coágulos de sangre, entonces aparecerán
coágulos de sangre en la superficie. Algunos sanadores
materializan piedras ordinarias de jardín de pacientes
que sufren de cálculos renales, porque así es
como los sanadores sin estudios conciben que deben ser los cálculos
renales. Muchos de estos sanadores ni siquiera saben cómo
tienen lugar estos fenómenos o procesos paranormales”
(Licauco, 1981, p. 57).
Otros dos investigadores de lo paranormal en Filipinas, Gerrit
Huizer y Jesus Lava (1989), han descrito con asombro y utilizando
terminología parapsicológica las operaciones del
cirujano psíquico Juan Blance, quien utilizaría
en su repertorio una combinación de métodos psíquicos
y convencionales junto con la adivinación de la enfermedad
por medio de la “clarividencia”. Según Huizer y Lava,
la falta de fe por parte del paciente no influye en la curación,
pero “las emociones o emanaciones negativas parecen ser un factor
que contribuye al fracaso de la sesión” (p. 64).
Entre los universitarios filipinos, una referencia en este tema
es el profesor de psicología de la Universidad Ateneo
de Manila Jaime Bulatao, que además de ser sacerdote
jesuita es parapsicólogo, y a él me dirigí
en busca de una opinión autorizada. Él afirma
que inicialmente perdió su interés en los cirujanos
psíquicos viendo que hacían fraude, aunque se
producían curaciones. En su opinión, fue “la sugestión
indirecta producida por el ritual (a pesar de ser un fraude)
lo que resultó en una curación” (Bulatao, 1992,
p. 144). Sin embargo, en las operaciones de Jun Labo no vio
juegos de manos, y cree que los pacientes pasaban tan rápido
que no había tiempo para preparar el truco.
La cirugía psíquica ante la ley
y las autoridades
Mientras que la medicina tradicional filipina se ha ejercido
y continúa ejerciéndose al margen del sistema
médico y legal sin contratiempos, la cirugía psíquica
ha entrado a veces en confrontación con las leyes y con
la ciencia, tanto en Filipinas como en otros países.
En sus giras internacionales, varios cirujanos psíquicos
filipinos han tenido problemas con la ley por practicar la medicina
sin licencia o se vieron investigados en sus técnicas.
A Gary Magno se le encontraron frascos con un líquido
rojo y paquetitos de carne escondidos debajo del cinturón,
sufriendo un proceso legal en Estados Unidos. También
Plácido Palitayan fue arrestado en 1989 en Estados Unidos
y se le encontró un balde que contenía sangre
y tejidos de animal bovino. El filipino afincado en Estados
Unidos José “Hermano Joe” Bujarin fue arrestado en 1987
en aquel país tras operar a un investigador del Consejo
Estatal de Control de Calidad Médica, y acabó
cumpliendo una pena de nueve meses. Según un
documento de la American Cancer Society (1989), el análisis
que se hizo de una muestra de sangre de sus operaciones indicó
que era de pollo. Por todo ello, en este documento se informa
de que no existe evidencia de que la cirugía psíquica
resulte beneficiosa, y sugiere no recurrir a ella. Las acusaciones
de fraude contra los cirujanos psíquicos y las implicaciones
legales están documentadas en numerosos documentos de
los escépticos y en internet, por lo que remito al lector
a ellos para mayor detalle (ver por ejemplo en la bibliografía
Nava True II, George).
En Filipinas las autoridades sanitarias tuvieron inicialmente
una actitud crítica hacia la cirugía psíquica.
En 1962 la Asociación Médica Filipina denunció
a Agpaoa como “ilusionista”, afirmando que los tejidos que sacaba
en sus intervenciones habían sido analizados y resultaron
ser intestinos de pollo. Hasta los años setenta no se
reconoció oficialmente en Filipinas a la cirugía
psíquica como una forma de terapia, sino como un engaño.
Al ir disminuyendo con el tiempo la publicidad en torno de este
tema, el estamento médico se fue quedando un tanto al
margen del asunto. El Gobierno filipino, en cambio, ha mostrado
casi siempre una postura permisiva hacia los cirujanos psíquicos.
