Cuando el 26 de diciembre de 2002 Brigitte
Boisselier, obispo raëliana y directora científica
de Clonaid, juró que en una de filial de su empresa fantasma
había nacido Eva, ‘el primer clon humano’, la prensa mundial
recogió sus declaraciones con excesiva generosidad. Mucho
antes del lanzamiento en marzo de 1997 de Clonaid (a la que se
presentó como una filial de Valiant Venture Ltd., establecida
en Bahamas), Claude
Raël Vorilhon venía pregonando la
buena nueva, contando desde entonces con la voraz cobertura -a
veces teñida de un escepticismo burlesco- de los principales
medios. Pero la doctora Boisselier, cinco años después,
hizo el sensacional anuncio con las manos vacías. Y
lo mismo sucedió con el segundo, tercero, cuarto y quinto
anuncio. A mediados de enero, la prensa parecía haber ‘perdido
las esperanzas’ de que la empresa raëliana presentara evidencias,
se aviniera a demostrar que había tenido éxito en
sus experimentos con un test de ADN o, consuelo de tontos, permitiera
entrevistar a un familiar de la niña. Ninguna promesa se
cumplió. Los mismos medios que habían instalado
la ‘noticia’ comenzaron a ‘darse cuenta’ de que cada centímetro,
cada segundo dedicado al asunto eran publicidad gratuita y los
principales beneficiados, la Iglesia Raëliana y Clonaid,
no estaban dando el menor dato verificable a cambio. La información
genuina sobre las pretendidas clonaciones brillaba por su ausencia,
pese a lo cual la controversia perduró por semanas.
Los escépticos -científicos,
periodistas y afines- salieron a conjurar la sensacional revelación
y la cordura pareció coronar la batalla. Pero cinco días
después un abogado del estado de Florida, Bernard Siegel,
se presentó en un juzgado de menores de Fort Lauderdale
para poner a la supuesta bebé clon bajo custodia judicial
ante el riesgo de que el hipotético cobayo humano hubiera
nacido con defectos genéticos. Así, la historia
entró en un cono de sombra: si el test se realizaba, los
raëlianos se exponían a que el posible fraude se develara
y la madre del bebé perdiera la custodia. Si la motivación
de los raëlianos era promocionarse, eximiéndose de
presentar pruebas no corrían riesgos sino que obtendrían
la recompensa que estarían buscando: la persistencia
de la duda mantendría a la historia abierta y a sus protagonistas
en el candelero. Y nadie que conozca lo suficiente la carrera
religiosa de Raël ignora que el gurú de este culto
platillista adora el adagio según el cual "Sólo
hay algo peor que tener mala prensa, y es que la prensa no hable
de ti" (1). Inesperadamente, Raël pidió suspender
los exámenes de ADN que iba a controlar el físico
Michael
Guillen, ex periodista científico del ABC
News. "(...) Estaba todo listo para demostrar al mundo
la verdad. Entonces (al enterarme de la presentación judicial
de Siegel), llamé inmediatamente a Boisselier y le dije:
‘Si existe algún riesgo de que le quiten la beba a su familia,
es mejor perder la credibilidad. No haga el test’. Ella estuvo
de acuerdo", expuso Raël, magnánimo, el
pasado 2 de enero. Así, el recurso judicial acabó
convirtiéndose en la coartada perfecta.