Es conocido que el dictador Marcos fue un creyente en los poderes
de estos curanderos y que en más de una ocasión
se valió de sus servicios. Se conocen de él expresiones
de apoyo a sus fantásticas capacidades. Hasta hoy mismo,
las autoridades del país mantienen buenas relaciones
con los más importantes sanadores. Prueba de ello es
que el expresidente Fidel Ramos acompañó a Alex
Orbito en la inauguración en noviembre de 1999 de un
templo para la sanación llamado la Pirámide de
Asia, y que el también expresidente Estrada intervino
en favor de Jun Labo tras su encarcelamiento en Rusia. Algunos
han afirmado que la aceptación del curanderismo es lógica
en un país donde el gobierno no es capaz de cubrir la
atención sanitaria en las zonas rurales y donde la seguridad
social no alcanza para pagar a un médico y las medicinas,
y explican la existencia de la cirugía psíquica
entre el pueblo rural por la extendida pobreza que se padece
en Filipinas (Lava y Araneta, 1982).
Actualmente existe en Filipinas un marco jurídico que
ampara de alguna manera la práctica de la cirugía
psíquica. En 1997 el Senado y la Casa de Representantes
aprobaron una ley por la que se creaba el Instituto Filipino
de Medicina Tradicional y Alternativa, asociado al Ministerio
de Salud, con el objetivo de acelerar el desarrollo de la atención
médica alternativa e integrarla en el sistema sanitario
oficial. La ley cubre no solamente los métodos tradicionales,
sino también los “tratamientos importados”, como la reflexología,
la acupuntura y otros que no se concretan, con lo que se establece
un marco para la actuación de diversas clases de sanadores.
La respuesta de los escépticos Los
científicos y escépticos empezaron a llegar a
Filipinas tan pronto como se popularizó el fenómeno
de la cirugía psíquica, denunciando en libros
y artículos que las supuestas operaciones no eran sino
juegos de manos en los que se utilizaba sangre de animales cuando
no simples colorantes, hígados de pollo, trozos de algodón,
piedras ordinarias, etc. En los años setenta Agpaoa fue
denunciado públicamente de fraude por varios de los estudiosos
que observaron sus operaciones al natural y en filmaciones.
Las acusaciones decían que no producía incisión
alguna en el cuerpo del paciente, que los tejidos y piedras
extraídos en las operaciones no eran humanos y estaban
previamente enrollados en los dedos del cirujano, y que lo que
parecía sangre era un líquido de otra naturaleza
introducido con una esponja empapada (Rogo y Bayless, 1968;
Zorab, 1973). El médico norteamericano William Nolen
viajó a Filipinas en 1973, vio trucos en las operaciones
de los sanadores por la fe y recogió testimonios de expertos.
Uno de sus entrevistados, un doctor en medicina, declaró
que “algunos de los curanderos usan sangre animal, algunos nueces
de betel, otros un líquido que los magos usan y que,
cuando se mezcla con bicarbonato de soda escondido en un algodón,
se vuelve rojo” (Nolen, 1974, p. 205).
Otros escépticos militantes han querido, por medio de
denuncias en libros y en los medios de comunicación,
desmontar el negocio de los cirujanos psíquicos. El ilusionista
profesional y detractor de las pseudociencias James
Randi, basándose en filmaciones hechas a Agpaoa,
señala en su libro "Fraudes paranormales" (1994)
los trucos que éste supuestamente usaba para hacer aparecer
la sangre, que habían sido ya puestos al descubierto
en los años setenta por el sacerdote jesuita español
y parapsicólogo Oscar
González Quevedo, en una demostración en un
programa en directo de Televisión Española y luego
en su libro Los curanderos (1977). Y en el ámbito hispano,
Alejandro
Agostinelli (1995a, 1995b) ha denunciado en los medios de
comunicación argentinos cómo
las intervenciones del curandero Laporga en su visita a
Argentina se apoyaron en el fraude, para cuyo análisis
contó con la experiencia del parapsicólogo escéptico
y mago profesional Enrique
Márquez, y ha puesto en evidencia los
trucos de Orbito en la filmación del periodista Domínguez.
James McClenon (1994) ha estudiado
los “sucesos maravillosos” como fundamento de muchas expresiones
religiosas. En el caso de la cirugía psíquica
filipina, ha encontrado elementos comunes con el complejo chamánico,
pues los sanadores chamánicos pretenden realizar sucesos
paranormales y simulan el trance. La cirugía psíquica
filipina se basa, según McClenon, en juegos de manos.
El médico utilizaría estas técnicas para
crear imágenes poderosas para sus clientes, y por ello
los resultados beneficiosos serían ejemplos del efecto
placebo y de curación psicosomática, ya que la
mayoría de los casos “implicaban trastornos que probablemente
tenían un componente psicosomático” (p. 112).
McClenon ve en las biografías de los sanadores habilidades
de disociación que les permitían no tener sensaciones
de culpa por el fraude.