RAËL
Y LA PRENSA: BENEFICIO MUTUO GARANTIZADO No bien los
escépticos ventilaron que Michel Guillen -el periodista
científico elegido por los raëlianos para verificar
la realidad de la presunta bebé clon- había incurrido
en el pasado en serias faltas al rigor científico, éste
comenzó a cubrirse las espaldas. El 6 de enero, el periodista
se echaba atrás. "El clon humano -se atajó-
puede ser parte de un elaborado engaño". (2)
Tras la demanda de Siegel, la deserción
de Guillen y el repentino escepticismo periodístico, el
altruismo de Raël comenzó a trastabillar. Porque sus
siguientes declaraciones, más que disipar sospechas, las
aumentaron, al punto de dejar flotando en el aire la posibilidad
de que todo el asunto fuera una colosal bufonada. "Si no
es verdad -declaró Raël-, se trata de la broma científica
más bonita" (porque) "nos ha permitido comunicar
nuestro mensaje" (3). Sus voceros luego ‘contextualizaron’
o minimizaron esta afirmación. Pero esa ambivalencia marketinera
no pudo menos que recordar el espectacular cuento pergeñado
por el productor británico Ray Santilli,
quien en 1995 anunció poseer el primer film donde se probaba
la captura de alienígenas en el desierto de Nuevo México:
cuando sus críticos objetaban la calificación de
los ‘expertos’ a los que recurría para avalar el video
con la
muñecopsia de Roswell, o cuando
impedía un análisis imparcial del celuloide original,
exclamaba: "Crean lo que quieran, pero para mí es
auténtico".
Claude Vorilhon fue periodista y
se mueve en los medios a sus anchas. Cuando el Movimiento Raëliano
Internacional (MIR) se llamaba Movimiento para Recibir
a los Elohim Creadores de la Humanidad (MADECH, 1974-1978),
Raël era invitado a programas de TV donde anunciaba conferencias
que luego daba a sala llena. Vorilhon era un ‘loco lindo’ a quien
nadie osaba considerar ‘peligroso’. Ya en 1992, cuando decide
cambiar Francia por Canadá, su culto había sido
estigmatizado. Hasta los ’90, Raël no poseía
ningún control sobre el contenido de las noticias que se
publicaban sobre él. Las acusaciones de lavado de cerebro,
libertinaje sexual, fascismo, satanismo, pedofilia e incluso antisemitismo
estaban a la orden del día. En Europa, en fin, los raëlianos
dilapidaban muchas energías en enviar cartas documento
y en celebrar mítines de repudio contra el ‘racismo religioso’
de los periodistas (4).
En Montreal, Quebec, el maltrato
de los medios no cesó. Pero el ambiente era más
abierto. Desde 1992 decidieron lanzar una actividad anual concebida
para atraer la atención de la prensa. La primera acción
consistió en distribuir 10 mil profilácticos en
señal de protesta contra la decisión de la Comisión
de la Escuela Católica de Quebec de retirar expendedoras
de condones en sus bachilleratos. Luego dieron conferencias a
favor de la masturbación y Raël compitió en
carreras automovilísticas, logrando una prensa más
favorable. "Los periodistas canadienses -escribe Susan
Palmer, profesora del Dawson College de Montreal- aplaudieron
la posición anticlerical, prosexo y de liberación
juvenil de los raëlianos. Los artículos publicados
en 22 diarios fueron unánimemente compasivos, siendo, incluso,
proraëlianos".
Así, el MIR comenzó
a crecer. Que defendiera los derechos homosexuales, el
aborto, el escupitajo en la hostia que constituía repartir
preservativos entre los adolescentes católicos o convocar
a los cristianos a la apostasía (5), despertó simpatías
entre la juventud y estuvo entre las nuevas religiones más
difundidas junto con los Testigos de Jehová y la Iglesia
de la Cienciología. Sus iniciativas -‘originales y crocantes’,
como escribió el sociólogo Alain
Bouchard- fueron premiadas con amplias coberturas.
En un estudio de 2001, Bouchard confrontó ‘los grandes
hitos raëlianos’ con el tratamiento secticida de los
medios y llegó a la paradójica conclusión
de que son los periodistas, menos que los raëlianos, los
dueños del show." (6)
¿PRUEBAS?