Según los investigadores escépticos, el acto de
la operación es un engaño. Por lo general, alegan
que el efecto de penetración con los dedos es un simple
efecto visual que se logra presionando con los dedos el abdomen
u otra parte blanda, doblando a continuación los dedos
hasta los nudillos al tiempo que se hace brotar sangre de una
bolsita escondida en la palma de la mano. Al romperla, se produce
un pequeño charco en el hueco que se ha formado en el
abdomen, lo que crea el efecto de una herida profunda. En algunas
filmaciones se observa, de hecho, un objeto entre las manos
del operador, que podría ser esa bolsa conteniendo sangre.
Los trozos de carne que se extraen del vientre procederían,
en realidad, de una palangana o una toalla en la que el operador
se limpia las manos.
Esta solución es coherente con las operaciones que yo
he observado, pues una característica bastante general
en ellas es que el operador mostraba el dorso de la mano hacia
el frente, ocultando la palma. Además, como dije antes,
a veces el operador nos dejaba entrar en la sala cuando la operación
estaba a punto de iniciarse, con lo cual no era posible saber
si se habían preparado los materiales que se iban a hacer
aparecer, o bien sólo se podía observar desde
una determinada posición. Aparte de aceptar como verosímil
la explicación de los escépticos sobre la colocación
de una bolsa en la palma de la mano, no excluiría tampoco
la posibilidad de que el algodón mojado que se suele
colocar sobre el vientre al iniciarse la intervención
sirviera para diluir un polvo de color rojo -quizá nuez
de betel, como alguien había apuntado- que se haya ocultado
en la palma de la mano.
De cualquier manera, mientras los escépticos se han centrado
en descubrir los trucos utilizados y en la demostración
científica de que la materia orgánica extraída
no era de origen humano, para los creyentes ello no es el motivo
más importante. Un rasgo común entre casi todos
los creyentes en la sanación psíquica, tanto filipinos
como extranjeros, es que no consideran suficiente para hablar
de fraude que se pruebe que la sangre y los tejidos extraídos
en las operaciones pertenecen realmente al paciente, pues los
consideran “aportes” o “emanaciones” que pueden tomar la forma
de piedras volcánicas, hígados de pollo u otros.
Lo importante para ellos es el fenómeno de curación,
que se basaría en “energías sutiles” u otras explicaciones
de tipo paranormal que están más allá de
cualquier explicación científica. Para ellos,
independientemente de que se den trucos de magia, existen curaciones,
y ellas son el centro de su fe. Vayamos, pues, a las raíces
de esa fe.
CIRUJANOS PSÍQUICOS... AL TRABAJO
Para
hacernos una idea de las características del fenómeno
del que estamos tratando, a continuación voy a describir
las actividades de dos de los que hoy son considerados los cirujanos
psíquicos más reputados dentro y fuera de Filipinas,
con los que he podido entrevistarme y observar en el ejercicio
de su trabajo.
Jun Labo Jun Labo es el sanador que reina
en Baguio como el más prestigioso en esta meca de la
sanación. Personalidad singular de la vida social y política
de la cordillera, baste decir para hacernos idea del grado de
su popularidad que fue elegido dos veces alcalde de Baguio,
aunque en ambas tuvo que dejar el puesto al tener también
nacionalidad australiana. Alardea de haber hecho grandes donaciones
para obras sociales, y con su talante populista se ha ganado
a la “masa” (en tagalo).
La iniciación de Labo a la sanación es más
o menos típica en los médicos tradicionales y
los espiritistas. Según su relato, tuvo varias visiones,
una de ellas del mismísimo Jesucristo, y poco después
descubrió de pronto sus poderes curando a una mujer que
se hallaba a punto de morir (Licauco, 1984). La forma como tomó
contacto con el turismo extranjero fue por invitación
del empresario y espiritista Joaquín Cunanan, tal vez
uno de los que más han hecho por la difusión de
la cirugía psíquica, para que organizara sus sanaciones
por medio de una agencia de viajes.
La polémica ha rodeado a Labo desde el principio de su
carrera. Las acusaciones de fraude en sus intervenciones han
venido de escépticos, periodistas y programas de televisión
de diversos países. Pero también tiene sus defensores,
como el estudioso de la sanación
Donald McDowall (1998), quien ha criticado los prejuicios
de la ciencia contra la curación psíquica por
el hecho de que un laboratorio dictaminara que un cálculo
renal extraído por Labo era una piedra era de origen
volcánico.