¿Y A QUIÉN LE INTERESAN LAS PRUEBAS? En
diciembre de 2002, con el anuncio del nacimiento de Eva,
los raëlianos consiguieron colar un debate que para ellos
era beneficioso incluso en la peor instancia posible. Por lo demás,
si hubiesen debido pagar una campaña publicitaria convencional,
no les hubieran alcanzado los 7 millones de dólares que
-aseguran- reunieron ya para erigir la embajada donde esperan
recibir a los Elohím (como llama Raël a los
ET que la humanidad confundió con dioses). Y Raël
volvió a demostrar que sabe cómo buscar titulares:
en cada país donde presentaron una conferencia de prensa
prometieron clonar alguna celebridad: Airton
Senna en Río de Janeiro, al emperador de Japón en
Tokio, a Gardel en Buenos Aires y,
cuando estuvieron en Alemania, hasta a Adolfo
Hitler, para que su clon tuviera el castigo que el original
no recibió en vida.
Los medios le entregaron al MIR
la cuota de difusión que tanto necesita y aquéllos,
cuando ya ordeñaron el espectáculo lo suficiente,
se retiraron relativizando la noticia que ellos mismos habían
contribuido a construir. ¿El resultado? Un bucle hipócrita
donde la información importa menos que el show, lo cual
surge del aprovechamiento recíproco (culto-medios/medios-culto)
entre una secta freak que cree a la clonación una
herramienta sagrada y periodistas secticidas, que se burlan
de un anuncio que antes tomaron en consideración. Cómodamente
instalados en la lógica del mercado, Raël sólo
quiere que se hable de él; y los medios, más puntos
de rating o vender más ejemplares. Según el historiador
de nuevas religiones Massimo
Introvigne, quien lo entrevistó en dos ocasiones,
Raël siempre fue más bien cínico respecto
de sus propias profecías: no le interesa tanto tener
buena prensa como llamar la atención. El gurú
habría renunciado a la primera ilusión porque -sigue
Introvigne- sabe que "nada puede evitar que hablen mal de
él."
En 2001, Susan Palmer, quien investigó
al MIR por catorce años, afirmó que si Raël
lograba crear el primer clon humano ésta sería "la
culminación de su visión milenarista". O, al
menos, el cumplimiento de la primera mitad de su profecía,
ya que la segunda y definitiva sería el desembarco en el
2035 de ‘nuestros padres extraterrestres’. La socióloga
instó a no subestimar al gurú ni a su movimiento.
"El curioso grupito platillista con que me encontré
por primera vez en la Feria Psíquica de Montreal en 1987
-escribió- devino en la primera organización capaz
de forjar una razón religiosa fundamental para la clonación.
Esta motivación, y quizá sus recursos, produzcan
el primer clon humano" (7).
Ahora, cuando el anuncio se concretó,
cada día que pasa desmiente el vaticinio de Palmer y refuerza
la hipótesis de fraude. No todos piensan así. Algunos
críticos aún dan un margen de crédito al
anuncio de Clonaid ya que -razonan- Raël no se arriesgaría
a inmolar la credibilidad de su movimiento (a punto de cumplir
30 años) sin pruebas. Pero, confirmando la impresión
de Introvigne, Raël hasta ahora no sólo no presentó
evidencia alguna sino que hacerlo no es un asunto que le quite
el sueño. Por eso resulta legítimo preguntarse
si la creciente expansión financiera y humana de su odisea
religioso-científica, la cual en gran medida descansa en
el valor de su palabra, no habrá convencido a Raël
de que el prestigio de su grupo puede salir indemne prescindiendo
de los ‘criterios de prueba terrícolas’. Después
de todo, el andamiaje doctrinario de Raël descansa en una
‘ciencia extraterrestre’ que -según pretende- ‘reemplazará
a la religión’. Por lo mismo, Clonaid podría
estar invocando criterios de verificación diferentes a
los que conocemos. Esta idea -que para cualquier no raëliano
es un disparate- entre los seguidores de Raël e incluso
en audiencias permeables a la creencias heterodoxas puede parecer
razonable. ¿Acaso el MIR no creció a expensas de afirmaciones
aún más extraordinarias que jurar que sus científicos
están clonando humanos? "Cuando la piel comenzó
a recubrir la carne, pude ver a otro yo que se dibujaba poco a
poco. En efecto, el ser que salió de la máquina
era una réplica exacta de mí mismo", escribe
Raël en su libro Los extraterrestres me llevaron a su
planeta (8). Ese ‘experimento’ de ciencia ficción clase
B se realizó ante el propio Yahvé (un ET que luego
resultó ser su padre) poco antes de que le sugiriera dejarse
acompañar por un robot que le iba a fabricar seis hermosas
y sumisas muñecas con las que aseguró haber pasado
"la noche más alocada de su vida" (9).
¿Cómo adivinar el envés
de las jugadas de un profeta que armó su pequeño
imperio en base a la provocación, el engaño y el
desenfado? El MIR se postula como ‘el relevo natural de la Iglesia
Católica’, la cual, con sus dogmas desfasados, su conservadurismo
y su oleada de sacerdotes acusados de pedofília, enfrenta
su peor momento. ¿Acaso Raël especula que sus inversores
y su clientela, con quienes comparte la esperanza de un poco de
eternidad, lo acompañarán en esta cruzada herética
al precio de no hacer preguntas difíciles? Hasta ahora,
el movimiento pareció prosperar en dirección a una
respuesta afirmativa. Pero, sin pruebas, ¿se mantendrá
la demanda de aspirantes a recibir los servicios de Clonaid? El
sociólogo Michel Wieviorka,
profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales
de París, piensa que sí: "Puede producirse
la conjunción entre una demanda solvente y una oferta que
reúna, por un lado, un tipo de razonamiento exento de conciencia
de culpabilidad (...) y, por otro, la organización práctica,
científica y médica capaz de garantizar el lanzamiento
al mercado del servicio solicitado, en este caso la clonación.
Estamos hablando (...) de varias (presuntas) cientos de parejas
dispuestas a poner sobre la mesa 200.000 dólares cada una
como candidatas a la clonación. En estas condiciones, el
poder del dinero podría revelarse considerable, y siempre
susceptible de prevalecer sobre las barreras políticas,
jurídicas o morales que se le quisiera oponer". (10)
¿LA
VERDAD? ¿Y A QUIÉN LE IMPORTA LA VERDAD?
Seamos claros: legitimar mediante argumentos
falsos el estereotipo popular de la clonación (esto
es, que clonar equivale a lograr réplicas genéticas
indistinguibles del original) o pretender, como arriesgó
Brigitte Boisselier, que es posible "transferir una personalidad
a un nuevo cuerpo", ya constituía una estafa científica.
Para decirlo en palabras de Josep Egozcue,
catedrático de Biología Celular de la Universitat
Autònoma de Barcelona, el planteamiento de eternización
(en raëliano, elohimización, esto es: ser como
nuestros ‘padres cósmicos’) falla por su base: "¿Es
el clon una fotocopia de su modelo? Evidentemente, no. Igual que
dos gemelos ‘idénticos’ no son idénticos, un clon
no es igual a su modelo (...). Si los raëlianos consiguieran
clonar eternamente, obtendrían individuos distintos y sucesivos,
pero con una única memoria. O ninguna, si uno de ellos
padeciese un Alzheimer precoz" (11).
Ahora bien, ¿cuánto le importaba
la verdad pura y dura a los medios que amplificaron las promesas
raëlianas? Convengamos que muy poco: una religión
sui generis para la cual el hombre es creación alienígena
y asegura clonar humanos como vía regia a la vida
eterna sigue siendo -pese a cualquier desmentida- "un buen
material". Pero además, ¿le importó descubrir
‘la verdad’ a la Agencia Federal de Alimentos y Medicamentos de
los EE.UU. cuando allanó las oficinas de Clonaid en diferentes
estados y luego informó no haber encontrado nada? ¿Acaso
estos laboratorios no son parte de una empresa registrada? A nadie
le consta: son clandestinos o hipotéticos, ya que -según
Boisselier- funcionan en países donde "no existe legislación
o no está expresamente prohibida la clonación humana".