Labo fue noticia en la prensa filipina en 1998 al ser arrestado
junto con sus ayudantes en Rusia por ejercicio ilegal de la
medicina y estafa, ya que se descubrió que había
utilizado sangre de vaca en una operación. De acuerdo
con la prensa, posteriormente otros mil pacientes presentaron
demandas contra Labo por estafa y reclamaron la devolución
de los 150 dólares que le habían pagado por un
tratamiento. Aunque el mismo presidente de Filipinas Joseph
Estrada intercedió en su favor ante el primer ministro
ruso, Labo acabó pasando seis meses en prisión.
Este incidente no ha menoscabado el crédito de Labo entre
sus seguidores, pues en cualquier momento se pueden ver en su
“clínica” del hotel Nagoya Inn grupos de turistas extranjeros
que viajan hasta Baguio para ser tratados por él.
Seguramente por todo esto, y como otros en su profesión,
es muy suspicaz ante las peticiones de entrevistas. En mi caso,
me recibió acompañado por su abogado, y empezó
contestando a mis preguntas con una calculada prevención.
Para defender su integridad de las acusaciones de fraude, no
puso ningún reparo a que yo fuera testigo de sus sesiones
de curación y tomara fotografías, tal vez poniendo
en ello un punto de desafío. Por otra parte, gusta de
desplegar su encanto personal y, orgulloso de su prosperidad,
enseña al visitante sus coches y su mansión, que
desborda de chirriantes detalles de religiosidad pop y adornos
de extravagancia kitch.
Las sesiones de curación de Jun Labo tienen algo de ceremonial.
Comienzan con la oración de los pacientes en una especie
de capilla que luce toda clase de imaginería religiosa,
desde la cristiana a la oriental, además de una pirámide
para meditaciones. Los presentes reciben una bendición
en la frente de manos de Labo, y a continuación pasan
en ropa interior a la sala de operaciones. Allí, el sanador
aparece en una concentración profunda, pues nos ha dicho
previamente que actúa en trance. Se coloca de cara a
la audiencia ante una mesa, como un sacerdote ante el altar,
y rodeado de dos ayudantes. El primer paciente se tiende en
la mesa. El cirujano presiona con sus dedos en el vientre, la
carne se hunde, empieza a manar la sangre y se forma un pequeño
charco en el hueco. Parece que los dedos penetran en la masa
abdominal, pues se ven hundidos en ella. A veces el operador
extrae tiras de carne o coágulos de sangre con una mano
mientras que la otra sigue presionando la tripa para mantener
el hueco hundido, o para que la herida permanezca abierta, según
él nos explicaría. La intervención no se
limita a las partes blandas del abdomen, sino que los dedos
recorren con rapidez varias zonas del cuerpo dejando a su paso
un reguero de sangre. En cuestión de un minuto o minuto
y medio, como máximo, la operación está
terminada. Los ayudantes limpian con toallas al paciente y es
el turno del siguiente. Todo un grupo de 25 personas pasa por
la mesa de operaciones en una hora y media, incluso repitiendo
algunos de ellos.
Según el padre Bulatao (1989), el fraude no es posible
en operaciones tan rápidas, pero los creyentes en la
sanación psíquica raramente establecen controles
rigurosos contra el fraude. Por mi parte, aún desconociendo
las técnicas de ilusionismo, no podría descartar
el uso de trucos muy sencillos en las operaciones de Labo, ya
que éste no cuida demasiado el detalle de la verosimilitud
de la supuesta apertura de la carne, que hace de forma casi
desmañada, y con movimientos de manos poco sofisticados.
He podido observar que en todos los casos en los que extrae
un trozo de tejido, previamente se había enjuagado las
manos en dos palanganas, ocultándolas de la vista, en
cuya acción puedo suponer que se ha provisto de los materiales
que va a “extraer” a continuación. En una ocasión
la sangre que salió del ojo de un paciente era de distinto
color que la que salió de su abdomen. Esta características
de que a veces la sangre no parezca sangre es muy común
entre los cirujanos psíquicos.
Alex Orbito Alex Orbito cuenta que a la
edad de catorce años tuvo sueños recurrentes en
los que se veía curando multitudes con la Biblia en la
mano. Un día un vecino vino a buscarle para que curara
a su madre, porque había soñado que Orbito la
curaría. Y él la curó. Como en el caso
de otros sanadores, sus inicios en la sanación por la
fe estuvieron rodeados de varias “llamadas” de voces que le
pedían emprender la misión de curar, a las que
se resistía una y otra vez. Encontrándose enfermo
en una ocasión, aceptó la petición de la
voz y sanó de inmediato. A partir de ahí dedicó
su vida a la humanidad (Licauco, 1978/1998).