Por último, ¿le interesará ‘la verdad’ al canal
Lifetime, que ya está rodando la novela raëliana,
que si se realiza como los Elohím mandan puede dejar a
Heredarás el viento a la altura de un capítulo
de Bonanza? (*)
Lo que quizás esté
sucediendo es que esa ‘verdad’ que todos dicen buscar pero que
nadie encuentra, no es la verdad que a muchos nos gustaría
conocer.
LA
ISLA DEL TESORO, O UNA CASILLA POSTAL EN BAHAMAS
En enero pasado, Gabriel Barra, un
chileno radicado en Suiza a cargo de la Iglesia Raëliana
para Iberoamérica y España, dijo durante una conferencia
de prensa en Buenos Aires: "A fines de 2003 nacerá
el primer clon sudamericano en Brasil". A esa altura los
periodistas estábamos saturados de ‘primicias alienígenas’.
Aún así, los colegas se peleaban por volver
a sus redacciones con declaraciones exclusivas del sacerdote platillista.
Al parecer, los raëlianos, engolosinados con la prensa fácil,
adoptaron el hábito de anunciar lo que les plazca sin
presentar pruebas de nada, conscientes de que "de todos
modos son noticia". Pocos medios renunciaron a la tentación
de omitir de sus ediciones a un tema tan atractivo, pintoresco
y provocador.
El 31 de enero entrevisté
a Barra. El enviado de Raël, periodista como lo fue su gurú,
compartió la idea de que los medios fueron ‘demasiado generosos’
con ellos. "Informan por las dudas", dijo. "Y cuando
en una semana (¡sic!) demos las pruebas, tampoco nos creerán..."
Se escudó de las suspicacias invocando que representa a
una religión minoritaria. Si fuera un sacerdote católico,
dijo, nadie dudaría de su honestidad. Le repuse que la
religión, por definición, se sustrae de la verificación
científica ya que promete el bienestar en un plano espiritual.
Dicho de otro modo: si bien los raëlianos se definen como
parte de una ‘religión científica’, sus actividades
(prodigar promesas concretas que se habrán de resolver
en la vida presente) exponen a sus afirmaciones más
a la refutación de lo que sucede con las promesas trascendentales
que caracterizan a las religiones tradicionales, las cuales
prorrogan las ilusiones de una confirmación en ‘la otra
vida’ o en esferas de existencia incontrastables (12).
La ciencia extraterrestre
de Raël puede manipular criterios desconocidos para nos,
humildes mortales, pero a él y a sus seguidores no les
faltaron oportunidades para enseñar cuáles son
esos criterios. Es decir: la Iglesia Raëliana -a los
ojos de la vulgar ciencia humana- produce pseudociencia hasta
que no demuestre lo contrario. De Raël apenas conocimos
una sombra de su peculiar definición del concepto
de prueba. Barra dijo: "La prueba no es más que
un proceso de confianza". ¿Cómo es eso? Barra
citó una respuesta que le oyó a su profeta: "En
el siglo XXI, todo puede ser trucado". Ahora bien,
si "todo puede ser trucado", cualquier intento de comprobación
científica se convierte en un esfuerzo vano. Y, si nada
puede ser probado, ¿qué importancia puede tener para
Raël decir la verdad?
Durante la charla, casi al pasar,
le pregunté por el estatus legal de Valiant Venture Ltd.,
la ‘empresa madre’ de Clonaid. "¡Ah! Era una casilla de
correos que al movimiento le costó 2.000 dólares..."
Barra sonrió. Después de todo, no estaba revelando
nada que a Raël le interesara mantener oculto. En su libro
Sí a la clonación humana, Raël escribe:
"(Para instalar Valiant Venture en las Bahamas) necesité
una inversión mínima para lograr una cobertura en
los medios evaluada en 15 millones de dólares. Todavía
me estoy riendo" (13).
Demasiadas risas para una religión
cuyo futuro depende de persuadirnos de que sus proclamas científicas
son algo más que magia disfrazada de ciencia.
(*) Alejandro
Agostinelli es periodista y Editor General de Dios!
(**) Heredarás el viento es la película
donde Spencer Tracy encarna a John Scopes, el célebre abogado
que en 1925 -en una causa judicial conocida como 'el juicio del
mono'- defendió la enseñanza de la evolución
contra el Creacionismo en Dayton, estado del Tennessee, EE.UU.
Bibliografía
1) Introvigne, Massimo; "Los raëlianos,
una religión atea tras el anuncio de la clonación",
en Zenit [Zenit.org, 14/01/2003] http://www.cesnur.org/2003/mi_rael_es.htm#Anchor-49575
2) Pethokoukis, James; "Is Michael Guillen
a Flake? Was the doctor who offered to check out the Raelian cloning
claim attacked because of his personal beliefs?" en BeliefNet
[http://www.beliefnet.com/frameset.asp?pageLoc=/story/119/story_11993_1.html&boardID=50527].
3) Cable noticioso difundido
por la agencia AFP (20/01/03).
4) Palmer, Susan J.; "The
Rael Deal", en Religion in The News, Vol. 4, No. 2,
boletín editado por The Leonard E. Greenberg Center for
the Study of Religion in Public Life - Trinity College, Hartford
CT (2001). http://www.trincoll.edu/depts/csrpl/RINVol4No2/Rael.htm
5) Bouchard, Alain [psicólogo,
homónimo ref. 6]; "Les raéliens lancent une
nouvelle campagne. Catholiques, apostasiez!" en Religion
N° 241, Octubre 2002. En http://www.stchristophe.com/rg/rg241/religion.htm
6) Bouchard, Alain; "Les
médias carburent au scandale, comme les raëliens carburent
au…La secte, le sexe et la rationalité : du divertissement
à l’exclusion sociale" en Les sectes, un danger?,
Duhaime, Jean y St-Arnaud, Robert-Guy (comp.) Montréal,
Fidès, 2001.
7) Palmer, Susan J.; Íbidem.
8) Vorilhon, Claude; Los extraterrestres
me llevaron a su planeta. Editorial Diana, México,
1981 (pp. 185).
9) Vorilhon, Claude; Íbidem.
Pp. 186-189.
10) Wieviorka, Michel; "Nueva
ecuación: ciencia, dinero y religión" en La
Vanguardia (11/01/2003). Trad.: José María Puig
de la Bellacasa. En http://www.lavanguardia.es/web/20030111/133736717.html
11) Egozcue, J; "Clonación:
¿realidad o raëlidad?" en La Vanguardia (03/02/2003)
En http://www.lavanguardia.es/web/20030203/136145055.html
12) Stark, R. y Bainbridge, W;
The Future of Religion: Secularization, Revival and Cult Fromation,
U. de California Press, Bekeley, Los Angeles-Londres, 1985.
13) No pude acceder al libro.
La cita procede de una crónica del Boston Globe
del 4 de enero de 2003 "Clonaid retreats from DNA promise;
skepticism grows" en http://www.startribune.com/stories/1556/3571354.html
NOTA. La primera versión de
este trabajo se publicó en El Escéptico N°
16, marzo de 2003. Revista de Alternativa
Racional a las Pseudociencias – Sociedad Para el Pensamiento Crítico.
Aquí se publica una versión revisada y actualizada.
AGRADECIMIENTOS:
A Alejandro J. Borgo, Pedro Luis Gómez
Barrondo, Ignacio Cabria, Mariana Comoli,
Carlos Domínguez, Alejandro Frigerio, Viviana
Giménez, Luis R. González, L.
Enrique Márquez, Eduardo Márquez-Blake, Mariano
Moldes y Rubén O. Morales. Sus valiosas sugerencias, traducciones
y aportes enriquecieron el presente artículo. A mis
amigos, ¡muchas gracias!
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