Hoy día Orbito es el más popular de los cirujanos
psíquicos a nivel internacional, debido a sus continuos
viajes al extranjero para sanaciones, cursos y demás.
En Manila recibe grupos de turistas en la clínica que
tiene habilitada en un hotel de la zona marítima. Además,
en Manaoag, en la región de Pangasinán, inauguró
en 1998 un centro de curaciones en forma de pirámide
al que dio el nombre de Pirámide de Asia. Allí
se produce un encuentro entre ambos mundos, pues trata tanto
a los originarios del lugar como a grupos de extranjeros. Por
invitación de Orbito, tuve ocasión de estar presente
en el año 2000 en un seminario de sanación dirigido
a extranjeros en la Pirámide de Asia, y conocer al mismo
tiempo sus técnicas de sanación.
Por la mañana, el “Reverendo” Orbito oficiaba una sesión
de curación para un grupo de unos sesenta naturales de
la comarca. Los pacientes se reunían en la capilla del
centro de sanación, donde Orbito, desde un estrado, iniciaba
la sesión con unas palabras en tagalo. A continuación
los pacientes iban pasando para recibir energías por
medio de una imposición de manos del líder, y
se dirigían hacia la pirámide. Antes de entrar,
los asistentes a la ceremonia nos tenemos que vestir con una
bata blanca y dejar todos los metales y cámaras fotográficas.
En el interior sólo hay una pálida luz que penetra
a través de la rejilla que compone el techo de la pirámide.
Nos colocamos contra las paredes. Orbito inicia unas plegarias
desde el centro, nos hace dirigir los brazos a lo alto y meditar
con los ojos cerrados. Luego vamos pasando en orden para recibir
un vaso con agua dotada de alguna energía.
A continuación se procede al acto de curación
mismo, que tiene lugar en un pequeño consultorio, donde
los pacientes van pasando uno a uno. El cambio de escenario
es total. En unos minutos parece que hubiéramos pasado
de un ritual sectario a una visita al ambulatorio de la Seguridad
Social. Orbito nos dice que podremos ser observadores sólo
si el paciente lo autoriza. Él mismo es el que nos llama
si podemos pasar. Cuando entramos al cuarto el cirujano está
a punto de empezar, por lo cual no podemos valorar si hay una
preparación previa de la operación. Orbito se
concentra intensamente, presiona con sus dedos el vientre de
la paciente, parece forzar la piel. Ésta es una mujer
gruesa, por lo que las manos del operador se hunden fácilmente
en el abdomen. En ese momento se oye un “pop” y comienza a brotar
sangre, que forma un charquito alrededor de los dedos. Orbito
extrae algunos tejidos, frota y... la herida ha desaparecido.
No queda ni siquiera una marca de ella.
Entre otras operaciones, Orbito nos llama para asistir a una
operación en la nariz de una joven. Introduce un dedo
en la nariz, hace unas presiones y extrae algo parecido a un
trozo de carne ensangrentado. Desconozco si esa materia había
sido introducida en la nariz antes de nuestra entrada. Otra
técnica que realiza habitualmente Orbito, y que es típico
de los modernos curanderos es introducir un algodón en
el abdomen del paciente y extraerlo a continuación igual
de blanco. Según explica Orbito, con ello extrae el mal
que sufre el enfermo.
Orbito es uno de los cirujanos psíquicos que poseen una
técnica más depurada y ponen un mayor dramatismo
en su actuación. Es también el cirujano psíquico
que mejor ha sabido integrar su trabajo en la moderna cultura
de la “nueva era” gracias a sus contactos con especialistas
internacionales, de los que me consta que ha asimilado nuevas
técnicas para rodear el ritual de la sanación
de una forma más acorde con las espectativas de sus audiencias
occidentales. Así, entre sus actividades actuales se
encuentran los seminarios sobre sanación y el uso de
toda una terminología de tipo paranormal. Orbito me ha
confesado que pasa dos tercios del año fuera de Filipinas,
y no tiene problemas ni para obtener visados ni para organizar
las visitas de los extranjeros, ya que es dueño, entre
otros negocios, de una agencia de viajes de Manila llamada Orbit
Tours, desde donde organiza los viajes de los pacientes extranjeros
que vienen a su consulta.
Baste con estas muestras de dos de los más importantes
sanadores para tener una idea de lo que es la cirugía
psíquica actual. Veamos ahora cuáles son las valoraciones
que se han hecho del fenómeno desde uno y otro lado del
espectro de creencias.
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